Al final, como si fuera un Mozart prodigio, dirige a todos los músicos con su batuta, que mueve como pintando algo para la escuela, incluso llamando la atención al que ande desafinado.
Antes que los niños, llegaron primero los padres al auditorio. Sin embargo, ambos traían una emoción mutua, ya que los pequeños actuarían para resaltar sus capacidades y los grandes estarían ahí para ver a sus hijos hacer lo que cualquier otro niño puede lograr: teatro, arte y música, sin ningún impedimento.
Ancizar, como le gusta que lo llamen sin apellido, es un niño con síndrome de down que destaca por su vestimenta a lo Beethoven y porque combina el teatro, la música y la dirección de orquesta, todo de una sola, con la finalidad de que los adultos comprendan que los limites solo existen en la mente.
Es una escena maravillosa. Ancizar sale a las tablas con un violín, juega, se deleita con el público y los demás compañeros, luego interactúa en silencio con el espacio, hasta que hace reír su violín con notas improvisadas, pero que encajan bien en el contexto artístico. Al final, como si fuera un Mozart prodigio, dirige a los músicos con su batuta que mueve como pintando algo para la escuela, incluso llamando la atención al que ande desafinado.
Los padres sonríen genuinamente, mientras las madres tienen sus ojos encharcados de lágrimas que disimulan limpiando con pañuelos de tela. Hay algo curioso, y es que a Ancizar y a los demás les gustan las fotos. Una vez terminada su obra de clown, patacláun y música, hacen las reverencias ante los presentes.
Luego posan y lo hacen con un propósito: que los invitados, que en realidad vienen de varias partes de Caldas, Quindío y Risaralda, manejen conceptos mentales diferentes sobre la capacidad y discapacidad.
No son los ciegos, sordos, mudos, autistas o Down, los niños y niñas diferentes, sino que lo pueden hacer ver así los espacios no adecuados, o el pensamiento tradicional de la gente que determina qué es o no es normal, según el imaginario urbano del comportamiento.
Ancizar está feliz, ha venido toda su familia. Su sonrisa nunca deja de estar arqueada, y camina al lado de Andrés Mauricio Hernández Betancourt, un integrante del Club de Desarrollo de Habilidades, que, vestido de caballero para una obra de teatro española, intenta explicar que el aprendizaje tiene muchas vías, pues se puede adquirir conocimientos por medio de la emoción que se despierta en los niños con capacidades especiales.
Y aunque el evento en el auditorio de la Fundación del Área Andina de Pereira tiene como publicidad a expositores de talla regional sobre temas de inclusión, discapacidad y capacidades diferentes, los verdaderos protagonistas son los padres y los invitados, que vienen a educarse en varias temáticas por medio de las emociones que los niños y niñas con capacidades especiales, despiertan.
El mensaje que Ancizar, y el grupo de down, por medio de su performance patacláun quieren transmitir al público y a la ciudad es, “yo estoy haciendo esto por el arte, por medio de la emoción. ¿qué estás haciendo tú, que tienes todas las herramientas y los sentidos?” El desarrollo motriz, cognitivo, de coordinación y otras aptitudes más, son compartidas, ya que algunos invitados también han subido del estrado a la tarima a ser parte del juego lúdico de aprendizaje.
Narices rojas, banda sinfónica, abrazos, besos, aplausos, se acaba la función y empieza el verdadero sentido de ser humanos, antes que especiales.