Es una forma de empleo que crece a pasos agigantados en el mundo. Los jóvenes son los más dispuestos a vincularse. Estudios dan cuenta de sus ventajas en cuanto a movilidad. En Colombia aún falta, y debe prepararse ante este reto de la economía global.
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En 10 años el teletrabajo en el mundo aumentó 115 por ciento. De acuerdo a Virgin Media Business el 60 por ciento de los empleados trabajará desde casa en 2022.
Este año está a la vuelta de la esquina, y si hoy en Risaralda trabajamos 450 mil personas, quiere decir que dentro de cinco años 270 mil estaremos trabajando desde nuestras casas.
Las preguntas que debemos estarnos haciendo desde los sectores públicos, privados y académico, son ¿cómo debemos preparar a nuestros jóvenes?, ¿qué formación deben impartir los colegios, instituciones técnicas y las universidades, que sea pertinente a las necesidades de la nueva economía?
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¿Cuáles paradigmas del mundo laboral se deben ajustar? ¿Qué se debe hacer para retener la fuerza laboral de los milenials en las empresas colombianas?
Según un estudio realizado en el año 2016 por el Centro Nacional de Consultoría, en Colombia el teletrabajo aumentó 202 por ciento en los últimos cuatro años. De 2012 a 2016, los teletrabajadores pasaron de 31.555 a 95.439. Las ciudades que más aumentaron los teletrabajadores fueron en su orden: Bogotá, Medellín y Cali.
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En estas ciudades se está viendo el teletrabajo como una oportunidad importante para mejorar la movilidad. Esto sumado al aumento del comercio electrónico, ayudará a sacar de las calles muchas personas y automotores particulares y aumentará el número de transporte de carga y trabajadores especializados en la cadena de suministro.
Las autoridades locales y nacionales se verán obligadas a priorizar el ordenamiento del territorio, la infraestructura moderna y los servicios de logística para garantizar que los productos vayan rápido y seguros desde las bodegas, puertos e industrias a los consumidores finales.
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El teletrabajo y el comercio electrónico, que constan de muchas actividades virtuales, necesitan de infraestructuras viales, puertos, aeropuertos, trenes, corredores fluviales.
También se debe desarrollar infraestructura logística especializada como zonas francas, corredores logísticos, puestos interiores de carga, plataformas logísticas, centros logísticos, parques de contenedores, etc.
Es necesario el soporte tecnológico en infraestructura de hardware: computadores personales, smartphones, servidores, supercomputadoras, televisores Smart, cámaras de video y un sinnúmero de electrodomésticos inteligentes, entre otros.
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También en el desarrollo de software que comunique dichos equipos entre sí y a las personas con los flujos de información consolidando el bigdata y la minería de datos.
Por ejemplo, en Canadá, en 2016, el 75 por ciento de los trabajadores realizaban al menos unas horas de trabajo móvil, de acuerdo con la Organización Internacional del Trabajo –OIT-.
En Colombia, al parecer, muchos empresarios no se han dado cuenta de esta fuerte tendencia, lo cual se refleja en los bajos niveles de productividad.
Según el Consejo Privado de Competitividad, Colombia necesita en promedio 4,3 trabajadores para hacer lo que hace uno en Estados Unidos. Algunos empresarios se quejan de no encontrar los trabajadores necesarios, y si logran engancharlos duran poco, generando altos niveles de rotación, entrenamiento y costos de selección.
Sectores de confecciones, servicios tercerizados como Contact center, call center, bpo, kpo, insisten en métodos de trabajo poco flexibles que los trabajadores jóvenes de hoy no están muy motivados en seguir.
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Esto refleja el desajuste del sistema educativo colombiano con el mercado laboral, el cual no se ha ajustado a las tendencias del trabajo global.
Nuestro modelo educativo sigue teniendo sus bases en la solución de las necesidades de revolución industrial que un siglo atrás se propuso formar grandes masas de trabajadores para impulsar el crecimiento rápido de la economía en los países desarrollados de hoy.
A Colombia como país en vía de desarrollo, la revolución industrial llegó rezagada y no igual para todas sus regiones. La educación soportada en gran parte en un modelo pedagógico con la religión católica como eje central, formaba gente para el trabajo, pero acentuando la división de clases.
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Los esclavos no tenían derecho a estudiar. Los trabajadores rurales en un sistema aún feudal no tenían recursos para estudiar. Los habitantes urbanos, políticos, empresarios y comerciantes eran los que tenían más facilidades de acceso y derechos a una buena educación; incluso acceso a universidades en Colombia y en el exterior.
Así crearon un imaginario en la sociedad que el tener un título universitario era el pasaporte para progresar, desempeñar los mejores trabajos, llamarse doctores y tener altos sueldos: “estudia y serás rico y respetado”.
Esa fue una hipótesis cierta que se cumplió hasta inicios del siglo 21. Hoy los jóvenes tienen acceso a mucha información, inmediata, diversa y libre.
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Esto les ha dado una visión más amplia a las diferentes generaciones (milenials, generación x, y ó z). Los jóvenes ya se dieron cuenta que no es verdad la promesa vendida por sus padres cuando los mandaron a la universidad para que obtuvieran un diploma universitario.
Este ya no es el pasaporte para tener un empleo bien pago, con buenas prestaciones sociales en una gran industria, donde debe quedarse la mayor parte de la vida hasta lograr una buena jubilación.
Ni las empresas ofrecen ya esos prometidos beneficios ni los profesionales están dispuestos a sacrificar 40 años de su vida, siete días a la semana, y ocho horas al día al frente de un trabajo rutinario con bajos salarios.
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Los medios de comunicación alternativos, con el Internet a la cabeza, les han mostrado las millones de opciones que el mundo tiene para los que se arriesguen.
Lo más malo de todo lo anterior es que el modelo educativo colombiano no se ha reinventado con estas necesidades y sigue formando personas para buscar empleo en empresas e industrias que ya no están para cumplirle a los nuevos técnicos y profesionales la promesa que padres, universidades, rectores y profesores les siguen vendiendo cuando apostaron por el sueño de ser profesionales.
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Un profesional recién egresado no lo contratan porque no tiene experiencia, porque no sabe hablar inglés (la mayoría), o porque está sobre calificado. El desenlace es ofrecerle un trabajo con salario mínimo por un horario completo, y llega así la primera gran decepción. La frustración no se hace esperar.
Hoy las universidades sienten la crisis porque es cada vez más generalizado el razonamiento en Colombia que “invertir dinero en la educación superior no paga”. Muchas personas están estudiando por internet, hacen cursos gratis (los llamados moocs), incursionan en negocios propios, emprendimientos. Muchos están encontrando que pueden ganar más dinero de esta forma que haciéndose contratar en una empresa por un salario mínimo a tiempo completo.
Tengo un sobrino que no terminó el bachillerato. Muy joven fue contratado por Telmex para conducir uno de sus carros. Trabajó allí por año y medio más o menos. Viajó por todo el país y dejaba la familia por largos periodos de tiempo.
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Le pagaban un sueldo mensual de unos 800 mil pesos. Se aburrió y se independizó. Montó su propio negocio como proveedor de frutas en Almacenes Éxito.
Cada mes le quedan libres unos dos millones de pesos, como poquito, me dice. Compró una camioneta, a plazos. Es su herramienta de trabajo. Y lo mejor es que le queda una gran cantidad de tiempo para estar con sus hijos y esposa.
Finalmente se reconoce que el teletrabajo no es para todas las actividades productivas ni para todas las personas.
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Tampoco es lo mismo implementar el teletrabajo en un país como Japón, donde la cultura de la responsabilidad y el compromiso ético está en la médula de cada persona, y por ser el país más automatizado del mundo, que hacerlo en Colombia, pero es urgente empezar.
Un buen ejemplo para imitar lo tiene la empresa Mi.com.co, empresa colombiana dedicada a soluciones de Internet que se le midió a intentarlo. Uno de sus empleados propuso seguir trabajando desde Madrid, España, mientras cursaba su maestría en Dirección de marketing:
“Mi caso fue excelente. Gracias al cambio de horario entre Europa y América del Sur logré coordinar mis estudios en la mañana de España, es decir la madrugada de Colombia, y luego iniciaba mi jornada laboral para Colombia en la tarde de España, horario laboral en Colombia. Fue uno de los principales aciertos.”
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El teletrabajo puede ser una opción excelente. Si los empleados saben aprovechar las ventajas en cuanto a transporte, desplazamiento, abriendo un mundo de oportunidades.
Sin embargo, no parece ser ideal para cualquiera. Depende de la operación y cultura de la empresa. Cada organización debe decidir si lo intenta o si mejor sigue trabajando desde sus instalaciones.
El caso de Mi.com.co fue exitoso, y continúa. Ahora inicia un nuevo ciclo de teletrabajo con uno de sus empleados, quien viajó en enero de 2017 a Milán, Italia, a realizar sus estudios de postgrado y continuará con su vínculo laboral en Colombia.