Junto a la quijada equina y la tarima, el pandero hace parte del ritmo de los sones. Un marco de madera le da su forma octagonal, y de cada una de sus ranuras se sujetan varios discos de metal o sonajas. Un parche, que antes era fabricado con la piel de la panza de un gato, se extiende por uno de sus lados y lo cubre. Quien toca el pandero pasa su dedo pulgar e índice por el parche, también lo golpea con la palma de su mano en diferentes partes. Así surgen los sonidos de cascabel que se oyen en los fandangos, parecen lucecitas que titilan de cuando en cuando en una noche.
Los primeros panderos del son se hicieron en Tlacotalpan, el pueblo veracruzano que es ribera del río Papaloapan y hogar de grandes músicos del son jarocho, como Evaristo ‘Varo’ Silva. El pandero de este sonero tlacotalpeño está adornado con listones de colores, son los pequeños destellos que brotan en el aire cuando vibran las sonajas.
Otros intérpretes reconocidos de este instrumento son Tereso Vega y Gilberto Gutiérrez. Sin embargo, hay uno cuya memoria mantiene viva en la comunidad jaranera cercana al Fandango Fronterizo, Andrés Flores.
Muchos jaraneros y jaraneras de la frontera tienen un pandero hecho por Andrés, muchos aprendieron con él a llevar los tiempos rítmicos de la tarima con este instrumento. El pandero no es un capricho o adorno en el son jarocho, y Andrés lo dejó claro al tocarlo en los talleres que impartió en Tijuana y San Diego. Esas enseñanzas no son olvidadas y resuenan en cada persona al pasar sus dedos o golpear con la palma de su mano un pandero cuando el Fandango Fronterizo da la bienvenida y celebra la vida y conmemora a quienes nos han dejado.
En el video Andrés Flores ejecuta el pandero:
Andrés Flores en su visita a El Centro Cultural De México en Santa Ana, California el 21 de enero del 2013. Autor, producción: César Gallo.
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