¿Educación virtual? El encierro necesita primero un maestro para el alma

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Por, Héctor H. Quintero |

Pensar que en tiempos de aislamiento por la pandemia del Coronavirus la educación virtual puede reemplazar la educación presencial es un contrasentido, especialmente cuando la primera se piensa bajo los estándares y presupuestos de lo presencial. Es como asumir que las condiciones y el contexto en general no tuvieran un impacto profundo en la relación enseñanza aprendizaje. ¿Qué deben aprender nuestros niños y jóvenes de este tiempo de aislamiento? Con seguridad lo que menos deben aprender son los contenidos convencionales de las asignaturas y proyectos transversales de las escuelas. Son muchas las dinámicas psicosociales movilizadas en el aislamiento, con una variedad de situaciones, circunstancias, herramientas y disposiciones de padres, adultos, jóvenes y niños.

Adicionalmente, en estas circunstancias se desvelan con todo su poder las condiciones de país, las profundas contradicciones e inequidades que se mueven en los ámbitos de los gobernantes, las prioridades sociales y administrativas, los sinsentidos de la corrupción, el tráfico de influencias, las violencias, la impunidad, el menosprecio por el conocimiento científico, la manipulación mediática, los estereotipos, la polarización, el machismo marianismo, el pensamiento supersticioso y el cinismo político.

Siendo un país de abandonos, que privilegia el espectáculo, la superficialidad, la apariencia y el mercantilismo estético, todo con la finalidad de establecer capas de realidad que producen réditos a distintas élites y colectivos sociales, es fácil entender que la escuela pretenda mantener una “normalidad virtual” que no es viable, pertinente y coherente.

Hoy la escuela debe vislumbrar un acompañamiento a niños y jóvenes que les permita tener un contacto amable y amoroso con  docentes, compañeros, ideas, ensoñaciones, miedos, sesgos ideológicos y prácticas culturales. Más que nunca la escuela está llamada a ser un sitio de encuentro entre unos adultos entrenados e interesados, con niños y jóvenes que requieren un acompañamiento humano y socialmente formativo.

 

Foto de Bernardo Peña, El País de Cali

 

Por esa razón la práctica docente debe estar centrada en las condiciones de la cotidianidad, en los elementos que se mueven convencionalmente en casa, las relaciones familiares, los usos y las costumbres, la historia de los hábitos y la intimidad, la condición emocional, las prácticas de respeto y solidaridad en los grupos domésticos, prácticas culturales contrastadas, formas comunicativas emergentes, representaciones corporales, estereotipos y tendencias psicosociales en el territorio (localidad, región o nación), formación discursiva en el ámbito microsocial, las matemáticas del diario vivir,  entre otros aspectos.

Mas allá de contenidos, temas y competencias, hoy la escuela tiene la responsabilidad de la compañía solidaria, amorosa y sosegada, para convertir el aislamiento en una oportunidad de transformación para niños, jóvenes y  sus familias.

De acuerdo a lo planteado por el Ministerio de Educación Nacional, la normalidad virtual de la educación estaría ligada a la creatividad y capacidad de trabajo de los docentes y administrativos de la educación. Sin embargo, si algo caracteriza la normalidad de las escuelas es la negación permanente de la creatividad en contexto, ello es un objeto extraño, menospreciado e incluso sospechoso. Por ende la creatividad no será la pieza fundamental de este tiempo de educación virtual. Lo relevante estará asociado a una improvisación confusa, sin orientaciones pedagógicas y didácticas claras y consistentes, con el uso mecánico de herramientas que serán abordadas de manera netamente funcional.

Todo ello evidenciará de nuevo la violencia institucional, el uso excesivo de la fuerza para obligar a estudiantes y familias a un esquema de trabajo que no corresponde a las dinámicas sociales que son evidentes en el aislamiento. De nuevo, la invitación es para pensar la realidad concreta de una sociedad necesitada de acompañamiento amoroso y respetuoso, no de prótesis prestadas que no encajan, que incrementarán la ansiedad del encierro, el menosprecio a los contenidos de la escuela y, ante todo, que copará un tiempo precioso que debería servir para sanar, reconfigurarse y afianzar las relaciones puerta adentro.

*Médico y docente universitario

 


 

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