Árbol arma, homenaje a Martín Abad

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Armas para la vida en manos del arte

 

 

Escultura: Árbol Arma
Artista: Martín Abad Abad
Técnica: Chatarra (armas corto punzantes recolectadas por la Policía)
Año:1995
Dirección: Calle 44 conjunción Cra 7 y 8va, junto a la estación de Megabus Turín.

 

Paradójicamente, la muerte de Gaitán le trajo a Pereira la oportunidad de adoptar un hijo que marcaría la historia de sus lugares, porque este hijo adoptivo leería la cuidad como nadie más lo ha hecho. Oriundo de Jericó (Antioquia), Martín Alonso Abad Abad, hijo de Clímaco Abad Uribe, un rojo, como le decían en ese entonces, y Matilde Abad, primos ellos, llegó a esta ciudad después de la muerte del líder político liberal en el 48, al tener que migrar hacia otras tierras fuera de su Jericó. Pereira recibió a los Abad bajo la luz de la luna con las puertas abiertas.

Martín Abad fue un artista que se destacó por su obsesión por los objetos, sobre todo los que ya pasaban a un plano terminal, y era ahí donde él, el llamado Principito, les daba una segunda vida, un nuevo aliento, la otra mirada, la profunda, la de él. Ya habían sido desechados, pero nuevamente la mirada se volcaba para volverlo un objeto estético, significativo, simbólico.

Pereira cuenta con varias de sus esculturas que como su espíritu lo pedía, están, en su mayoría, al aire libre, en espacios públicos, al vaivén del ritmo cotidiano y su azar,   dispuestas para todos los ciudadanos.

Es el caso de su escultura Árbol Arma, una obra que fue resultado del decomiso de armas corto punzantes por parte de la Policía, armas que en otro tiempo habían hecho daño a muchos, pero que ahora, en las manos del artista pasarían a tener un significado más sintonizado con lo amigable de la vida y la construcción. Armas para matar convertidas en naturaleza, en árboles que han dado aire y vida desde el inicio de los tiempos. En manos de Martín, la muerte y la violencia pasó a hecho simbólico que celebra la existencia. El objeto que nunca  termina de ejecutarse en su función primaria, es creado de nuevo en función del artista.

 

 

La escultura provoca una sumersión en una Pereira que ha sido abarcada por lo rural y lo urbano, lo artificial y lo natural, en ella hay rastros de lo uno y lo otro. Cuchillos, machetes, navajas, tenedores, entre otros elementos utilizados para el crimen, hacen parte del paisaje natural de un parque con su zona verde y su trafico de avenida principal. Hojas que son cuchillos, pétalos que son machetes, palmas y árboles espinosos que reflejan una ciudad que habita la violencia como parte de su cotidianidad. A partir de la exploración y la recreación artística esa violencia evoluciona hasta desaparecer y quedar como percepción.

La obra  se encuentra desolada, pasa desapercibida  para muchos de los transeúntes y pasajeros  que pasan por allí , es un símil de la naturaleza que con su silueta decora los atardeceres. Oxidada, con piezas faltantes, quizá el arma vuelve a la mano que una vez la empuñó, un árbol que de nuevo se tala, se deshoja; con polvo, otra veces humedad,  basuras en su entorno, la escultura de Martín Abad se queda en una estación pasajera de personas que vienen y van. Resuelta a la suerte de la intemperie y del óxido que poco a poco la transforma como la violencia a la vida.

Árbol arma se encuentra ubicada muy cerca de la cárcel de la 40, es, quizá, la evolución de esa cara realista y dura que habitan las ciudades. Y que pasa por el poder del arte a un plano configurado por la naturaleza, los pájaros que se posan por esas antes armas de sangre, y ahora, armas de arte, de vida, de contemplación.

Uno de los tantos legados que deja Martín a la ciudad, después de su fallecimiento el pasado lunes 23 de enero.

 

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Fotógrafa Editora y reportera gráfica.

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