Café Mujer: un modelo para investigar y reproducir

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Por, Sebastian Valencia* |

Hace un par de semanas tuve la oportunidad de conocer los llamados pueblos cordilleranos de Quindío (Córdoba, Buenavista, Pijao y Génova). El primer municipio al que visité fue Córdoba, pueblito encantador, que disfruté durante un par de horas.

Llegada la hora de seguir mi camino hacia el siguiente municipio, fui consciente  de que sería una insensatez irme sin disfrutar un buen café. Me dirigí al parque central y me senté en un kiosco; el lugar estaba repleto de flores que adornaban y le daban un ambiente único; la atención la dio una persona que, estoy seguro, tiene varias horas de capacitación en barismo; y el café, que sin ser un gran fan y mucho menos un conocedor sobre el grano, es de los mejores que me he tomado. Por mi trabajo y profesión conozco lo difícil que es emprender en Colombia, y más difícil aún, asociarse en una región con rasgos culturales tan individualistas como la nuestra y, lo que es aún más complejo, que mujeres campesinas hayan logrado todo lo anterior con tanto éxito.

Esto hizo aún más agradable la experiencia en el “Café Mujer de Córdoba”

 

Después de Córdoba seguí hacia Pijao y luego hacia Génova. La sorpresa fue que en todos estos municipios (incluido Buena Vista al que ya había ido en una anterior ocasión) hay una asociación de mujeres cafeteras. Lo que para mí fue  grato porque me parecía muy difícil de lograr.

Al final resultó ser común en estos municipios: mujeres campesinas de tradición cafetera que se asocian para darle valor agregado a sus productos y generan ingresos para ellas y sus familias. El que sea insistente con el hecho de su condición femenina tiene razón de ser, pues en estos municipios no existe la versión masculina o asociaciones de campesinos cafeteros con este modelo de negocio: valor agregado a través de la valoración del patrimonio.

Barreras que enfrentan las mujeres para acceder a trabajo remunerado o para para emprender

A las mujeres en nuestra sociedad se les hace mucho más difícil emprender e inclusive trabajar en la producción de bienes y servicios porque, entre otras cosas, gran parte de su tiempo lo dedican a las tareas del hogar y al cuidado de los hijos. En el AMCO (Área Metropolitana Centro Occidente), la relación entre el trabajo remunerado y el no remunerado (tareas en el hogar y cuidado de los hijos) es de 8 a 2, es decir, por cada hora de trabajo no remunerado el hombre trabaja 8 horas remuneradas; en el caso de las mujeres, por cada hora no remunerada la mujer trabaja 2 horas remuneradas.

 

Café en Génova

 

Otro ejemplo que ilustra esta desventaja es que las mujeres dedican en promedio 19 horas semanales a los oficios del hogar, mientras los hombres dedican 8,5 horas. Asimismo éstas dedican 25,4 horas al cuidado de los hijos, mientras los hombres dedican 15,1 horas. Por el contrario, en el trabajo remunerado, los hombres dedican 62,4 horas semanales, pero las mujeres dedican 60,9 horas (jornadas de más de 49 horas semanales).

Lo anterior ilustra que la mujer trabaja mucho más (reconociendo que el trabajo en los hogares es igual o más importante que el trabajo remunerado, según el DANE (2018), se calcula que este representa el 20% del PIB) que los hombres, en el trabajo no remunerado y en el trabajo remunerado la diferencia es mínima (Marin, et al, 2020). Aunque estos datos son para el Área Metropolitana Centro Occidente (no existen datos para los municipios cordilleranos), estas brechas o barreras no deberían cambiar mucho o deberían ser superiores, por ser un territorio rural.

Interesado por saber cómo estas mujeres habían conciliado su trabajo en los hogares con el trabajo por fuera de ellos, en este caso, su asociación, busqué una charla con una de las emprendedoras. Ella me contó que antes de iniciar en la empresa habló con el esposo, le dijo que mientras ella no estuviera, él y los hijos tendrían que ayudar con las tareas que ella suele hacer: oficios del hogar, hacer la comida, cuidar los animales, gallinas, peces, cerdos y atenderse ellos mismos. Ella dijo percibir colaboración de su esposo e hijos los domingos cuando el esposo no trabaja; en semana la ayuda no es tanta, a ella le toca llegar a preparar comida, atender al esposo y responder por sus hijos, sin embargo, dijo estar de acuerdo en que la ayuda de su familia haciendo estos oficios ha sido clave para darle la libertad de trabajar en la asociación.

Más allá de lo injusto que puede parecer este arreglo, el logro de estas mujeres es de tener en cuenta. Habría que preguntarnos entonces ¿Cuántas mujeres rurales cuentan con esas libertades? La familia colombiana como institución, ¿da esas libertades a las mujeres? ¿Cuánto potencial hay por aprovechar en los territorios rurales si las mujeres campesinas contaran con las libertades con las que cuentan estas mujeres quindianas?

La agricultura es una tarea masculina. Según Marin et al (2020) por cada hombre que trabaja en esta actividad 0,17 mujeres se dedican a la agricultura. Desde la apertura económica (principios de los 90s), los diferentes gobiernos han impulsado la asociatividad como base para la competitividad de la agricultura campesina en los mercados nacionales e internacionales, pero asociar a los campesinos pareciese que es una tarea muy difícil, en tanto que los resultados en términos de política pública para aumentar la productividad del sector han sido mediocres (DNP, 2016).

¿Es coincidencia que las mujeres tengan tanto éxito mientras los hombres (que son los que más se ocupan en la agricultura) no han podido cooperar para competir?

Liderazgo femenino y sus cualidades para la asociatividad

Liderar se puede definir como organizar, motivar y retroalimentar el talento humano disponible para lograr los objetivos organizacionales, en tanto que alcanzar estos objetivos satisfaga los objetivos personales de las personas a las que se lidera.

 

 

La literatura especializada ha identificado dos tipos de liderazgos: I) transformacional II) transaccional. El segundo es un liderazgo que acude a los intereses personales del empleado para que éste cumpla los objetivos, ya sea comisiones o amenazas de despido. En el liderazgo transformacional, el líder motiva al cumplimiento de los objetivos inspirando confianza, siendo empático y dando ejemplo, para así transformar los objetivos personales en objetivos colectivos o de equipo (Eagly, 2014). Diferentes autores como Eagly (2014) o Premuzic (2019) afirman a través de evidencia empírica que el liderazgo más efectivo es el transformacional aplicando algunos rasgos de liderazgo transaccional.

Asímismo, estos autores concuerdan en que las mujeres tienden a un tipo de liderazgo transformacional, mientras que los hombres tienden a ser líderes transaccionales. Zenger (2019) afirma que las mujeres obtienen mayores puntajes que los hombres en su desempeño como líderes.

Si detallamos el principal rasgo del liderazgo transformacional: la empatía, ejemplo e inspiración para transformar los objetivos personales en objetivos colectivos, hay una relación clara con el objetivo que busca la asociatividad: acumular esfuerzo productivo individual para lograr objetivos colectivos o solidarios. Investigar y caracterizar el tipo de liderazgo de las mujeres de las asociaciones de mujeres cafeteras de los pueblos cordilleranos podría orientar las políticas públicas que fomentan la asociatividad como base para la competitividad. 

Patrimonio cultural y natural como valor intangible en los mercados diferenciados

La competitividad, desde un enfoque estratégico, se logra de dos maneras: I) teniendo los costos de producción más bajos u II) ofreciendo al cliente una combinación de valor superior.

Por las condiciones ambientales, económicas, socio-culturales y político-institucionales de los territorios rurales nuestros, es muy difícil que una estrategia basada en “los costos más bajos” tenga éxito. La estrategia que implementaron estas mujeres en sus asociaciones está basada en ofrecer una combinación de valor diferenciada y única. Esto último parece ser lo que las hace competitivas y les permite darle valor agregado a su producto, a diferencia del modelo de negocio tradicional del café colombiano que es, en mi opinión, bastante errático: producir un café de alta calidad, con altos costos, pero competir con países a los que poco les importa la calidad y enfatizan en el costo y el precio bajo.

 

Café del AMCC

 

El valor que estas asociaciones de mujeres le están entregando a sus clientes y están capturando para sus empresas, tiene un alto contenido cultural, de sostenibilidad ambiental, social y económico, además de la ya reconocida calidad del café colombiano, características altamente apreciadas en los mercados diferenciados y especializados, que a nivel país se ha promocionado a través del Paisaje Cultural Cafetero.

Es por esto que permitir modelos de negocios rentistas como la minería o el turismo extractivista podría destruir estas características territoriales, por lo que esta ventaja comparativa, que se volvió competitiva por el empoderamiento de los campesinos de su patrimonio, terminaría desapareciendo.

Lo determinante de las capacidades de estas mujeres para competir, parece estar altamente relacionado con sus territorios: aspectos como los ecosistemas, la cultura campesina y cafetera (que incluye un tipo de liderazgo más efectivo), la disponibilidad de recursos naturales y unas instituciones promoviendo y financiando estos proyectos, creo, fueron claves para el éxito de estos emprendimientos.

Lo anterior me genera la siguiente pregunta: ¿Siendo la asociatividad la base de la competitividad de las economías campesinas, y estando la capacidad para competir determinada por las características de estos territorios, las políticas públicas de fomento a la agricultura deberían enfocarse en hacer a los territorios competitivos y no a las unidades productivas individuales, siendo esto último lo que se viene haciendo?

Investigar y probar la importancia de los territorios para el éxito de los proyectos productivos en los territorios es imperativo, más cuando la base del pos-conflicto es dar oportunidades reales a los habitantes de nuestra ruralidad. Hacer a los territorios competitivos dotaría a los campesinos de capacidades para llevar una vida que tengan razones para valorar, que es, al final, lo que busca el desarrollo sostenible e incluyente.

 

*Administrador de negocios internacionales

 


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