Carlos Monsiváis: Colombia y Mutis

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Para continuar nuestro especial del mes del idioma, recordamos al escritor y periodista mexicano: Carlos Monsiváis. Les compartimos una semblanza sobre él, escrita por el escritor boliviano Edmundo Paz y un artículo publicado por Monsiváis en El País, relacionado con literatura colombiana.

 

 

Carlos Monsiváis acaba de fallecer. Lo leí, lo admiré, lo enseñé. Cuando lo conocí, me sorprendió la acidez de su humor, su mirada abarcadora sobre la cultura y política latinoamericanas. La última vez que lo vi, hace un par de años en Madrid, lo encontré muy pesimista sobre el presente mexicano, y me dijo que la culpa era de la violencia cotidiana. Sus comentarios tenían la brillantez de siempre.

En septiembre del 2006, cuando ganó el premio Juan Rulfo, escribí sobre él en La Tercera. La reproduzco a continuación.” Edmundo Paz Soldán (Cochacamba, Bolivia, 1967) es escritor, profesor de literatura latinoamericana en la Universidad de Cornell y columnista en medios como El País, The New York Times o Time.

 

Carlos Monsiváis. expansion.com

 

“…Nacido en 1938 en el seno de una familia protestante en el México católico, se estrenó como periodista en 1954 -año en que también aparece el primer libro de Carlos Fuentes–, con una crónica sobre una manifestación política en la que habían participado Frida Kahlo y Diego Rivera. Con más de cincuenta años de participación continua en la esfera pública, Monsiváis ha sido uno de los que más ha hecho por mantener la elevada calidad del género de la crónica en la tradición latinoamericana (una tradición que tiene su punto elevado con los modernistas de fines del siglo XIX). Lo suyo, claro, es más bien “nueva crónica”, pues dialoga activamente con el “nuevo periodismo” de los Estados Unidos (Tom Wolfe, Hunter Thompson), con su estilo de no oponer la crónica a la ficción (la crónica también participa de la ficción, de la imaginación). Entre sus libros más importantes de crónicas se encuentran Amor perdido (1977), Escenas de pudor y liviandad (1981) y Los rituales del caos (1995).” clic aquí semblanza completa.

 

Artículo de Monsiváis publicado en El País en el 2007:

Colombia y Mutis

Gabriel García Márquez y Álvaro Mutis, grandes escritores de Colombia, son fenómenos únicos que corresponden a la tradición nacional e internacional obligada en su formación de infancia y ya luego elegida gozosamente. Al principio están los poetas José Asunción Silva y Porfirio Barba Jacob, los novelistas Jorge Isaacs (¡hélas!), Julio Flórez (¡otro hélas!), y José Eustasio Rivera, la desechable y divertida “retórica neoclásica” (Guillermo Valencia), los excéntricos (León de Greiff), y los contemporáneos o casi, el narrador Álvaro Cepeda Zamudio y los poetas Aurelio Arturo, Eduardo Cote Lemus, Jaime Jaramillo Escobar. Después, aunque los nieguen por completo, y aún más si así lo hacen, García Márquez y Mutis son la gran referencia literaria de las generaciones siguientes en Colombia, no porque los imiten sino porque es imposible no tomar en cuenta sus obras y sus actitudes.

Cito en desorden y a sabiendas de que me arrepentiré de las exclusiones. Hoy la literatura colombiana dispone de escritores muy diversos unificados por la seriedad con que asumen el oficio: William Ospina, Darío Jaramillo, Laura Restrepo, Fernando Vallejo, Juan Gustavo Cobo Borda, Héctor Abad Faciolince… Esta literatura toma muy en cuenta las interminables realidades trágicas de su país, pero no se deja dominar por ellas, y nunca es una mera correa de transmisión de los procesos de desintegración. Es, sucintamente, literatura.

Viajero sobre las grandes aguas

Me concentro en la poesía de Álvaro Mutis (Colombia, 1923) y desatiendo su obra narrativa, tan valorada (La nieve del almirante, Ilona llega con la lluvia, Un bel morir, La última escala del Tramp Steamer y La muerte del estratega, entre otros libros). Como sea, también en la narrativa el sustento idiomático, metafórico, imaginativo de Mutis le viene de la poesía, para él la mayor de las artes.

Al mencionar a un “viajero por el pasado” no me refiero a excursión alguna por el tiempo, sino al recorrido por lugares, épocas, atmósferas que le resultan a Mutis su repertorio de lo contemporáneo, trátese de una caravana al oeste de Bengala, de los Hospitales de Ultramar, del festín del rey Baltasar y sus banquetes como bestias, de las batallas de los húsares:

“Gloria del húsar disuelta en alcoholes de interminable aroma.

Fe en su andar cadencioso y grave,

en el ritmo de sus poderosas piernas forradas en paño azul marino.

Sus luchas, sus amores, sus duelos antiguos, sus inefables ojos, el golpe certero de sus enormes guantes,

son el motivo de este poema”.

Por asociación de la memoria, la obra de Mutis suele remitir al énfasis versicular de Neruda y St. John Perse, pero en este caso el tono épico se compone de hazañas sin la grandilocuencia de los estandartes, de atención a lo casi siempre inadvertido, no los generales sino los soldados, no los actos de poder sino el sueño de los seres y las cosas, no las fechas consagradas sino los trabajos perdidos, no el relato del caudillo sino el rumor difuso de las batallas:

“¿Quién ve a la entrada de la ciudad

la sangre vertida por antiguos guerreros?

¿Quién oye el golpe de las armas

y el chapoteo nocturno de las bestias?

¿Quién guía la columna de humo y dolor

que dejan las batallas al caer la tarde?

Ni el más miserable, ni el más vicioso,

ni el más débil y olvidado de los habitantes

recuerda algo de esta historia”.

En su poesía, Mutis se aparta del énfasis narrativo, y se propone contar, cantar, describir la grandeza de esa batalla última, la del idioma que nunca es el mismo porque lo renuevan las combinaciones de palabras (nadie se adentra dos veces en el mismo poema de modo igual) y el modo en que los temas son de principio a fin, de fin a principio, el desencadenarse de las imágenes:

“Y sin embargo el mito está presente,

subsiste en los rincones donde los mendigos

inventan una temblorosa cadena de placer,

en los altares que muerde la polilla

y cubre el polvo con manso y terso olvido

en las puertas que se abren de repente

para mostrar al sol su opulento torso

de mujer que despierta entre naranjos…”.

                                               De De la ciudad

La épica de Álvaro Mutis es, de modo estricto, la de las metáforas que rodean y encumbran a los personajes (“Sus heridas se secaron, también sus ropas se secaron, se secó su piel y el Gaviero seguía inmóvil”), la de la voz única que no ensalza los poderes de la Historia, sino los de la poesía. Al leer a Mutis se perciben la educación furiosamente literaria, el placer por la vitalidad de la poesía, la conciencia del fluir del tiempo como registro de los símbolos y las palabras, y el registro de la muerte, metáfora fundacional, sentido del viaje. –

* Este artículo apareció en la edición impresa del viernes, 23 de noviembre de 2007.

 


 

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