Chicharrón, el plato dominguero por excelencia

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No por nada dicen que una comida está como para chuparse los dedos y el chicharrón es una de ellas, sin duda.


 

Los cochabambinos somos muy de salir a comer todos los fines de semana. El clima, soleado casi todo el año, ayuda mucho. Sea invierno o verano, durante las horas del día -desde el mediodía hasta avanzada la tarde para ser precisos-, las temperaturas no varían mucho.

Con un ambiente tan benigno a algún deporte nos teníamos que dedicar. ¿Qué deporte más rico, más llenador -tanto corporal como espiritualmente- puede haber que el saborear comidas?

Si nos jactamos de ser la capital gastronómica de Bolivia, pues de alguna manera tenemos que hacer valer esa condición. En consecuencia, cada domingo vamos en grupos de amigos, familias enteras, hacia algunos sitios de comida típica, casi siempre ubicados en los arrabales o campiñas alrededor de la ciudad. Señores, estamos hablando del valle más extenso de Bolivia, y lo normal es que entre jardines y árboles nos dediquemos a merendar.

 

Degustando en familia, como tiene que ser. Foto por José Crespo Arteaga

 

Los restaurantes típicos, conocidos también como quintas, abundan en inmediaciones de las carreteras. Como Cochabamba está ubicada en el centro del país, prácticamente tenemos comida en todos los puntos cardinales.

Nadie se salva de la tentación de probar algo, sea de viaje de salida o de llegada. Las quintas son establecimientos más o menos grandes donde, aparte de ofrecer variedad de platos y bebidas, contratan a grupos musicales de diversos géneros para animar o poner a bailar a la concurrencia.

Por tradición, el chicharrón de cerdo es el plato más consumido en domingo. Y naturalmente, no puede faltar en el menú de todo restaurante criollo que se respete, entre otros preparados conocidos como el charque, pique macho, lapping, picante de lengua, etc.

En ambas orillas de las carreteras es fácil identificar a las chicharronerías por la paila negra que ponen junto a la entrada. Es el mejor anzuelo publicitario, otra cosa es la calidad del plato o el prestigio del establecimiento, para ello vale más la publicidad del boca a boca. A veces, en los sitios más insospechados se puede degustar un excelso chicharrón, es cuestión de tener paciencia y buen olfato. Y sentido común, por supuesto.

 

Chicharronera en plena faena. Foto de lostiempos.com

 

El plato de chicharrón está concebido para comer con las manos. Sus presas de carne, generalmente servidas con hueso no dan para usar cubiertos, ni otras sutilezas de fina mesa. Además, la guarnición que se compone de papas cocidas con cáscara, mote de maíz y algo de ensalada rústica, facilitan la tarea a los dedos.

No por nada dicen que una comida está como para chuparse los dedos y el chicharrón es una de ellas, sin duda. Los sibaritas y quienes entienden de gastronomía popular afirman que la carne de cerdo, mejor de procedencia criolla, es la más suculenta entre las de todos los animales domésticos. Aunque los comegatos, que son una cofradía en extinción, pondrían en duda todo aquello.

 

Bandeja usual de chicharrón, para servirse a gusto. Foto por José Crespo Arteaga

 

No hay mejor reunión que la efectuada en familia, con el ambiente relajado y parsimonioso de los domingos. Es ahí que a menudo nos antojamos un plato sustancioso que guste a todos, dificultosa tarea de consenso que es satisfecha en un santiamén con la palabra “chicharrón”, y todos quedan desarmados y contentos.

Normalmente se cocina muy poco en casa los domingos y lo más práctico es mandar una comisión en busca del preciado chicharrón y de su correspondiente bebida, que casa perfectamente con él, empezando desde el nombre.

Lógico, la chicha (licor espirituoso de maíz, típico de los valles) es muy refrescante para apaciguar el ardor de la llajua, salsa que acompaña toda comida habitual y, como los viejos conocedores afirman, la chicha es el mejor complemento para “terminar de matar el chancho”. Así que, ¡salud!

 

La chicha es idónea para nuestras comidas criollas. Foto por José Crespo Arteaga

 

Bitácora del Gastronauta. Un viaje por los sabores, aromas y otros amores

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