Colombianos por el mundo: Búscame en el face

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Ledys Llanos, así dijo que se llamaba. Pero como nuestro encuentro fue apenas un momento repentino, un disparo de luz tan deslumbrante como fugaz, un día cualquiera del otoño pasado en un tranvía de Rotterdam, no pude preguntarle si esa era la ortografía completa de su nombre.


 

 

Ledys Llanos, así dijo que se llamaba.

Pero como nuestro encuentro fue apenas un momento repentino, un disparo de luz tan deslumbrante como fugaz, un día cualquiera del otoño pasado en un tranvía de Rotterdam, no pude preguntarle si esa era la ortografía completa de su nombre.

Nosotros íbamos como turistas, recorriendo con los ojos muy abiertos esa fantástica ciudad.

Rotterdam es una de mis capitales preferidas de Europa, por su vitalidad y por la potencia de su economía, por la belleza del urbanismo.

 

 

La amplitud y disposición de sus parques, la cuidada arquitectura de sus barrios, la estética de sus puentes que le ayudan a atravesar el río que la parte en dos: ramificaciones del Mossa (un tributario del Rin) que se han transformado a medida que la ciudad ha ido construyendo canales y consolidando su vocación de gran puerto.

 

 

Estas, entre muchas otras condiciones hacen de Rotterdam una de las grandes urbes del viejo continente y del mundo.

Digo que recorríamos la ciudad con destino al barrio Kralingen, un vecindario situado enfrente de un gran espacio público que rodea al lago del mismo nombre -al que vale la pena escribirle un texto aparte-, y lo hacíamos usando el tranvía.

 

 

Allí, en esas tierras bajas y lejanas, conversábamos en español. Pero aunque lo hacíamos en voz baja, ya que es característico y seña de respeto hablar en un tono discreto en las ciudades de Europa, nuestro acento, la cadencia del castellano que usamos, fue un señuelo que llevó a otra pasajera a preguntarnos “¿de donde son?”

En estos países es una verdadera excepción que un desconocido le dirija la palabra a otro en el espacio público, así que inmediatamente volvimos la mirada para contemplar a una mujer con facciones latinas que nos sonreía.

Bueno, esa era Ledys, o Ledis, colombiana, barranquillera para más señas, que llevaba en ese momento doce años viviendo en Rotterdam, y que aunque nos dijo que hablaba el holandés, también nos refirió como desde su perspectiva todo allí era muy difícil para nosotros los latinos.

 

 

Antes de descender del tranvía y perderse para siempre me dijo “búscame en el face”, y lo hizo  en un tono bajito que en esas latitudes se amplificó gracias a su acento costeño, hasta el punto de convertirse en un grito para los demás viajeros.

O por lo menos así lo percibí en aquel momento.

Mi mirada la siguió hasta que, con su andar cadencioso, se perdió dando la vuelta a una esquina.

 

 

Sus palabras acompañaron nuestro viaje, aumentando su resonancia en la medida en que el frío otoño nos mostraba qué tan lejos de estos ambientes habita nuestra filiación de sujetos caribeños.

Cubiertos con bufandas y abrigos de invierno, pasamos aquella temporada que se nos vino encima con temperaturas de hasta dos grados en pleno octubre, todo un desafío para nuestro ser tropical.

Una vez en Colombia, me di a la tarea de rastrearla en esa especie de repositorio mundial que es el negocio del multimillonario Mark Zuckerberg, el “face”.

Pero nada, mi búsqueda, hasta ahora, ha sido infructuosa.

 

 

Encontré algunas Ledys, otras Ledis, pero ninguna parecía ser la mía, la protagonista de ese encuentro casual e inolvidable, de la que solo me quedaron sus palabras, tan memorables como profundas, “Es mejor en Colombia”, nos dijo, después de haber accedido a tomarse conmigo dos escasas fotografías.

Directora del portal web La Cebra Que Habla

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