Fotografias: Edgar Linares.
“Cuando uno contempla el entusiasmo y la alegría de estos chicos y sus familias se emociona de veras al caer en la cuenta de que, un cuarto de siglo atrás, campeones como Santiago Giraldo y Eduardo Struvay dieron sus primeros pasos o, para ser más precisos, hicieron sus primeros saques en las canchas del Campestre de Pereira.
En veinticinco años de actividades estas canchas han visto nacer figuras del tenis nacional, o sencillamente han servido para la integración de familias de todos los lugares de Colombia, lo que en sí mismo representa una ganancia”.
El uruguayo Víctor González es el director técnico de los equipos de tenis del Club Campestre de Pereira. Llegó a Colombia a cumplir un contrato de seis meses con Coldeportes, y ya lleva siete años en el país.
Nació en una tierra que le ha dado al mundo tenistas tan notables como Pablo Cuevas, Diego Pérez, Marcelo Filipini y Luis Damiani. Antes de formarse como director técnico ya había visitado a Pereira en condición de jugador. De modo que conocía el entorno y al recibir la oferta del Club Campestre no lo pensó dos veces.
El domingo 15 de octubre de 2017 todo era algarabía en el sector de Cerritos, donde está ubicado el club.
Un sol inusual mordía las espaldas de los niños y sus padres encargados de animar toda una fiesta del deporte: el torneo Chiquitines, convertido en una marca de esta institución, que le ha servido no solo para difundir la práctica del tenis, sino para promover valores como la solidaridad y el respeto.
Así lo ve Víctor González mientras se enjuaga el rostro en una de las escasas pausas que le brinda la jornada.
Me quedé en Colombia porque en todos los sentidos representa una gama mucho más amplia de oportunidades para la práctica del tenis en todos los niveles. En ese sentido, el Campestre de Pereira constituye un modelo a imitar en cualquier lugar del mundo.
Mantener un evento como este, con un nivel de organización impecable y unos resultados deportivos que saltan a la vista no es cualquier cosa. De ahí que año tras año el torneo reciba reconocimientos fuera de la región”.
González está convencido de que Chiquitines ha contribuido en no poca medida a impulsar el tenis nacional.
“Si usted se fija bien, las escuelas del Campestre están concebidas con base en módulos que garantizan un seguimiento permanente a la evolución de niños y jóvenes de acuerdo a las competencias de cada quien.
Hablamos de semilleros, fundamentación, proyección y preselección, hasta llegar a los grupos de élite. Y eso no se consigue de la noche a la mañana. Todo se basa en un trabajo integral. En algunos casos se entrena todos los días y se rodea a los deportistas de los elementos necesarios para el desarrollo de sus habilidades” .
Son 116 niños los que en la actualidad integran la escuela de tenis del Club Campestre de Pereira. Para garantizar el mejor acompañamiento la entidad cuenta con un equipo técnico conformado por veintidós profesionales: dieciocho entrenadores, dos preparadores físicos y dos sicólogos.
“Hace poco viajé a Estados Unidos y estuve en contacto con academias de La Florida, donde pude comparar y comprobar que hemos elegido el mejor de los caminos en cuanto a metodologías de formación integral que combinen lo técnico y lo humano para conseguir los mejores resultados con nuestros niños y jóvenes.
Estamos convencidos de que, junto a las raquetas, debe viajar siempre un contenido vivo y permanente en principios éticos. Por eso el juego limpio es para nosotros tan importante como la victoria. Si esta no se consigue con respeto por el adversario y los espectadores todo pierde su sentido”.
Pero la tarea no concluye ahí. De forma paralela a las escuelas de formación y a la organización de eventos como Chiquitines, el Campestre maneja campos como el Tenis Social, donde los deportistas, ya mayores, fueron una vez los niños que pasaban la vida aquí.
“Es un permanente relevo generacional que no cesa. Por eso en el club siempre hay un público bien educado y dispuesto. Fuimos anfitriones de un torneo nacional interligas en el que participaron todos los departamentos de Colombia y siempre tuvimos gran presencia de entusiastas”.
En la más reciente edición de Chiquitines participaron 400 niños, cincuenta y cinco de ellos pertenecientes a las escuelas del Club Campestre de Pereira.
Entre sus ídolos no solo se cuentan Santiago Giraldo y Eduardo Struvay. Más cercanos a ellos está Mateo Gómez, un jovencito de quince años, número uno de su categoría, que ya ha participado en giras europeas, luego de superar torneos de gran envergadura.
Para el entrenador uruguayo Víctor González esa es otra razón para quedarse en Pereira y seguir creciendo juntos.