Perfil de Diego González, el pereirano que encontró en el Cannabis una forma de sanación para ayudar a otros.Sus productos van desde cremas, pócimas medicinales hasta lubricantes.
Fotos por: Jess Ar
De ciertas hierbas
De niño, Diego Hernando González caminaba hacia su colegio envuelto en una densa nube de humo dejada por una procesión de trasnochadores y madrugadores: zapateros, vendedores de frutas, trabajadores de la construcción, meseros de bar, coteros, serenateros, tahúres, putas y borrachos.
Casi cuatro décadas después Diego recuerda que le molestaba ese olor pringoso que se le adhería a la ropa y le congestionaba la nariz. Sin embargo, ese era su paisaje y ese era el aroma cotidiano instalado en el aire como una seña de identidad.
Diego González junto a sus hermanos Carlos Andrés y Julio César “Matador” en el Parque de La Libertad.
Pasado el bachillerato, el hombre empezó a estudiar medicina y volvió a encontrarse con ese olor, que se hizo todavía más recurrente cuando se pasó a la carrera de Administración del Medio Ambiente en la Universidad Tecnológica de Pereira.
De modo que el aroma y la textura de la marihuana no eran nuevas para él cuando descubrió su otra cara: la de sus propiedades medicinales.
Por supuesto, como casi todo el mundo, había visto cómo las madres y abuelas decomisaban la marihuana que sus hijos y nietos fumaban con otros fines y la mezclaban con alcohol antiséptico para usarla como medicamento contra el dolor en las articulaciones.
Pero la auténtica comprobación la vivió en su propio pellejo.
“Fue en 2014 cuando viví una experiencia dramática” dice este devoto seguidor de los poemas cantados de Joaquín Sabina y Joan Manuel Serrat.
“Ese año sufrí una grave enfermedad autoinmune. Pasé casi todo el año hospitalizado. Los médicos me hicieron cientos de tratamientos, incluso me hicieron dos ciclos de quimioterapia que no me ayudaron en nada. Luego me iban a hacer una terapia biológica con inyecciones de células madre que estaban en investigación. Me negué y me fui, como buen hijo, a morir donde mi mamá. En ese tiempo conocí al doctor Andrés Marín, un sicólogo experto en medicina ancestral, con una maestría en culturas y drogas. Él me regaló un frasco de tintura madre de marihuana y a la semana de estarlas tomando ya estaba aliviado”.
Razones de sobra para estar agradecido con la vida, con el doctor Marín… y con la hierba cuyo olor le molestaba tanto de niño.
La hierba del olvido
La misma hierba que tantas culturas ancestrales consideran sagrada. “La hierba del olvido” le dicen algunos pueblos, por su capacidad para prodigar el olvido de los dolores del cuerpo y del alma. Así lo entiende Diego.
“Luego de la experiencia personal con la tintura madre, empecé a investigar y a leer todo sobre el cannabis, sobre sus variedades, cuáles son medicinales y cuáles no, cuáles sirven para determinadas enfermedades. Mi primera clienta fue mi mamá Alicia, que tenía problemas de sueño y escoliosis, que es una desviación de la curvatura de la columna. Al principio era muy reticente: creía que se iba a trabar y a terminar viviendo debajo de un puente (…) la primera semana que mi mamá empezó a tomar la tintura de cannabis mejoró ostensiblemente el dolor de espalda; ya dormía seguido toda la noche y además se curó de una infección urinaria crónica que padecía”.
En dos ocasiones Diego salió del país con el fin de verle la cara al mundo. En una de ellas llegó a Israel y en la otra anduvo por Argentina. Ese par de viajes le ayudaron a ver las cosas de otra manera.
Quizá por eso le resultó más fácil resolver sus dudas a la hora de ahondar en la marihuana medicinal. En ese recorrido le ayudaron el médico Douglas Montañez, el médico siquiatra Jairo Franco y el veterinario Fernando Canizales, que fue director del Zoológico Matecaña.
Aparte de eso, hace un año trabaja con la doctora Paula Herrera, médica siquiatra con un doctorado en neurociencia.
Diego González junto a su esposa Paula Herrera, asesora médica e investigadora científica, encargada del seguimiento a pacientes que usan cannabis medicinal, el “ratón de laboratorio”, como él la llama.
Tampoco olvida al neuropediatra y docente de la Universidad del Rosario, Alberto Vélez, quien es la persona encargada de enviarle lo último en investigaciones científicas. Con esos elementos se lanzó a crear empresa.
“Soy socio de una empresa de productos cosméticos con base en Aloe Vera, y al ver la cantidad de personas a las cuales los productos de cannabis medicinal les han ayudado, se tomó la decisión de montar otra compañía, pero nos tocó esperar las normas que regulan la actividad en el país”.
Por supuesto, las normas facilitan algunas cosas y dificultan otras. Para Diego González el primer problema es económico y después viene el componente legal.
Si bien en el año 2015 fue expedido el Decreto 2467 del Ministerio de Salud, allí se hablaba de los requisitos para la producción de derivados del cannabis, pero quedaba pendiente la parte de cultivos y manejo de semillas.
Solo hasta el lunes 10 de abril de 2017 el gobierno nacional expidió el decreto 613, con el marco regulatorio para permitir el acceso seguro y bien informado al uso médico y científico del cannabis.
De todo este complejo entramado quizá lo más valioso sea la posibilidad de recuperar una tradición de medicina ancestral conocida como Las Tinturas Madre, preparadas solo con hierbas y sin ningún agregado químico.
Hasta ahí las posibilidades reales, porque para montar un laboratorio farmacéutico que cumpla con todos los aspectos técnicos y legales se necesitan unos cinco mil millones de pesos.
Es por eso que personas como Diego solo participan en una parte del proceso. El resto se hace mediante maquila, en un laboratorio certificado por el Invima.
Otra forma de sanar
Entre los muchos motivos de satisfacción, aparte de su propia experiencia, Diego resalta los casos de dos pacientes con esclerosis lateral amiotrófica o ELA, que es la enfermedad padecida por Lou Gehrig y Stephen Hawking.
Se trata de una patología neurodegenerativa que afecta las neuronas del cerebro y la médula espinal. Sus causas son desconocidas, pero en las situaciones mencionadas la tintura de cannabis les ha ayudado a retrasar el proceso de la enfermedad.
Pero eso no es todo.
“Por otro lado, tenemos un paciente con Trastorno Obsesivo Compulsivo(TOC), el cual llevaba más de 15 años tomando medicamentos siquiátricos muy adictivos. Consiguió dejarlos poco a poco y remplazarlos por el cannabis medicinal. Sin embargo, debemos aclarar que los tratamientos con este tipo de cannabis no curan enfermedades pero sí ayudan a mejorar de manera ostensible y comprobable las condiciones de vida de los pacientes”.
Han pasado cuatro décadas desde que Diego González caminaba hacia el colegio en medio de una fumarola de marihuana dejada por vecinos madrugadores y trasnochadores.
Hoy – quien lo creyera- se gana la vida vendiendo distintos productos derivados de la hierba a través de su empresa Neotrópico.
Uno de ellos es la Tintura Madre del cannabis medicinal, con las propiedades ya descritas. Otro es Euforia, un lubricante íntimo para mujeres fabricado con una mezcla de Aloe Vera y Cannabis. Y el último, pero no menos importante, el Cannalú, un efectivo tónico corporal para dolores.
Cómo nos cambia la vida.