Adoptar la inteligencia artificial puede ayudarnos a crear un nuevo contrato social equitativo, pero solo si recordamos algo indispensable: qué es lo que nos hace humanos.
Por, Kai-Fu Lee. Publicado en The New York Times
Este es un artículo de Turning Points, una serie especial que ensaya sobre lo que los momentos críticos de este año podrían significar para el próximo.
Punto de inflexión: La pandemia del coronavirus inspiró una oleada de interacciones sin contacto y sin tacto, desde entregas de comida hasta servicios médicos, y provocó el remplazo de trabajadores humanos por computadoras y otro tipo de tecnología.
Desde hace años, les hemos ido dejando las tareas rutinarias a las tecnologías de automatización, robótica e inteligencia artificial. La pandemia de la COVID-19 aceleró esa tendencia, impulsada por tres necesidades: mayor productividad, menores costos y seguridad humana. En un giro repentino, el contacto humano ha dejado de ser recomendable, pero al mismo tiempo es más ansiado que nunca. Las empresas de entregas a domicilio, los plomeros e incluso algunos proveedores de equipo médico ahora alardean sobre su servicio “sin contacto”, pero todos disfrutamos cada oportunidad que se nos presenta para compartir una comida en vivo y en directo o una reunión en persona.
En los albores de una economía de inteligencia artificial, 2020 nos ha mostrado cuán importante es la conexión humana.
Cuando comenzaba mi carrera en inteligencia artificial en 1983, en mi solicitud para el programa de doctorado de la Universidad Carnegie Mellon describí esa disciplina como “la cuantificación del proceso mental humano, la explicación del comportamiento humano” y el “paso definitivo” para comprendernos a nosotros mismos.
En cierto sentido estaba equivocado, y en cierto sentido, en lo correcto. Los programas de inteligencia artificial pueden imitar, e incluso superar, al cerebro humano en la realización de muchas tareas. Pero si la inteligencia artificial nos permite de verdad comprendernos a nosotros mismos, será porque nos libera del pesado trabajo mecánico de las tareas rutinarias para que podamos concentrarnos en nuestra humanidad y en las conexiones compasivas de unos con otros.
Ya sabemos que muchos de los trabajos remplazados no se recuperarán, pues la inteligencia artificial puede realizarlos mucho mejor que las personas y casi sin ningún costo. Esta situación generará un tremendo valor económico, pero también causará un desplazamiento laboral sin precedentes. Como señalo en mi libro titulado A.I. Superpowers: China, Silicon Valley, and the New World Order, según mis cálculos, para 2033 la inteligencia artificial y la automatización serán capaces de realizar entre el 40 y el 50 por ciento de nuestros trabajos.
Si queremos empezar a prepararnos desde ahora para los millones de trabajos desplazados y abocarnos a la capacitación para adquirir las habilidades nuevas que serán necesarias cuando la inteligencia artificial no solo sea una herramienta, sino también una compañera de trabajo, mi propuesta se resume en tres palabras con R: reaprender, recalibrar y renacer. Este enfoque debe formar parte de un colosal esfuerzo por cambiar nuestra manera de pensar sobre la vida y el trabajo para poder lidiar con el problema económico central de nuestros tiempos: la revolución de la inteligencia artificial.
Lo primero (y quizá lo más sencillo) será prevenir a las personas cuyos trabajos peligran y establecer programas para que reaprendan sus disciplinas con el uso de inteligencia artificial. La buena noticia es que hay muchas habilidades “humanas” que la inteligencia artificial no puede perfeccionar: la creatividad, la interacción social, el trabajo de cierta complejidad física o que requiere destreza y, por supuesto, el uso de las herramientas de inteligencia artificial que requieren operadores humanos.
Las escuelas vocacionales deben rediseñar sus programas de estudios y ofrecer más cursos relacionados con empleos sostenibles. Los gobiernos podrían encabezar estos esfuerzos y ofrecer incentivos y subvenciones para ese tipo de cursos, en vez de apoyar ciegamente medidas económicas generales como el salario básico universal. Las empresas también podrían ofrecer cursos, como el programa de Amazon designado Career Choice. Este programa paga hasta 12.000 dólares al año durante cuatro años para que los empleados que trabajan por hora en Amazon obtengan grados en ocupaciones de gran demanda como mecánica de aeronaves, diseño asistido por computadora y enfermería.
Con pandemia o sin ella, la importancia y el número de los trabajos centrados en servicios para los seres humanos, como la enfermería, aumentará a medida que también lo hagan la riqueza y la esperanza de vida. La Organización Mundial de la Salud predice que para 2030 nos faltarán alrededor de 18 millones de los trabajadores de la salud necesarios para lograr el Objetivo de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas de “vida saludable y bienestar para todas las personas”. Existe una necesidad apremiante de reevaluar este tipo de empleos vitales pero menospreciados que ofrecen servicios a los seres humanos, no solo en lo referente a la percepción que tenemos de ellos, sino también a los sueldos que perciben quienes los realizan. Estos empleos sentarán las bases para la nueva economía de la inteligencia artificial.
Como parte de la preparación de las personas para la transición final hacia una economía impulsada por la inteligencia artificial, también tendremos que recalibrar muchos de los empleos actuales. Al igual que hizo el software hace algunas décadas, la inteligencia artificial puede multiplicar el pensamiento creativo de los seres humanos gracias a la capacidad implacable de las computadoras para manejar enormes cantidades de datos, crear hipótesis correspondientes a distintas alternativas y optimizar resultados. No existirá una herramienta genérica única de inteligencia artificial, sino herramientas específicas hechas a la medida para cada profesión y aplicación. Podríamos tener un programa de generación de moléculas basado en inteligencia artificial para los investigadores de fármacos, un planeador publicitario con inteligencia artificial para los mercadólogos o un verificador de datos con inteligencia artificial para los periodistas.
Combinar la optimización de la inteligencia artificial y el toque humano nos permitirá transformar muchos empleos y crear muchos más. La inteligencia artificial realizará las tareas rutinarias junto con los seres humanos, quienes se encargarán de las tareas que requieren precisamente algo de humanidad. Por ejemplo, los futuros médicos todavía serán el principal punto de contacto de los pacientes, pero utilizarán herramientas de diagnóstico con inteligencia artificial para identificar el mejor tratamiento. Gracias a esta colaboración, el papel del médico se transformará en el de un prestador de cuidados compasivo, que tendrá más tiempo para dedicarse a sus pacientes.
Al igual que el internet móvil condujo a la creación de trabajos como el de conductor de Uber, la llegada de la inteligencia artificial creará empleos que todavía ni siquiera nos imaginamos. Algunos ejemplos actuales son los ingenieros en inteligencia artificial, los científicos de datos, los etiquetadores de datos y los mecánicos de robots. Debemos estar pendientes del surgimiento de este tipo de trabajos, darlos a conocer y ofrecer capacitación para cumplirlos.
Por último, al igual que las adineradas ciudades italianas y sus comerciantes financiaron el Renacimiento en ese país, nuestra esperanza debe ser que la inteligencia artificial inspire su propio renacimiento. Conforme les dejemos más responsabilidades y tareas a las máquinas en la nueva economía, la inteligencia artificial les inyectará flexibilidad a los patrones tradicionales de trabajo, lo que nos permitirá diseñar otra forma de equilibrio entre trabajo y vida personal y transformar tanto la rutina de los días laborales como las edades de retiro. Gracias a que este nuevo contrato social nos dará más libertad y tiempo, las personas podrán dar rienda suelta a sus pasiones, a su creatividad y a sus talentos, y esa exploración personal, a su vez, impulsará su carrera profesional como nunca antes.
Los pintores, escultores y fotógrafos podrán utilizar herramientas de inteligencia artificial para hacer composiciones, experimentar, enumerar y redefinir sus obras de arte. Los novelistas, periodistas y poetas emplearán nuevas tecnologías para desarrollar el arte de escribir en direcciones que nunca antes habían pensado. Los educadores, liberados del arduo trabajo de calificar y cumplir requisitos administrativos, por fin podrán canalizar su energía al diseño de sesiones que despierten la curiosidad, el pensamiento crítico y la creatividad. Los programas de inteligencia artificial pueden ayudar a enseñar hechos y cifras, y así los maestros podrán dedicar más tiempo a desarrollar la inteligencia emocional de los estudiantes.
Las tres “R” representan una misión sin igual para la humanidad. Las empresas necesitarán capacitar de nuevo a un enorme número de trabajadores desplazados. Los gobiernos deberán recaudar cantidades astronómicas de dinero y redistribuirlo para financiar esta transición. Las escuelas tendrán que darle un nuevo giro a la educación para producir egresados creativos, sociales y multidisciplinarios. Todo debe redefinirse: la ética de trabajo de la sociedad, los derechos de los ciudadanos, las responsabilidades de las empresas y el papel de los gobiernos.
En todas estas áreas, el papel de las tecnologías de inteligencia artificial es vital. Si lo hacemos bien, la inteligencia artificial nos liberará de tal forma que podamos explorar no solo nuestra creatividad y compasión recíproca, sino también nuestra humanidad.
*Kai-Fu Lee es experto en ciencias de la computación, líder empresarial y autor de varios libros, además de ser presidente y director ejecutivo de la empresa de inversión en primeras fases Sinovation Ventures.