El insulto o cómo armar una guerra

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Vamos, pero ¿ a qué viene todo este cuento de injuriar y difamar ?


 

Foto extraída de: Presenciaadsis.

Ficha técnica

Año, país, duración 2017, Líbano, 110 minutos
Dirección y producción Ziad Doueiri
Guion Ziad Doueiri, Joelle Touma
Fotografía Tommaso Fiorilli
Música Éric Neveux
Reparto Adel Karam, Kamel El Basha, Christine Choueiri, Camille Salameh, Rita Hayek, Talal Jurdi, Diamand Bou Abboud, Rifaat Torbey, Carlos Chahine, Julia Kassar
Productoras Coproducción Líbano-Francia-Bélgica; Ezekiel Films / Scope Pictures / Tessalit Productions / Rouge International / Cohen Media Group [USA] / Ciné+ / Douri Films / Centre National du Cinéma / L’Aide aux Cinémas du Monde / Le Studio Canal+
Género Drama

 

Un insulto retrata y delata una cultura. ¿qué significa para un colombiano que otro le grite ¡Ojalá Hitler lo hubiera enviado a Treblinka! Posiblemente nada, porque no fue nuestro contexto, ni nuestra drama. Pero si en un aeropuerto nos ponen en una fila diferente por el mero hecho de ser colombianos, o nos preguntan: “¿cuánta cocaína lleva?” o nos gritan con cierto coraje: ¡su madre!, el asunto toma otro matiz porque toca unas fibras culturales concretas.

Claro, los adefesios tiene su arte, hasta su doctorado y no todos tienen boca y pluma para este privilegio profano. Y lo digo porque por ahí un joven, Juan Álvarez, colombiano, es el autor del libro ‘Insulto, breve historia de la ofensa en Colombia’ (Seix Barral Colombia. 16 de enero de 2018). Toda una novedad literaria que, seguro, muchos esperan venga con manual de ejercicios prácticos.

Con todo, sea hablado o escrito, sería difícil hacerle justicia al asunto del insulto, porque además hay gente que conserva cierta dignidad ante hechos de tan baja calaña. Vamos, pero ¿ a qué viene todo este cuento de injuriar y difamar ? En esencia, de la película libanesa “El Insulto” (2017) del director Ziad Doueiri. Una coproducción Líbano-Francia-Bélgica con un prontuario de reconocimientos  internacionales (y no por insultos) como:

 

Escena de la película. Foto extraída de: nosolocine.net

 

2017: Premios Óscar: Nominada a Mejor película de habla no inglesa.

2017: Festival de Venecia: Mejor actor (Kamel El Basha).

2017: Seminci de Valladolid: Premio del público.

2017: Premios David di Donatello: Nominada a Mejor film extranjero.

 

Y no es para menos, porque su trama es una bomba de tiempo, pues versa sobre la sensibilidad que existe entre las culturas del medio oriente, especialmente entre palestinos e Israelíes. Así es que todo comienza (según como nos lo quiere plantear el director) por un absurdo, como todo conflicto histórico. Una disputa verbal entre un cristiano libanés (Tony Hanna) y un refugiado palestino (Kasser Abdallah) que por una filtraciones de agua y una tubería destrozada  desencadenan una sucesión de eventos personales, barriales, laborales, hasta finalmente, llegar a estrados políticos y nacionales.

El lío, que comienza con una nimiedad, deja su primer insulto del palestino al libanés:  “maldito estúpido”. Luego el libanés , que buscando justicia al esperar una disculpa personal de Kasser Abdallah, no la obtiene,  prepara sus misiles verbales:

“Uds. son un pueblo de bastardos. De lo contrario se hubiera disculpado. Se merecen su mala reputación”.

Y luego la estocada final: “¡Tal vez Sharon debió exterminarlos a todos!”.

 

Escena de la película. Foto extraída de: Archi Sevilla Siempre Adelante.

 

Después de esto viene todo un compendio para un arte de la guerra: dos costillas rotas a Tony, un juicio sin abogados, despidos, xenofobia, de nuevo un juicio, ahora si con abogados, remembranzas históricas de cómo pasó todo entre los dos protagonistas y cómo pasó todo según la historia de las masacres entre palestinos y libaneses por igual. El asunto no tiene asidero, pues ninguno quiere dar el brazo a torcer. Tampoco la historia quiere cejar. 

Todo, como se afirmó,  inicialmente empezó por una cañería, por un insulto, pero todo insulto tiene un precio: un niño prematuro al borde de la muerte, un repartidor de pizza en el hospital, banderas agitadas y la intervención del presidente del Líbano (en la ficción cinematográfica) que habla con Tony Hanna y Kasser Abdallah para que pasen la página y apacigüen el conflicto nacional que podría desatarse. En fin, toda una madeja histórica de hostilidades que deben desentrañarse para buscar la conciliación.

Es esta una película que merece ser vista, (y que está en Cine en Cámara Pereira) ya que que calza perfectamente con los históricos comienzos de la guerra en nuestro país. ¿Le suenan los términos gallinas, cerdos, Marquetalia, Ejército? Ya, ya, ya sabemos por dónde va el agua al molino. En fin, como afirma Angela María Arbeláez:

“las FARC se mostraron como una guerrilla campesina nacida espontáneamente un día de 1964, luego de que el Ejército Nacional bombardeara las gallinas, los marranos y los sembrados de un tal pueblo llamado Marquetalia”. 

Por ahí va el tema.

 

Escena de la película. Foto extraída de: Cdn.20m.00

 

Porque la naturaleza humana, y un centenar de animales calcinados en un pueblito colombiano, dejó como saldo: una guerrilla, 220.000 mil muertos, 25.000 mil desaparecidos y 4.744.046 desplazados,  hasta su desarticulación de la “guerra” en  el llamado “proceso de paz” que convirtió a las Farc en un movimiento político.

Entonces, ¿vale la pena insultar? Parece que es catártico cuando se hace a solas, pero catastrófico cuando se profieren desahogos de ese tipo frente a otros. Todo mundo tiene derecho a una dosis de rabia, de dolor, de insultar por insultar, pero lo injustificado es que esa libertad o sentimiento, viole la integridad o dignidad del otro.

En ”El insulto” (2017), se pasa la página de la manera más inesperada. Kasser Abdallah, que ha intentado de todas formas no pedir disculpas, sino arrojarse la culpa de haber injuriado al libanés, regresa al taller de mecánica de Tony Hanna y lo insulta con un propósito: que Tony también le rompa dos costillas para quedar a paz y salvo, buscando una ley más universal, la ley del Talión del “Ojo por ojo y diente por diente”. Al final, el asunto no se arregla en los estrados, sino entre ellos, y algo que solo queda en la conciencia de ambos, pues el veredicto del juez no le hace justicia ni a uno ni al otro, porque se entiende que la guerra empieza por algo absurdo, y darle fin no es tan fácil como parece.

 

Escena de la película. Foto extraída de: Amazonaws

 

Una película recomendada para todo público, al menos para uno critico, o para uno que piensa como Jean Paul Sartre de que “cuando los ricos hacen la guerra, son los pobres lo que mueren”.

 

Trailer

https://www.youtube.com/watch?v=huKZu-YoWoI

Escritor, Editor, Anfitrión en el portal web La Cebra que Habla. Una vida, una frase: «Quién ya no tiene ninguna patria halla en el escribir su lugar de residencia».

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