El lado “Glamour” del rock (1970-1990)

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El Glam rock de los años 70 nació en el siglo 19


Por: Edson Alemán Real

 

Qué envidiable suele ser la vida del rockstar, imaginen a un artista de extravagante cabellera y vestimenta que rompe la usanza de la época, de gira por algún país, de presentación en presentación en venues atiborrados de fans. Sus días son de groupies, whisky, sesiones de fotos y entrevistas. Su imagen repetida por miles en carteles publicitarios. Podría estar hablando de David Bowie en los años 70, pero me refiero a Oscar Wilde.

Oscar Wilde, escritor irlandés, quien el 30 de noviembre cumplirá 108 años de muerto, fue una celebridad que llevó su vida igual que lo que hoy conocemos como una “estrella del rock”.

Personaje variopinto, que no solo fue el estupendo y admirado escritor sino una especie de dandi-celebridad de pasarela, un irreverente artista de cepa; una vaca sagrada pero, sobre todo, un hedonista que concebía este estilo como categoría de arte y al arte como forma de vida, esto es, el arte por sí mismo;  la estética como imaginación, como reinterpretación de la realidad y no como imitación de ella; él era la simple y compleja expresión de la libertad que desde luego, implicaba una postura social, intelectual y política, en relación con el entorno y que requería de un público con el objetivo de obtener un resultado de lo expresado.

A través de su vida y sus letras, Wilde hizo una mascarada; potenció lo teatral y concibió, sin saberlo, el glamour como la idea de crear un escenario más allá de la rutinaria realidad que, con la creación de sus mundos, rompiera la lógica mecánica del arte hasta ese momento, por medio de su obra literaria y en la invención de él como personaje.

El Glam rock abrió y cerró la década de los años 70 del siglo pasado. Surgió en la medida de la austeridad estética del rock sesentero y con numerosas referencias de Oscar Wilde, el primer rockstar.

El músico Marc Bolan y su T. Rex asaltaron primero la escena británica con un rock básico (pero no liviano), revestido, literalmente, con plumas y brillantina. Siguieron Gary Glitter, Roxy Music, Sweet y el primer Queen; del otro lado del Atlántico The New York Dolls, Iggy Pop y hasta el mismo Lou Reed en su etapa pos Velvet Underground; sin embargo, quien prominentemente marcó el hito fue David Bowie.

 

Imagen extraída de: Twitter

 

El artista británico puso en la mesa las reglas del juego cuando tras deambular de un color a otro, como buen camaleón, en el año ’72 creó el álbum “Ziggy Stardust”, y con él a su fantástico alter ego, un extraterrestre andrógino vestido para teatro vodevil. El concepto moldeó los postulados musicales (arropado por los riffs de Mick Ronson), líricos y por supuesto, estéticos del glam: La realidad convertida en hipérbole; la gran mascarada digna de desfile de alta costura vintage-futurista que golpeaba en la cara la gastada imagen del rock.

El glam de Bowie era lúdico y dionisíaco y en el uso de la plasticidad creaba la ironía perfecta para seducir y criticar al mismo rock establecido que, aunque sea en su propia contra, siempre ha modificado el campo en el que su discurso existe.

Bowie y el glam eran la expresión del hedonismo, el placer y la liviandad del burlesque acelerados hasta conseguir una exageración artística para seducir y cuestionar al espectador, montados en una lírica poética y en acordes rocanroleros que más tarde se tornaron experimentales.

Empero, el motor que fue adherido al vehículo, permítanme el término, bowieiano, fue el de la sexualidad como síntesis de los elementos del glam; la androginia y la franca bisexualidad o pansexualidad como mecanismo de atención a lo que se manifestaba: La provocación mediante la feminización de lo masculino; la estética travesti vista como parte del todo en una propuesta de, otra vez, el arte libre, por sí mismo, sin ataduras, tal cual lo planteó Oscar Wilde.

El autor irlandés, además del cabello largo, los pantalones de terciopelo y las medias de seda, se valió de su identidad sexual en la creación de su agent provocateur. Quizá la diferencia, en su detrimento, fue la época, en la que su homosexualidad le llevó a prisión luego de perder un juicio por “indecencia flagrante”, que él mismo provocó.

Con la oscura salvedad de los 2 años encarcelado y que lo condujeron finalmente a su muerte en París, Wilde siempre entendió y se volcó al culto de la imagen plasmado mágicamente en obras como “el retrato de Dorian Gray” en el que concepciones sobre la belleza, la idolatría y la juventud son las premisas del personaje central de la novela, quien refiere a la teatralidad como un paso más allá de la naturalidad de lo cotidiano, a lo que considera como una pose.

En Oscar Wilde encontramos una génesis y punto de partida para quienes en los años 70 dieron vida al glam rock, ese que por definición dio el glamour y festividad poética al rock y que, paradójicamente, con sus estrambóticos disfraces creó un baile de máscaras, justo para desenmascarar a una sociedad aburrida y de doble moral.

 

Algunos artistas representantes del glam rock


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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