Fragmentos del libro: La bailarina sonámbula, Alberto Bejarano

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Gracias a Sílaba Editores compartimos fragmentos del libro de poesía La bailarina sonámbula de Alberto Bejarano. Una novedad de esta casa editorial.

La bailarina sonámbula. Noches y nieblas

Alberto Bejarano

Poesía

Parte I

Noches y nieblas

Yo no estuve en Auschwitz

Yo no estuve en Hiroshima

Yo no estuve en Okinawa ni Nagasaki

Yo no estuve en Bojayá

Yo no estuve en El Salado

Yo no estuve en La Gabarra ni en Trujillo

Las palabras NO se repiten.

NO doblaban campanas en un entierro popular.

En procesión las palabras como las pieles quemadas.

El vecino escuchaba rap, se colaba el olor a hierba.

Ritmaba el aire en los alrededores, tambores de mis recuerdos me estremecían.

No alumbraban noches en mí. Nieblas si.

Fumaba desteñido amarillos papeles armados con retazos de hojas sueltas.

Los periódicos se apilaban en la escalera del edificio:

crucigramas a medio armar

bigotes sueltos a las fotos de hace 100 años.

Un punto muerto.

¿Dónde creí estar?

…YO NO ESTUVE EN…

Dejé de ser una persona natural

me puse un nombre nuevo

de santo popular del medioevo español.

Dejé de vestirme de negro

A la tarde y a la noche

se me vio de repente tarareando canciones de rocola.

Trabalenguas de guarachas.

En un taller oblicuo, de paso al boquerón

me tomé unos tragos de más sin desvariar culpas

fueron alambiques rebosados de la vía al mar.

Ave rara avis me dijeron.

Más no me importó

busqué refugio entre los tejados verdes y blancos

preparé pócimas con hierbas amargas del mercado

escribí en una libreta aforismos

salidos de viejos recetarios de mi abuela María 

Teresa

Me sentí más mortal, más perecedero.

Menos predecible.

Menos fatal.


Tal vez la escritura

Tal vez la escritura

cómo (no) saberlo

sea el aguijón hacia dentro

repetirse

Los dioses no tienen instintos ya

doy vueltas en la cama

me levanto, tomo gotas homeopáticas

orino a cuenta gotas

casi

no me duermo

tal vez

vengo a escribir, no,

vaciarme en la oscuridad

qué poca tinta se requiere para eso

la muerte acecha en cada esquina

línea

anoche soñé algo parecido

yo, solo, bomba de gasolina, motos que van a mil

¿qué hora es?

las últimas bombillas titilan.

                La noche no da espera


Otro nombre nuevo

No supo arrancarse el corsé:

desapareció de los cafetines

el vestido negro ceñido se empolilló

su piel se fue marchitando

atrás quedó el sudor, el brío, el rumbón melón

soñando despierta se espantaba así misma

antes había hecho de sus caderas el tam tam

cabalgadura de potros jóvenes

danza de los siete velos salpicada por rones baratos y

cigarros negros

Ya no sabía cómo hacer desvariar a un hombre

¿surcir con sus labios y dientes al viento el pudor

apretar las piernas en el minuto indicado

gritar nombres de cualquiera?

Al irse el pasajero, se desprendía del olor sofocado del

macho

ni lamiendo sus heridas

ni con sal conseguiría su propio orgasmo


Sonámbula la bailarina

(Poema teatral ahora con la actriz Isabela Córdoba Torres)

Es un monólogo de interiores en primera persona interpretado por una sombra de mujer que se desliza por un espacio cerrado, oscuro, con tenues destellos que entran por una ventana con persianas medio abiertas. Velas sutiles se mueven con el viento. La salsa acecha en las memorias del cuerpo. Rifirrafe en las pistas del pasado: guaracha vs. boogaloo.

Al inicio se escucha una ducha en alta presión y se ve el vapor que asciende hasta empañar el espejo. Entonces aparece una silueta, con bata, aproximándose al espejo. Dibuja su rostro suavemente frente a ella. Se cierra la ducha. Ella canta una canción de salsa en volumen bajo, “El Diablo” de Willie Colón, ya sin Héctor ni Rubén… “no firme el papel, no firme el papel, que ese hombre es el diablo te digo y al infierno te quiere llevar”. En el mismo álbum Tiempo pa’ matar, se escuchan otros temas de “tiraderas”, de descripciones de luchas en el amor.

La mujer baila a ritmo de bolero. Al principio no canta. La cámara está fija en el espejo.

La bailarina sonámbula lleva los ojos abiertos, curados de viche.

Como si fuera una llorona loca

Susana soca

Susana san Juan

despojada de sí misma

es más bien, digo yo, una usurpadora del ritmo de

su madre.

Quienes todavía se cruzan con ella

rincón oscuro de las madrugadas heladas

revulú de hombres abatidos y de jóvenes apurados,

saben que no miento.

¿Hablo conmigo mismo como si estuviera hablando

con ella?

contigo

esfinge solitaria

patinadora mocha

fañosa saltimbanquiadora

acompasada perra de los dioses muertos: bailarina

sonámbula.

No te vistes de seda ni a la moda ni ciñes adornos de

Menina fatal.

Tu pelo corto, tus gafas caídas, tus largas bufandas

que colgaban de la silla,

no alcanzaban a decir nada de ti

era tu corsé interior el que te definía

como buena mujer bogotana de abolengos coloniales

descendiente de vascos mercaderes que en estas

tierras se enriquecieron.

Judía o mora o las dos

mora Morita Mora la la la Ladina

Dima,

como un lamento guajiro de contrabando

apretujado bajo los rieles del tranvía quemado.

El origen, tu origen, es traqueteo de bueyes cansados, de mulas embarradas,

de fango, fango fango.

Sabes que estoy hablando de ti en voz alta.

¿Te chocará cuando me escuches?

Tintineo de copas de fondo acompañan este ron roneo,

seguidilla de flashes de la memoria azotan,

el tiempo                             que se disuelve,

lenta y a la vez presurosamente

como la escarcha de los viejos nevecones que no se

desfrizaban solos,

a los que había que apurar manualmente, cincelarlos

con cuidado,

evitando que el gas saturnal se escapara de su eterno

cautiverio entre los hombres.

Así como hay ladrones del fuego, los hay del hielo.

Los del fuego buscan la libertad, los del hielo el olvido.

Los desfrizadores somos parias, animales malditos,

ratas de laboratorio que roen las partidas de

matrimonio de las notarías.

Ronroneadores del run run: rinrines congelados.

Las sílabas se me pegan a la lengua seca.

Dejaré de dictar un momento (…), salud, brinda

conmigo por los muertos, nosotros, tomate este viche curado conmigo bailarina sonámbula.

Mi voz ahora es ronca.

Quizá no la reconocerías si me escuchas

A estas horas, buscando quien nos desfrice,

a los ropavejeros tullidos, nos toca encomendarnos

a san Felipe,

el santo de los no madrugadores,

de las gentes de poca fe que no creen que al que

madruga dios le ayuda.

Rompe saraguey.

Rompe. Digo rompe, no digo Suelta como en otros

tiempos

cuando conocí a la bailarina.

Ya lo sé, no le hablo a la misma persona,

ya no tienes el pelo corto ni tus gafas cuelgan ni

usas bufandas.

Eres más ligera ahora.

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