Un lugar que recuerda la vida del capo colombiano como un homenaje a las víctimas y un espacio lúdico familiar que incluye parques acuáticos, restaurantes, senderismo, un mariposario y un zoológico tipo safari, donde la principal atracción son los hipopótamos
Texto por José Báez G.
Un helicóptero lleva a un hipopótamo volando sobre el valle del Magdalena Medio. El atardecer hace que las siluetas negras a contraluz parezcan sacadas de una película con tono macondiano. El hipopótamo aterriza en la pista aérea que pertenecía a Pablo Escobar en la Hacienda Nápoles.
Nápoles es una ciudad italiana donde nació la Camorra, y precisamente, como homenaje a la mafia italiana, Pablo Escobar Gaviria, el más peligroso narcotraficante de toda la historia y a quien la revista Forbes calculó su fortuna en 1987 en 7.000 millones de dólares, decidió llamar su lujosa finca de recreo la Hacienda Nápoles.
En el portal de la finca de casi 3.000 hectáreas aún se conserva la primera avioneta que llevó cocaína a los Estados Unidos, pienso que la historia de la Hacienda Nápoles aún nadie la ha contado.
Este lugar era el pequeñito país de Escobar, ¿qué habrá pasado acá?, ¿quiénes habrán entrado?, ¿quiénes habrán muerto?, cuanta historia guarda esta finca de recreo de quien llegó a ser el mafioso más buscado por los grupos anti narcotráfico del mundo.
La Hacienda está ubicada en el Magdalena medio, exactamente en el municipio de Puerto Triunfo y Doradal, una aldea que construyó Escobar para sus más cercanos amigos y que parece una réplica de un pueblo mediterráneo enclavado en un lugar perdido de Antioquia.
Allí la leyenda de Pablo sigue viva y todos tienen por contar alguna historia en la que fueron testigos directos.
Cuentan, por ejemplo, que Pablo llegaba siempre en helicóptero, que se veían pasar mujeres hermosas que entraban a la finca y políticos importantísimos en camionetas armadas. Mi mamá aún se acuerda de haber entrado al zoológico que entonces era público. Pablo era un mito que hacía creer por primera vez en la vida, que el poder le pertenecía a Colombia.
En 1978 cuando Pablo y su primo Gustavo Gaviria compraron la extensa finca, contrataron un equipo de televisión extranjera para que filmara en formato documental la inauguración del edén del capo.
Pablo y toda su familia llegaron en helicóptero, allí se ven los exóticos animales que Escobar hizo traer de todas partes del mundo para hacer su propio zoológico, el parque jurásico que construyó y las comodidades de su casa donde habían parqueados carros de lujo.
Inclusive el carro abaleado que supuestamente pertenecía a Bonnie & Clyde pero que en entrevista con Juan José Hoyos, el mismo capo desmintió el mito, pese a eso aún no se sabe el paradero del auto.
Luego de la muerte de Pablo Escobar, la Hacienda Nápoles quedó a la deriva. Las tierras fueron adquiridas por el Estado, pero nadie se encargó del terreno como tal.
Por eso en el 2009 se escaparon dos hipopótamos de la hacienda y representaron un serio problema de seguridad ambiental hasta el punto de tener que sacrificar a los animales. Por eso, también, la casa y algunas otras construcciones de la hacienda fueron saqueadas y reducidas a escombros por guaqueros que buscaban con pica y pala el supuesto tesoro que escondió el capo de la mafia colombiana.
Hoy Nápoles se ha convertido en un parque temático y tiene como objetivo convertirse en centro turístico nacional.
Las tierras pasaron a ser de capital privado y se inició, algunos años atrás, la creación del Parque Temático Hacienda Nápoles: La verdadera aventura salvaje. Un lugar que recuerda la vida del capo colombiano como un homenaje a las víctimas y un espacio lúdico familiar que incluye parques acuáticos, restaurantes, senderismo, un mariposario y un zoológico tipo safari, donde la principal atracción son los hipopótamos.
El animal que traían en el helicóptero es llevado al lago donde hoy habitan más de 25 hipopótamos americanos (la única raza americana), de fondo se escucha música africana y parece un escenario sacado de algún rincón del continente salvaje.
El hipopótamo que llegó en el avión fue esterilizado porque los animales se estaban reproduciendo de formal incontrolable y esto supone una bomba de tiempo para la seguridad de animales y pobladores de la región.
Pero sin duda, el mayor atractivo de la hacienda sigue siendo la mítica imagen de Pablo Escobar. Por eso, tal vez, es visitada por muchos extranjeros que quieren saber cómo vivía uno de los hombres más ricos de la historia.
Y pese a los fuertes intentos de hacer la exposición como un verdadero homenaje a las víctimas de la época del terror, es evidente que sigue quedando más la apología del delito. A las víctimas nadie les canta, a los bandoleros les hacen corridos y por eso la gente viene acá, porque muy por dentro de su alma se preguntan ¿Qué habría hecho si yo hubiera sido Pablo Escobar?
Después de casi veinte minutos en bus desde el portal de la entrada, se llega a la casa de recreo de Escobar, la verdad no es tan grande como me la había imaginado.
Es una sencilla casa de dos pisos, eso sí, con muchos cuartos y que según cuenta tenía muchas cosas valiosas, como obras de arte y dicen que hasta los grifos eran de oro. La piscina, también destruida por los guaqueros y el gobierno en busca de posibles caletas, se puede recorrer rodeándola en treinta pasos.
En ese momento escuché que todos decían lo mismo: «Este man tenía mucha plata», «¿Uno que haría con tanta plata?», «si es que hasta ofreció pagar la deuda externa», «y eso debe haber caletas, que las hay, las hay», y volvían, «eso es tener muuuuuucha plata».
Entonces me di cuenta que, al menos los colombianos, no vamos allá para repudiar la existencia de uno de los criminales más temidos en la historia y quien además dañó para siempre la reputación de nuestro país y convirtió nuestro pasaporte en símbolo del hampa, sino que vamos para poder soñar.
A la larga, mi generación es hija de Pablo y de todos los narcos de esa época, y por más que lo intenten negar (o intentemos), hay un gusto por el poder y el dinero. Siempre hay un pequeño narco en el corazón de un colombiano.
Por eso cuando entran a la plaza de toros que tenía Pablo Escobar en la hacienda, se imaginan siendo ovacionados por toda la crème de la crème colombiana; o se sienten manejando uno de los autos de lujo destrozados tras la guerra con el cartel del Valle y que hoy están en la hacienda.
El sueño del colombiano promedio se basa en cinco objetivos: plata, carro, casa, hembra y finca. Al ir a la hacienda Nápoles sienten ser ese colombiano que ha logrado el éxito de los cinco objetivos y sueñan como algún día debió hacerlo Pablo Escobar, cuando era un humilde niño antioqueño que no podía ir a la escuela en Rionegro porque su padre no tenía dinero para pagarla.
La Hacienda Nápoles no es más que un vacío de historias y una retórica estatal torpe que nos recuerda una y otra vez que fueron ellos los que ganaron. En parte allí está el encanto y por eso el lugar es de visita obligada, porque este vacío en la narración, hace imaginar al visitante miles de historias que hacen fortalecer el mito de Pablo y su Hacienda Nápoles.
Texto por José Báez G.
Galería del Parque Temático Hacienda Nápoles
Ver recorrido por el Parque Temático Hacienda Nápoles