“Kingsman: El círculo dorado”: de la inteligencia británica a la globalización del discurso de las drogas.

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Kingsman salta a la pantalla grande luego de haber sido un cómic. Esta es su segunda entrega como película, pretende ser una saga.
Una mirada  desde el interior de un problema que pone en jaque a toda la  sociedad.


 

Título original: Kingsman: The Golden Circle
Reino Unido, 2017, 144 min.
Director: Matthew Vaughn
Guión: Matthew Vaughn, Jane Goldman.
Actores: Taron Egerton, Colin Firth, Julianne Moore, Mark Strong, Halle Berry, Pedro Pascal, Channing Tatum, Jeff Bridges.
Género:  Acción, espionaje, comedia.
Basada en:     The Secret Service de Mark Millar y Dave Gibbons
Música:  Henry Jackman, Matthew Margeson
Fotografía: George Richmond

 

 

El espionaje posa de inteligente, como también de brutal,  sin ningún tipo de contemplaciones.

Son hombres, y en ocasiones, -en las películas- mujeres, que no tienen detención frente a sus actos.

Juegan con el mundo y los demás, como si fueran máquinas desligadas de lo humano, dizque para salvar lo humano.

Kingsman salta a la pantalla grande luego de haber sido un cómic. En el 2015 estrenó una primera película, ahora vuelve con  una nueva entrega. Pretende ser una saga.

En su segundo momento, denominado El Círculo Dorado, nos muestra una crítica abierta y fehaciente al fracaso de la lucha contra las drogas, hasta el punto  de usar los comodines impensables para superar el crimen sin control.

 

 

Su propuesta es de extravagancia y sin sutilezas, como los pronunciamientos y burlas hacia eso que pretende enfocar.

Las drogas son manejadas por una mujer – interpretada por Julianne Moore-, cuyo nombre es  Poppy, decidida a ser protagónica, como las otras mafias que ya tienen legalidad: el tabaco, el alcohol y  varias sustancias que se venden en farmacias.

Su plan, es de un absurdo, que hasta puede ser real: contagiar a los adictos con un virus que los transformará.

De hecho, he ahí otra crítica, quienes consumen sustancias de manera irresponsable son conejillos de indias, de esas fábricas de producción y daño contra el ser humano.

En cualquier momento son usados para experimentar los efectos de lo que mandan al mercado, sin ninguna precaución o contraindicación.

 

 

Kingsman representa a los semidioses de la justicia, son seres capacitados para matar y hacer una guerra, sin entrar en ella o haciendo  parte, la ponen en su máximo esplendor.

Kingsman no escapa a esa ley, como tampoco a la de tener otros planes,  así los hayan casi destruido por completo.

Habrá un resquicio por donde posibilitar alternativas que les permitan salir victoriosos en su lucha contra los bandidos, en este caso, pueden ser hasta ellos mismos  quienes los financian.

Lo simpático, y que nos causa impacto y alboroto, es el derroche de quienes ostentan el poder, como la decidida Poppy.

Hace de las suyas, con su aparataje de perros robots, ya que desconfía de los humanos.

Su máquina de moler carne humana y hacer hamburguesas, tal cual como el desastre de las tomas de decisiones de los líderes políticos.

Pone en evidencia desde  la ficción lo que en la realidad sucede con el desastre de quienes gobiernan el mundo.

 

 

Lo demás son volantines de acciones. Escenas cargadas de espectacularidad, conectadas con los adelantos tecnológicos que parecen no esconder ningún apretón económico.

Y también la mimética de los que hacen inteligencia, que pueden camuflarse en una industria licorera o en una marca de ropa inglesa.

La proclama de Poppy es progresista: legalizar las drogas, ya que combatirlas no ha llevado sino a infantiles situaciones.

Como es tan infantil y cruel el comportamiento de Poppy, y muchas veces, de quienes consumen sustancias sin medir las consecuencias.

Los británicos posan en este caso de quienes pueden poner el orden al caos, aunque también, participa de modo muy cínico el presidente de los Estados Unidos y sus secuaces.

Resulta que el plan B, luego del exterminio de la agencia Kingsman, son unos Statesman, los salvadores, al estilo de hombres del Lejano Oeste,  quienes esperan  contribuir a la salvaguarda del mundo.

 

 

Por lo pronto, ver esta película con los saltimbanquis de la inteligencia, nos conecta con el sucesivo repertorio de la agenda global, y en particular, ese agenciamiento sobre el fracaso de la lucha contra el fenómeno moral de las sustancias ilícitas.

Una pelea que cobra miles de vidas y que desgasta los recursos públicos, promueve estigmas, genera zozobras, más que alternativas.

Sin lugar a dudas, las palabras de Poppy pongan en evidencia la representación de una clase macabra de personas que ponen el combustible para dinamizar guerras en el mundo, promover segregaciones e  irrumpir los contextos.

También lo hacen los gobiernos al ser copartícipes de iniciativas mediocres.

 Kingsman es un relato inquieto de ese drama mundial implacable que pone en jaque a toda la sociedad.

 

 


 

El ojo de la cebra

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