La gran hoja de té

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Originalmente su valor se asoció  a los beneficios en salud tanto mental como física, más tarde se convertiría en artículo de lujo y distinción, llegando finalmente a considerarse como bebida de buen gusto, placer y deleite.


 

Pocas cosas nos acercan al concepto de cultura como lo hace el té. Su historia, mitos y leyendas, diversidad de personas y naciones que lo cultivan y consumen, le imprimen ese encanto y magia que nos impulsa a conocer más acerca de esta bebida milenaria.

Su encanto y distinción data de más de 5000 años y ha sido relacionado con arte, ceremonias, belleza y salud. Son muchas las  historias detrás de cada cultivo, cada hoja cosechada, cada mano, cada familia y sus tierras, procesos y preparaciones que nos anclan a esa pequeña hoja verde llamada Camelia Sinensis.

El consumo de té se ha relacionado con diferentes culturas, pero sus orígenes son de Oriente (Yunnan-suroeste de China) su aparición data del periodo neolítico, y posteriormente,  su expansión lo fue llevando a  Japón, india, África, Europa y América.

 

 

Originalmente su valor se asoció  a los beneficios en salud tanto mental como física, más tarde se convertiría en artículo de lujo y distinción, llegando finalmente a considerarse como bebida de buen gusto, placer y deleite.

Su comercialización inició en China y de ahí pasó a Japón y Tíbet, originando la llamada “Ruta del té”, abarcando ciudades como Yunnan, Beijín y Lhasa. Esta ruta de intercambio comercial y cultural fue creciendo hasta llegar a la India y Rusia pasando por Siberia y Mongolia. En este camino dicha bebida llega a Holanda y son ellos los encargados de darlo a conocer en Europa,  particularmente Inglaterra. De ahí en adelante va llegando a diferentes países que además lo adoptaron a sus costumbres.

Colonizadores europeos lo llevan a Norteamérica, puntualmente a New york donde se comienza a consumir en grandes cantidades, adaptado a costumbres holandesas e inglesas, más no de China, su lugar de origen.

Por esto es importante retomar la historia para  así conocer las raíces de este producto, educarnos acerca no solo de consumo y beneficios, sino de costumbres milenarias que le imprimen ese encanto e importancia que ha ido perdiendo con el paso del tiempo.

Siendo la segunda bebida más consumida a nivel mundial después del café; el té en Colombia ha ido creciendo lentamente y ganando terreno, ubicándonos de manera importante en la lista de países productores junto con Argentina.

 

 

 

Desde 1960 plantamos y procesamos té en Colombia, al cual llamamos CTC,  comercializándolo en los tan conocidos sacos. Actualmente nos hemos ido adentrando en la  producción de tés ortodoxos (tés de proceso manual),  lo que nos lleva a otro nivel y nos permite incursionar en una amplia diversidad de mercados, logrando  que países como China y Japón pretendan mirar de cerca nuestra producción.

Así que podemos abrir camino con un producto de características organolépticas de sabor, aroma y calidad.

Ciudades como Bogotá y Medellín son fuertes consumidores de té y con el paso del tiempo esto ha incrementado no solo su cultura, sino los sitios especializados donde el consumidor puede encontrar desde un sencillo té negro de la India o  un terroso Puerh de China, hasta un exclusivo Matcha o un delicado y costoso Agujas de Plata del Japón.

El consumo ya no solo se limita a esas bebidas frías cargadas de ingredientes desconocidos, sino que estamos aprendiendo, y a la vez formando consumidores con más conocimiento en cuanto a el hecho de tomar té y exigir cada día más y mejores opciones. No solo cuenta la calidad sino la experiencia que nos brinda una taza de té.

El Eje  Cafetero, y Pereira puntualmente, está construyendo un camino sólido, cada vez son más los consumidores que saben qué té  prefieren y por qué. Quienes lo consumimos a diario,  buscamos el té más por gusto y deleite al tiempo que cuidamos nuestra  salud.

Beber té se nos ha ido convirtiendo en una experiencia más, una historia para contar, en una tarde con amigos alrededor de una taza llena, no solamente de algo para beber,  sino de miles de años de magia y encanto.

 

Contamos historias desde otras formas de mirarnos.

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