La historia secreta de un espía ruso en Bogotá. Fragmento del libro

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Antojos |

Cada sábado tenemos la sección Antojos, un espacio para leer fragmentos de libros publicados por Sílaba Editores y reseñados en La cebra que habla.

 

 

Preludio

 

Ella llegó a Colombia en 1961. Había nacido en Madrid y tenía 23 años. Era guapa, alta de estatura y de muy elevada autoestima. Su familia no era acaudalada. Su padre vendía tabaco de contrabando en los bares del barrio. Ella buscaba un futuro mejor, que España no le ofrecía. No quería emigrar a Alemania, entonces destino de muchos españoles. Prefirió Colombia por el idioma y porque un sacerdote colombiano que vivía en España le consiguió trabajo en Bogotá. La capital tenía entonces 1.300.000 habitantes y todo el país 16 millones. El acontecimiento del año en 1961 fue la visita de John F. Kennedy y de su esposa Jackie a Bogotá, donde inauguraron con el presidente Alberto Lleras Camargo las primeras casas construidas por la Alianza para el Progreso en Ciudad Techo, luego llamada Ciudad Kennedy.

Él llegó a Colombia en 1971. Era ruso, tenía 31 años y hablaba corrientemente el español, que había perfeccionado en los dos años que vivió en Cuba. En la URSS había sido un estudiante sobresaliente, primero en la academia naval donde inició sus estudios y luego en la universidad. Tenía un doctorado en economía. Siendo hijo de un oficial naval era un privilegiado del sistema soviético, que reservaba las vacantes en las universidades y en los cargos gubernamentales a los hijos de la nomenklatura, la élite social y burocrática. Pertenecía a las juventudes comunistas y era miembro activo del PCUS, el Partido Comunista de la Unión Soviética. Arribó a Bogotá como diplomático asignado a la embajada soviética.

Bogotá tenía entonces 2.500.000 habitantes y la población colombiana se acercaba a los 22 millones. Una de las principales noticias de 1971 fue la formación del grupo guerrillero M-19.

 

I

Pilar y Aleksandr

 

La CIA interceptaba los teléfonos de la embajada soviética en Bogotá.

A partir de este hecho, que fue cierto a comienzos de los años setenta y seguramente en otras épocas también, un romance que se gestó en Bogotá y en la represa del Neusa, se convirtió en una historia internacional de espionaje que culminó en tragedia en Moscú. El idilio de una española que llevaba años viviendo en Colombia y de un joven diplomático soviético recién llegado al país cuando se conocieron a raíz de un evento en el Teatro Colón de Bogotá, se transformó en un capítulo poco conocido de la Guerra Fría que en su momento enfrentó a la KGB y a la CIA. El joven diplomático fue luego el único espía de la CIA en Moscú a mediados de los años setenta. Un documento oficial de la Agencia Central de Inteligencia lo calificó en 1993 como “una inmensamente productiva fuente de la CIA en el Ministerio de Asuntos Exteriores Soviético”. En 2016 James Olson, que fue jefe de contrainteligencia de la CIA, señaló en un programa de la CNN que Aleksandr Ogorodnik generaba informes de inteligencia que llegaban directamente al escritorio del presidente de los Estados Unidos y al escritorio del secretario de Estado Henry Kissinger. “La calidad de la inteligencia que nos pasaba era alucinante. Con esa operación hicimos historia al tener por primera vez a un agente en una posición clave en Moscú. Eso no lo habíamos hecho antes”.

Aleksandr Ogorodnik aterrizó en el aeropuerto El Dorado el 16 de septiembre de 1971(…)

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