La literatura y las áreas difusas de la realidad: Análisis del crac del 29 a partir de la novela el Gran Gatsby de Scott Fitzgerald.

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Resumen: Se plantea que la literatura es un vehículo adecuado para abordar las áreas difusas de la realidad. Se toma como ejemplo la lectura de la novela El gran Gatsby de Francis Scott Fitzgerald en una clase de economía de grado once de un colegio privado de la ciudad de Pereira, a fin comprender las áreas difusas de la realidad del crac del 29 en Estados Unidos.

Palabras clave: El gran Gatsby de Scott Fitzgerald, áreas difusas de la realidad, crac del 29.

Las áreas difusas de la realidad    

En este ensayo intento demostrar que la literatura puede llegar a lugares de la realidad no “colonizados” por las disciplinas que conforman los planes de estudio. Estas suelen agruparse en dos categorías gruesas que son las ciencias y las humanidades. Las primeras, cuyo objeto de interés son las leyes que gobiernan el mundo físico, agrupan por ejemplo a la biología, la química y la física. Por su parte las segundas, se dedican a estudiar al hombre y su papel en la sociedad y están conformadas por saberes como la filosofía, la historia o la economía.

Las habilidades del lenguaje y las matemáticas se encuentran, según mi parecer, por fuera de las dos clasificaciones anteriores. Con respecto a las primeras, en concreto, el habla, la lectura y la escritura, puede afirmarse que son condiciones sin las cuales es muy difícil acceder de manera efectiva a cualquiera de los saberes que conforman los programas de estudios o de producir nuevos desarrollos teóricos. Las segundas, por su parte, se desarrollan independientemente de sus posibilidades de aplicación y ayudan a estructurar el conocimiento de cualquier materia. Por ejemplo, la biología las usa para simplificar las relaciones entre genes, mientras que la historia podría recurrir a ellas para modelar la política expansionista de un imperio.

De modo pues que, mediante las ciencias naturales, las humanidades, las habilidades del lenguaje y las matemáticas, intentamos comprender la realidad que, en últimas, es un embrollo impredecible y complejo y se intenta abordar desde el punto de vista de determinada disciplina, dependiendo de nuestros intereses.

Así las cosas, no es lógico suponer que las disciplinas del conocimiento, que son creaciones humanas y cuya existencia es posterior a la materia que conforma el universo, encajen perfectamente en la realidad. De modo pues que esta (representada como un óvalo negro en la gráfica 1) no podrá ser abordada totalmente por los diferentes saberes (figuras de colores) por lo que quedarán espacios vacíos. A estos intersticios los llamaremos áreas difusas del mundo real.

Ahora bien, alguien podrá alegar que estas áreas difusas pueden ser cubiertas por la interdisciplina que consiste en el abordaje de determinado fenómeno mediante la articulación de dos o más disciplinas, por ejemplo, al estudiar la relación de una comunidad con un río desde la antropología y la ingeniería sanitaria. También puede pasar que de la interacción entre materias surja una nueva área de conocimiento como la bioestadística en la que se analizan la salud y el bienestar con datos numéricos. En ambos casos se “colonizará” un nuevo sector de la realidad, ya sea por el hecho de que un asunto se mire desde una nueva perspectiva o porque la aparición de un híbrido disciplinar, digamos la bioética, ponga las luces donde antes no estaban. 

Esta situación se representa en la figura 2 en donde la realidad (representada mediante un óvalo negro) es abordada por diferentes (y nuevas) áreas del conocimiento que, en un ejercicio interdisciplinario, se juntan entre sí e intentan llegar a otros rincones

Sin embargo, el abordaje interdisciplinario suele darse desde el punto de vista de disciplinas estructuradas y en tal sentido, es lógico pensar que algunos sectores de la realidad sigan por fuera de estas nuevas combinaciones. Seguramente existan áreas del conocimiento ajenas a los objetos de estudio de las asignaturas que conforman el plan de estudios y a las que tendríamos mejor oportunidad de aproximarnos mediante abordajes más exploratorios.

La idea que aquí se pretende defender, es que la literatura es uno de los vehículos que permite llegar, al menos de manera parcial, a las áreas difusas de la realidad. Veamos:

            El objeto por excelencia de la literatura es el libro. (Ya sea impreso o electrónico) Este se gesta en algún lugar del mundo que en la figura 3 se representa por un óvalo negro. Adentro, se muestran diferentes áreas de conocimiento interactuando entre sí e intentando abordar la mayor parte posible de la realidad.

La obra literaria, cuya evidencia empírica suele ser el libro, tiene la licencia de circular por el mundo que conocemos sin supeditarse a ninguna disciplina en especial. Es más, puede salir de lo real y caminar por los terrenos de la ficción (área amarilla) para luego retornar enriquecida a la realidad en la que habitan lectores que, por ser de carne y hueso, residen en el óvalo negro. Este periplo se representa por una línea color rosa.

Nótese que este recorrido caótico de la obra literaria logra, en su retorno, pasar por algunas áreas difusas de la realidad.

El crac del 29.

En la clase de economía se abordó el tema de las crisis bursátiles y se analizaron varios casos representativos. El más icónico es la gran depresión o crac de 1929. Durante ese año los precios de las acciones de la Bolsa de Nueva York se desplomaron dejando a miles de personas sin empleo. Nuestro énfasis fue la especulación financiera y sus consecuencias.      

Sin embargo, la gran depresión tiene muchas más aristas de las que podrían ser abordadas desde la clase de economía. Esto se comprobó en el curso de historia en el que los estudiantes analizaron los eventos que antecedieron al crac y que tuvieron lugar durante una época de bonanza sin precedentes que se conoció como los locos veintes.

En este punto cabe preguntar si la historia y la economía son las únicas áreas adecuadas para abordar dicho tema. Considero que no. Por ejemplo, desde la filosofía podrían darse discusiones especialmente interesantes acerca de la codicia humana, el sueño americano o las ideas que imperaban en Estados Unidos finalizando la segunda década del siglo XX.

             Ahora bien, sería interesante que el estudio de la gran depresión no se hiciera únicamente desde las humanidades. Por ejemplo, en la clase de ciencias naturales podrían estudiarse los efectos ecológicos del consumismo descontrolado (característica distintiva de la década del 20) sobre varios ecosistemas de los Estados Unidos. También la psicología podría realizar sus aportes, indagando hasta qué punto una situación económica adversa puede llevar al suicidio o cómo el enamoramiento (que padecía el señor Gatsby) distorsiona nuestra lectura de la realidad.

Las matemáticas también constituyen una oportunidad para comprender a fondo la gran depresión. Es sabido que el mercado accionario se ha vuelto tan impredecible, que los gurús de esta área del conocimiento parecen mejor capacitados para realizar predicciones que los mismos economistas. Se sabe que con modelos matemáticos muy sofisticados es posible analizar el comportamiento de variables numéricas como el precio de las acciones. Si a esto le agregamos las emociones que suscitan los movimientos en la bolsa sobre los inversionistas, el problema se vuelve más estimulante.

            En cuanto a las competencias del lenguaje, no es difícil entender que serían indispensables para el abordaje del tema estudiado desde el punto de vista de cada una de las áreas del conocimiento. Lo anterior, porque para todos los casos el estudiante tendrá que consultar varios materiales y estructurar en un escrito sus análisis y conclusiones.

Ahora bien, una vez abordado el tema de la gran depresión desde las diferentes asignaturas, cabe preguntar: ¿cuáles serían las áreas difusas de las que se habló anteriormente?

Por más que leamos acerca de determinada época de la historia, nunca lograríamos entender (o sentir) los sucesos con la fidelidad que los vivieron sus verdaderos protagonistas. Seguramente la década del 20 en Estados Unidos tenía una “atmósfera especial e indefinible” que las diferentes disciplinas no podrían comprender por sí solas.

Para hacernos una idea de “atmósfera especial e indefinible” remitámonos a nuestra juventud o niñez. Por ese entonces, nuestro mundo tenía elementos que sabemos que hoy no están pero que ahora mismo nos cuesta precisar. Las sensaciones de esos días nos acompañan durante toda la vida y costaría mucho explicárselas a alguien que no tenga recuerdos de aquel tiempo o no haya vivido en un espacio similar. ¿Qué decir de aquellas épocas que por cuenta del paso de los años se han quedado sin testigos vivos?

Valga aclarar que lo que me interesa en este ensayo es el aporte de la literatura a diferentes áreas que conforman el plan de estudios, específicamente de economía y no a la clase de español, que como bien es sabido, cuenta con su propio derrotero en el que han de cubrirse asuntos relacionados con la fundamentación de los lectores, por ejemplo, el análisis de la biografía del autor, la cronología de una obra o el modo en el que esta está escrita.

Tengo la profunda convicción de que el mejor vehículo para comprender las áreas difusas del conocimiento son algunas obras literarias, incluso de ficción, como es el caso de la novela de Fitzgerald. Por más datos que los estudiantes conozcan de la década de los veinte en Estados Unidos o hayan analizado los pormenores de las crisis bursátiles, la literatura permite captar el “alma de la época” y conectarse con la esencia de lo que vivieron y sintieron sus protagonistas.

Por lo anterior, la economía, la historia y las ciencias sociales en general, tienen en la literatura uno de sus principales aliados toda vez que esta logra llegar como ninguna otra a lo que en este ensayo denominamos las áreas difusas de la realidad.

Docente universitario. Analista. Colaborador en la sección "La Cebra en tu Barrio".

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