La música campesina (II Parte).

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Hablando de sonidos, imitando la música mexicana, se fue gestando en la zona andina, con mayor arraigo en Antioquia, partiendo de esas jornadas musicales en los corredores de casas solariegas, la aparición de duetos y grupos, interpretando música afín a sus vivencias: se trata de la música guascarrilera. En los años en que Francisco Javier Cisneros, ese intrépido cubano, inicio el tendido de rieles, con mano de obra campesina surgida del entorno al proyecto de ferrocarriles, como de pueblerinos por donde surgían las estaciones, al tiempo que abrían trochas y unían poblados, iba ampliando mercados y difundiendo el comercio. Desafortunadamente, al elegir gobernantes, sin sindéresis, despectivos de la soberanía nacional, abandonaron los ferrocarriles que facilitan a menos costo el transporte de carga, permitiendo la imposición del imperio gringo de extender el negocio de la Ford, cuando un sano criterio expresa que por la topografía y en aras del desarrollo económico, carreteras con vías férreas son indispensables.

Libro de la biografía de Francisco Javier Cisneros, uno de los propulsores del desarrollo de la industria de los ferrocarriles en Colombia.

Al compás de cada riel colocado, emergían voces musicando, despertando el deseo de crear duetos, que cantaran sus amores y despechos, de ahí el bautismo de música carrilera. El entusiasmo arropó pueblos hasta arribar como el tren a la ciudad de Medellín; en esa ciudad, terminó por permear clases sociales, hasta permitir la sugestiva aparición de establecimientos, en sectores elitistas. De esta manera, familias enteras de la región andina llevan pegadas a su piel, en el baúl de sus recuerdos, este género musical, como parte infaltable de su quehacer cotidiano.

Con la migración o desplazamiento campesino, por los rigores de la violencia bipartidista, fue cambiando el mapa del país en lo referente a lo urbano y lo rural; se invirtieron, las estadísticas: 70% de habitantes de ciudad, 30% de gentes en la ruralidad. Las manos ansiosas de arar y surtir la despensa del país, muchas perdieron sus predios, y reventaron las ciudades con su fantasmal arribo, ocupando barriadas populares, o zonas de invasión, carentes de estructura urbanística, vías, en zonas no aptas arañando las montañas, similares solo en que tanto en el campo como en los tugurios donde se hacinaron, la presencia del Estado brilla por su ausencia.

Así, sin pensarlo, sin desearlo se acostaron siendo campesinos, y despertaron como habitantes urbanos; pero, con todo su ser, impregnado hasta los tuétanos de ruralidad, cosechando ya no alimentos sino nostalgias por su terruño forzosamente abandonado, y allá, muy adentro resonando las tonadas campiranas. Otros desplazados llegaron a los llanos, al Caquetá, a otros lugares periféricos, a tumbar monte para seguir sembrando en calidad de colonizadores.

Volviendo a la música, los primeros duetos, entregaron sus creaciones en forma gratuita, con tal de grabar; luego al recibir reconocimiento por sus presentaciones en festivales y estaderos, fueron buscados por las disqueras.

¿Cómo se vincularon las artistas nacidas en el campo a la difusión musical? Sirve de referente Virgelina Rendón, nacida en Venecia, Antioquia y fallecida el 4 de octubre de 2020. De niña, su familia la llevo a vivir a Medellín; un buen día, cantaba con su hermana y unas amigas en la acera frente a su casa, cuando pasaron dos señores con sendas guitarras, al escucharlas, se sorprendieron de sus voces, las abordaron preguntándoles si ya habían grabado:

-¿Grabar? ¿eso qué es?, respondieron ellas.

-Pues registrar la voz en un disco.

Los señores eran músicos vinculados a una disquera. Ellas cantaban sin saber de tonos, sin escuela, desconociendo los secretos que tiene la música; con permiso de la familia, las llevaron a discos Silver y fueron aceptadas, pero luego Rosa, hermana de Virgelina, no continua por problemas. Virgelina hizo su primera grabación en 1953 recibiendo con su compañera el nombre artístico de Las Estrellitas, en una noche plagada de estrellas en el firmamento. Al tiempo Virgelina unió su voz a la de Esther Pérez, grabando en Codiscos como Las Gaviotas, por el acetato que recibieron de México con el corrido Gaviota traidora. Esta mujer cantó en catorce agrupaciones: Las Campiranas, Las Calandrias, Los Alteños, las otras ya mencionadas, Los Gondoleros, Virgelina y Evelio, Virgelina y Eudoro Merchán entre otras.

Foto: biografiasantioquia.blogspot.com

En circunstancias parecidas surgieron artistas como las Hermanas Calle, Los Coyotes, Los Relicarios, Rómulo Caicedo, etcétera. De México llegaron duetos como Las hermanas Padilla, el dueto Azteca, Las Palomas, Las Jilguerillas, Las Dalias, Las hermanas Lago y otras más, dejando un legado que, por siempre, estará sonando desde la humilde choza y los cafetales, la cantina pueblerina, hasta clubes encopetados.

y así, tocando fibras íntimas, a la manera como recónditas vivencias idealizan tiempos de antaño, quedan fondas en pueblos, veredas y parajes que hacen vibrar el corazón. Evoco entre muchos a Maceo, en el sur-oriente antioqueño: dibujo en mi mente la iglesia que custodia el parque vestido de singular colorido; frente a cada fonda, en pleno parque hay toldos con sillas y mesas multicolores, provistos de timbre que invita a realizar los pedidos a la Cascada, Fuente azul o la Orquídea, con sus bafles emitiendo de preferencia música guasca. Los domingos, una vez salidos del templo, los feligreses se pasean degustando helados y viandas, parejas de enamorados emitiendo destellos hormonales, y la animación desbordante, en tantos otros que ocupan las pocas sillas libres gestando un carnavalito que unido al sonido musical, limpia el alma de las afujías rutinarias.

Maceo cabalga en lo alto de una colina alargada y, en la secuencia caprichosa de más colinas, valles y montañas pastan apacibles vacadas, abundan los sembrados, cantan manantiales de agua cristalina, que junto al blanqui-azul firmamento recrean la vista.

Y otras, que aunque no es fonda, la Samaritana de antaño, hoy Lusitania, en un costado del parque principal de Caicedonia, Valle, emociona hasta la medula, al evocar los luminosos días que de joven disfruté con amigos y la chica que fugazmente hizo parte de mis sueños, más no de mi realidad afectiva. Música en las fondas, cabalgatas entre municipios de Antioquia, evolución de los medios de transporte, desaparición de los caminos que se llevaron a cuestas los arrieros, vida campesina tejida con sudor y lágrimas, merecen despedirse con otra estrofa de Caminito.

Caminito que entonces estabas

Bordeado de trébol y juncos en flor

Una sombra ya pronto serás

Una sombra lo mismo que yo.

Licenciado en ciencias sociales y filosofía. Caminante y escritor de historias.

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