Mi percepción del Hospital San Jorge

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Quiero reiterar que sólo tengo agradecimientos para quienes allí laboran, que nos atendieron de la mejor forma, tanto por su amabilidad como por el profesionalismo de todo el personal.


 

En días pasados estuve con mi hijo pequeño hospitalizado en el San Jorge.

 

En medio de la emergencia presentada, pude apreciar una institución potente, dotada con una cantidad considerable de quirófanos, UCI de adultos y pediátrica, un nutrido grupo de enfermería, equipos médicos, personal logístico, y estudiantes en rotación que pasan guiados por sus maestros, puesto que es también hospital universitario.  En general, una experiencia muy positiva acerca de la cual tengo los mayores agradecimientos.

 

Durante mi estadía en este lugar, pude observar varias cosas que me llamaron la atención y quiero compartirlas.

 

Foto: Diego Val.

 

En el cuarto de enfrente, una niña indígena que de sus siete meses de vida lleva seis hospitalizada. Un cuarto de aislamiento, y una madre desesperada. Una joven mujer que no come, poco duerme, no descansa.  Un día llegaron hasta allí unas mujeres, supongo trabajadoras sociales. Le hablaron de las dificultades que se creaban debido a que ella no cumplía con los protocolos de higiene y seguridad, relativos a la grave afección que padece su hija, con potencial de expansión y contagio.  No pude dejar de notar la dificultad que implicó el idioma en toda esta comunicación. Las profesionales poco entendían lo que la madre indígena decía, y a su vez ella no les comprendía nada.

 

Yo pensaba cómo sería el desconcierto de esas madres, de todos los indígenas que son remitidos a esta institución, puesto que su construcción de mundo es tan diferente a la nuestra, y, además con la barrera del idioma todo se dificulta enormemente. Tal vez una manera de abordar el problema fuera capacitar a algunos profesionales en el idioma de los embera-chamí, labor en la cual la Universidad Tecnológica podría colaborar.

 

Lo otro que me llamó la atención en los cinco días que estuve allí internada, fue la presencia de políticos, todos los días sentados en la cafetería y recorriendo los pasillos. Vi concejales de Pereira, y otros.  Quisiera creer que ellos también estaban allí visitando algún familiar. También mi hijo, muy inquieto con los temas de la política, preguntó a todos los que pudo por quiénes habían votado a Senado y Cámara: en las respuestas se repitieron sin excepción los mismos dos nombres. Luego supe que, en una reciente reunión del Comité Intergremial, un funcionario del hospital estuvo exponiendo los graves problemas financieros que hoy aquejan a esta entidad.

 

Foto: Diego Val.

 

Quiero reiterar que sólo tengo agradecimientos para quienes allí laboran, que nos atendieron de la mejor forma, tanto por su amabilidad como por el profesionalismo de todo el personal. 

 

Pero como esta entidad es, de lejos, el mejor centro asistencial con el que contamos en la ciudad y la región, no puedo dejar de decir que es deber de todos nosotros ocuparnos de su suerte. No sea que mañana, al tener necesidad de acudir a sus servicios, encontremos que estos se han perdido o deteriorado de manera importante. El Hospital San Jorge es un tesoro, y desde esta columna hago un llamado a que cuidemos lo que ya tenemos y que tanto nos ha costado construir.

 

Foto: Diego Val.
Directora del portal web La Cebra Que Habla

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