Hernando Aguirre Arango recorre el país desde el año 2013. Asumió su caminata como una oración por el nuevo país que se construye. Resalta: “siempre poner lo positivo, buscar la paz entre todos y no tirarle cizaña”.
El 6 de agosto de 2013 Hernando Aguirre Arango, un paisa de 71 años, decidió emprender solo, la caminata por la paz para la que se venía preparando desde el 2009.
“Caminaba de mi tierra –Antioquia- hasta Buga, donde el Señor de los Milagros, buscando la forma de ir afinando el cuerpo y los pies”.
Recorrió a diario entre 35 a 40 kilómetros, sin más equipaje que una mochila, un morral y las banderas de Colombia, y de la paz. Y sin más protección, según él, que la de Dios.
Dice convencido: “mi garantía es que mi fe es muy grande en Cristo, hijo de Dios. Él me protege de todo, me cuida, me guarda”.
Llevaba tres años en dicha actividad cuando lo vi aparecer a lo lejos, en medio de un torrencial aguacero, mientras bordeaba la carretera que lleva a Guamal, en el Meta.
Me detuve para hablar con él. Con tranquilidad me respondió: “nada me ha pasado. Nadie ha salido a asaltarme ni a quitarme nada”.
Los que sí han sufrido con su hazaña son sus pies. “Las ampollas me torturaron como les dio la gana”.
Y así lo ratifica este caminante de la paz. “Por Colombia se puede andar en paz”, ha respondido a periodistas, militares y policías, que, intrigados con este solitario ‘quijote’, le han preguntado cómo ha logrado realizar esta, que ya puede considerarse una proeza.
Un propósito de amor
“Mi propósito es caminar por amor a mi prójimo y a la paz. En oración, porque mi caminata es una oración por la paz. Así se la pongo yo al Señor. Él me entiende”, dijo.
En la vida de don Hernando las riquezas, los tesoros, la popularidad, pasan de largo, no las busca ni le interesan. “Sí busco paz y tranquilidad. Que si nos comemos un pan, nos acostemos a dormir tranquilos; y no comer gallina y tener que salir corriendo. No es la lógica, no es la parte fundamental de la vida”.
Con esa visión, que se acerca al misticismo, dice que ahora, para los colombianos son importantes el “perdón y la reconciliación entre todos”, incluso con las Farc, que para él “equivocaron el camino de la vida”.
Es primordial, resalta, “siempre poner lo positivo, buscar la paz entre todos y no tirarle cizaña”.
Así, con esa convicción, cada mañana “empiezo a caminar cuando comienzan los pajaritos a hacer bulla cantando”. Y confía en que cada día tendrá cómo alimentarse. “Yo no arrimo a pedirle plata a nadie, porque entonces violaría la fe que tengo ante el Señor, porque ante esa fe fue que me vine a caminar”, dice.
Su jornada diaria termina entre las cinco y seis de la tarde, antes de que anochezca. Si en el camino encuentra una casa o algún lugar abandonado, ahí se queda a dormir. Aunque a veces la solidaridad destella, y le ofrecen posada o le obsequian dinero para pagar una habitación.
Así ha transcurrido la vida de este abuelo en esos tiempos. Hoy, cuando Colombia emprendió la ruta hacia la construcción de un país en paz, a lo mejor descansa sus pies sentado en una cómoda butaca. Quién sabe.
Es de esos que no usan celular ni da tiempo de hablar un poco más con él. Tal vez en el camino de la paz volvamos a encontrarnos.