Crisis y Crítica es un grupo de pensadores que desarrollan actividades en diversos campos de las ciencias humanas y desde diferentes lugares de América. Estamos publicando apartes de sus intervenciones en la Feria del Libro de Guadalajara 2019 a través de cuatro entregas, ésta es la segunda publicación, al finalizar el texto encuentren un enlace a la primera.
Continuando con el recuento de las intervenciones del grupo de Circuit Circus, reunido bajo el estímulo del intelectual Eduardo Subirats, esta vez en el marco de la Feria del Libro de Guadalajara, el profesor de lenguas y literaturas romances, germánicas y eslavas del Columbian College of Arts and Science de la Universidad George Washington, Christopher Britt, reflexiona sobre la profundización de los gobiernos autoritarios a lo largo y ancho del mundo contemporáneo, haciendo énfasis en la co responsabilidad de los así gobernados quienes, colaborando más que sometiéndose a la égida del tirano, proporcionan la contraparte funcional para que estos regímenes puedan prosperar y extenderse mundialmente.
En este proceso resalta el ensayista el rol desempeñado por los medios masivos de comunicación y la manipulación digital a través del big data, los cuales han venido a perfeccionar el proceso de alineación y de privatización que ha abarcado incluso las esferas de las actividades más privadas, fomentando una hiper individuación (rasgo preminente de la sociedad moderna en tiempos del capitalismo financiero internacional), que ha llegado incluso a separar a los sujetos en su propia integridad destruyendo de esta manera, en el mediano plazo, su psiquis.
Llevándolos a un estado de enajenación que ha vuelto obsoletos los antiguos esquemas de vigilancia y control, como lo relata lúcidamente el filósofo coreano Byung-Chul Han, los encargados de ejercer la dominación global cuentan hoy con la colaboración enstusiasta de los individuos, quienes de manera perfectamente alineada con los intereses del sistema productivo en virtud de su precaria conciencia crítica y en la búsqueda de las supuestas realizaciones personales que promete el sistema como recompensa, se someten a las demandas del poder en estado de completa alegría y docilidad.
A continuación, apartes de la intervención del profesor Britt. Para quienes deseen leer el ensayo completo, pueden encontrarlo haciendo clic aquí
(III)
TIRANÍA DE LA IDIOTEZ
Christopher Britt (Washington D. C.)
1
El hombre privatizado
No hace falta ser un vidente para vislumbrar las últimas consecuencias de la crisis por la que están pasando las democracias hoy en día. Desde Putin en Rusia a Maduro en Venezuela, y desde Trump en los Estados Unidos a Bolsonaro en Brasil, la tendencia viene siendo la misma: los gobiernos democráticos, ya sean de orientación izquierdista o derechista, se están confundiendo cada día más con las estrategias autoritarias y abusos sistemáticos del totalitarismo. Pero para comprender la estructura general de estas tiranías populistas, no basta con solo observar cómo, mediante la coerción y opresión, los tiranos se sostienen en el poder. También debemos reconocer que la persistencia de estas tiranías se basa en la idiotez.
Idiotez, no tanto en el sentido contemporáneo de la palabra, que usamos para designar a los imbéciles, sino más bien en el sentido que los griegos de la era clásica daban a esta palabra. Para ellos, el idiota era un hombre que había sido excluido de la vida política por haber puesto sus propios intereses por encima del bien común de la polis.
El idiota es, en este sentido, un hombre despolitizado. Su vida ha sido relegada al ámbito de la domesticidad, donde puede dedicarse únicamente a la búsqueda de una felicidad frívola y trivial. En este sentido, el idiota no es meramente un hombre despolitizado sino también un hombre que ha sido plenamente privatizado.
Es, en última instancia, un ser enajenado de sí mismo, de los demás, y del mundo al que debería pertenecer.
2
La servidumbre voluntaria
Sin lugar a dudas, la manera más decisiva de explicar por qué los idiotas regalan su soberanía a los tiranos es la noción de la servidumbre voluntaria, debida a La Boétie. Según él, los idiotas perciben la tiranía, no como una ocasión para la degradación sadomasoquista, sino más bien como una oportunidad para demostrar su amistad, su lealtad, y su amor. Para ellos, el tirano es un amigo.
Pero el problema con esto, según La Boétie, es que el tirano vive aislado de los demás y se encuentra más allá del límite de la amistad. Los idiotas entran en un estado de servidumbre voluntaria porque confunden lo que ellos perciben como la integridad de la amistad con lo que el tirano percibe como la intimidad que nace de ser cómplices.
Esta equivocación tiene consecuencias bastante nefastas. De allí que los idiotas exhiban algunos de los signos de mutilación psicológica, emocional, intelectual y moral que generalmente se encuentran entre aquellos disidentes que la tiranía ha querido castigar, sometiéndoles a los rigores del desplazamiento forzado, la censura, la tortura, y la esclavitud. Al igual que estas víctimas de la crueldad tiránica, los idiotas acaban siendo divididos, no solo entre sí, sino también dentro de sí mismos.
A la larga, la tiranía acabará pulverizando su psiquis.
Pero en el momento en que los idiotas renuncian a su soberanía y reconocen al tirano como el único soberano, ellos no sospechan el provenir tan desdichado que les espera. Más bien intentan “escaparse de la libertad”, como diría Fromm, y dedicarse exclusivamente a su propio bien estar. Lo que más temen y resienten es la conciencia vigilante, la preocupación constante, la ansiedad y el estrés asociados con el autogobierno, la madurez, y el esclarecimiento.
Como un rebaño de ovejas infantiles, quieren un pastor que les proteja de los lobos, para que puedan seguir disfrutando de su pretendida inocencia infantil. En este sentido, los idiotas son los no esclarecidos, aquellos que, como los define Kant, existen en un estado perpetuo de “inmadurez auto-impuesta”.
3
El estilo paranoico y la cultura del fragmento
Celosos de su poder y prosperidad, tanto los tiranos como los idiotas comparten, temen y odian a un mismo enemigo: las multitudes que también quieren ejercer la soberanía o, cuando menos, disfrutar de la seguridad y prosperidad. Ellos comprenden que esas multitudes representan una amenaza. De allí su temor. De allí también su odio. Esta mezcla de temor y odio une la tiranía a la idiotez con la fuerza dialéctica de un delirio paranoico. Y esta paranoia es, a su vez, el modelo preciso del poder político moderno: es decir, de un poder que, según el análisis de Canetti, se alimenta de las multitudes y deriva su sustancia de ellas.
Esto implica el uso de dos multitudes distintas, que el tirano enfrenta entre sí.
En primer lugar, está la multitud formada por los aparentes enemigos del tirano. Contra ella, el tirano moviliza a la segunda multitud. Esta consiste en las masas idiotizadas que comparten con el tirano su odio y temor. Como observa Hofstadter, este estilo paranoico en la política es la expresión de “mentes irritadas”, cuya propensión a la “exageración acalorada, la suspicacia y la fantasía conspirativa” ayuda a mantener la ilusión de que el delirio paranoico compartido por el tirano y sus idiotas se basa en la realidad.
La propaganda y los medios de comunicación ayudan a sustentar este delirio paranoico. Por supuesto, la propaganda, tal como la conocemos hoy, no se limita en modo alguno a la política. También hay formas comerciales y culturales de propaganda, que ayudan a crear la ilusión de que en el estado privatizado y despolitizado en el que viven, los idiotas son libres de elegir entre un programa de noticias y otro, una marca de pasta de dientes y otra, un candidato a la presidencia u otro.
Hoy en día, prácticamente todas las personas tienen acceso a una computadora portátil o un teléfono celular; como resultado, tanto la vigilancia política como la manipulación comercial han crecido hasta el punto en que el deseo tiránico por la dominación total está prácticamente al alcance de la mano. En este sentido, los idiotas de hoy viven en una “sociedad del espectáculo”, como diría Guy Debord.
El espectáculo es una realidad virtual totalizadora que, como argumenta Zuboff, ha devenido en una nueva época del capitalismo global: el “capitalismo de vigilancia”. De lo que se trata es la recopilación de la información personal de los usuarios de plataformas como Google o Facebook que es luego empaquetada para venderla al mejor postor: ya sean empresas de publicidad, gobiernos, o redes criminales.
Lo decisivo en esta nueva fase de explotación capitalista es que, más allá de escavar las vidas íntimas de sus usuarios, estas corporaciones buscan moldear, dirigir y controlar el comportamiento de las masas idiotizadas: es decir, buscan trasladar el control total sobre la producción, que caracterizó la era del capitalismo industrial, a todos los aspectos de la vida cotidiana.
4
La destrucción de la democracia
Fue Tocqueville quien, más que cualquier otro teórico de la tiranía, supo identificar la idiotez como el verdadero sustento de la tiranía y la fuerza más destructiva de la democracia moderna.
La idiotez, según Tocqueville, es el resultado de un soborno. A cambio de la prosperidad, las masas aceptan la imposición de un régimen de seguridad que impone restricciones indebidas a sus libertades civiles y políticas. Satisfechas con una vida de consumo y felizmente aliviadas de las cargas del autogobierno, las masas idiotizadas crean sus propios tiranos.
La fuerza de esta tiranía no se deriva, principalmente, de la imposición violenta de la voluntad del tirano, sino más bien del bienestar material que la tiranía promete proporcionar.
Insidiosamente, la idiotez impone una servidumbre encantadora: una tiranía que agrada, a la medida que degrada.
En última instancia, personas que tienen un potencial inmenso para perfeccionar sus vidas y alcanzar tanto la madurez intelectual como la autonomía política eligen más bien ocuparse de los pequeños placeres de sus vidas profesionales y privadas.
De hecho, el desarrollo de esta tiranía de la idiotez ha significado el deterioro del autogobierno republicano y la convergencia gradual pero persistente de la democracia moderna con las tendencias autocráticas, populistas y totalitarias de nuestra época.
La primera parte de estas entregas consúltala haciendo clic aquí
La próxima semana una siguiente entrega.