Lo interesante es que Rojor y los demás grafiteros de la ciudad están llevando a cabo este arte de rayar las paredes con maestría y profesionalidad
El primer graffiti es como el primer amor, nunca se olvida. Y Julián Muñoz, de 30 años, apodado desde la época del colegio como “Rojo” por su cabello de gitano, está enamorado del graffiti y recuerda su primera experiencia como dibujante debajo de un puente, o mejor, bajo el puente de Turín, donde en el año 2002 en una actitud aficionada decide, junto con siete amigos más, rayar esta estructura abandonada y escondida de la vía principal.
Y lo que parece un éxito, ya que alcanza a terminar su trabajo para mirarlo de lejos, pronto se ve interrumpido por dos camionetas que frenan en seco, desde donde se bajan casi una docena de policías judiciales vestidos de civil y se los llevan esposados hasta el CAI de la ciudadela Cuba.
―La gente pensó que estábamos poniendo una bomba bajo el puente. Y llamaron a la policía.
Luego, comenta, los dejarían libres por sobrecupo en las pequeñas celdas de 2 por 2 apiñadas de jóvenes y después de un mediano interrogatorio y una pequeña amonestación. Julián recuerda este incidente entre sonrisas y frotándose las manos, y afirma que en ninguna forma este suceso lo desanimaría a continuar con el arte del dibujo callejero, ya que desde ahí entendió el poder social de graffiti, a sabiendas que de transgredir un muro podía acarrearle consecuencias legales.
―Una ciudad de muros limpios es una ciudad muda, sin vida.
Afirma. Y así desde hace 10 años decide tomar el arte del graffiti en serio. Decisión que en cierta forma lo configura como el artista que ahora es, después de estudiar Diseño Industrial en la Universidad Católica de Pereira, además del recorrido y la experiencia que ha ganado poco a poco gracias a la calidad y el progreso de su técnica de pintar con aerosol.
Ver:Muros para la cultura
Pausa y Play
Sin embargo, sus comienzos, como los de cualquier profesión, no estuvieron exentos de una lucha sin cuartel por aprender. Eran los años 90 cuando el internet aún llegaba por modem, y la única forma de iniciarse en el graffiti era por video, que compraba, reproducía y pausaba rápidamente para copiar estilos. También los fanzines capitalinos como “Aeropiratas” que adquiría con emoción para observar el arte urbano bogotano de figuras y estilos bien trabajados en muros, trenes abandonados y edificios, derivados del Scracht neoyorkino que llegaba al país junto con el Hip Hop y el breakdance por esa época.
En la búsqueda de una identidad y un estilo propio, decide agregarle una letra más a su apodo empezando a llamarse Rojor para formar así un palíndromo, que, en cierta forma, dice, hace juego con la simetría de mis creaciones. Porque hace 10 años atrás, es decir, de 20 años de edad, y siendo estudiante del colegio Deogracias Cardona, ya coqueteaba con el comic, la ilustración y el arte de tatuar. Y sería cuestión de tiempo el encontrarse con su verdadera y final pasión: grafitear y pasearse por la ciudad viendo muros como cuadernos para querer rayarlos con su arte.
Influencia temprana
Y en este camino que elije como vocación, tendría como influencia en el arte de rayar, a Chávez, o Vez, como firma este artista y amigo, que le daría consejos importantes y le mostraría su técnica de tratar con el aerosol, los trazos, las sombras y el amor a los espacios.
Y como buen discípulo transcendería hasta alcanzar su propia madurez, y esto reflejado en sus etapas como artista: primero con letras o stencil, que perfeccionaría en las llamadas “guerras de estilos”, cuyo concurso se mide por escoger el mejor lugar, usar variedad de colores y la técnica propia empleada; luego el comic, los personajes que decide anexar a los muros, y finalmente el realismo y surrealismo que ahora trabaja con temáticas de actualidad como la naturaleza, la ecología y los semblantes indígenas autóctonos.
― El graffiti siempre ha estado presente en la historia. Lo que se ve en la ciudad, en los muros es una radiografía de lo que está pasando en el momento.
Primer grafo
De ahí que uno de sus primeros murales, que se enorgullece de haber pintado solo, es el que llama “Hellboy”, un personaje de Dark Horse Comic, también apodado “El Rojo”, y estampado cerca a la clínica Los Rosales por el parque El Lago de Pereira. Un dibujo emblemático y al que siempre regresa para ver de reojo y afirmar así su conciencia de ser uno de los grafiteros más importantes de la ciudad contextualizándose acorde a las temáticas del momento.
Y aunque su arte representado en letras o dibujos, que ahora mediado por el nuevo código de policía lo ha llevado a organizarse más solicitando los respectivos permisos del dueño del predio y de la administración municipal, dice algo especifico, es claro que el mensaje es el estilo.
Ver: Evocaciones del centro tradicional de Pereira
Así señala que uno de sus artistas favoritos fue un francés que visitó la ciudad de Pereira este año, apodado Mantra, que hizo un retrato de una indígena Emberá-Chamí en la carrera 5 con calle 20. Cuyo estilo le parece vital, y que técnicamente hablando le parece de calidad, elevado, según sus palabras, por la verticalidad del espacio.
― El público pereirano está en proceso de entender, leer y asimilar el graffiti como parte de las expresiones culturales de la ciudad.
Festival de los colores
Por eso el festival de arte “Pereira Querendona” fue, y es, clave para que la ciudadanía comprenda que una ciudad es más que cemento, paredes y estructuras. Festival que en su registro lleva dos ediciones; la primera enfocada en el fortalecimiento de la escena local dando oportunidad a los más jóvenes de mostrar su obra de calidad; el segundo con un enfoque más amplio porque formó parte del tour regional llamado “Policromía” donde participaron propuestas de ciudades como Armenia, Manizales, Cali y por supuesto, Pereira, la ciudad anfitriona.
Lo interesante es que Rojor y los demás grafiteros de la ciudad participaron de ciclos educativos, foros y apoyo a los nuevos y jóvenes promesas de la ilustración urbana. Y este arte de rayar las paredes, ahora llevado a cabo con maestría y profesionalidad, les ha permitido obtener más de 2000 metros cuadrados para pintar a sus anchas por la calle 12 bis, el enclave que desemboca en el nuevo puente El Barranquero.
Transformando un simple corredor vial en un lugar artístico que le cambió la cara a la ciudad, intentando que el arte expresado en esos largos muros, que van desde pájaros emblemáticos, alusiones a la vida, la paz, la hermandad, afecten de forma positiva a la gente.
―Se escogió esa avenida porque era una frontera invisible que divide La Circunvalar de otros barrios. Es decir, un lugar flotante, o como algunos lo llaman, “la parte de atrás”. Un espacio abandonado que pudo llegar a representar un peligro para los ciudadanos. El festival de arte “Pereira Querendona” propuso cambiar esa energía y convertirlo en un lugar transitable. Y lo logramos.
Y este artista urbano refrenda este éxito, ya que no participó solo en este importante evento, sino junto a otros artistas y la corporación KHUYAY, que redirigió magistralmente el trabajo comunitario a través del arte urbano.
Los materiales y últimos trabajos
Rojor usa como técnica base el aerosol y los vinilos. Y aunque no pinta restaurantes o lugares que ameritan otro tipo de publicidad, busca la forma de financiar su arte, aunque no se puede quejar. Uno de sus últimos trabajos fue un encargo de un colegio cristiano que le solicitó pintar algo alusivo a la biblia, a lo que en su estilo propio diseñó un gran mural que empieza desde el Big Ban, pasando por el jardín del Edén, hasta el tiempo presente cuando el hombre estrecha su mano, en señal de amistad, con la naturaleza.
Porque ahora está dedicado a lo ecológico, a pintar aves libres, escarabajos, arboles, y todo lo relacionado con lo amistoso al medio ambiente. Es la tendencia, y él la ha asimilado con maestría, incluso rayando un escarabajo en el famoso cine club Uno ubicado en la cra 9 entre calles 17 y 18.
Ver: Simbiosis urbana: comunidades mixtas
Y sobre si alguien ha dañado o rayado alguno de sus trabajos, que se cuentan por docenas en toda la ciudad, responde:
― Dentro del graffiti hay códigos y jerarquías. Si alguien va a pintar encima de otro trabajo, que sea mejor. Este es un código a nivel mundial que trata del respeto por otros artistas.
Su mejor trabajo, sin duda, y en sus palabras, es el largo mural pintado cerca al terminal de transportes hacia la salida de Armenia. Es la producción más grande que he trabajado hasta ahora, porque es el espacio más grande, grafiteado en la ciudad. Y su orgullo, y sano orgullo, es que lo trabajo solo. Ya que esto representa en alguna forma, un catálogo de estilo, abierto, a la mirada y para memoria de la ciudad.