En el período colonial “el matrimonio significaba, no sólo una unión espiritual y un compromiso social, sino también un contrato económico para conservar la fortuna familiar.
Texto extraído de:Prolegómenos – Derechos y Valores
Preguntarse acerca de si las mujeres a lo largo de la historia colonial e independentista de Colombia tuvieron alguna noción de la implicación del concepto de derecho, asumido éste como garantía, puede remitir a una negación; el problema que llevó a la realización de este artículo tiene que ver con este enunciado. Es muy probable que la mujer entendiera su papel más desde su rol de madre y esposa, fundado en una formación de orden eminentemente católico –ciertamente exclusionista, bajo una condición de sometimiento frente a una figura protectora ya fuera del padre, el esposo, el sacerdote, el hermano, el hijo, o incluso, el alcalde; entendiendo que su activa participación se reservaba para actuar como pieza en un contrato matrimonial que beneficiara a su familia.
Entrada la independencia, y sin lograr desprenderse de los elementos morales y culturales legados por la colonia, pretendió acercarse al conflicto político que se vivía en el virreinato, participó en él, e incluso tomó decisiones frente al mismo, sin que existiera el conocimiento de una garantía que le favoreciera, a más del beneficio social o económico para su familia y político para su patria. Sin duda, estas mujeres tuvieron más deberes que derechos, pero no se desarrollaron como tales en pro de la consecución de alguna ventaja para sí, su lucha fue motivada más por la necesidad que por el interés.
Para el logro de lo expuesto fue necesario acudir a fuentes primarias de la historia (fondos y archivos públicos y privados), secundarias (las leyes de Toro, por ejemplo), e innumerables bibliográficas y técnicas.
Los métodos de trabajo que se adaptaron a las necesidades de conocimiento fueron: el histórico, por fundarse en un problema de los periodos colonial e independentista de la historia de Colombia; el lógico, porque la observación histórica se refiere a una situación jurídica más concreta, cual es la identificación de los derechos y deberes de las mujeres en el periodo descrito, y porque dicho fenómeno jurídico se inscribe no como tal –desde una mirada positiva– sino más desde el contexto político, social y religioso de la época; y el inductivo-deductivo, que permite presentar un recorrido ordenado desde la consideración que la tradición judeo–cristiana guarda del papel de la mujer en la sociedad, hasta su posicionamiento en los ámbitos sociales y políticos de los tiempos de guerra intestina nacional.
Las alianzas matrimoniales, una estrategia política
En el período colonial “el matrimonio significaba, no sólo una unión espiritual y un compromiso social, sino también un contrato económico para conservar la fortuna familiar. Era un medio para crear un tejido de intereses y alianzas familiares”13. En la reproducción de la descendencia por alianzas exógamas, jugaron un papel definitivo las mujeres, de hecho, emparentar con españoles y otros europeos, o con miembros destacados de la sociedad colonial, era una tarea muy importante que le convenía a todo el grupo.
Esta afirmación se ilustra a partir de una reconocida familia socorrana del siglo XVII, cuyo nivel de importancia superó lo regional dado que su descendencia figuró entre los estadistas nacionales más reconocidos de la primera república: Procedente de España don Francisco Félix de Plata y Domínguez, nacido en “San Lúcar de Barrameda (Cádiz), se casó en Chanchón (hoy Socorro – Santander),en 1686, con doña Josefa Martín Moreno y Meneses, del matrimonio nacieron: El Capitán de Infantería Española Hipólito José Plata y Moreno, casado con Doña Catalina González del Busto, padres de Don Salvador Hilario Plata y González, conocido Capitán de la Insurrección Comunera de 1781, abuelos de Doña Bruna Plata Álvarez, esposa de Don Miguel Tadeo Gómez, discípulo de Mutis en tierras santandereanas, y hermano de quien fuera ministro durante la administración Santander, don Diego Fernando Gómez, ambos, sobrinos de don José Acevedo y Gómez, el “Tribuno del Pueblo”, del 20 de julio de 1810.
Félix, casado con Apolinaria Franco; Petronila, casada con Miguel Gerónimo Renjifo, padres de Martha María Atala Renjifo Plata, esposa de Joaquín Plata Obregón, miembro de las Convenciones Constituyentes de 1831 y 1832; Salvador, casado con María Tobar Plata y de quien se expresa don Salvador en su testamento ser “loco, desmemoriado y de corto talento”14; Luisa, casada con Javier Bonafont; y, Crisóstomo Plata Alvarez.
Corresponden al mismo origen Teresa Plata González, esposa de José Antonio Benítez, padres de Domingo José, José Antonio y Emigdio, este último, actuó como vocal en el Cabildo Abierto del 20 de julio en Santa Fe, miembro de la Junta Suprema del Reino y profesor de Francisco de Paula Santander. También son parte de esta línea Pedro José, Lorenzo y Ciriaco Plata González, Abogados de la Real Audiencia de Santa Fe de Bogotá, y, Bonifacio Javier Plata González miembro de la Compañía de Jesús.
Perteneció al mismo linaje el Obispo de Antioquia Juan de la Cruz Gómez Plata. Pedro José Plata Moreno casado con María Rosa de Acevedo y Peñaloza, tía del “Tribuno del Pueblo”, y con María Joaquina Martínez Gómez Farelo, con esta última, fue el abuelo de Micaela Gregoria Plata Obregón esposa de Ignacio Javier Azuero, padres de Esteban Rafael, Julio Fermín Cayetano, Juan Nepomuceno, Anselmo Vicente19, Juana Josefa, Rosalía Faustina y María del Carmen Azuero Plata.
Juan Nepomuceno20 fue uno de los firmantes del Acta de Independencia el 20 de julio en Santa Fe, estuvo acusado por atentar contra la vida del “Libertador” en la denominada “noche septembrina”, como presidente del Senado en 1851 firmó la Ley sobre libertad de esclavos, como sacerdote ofició el matrimonio del General Francisco de Paula Santander con doña Sixta Ponton Piedrahíta. Anselmo Vicente, fue diputado nacional por las provincias del Socorro, Casanare y Chocó en el Congreso de 1821, miembro de redactores del Código Penal de 1823, Ministro del Interior en 1830, Consejero de Estado en 1832, postulado a la vicepresidencia de la república en 1833 y 1835 y a la presidencia en 1837 y 1840, su padrino de matrimonio fue el General Francisco de Paula Santander.
Isidro Plata Obregón, casado por segunda vez con Doña Trinidad Soto y Montes de Occa hermana del estadista nortesantandereano Francisco Soto.
Hija de María Petronila Plata Rodríguez y Pedro Santos Meneses fue Antonia Santos Plata célebre durante la independencia por su papel revolucionario. Uno de los hermanos de Antonia, Joaquín, contrajo matrimonio con Josefa Rosillo, hermana del canónigo Andrés María Rosillo y Meruelo, vocal de la Junta Suprema de 1810 en Santa Fe23. Para el año de 1781, cuando se dio en el Socorro la insurrección de los comuneros, la familia Plata conformó un mismo círculo en la dirección del movimiento, a partir de sus diferentes líderes: “Salvador Plata era primo de la esposa de Juan Francisco Berbeo; Juan Maldonado de la Zerda era tío político de la esposa de Francisco Rosillo y cuñado de Catalina González del Busto (madre de Salvador Plata); Juan Manuel Berbeo (hermano de Juan Francisco) estaba casado con María Josefa Maldonado y Domínguez, hija de Juan Maldonado; a su vez, Francisco Rosillo era primo de Antonio Monsalve”.
En la Independencia
De muy variadas formas se registra la participación de las mujeres durante la guerra por la independencia. Las señoras santafereñas, supieron disfrazar su papel de excelentes amas de casa y anfitrionas para propiciar en los salones de sus casas los más profundos e ilustrados debates sobre la libertad. Una de estas célebres matronas fue doña Manuela Sanz de Santamaría de González Manrique, educada en asuntos de naturalismo, literatura, en lengua francesa, italiana y latina, acostumbraba a ofrecer su casa para la realización de la conocida tertulia del Buen Gusto, que contó con la presencia de varios intelectuales protagonistas de los hechos del 20 de julio en Santa Fe, entre los que se cuentan los señores Custodio García Rovira, Camilo Torres, José Fernández Madrid, Miguel de Pombo, Manuel Rodríguez Torices y Frutos Joaquín Gutiérrez.
Algunos historiadores mencionan el papel de mujeres combatientes en las batallas, generalmente al lado de sus maridos, se trataba de mujeres del pueblo a quienes se les conoció como las “Juanas”, las “cholas”, o las “seguidoras de campamento”. Sobre las “Juanas”, cuenta el General Daniel Florencio O’Leary, en sus Memorias, acerca de una de ellas que, siguiendo a las tropas por los Andes, dio a luz en el camino y continuó la marcha al día siguiente, con el recién nacido en sus brazos, por algunos de los peores caminos de la zona46. Otros nombres registrados corresponden a Evangelina Tamayo, luchó en la batalla de Boyacá, tenía el rango de Capitán47; Teresa Cornejo, Manuela Tinoco y Rosa Canelones, pelearon en Gámeza, en el Pantano de Vargas y en Boyacá.
No puede hablarse de mujeres célebres en la historia de Colombia sin mencionar los nombres de Policarpa Salavarrieta y Antonia Santos Plata. Policarpa Salavarrieta, más conocida como la “Pola”, llegó a Bogotá en el año de 1817, para trabajar como costurera, un oficio que disimulaba su verdadera misión, cual era la de conspirar contra el gobierno del Virrey Sámano.
La “Pola” colaboraba al ejército libertador como mensajera de la guerrilla de los Llanos, ayudaba con las compras del material de guerra, y reclutaba a jóvenes para que se vincularan al ejército patriota. Quien fuera presidente de Colombia entre los años 1849 y 1853, José Hilario López, se encontraba presenciando el fusilamiento de la “Pola”, el 14 de noviembre de 1817, de sus Memorias provienen las últimas palabras de la heroína, con un contenido que muestra su claro entendimiento acerca de los problemas políticos que aquejaban a la sociedad granadina, y de la necesidad de propiciar un cambio en el régimen: En vano se molesten, padres míos: si la salvación de mi alma consiste en perdonar a los verdugos míos y de mis compatriotas, no hay remedio, ella será perdida, porque no puedo perdonarlos, ni quiero consentir en semejante idea. Déjenme ustedes desa hogar de palabra mi furia contra estos tigres, ya que estoy en la impotencia de hacerlo de otro modo.
Con qué gusto viera yo correr la sangre de estos monstruos de iniquidad. Pero ya llegará el día de la venganza, día grande en el cual se levantará del polvo este pueblo esclavizado, y arrancará las entrañas de sus crueles señores. No está muy distante la hora en que esto suceda, y se engañan mucho los godos si creen que su dominación pueda perpetuarse. Todavía viven Bolívar, Santander, Páez, Monagas, Nonato Pérez, Galea y otros fuertes caudillos de la libertad; a ella está reservada la gloria de rescatar la patria y despedazar a sus opresores […]49. Dos años después del sacrificio de Policarpa Salavarrieta, en la controvertida provincia del Socorro se registró el ajusticiamiento contra una mujer de reconocido status social y económico, que había hecho suyo el papel de auxiliadora del ejército libertador.
María Antonia Santos Plata; tía de Elenita Santos Rosillo, la niña sacrificada por los realistas el 4 de agosto de 1819, durante la batalla del río Pienta en Charalá, y de quien don Manuel Ancízar refirió: “Tal fue la ferocidad de sus voraces enemigos, que se asegura con verdad que en el mismo templo fueron degolladas varias personas, entre otras la bella y virtuosa joven Elena Santos, a quien después de su muerte estupró un soldado”.
El fusilamiento de Antonia Santos fue ordenado por el gobernador de la provincia, Lucas Caballero, la ejecución se realizó el 28 de julio de 1819, diez días antes de la Batalla de Boyacá, y se le condenó por financiar y dirigir los movimientos de la guerrilla de Coromoro (Santander), lugar de su residencia. Otras mujeres desempeñaron su papel político en calidad de auxiliadoras económicas de las tropas, enfermeras, estafetas, o integrantes del ejército libertador. A muchas se les registra por haber recibido la pena capital, entre ellas se encuentran:
DOMITILA SARASTI: fusilada el 11 de diciembre de 1812.
DOMINGA BURBANO: fusilada el 13 de diciembre de 1812.
RAMONA ALVARÁN: fusilada el 13 de febrero de 1813.
ROSA ZÁRATE DE PEÑA: fusilada y decapitada el 17 de julio de 1813.
MERCEDES ABREGO DE REYES: fusilada el 13 de octubre de 1813
ROSAURA VELEZ DE PEÑA: fusilada en enero de 1814.
EULALIA BUROZ DE CAMBERLAINE: despedazada a sablazos el 7 de abril de 1814.
MARÍA DEL CARMEN Y BALBINA ULLOA: Fusiladas el 13 de abril de 1814.
JUANA RAMÍREZ: fusilada en marzo de 1816.
CARLOTA ARMERO: fusilada el 28 de mayo de 1816.
PRESENTACIÓN BUENAHORA: fusilada el 28 de Junio de 1816.
JOAQUINA AROCA: fusilada el 5 de septiembre de 1816.
AGUSTINA MEJÍA: fusilada el 8 de septiembre de 1816.
ROSAURA RIVERA: fusilada el 26 de noviembre de 1816.
JUSTA ESTEPA: fusilada el 16 de enero de 1817.
ANSELMA LEYTON: fusilada el 17 de enero de 1817.
INÉS OSUNA: confinada y sacrificada el 6 de septiembre de 1817.
MERCEDES LOAIZA: fusilada el 16 de septiembre de 1817.
ANTONIA MORENO: fusilada el 19 de septiembre de 1817.
DOLORES SALAS: fusilada el 14 de Septiembre de 1817.
MARÍA DEL ROSARIO DEVIA: fusilada el 16 de septiembre de 1817.
LUISA TRILLERAS: fusilada el 18 de septiembre de 1817.
MARTHA TELLO: fusilada el 12 de noviembre de 1817.
GREGORIA POLICARPA SALVARRIETA RÍOS: Fusilada el 14 de noviembre de 1817.
BIBIANA TALERO: fusilada el 21 de noviembre de 1817.
CANDELARIA FORERO: fusilada el 26 de noviembre de 1817.
REMIGIA CUESTAS: fusilada en 2 de diciembre de 1817.
SALOMÉ BUITRAGO: fusilada el 3 de diciembre de 1817.
IGNACIA MEDINA: fusilada el 9 de diciembre de 1817.
EVANGELINA DÍAZ: fusilada el 19 de agosto de 1818.
MANUELA USCÁTEGUI: fusilada el 20 de diciembre de 1818.
TERESA IZQUIERDO: fusilada el 24 de julio de 1819.
MANUELA Y JUANA ESCOBAR: lanceadas el 10 de julio de 1819.
MARIA ANTONIA SANTOS PLATA: fusilada el 28 de julio de 1819.
AGUSTINA FERRO: fusilada el 20 de mayo de 1820.
En diversas comunicaciones el Libertador Simón Bolívar reconoció a las mujeres de diferentes lugares, sus contribuciones a la independencia.