Especial. Día Internacional de Recuerdo de las Víctimas de la Esclavitud y la Trata Trasatlántica. Por, Martha Alzate |
El 25 de marzo una fecha para homenajear y recordar a aquellos que sufrieron y murieron a manos del brutal sistema de esclavitud. La ONU busca con este día internacional generar conciencia sobre los peligros del racismo y los prejuicios que conlleva.
El año anterior en Bordeaux se inauguró sobre el Quai (muelle) que bordea el río Garona, el centro de gravedad de la ciudad, una escultura de la esclava africana Modeste Testas. Esta mujer, nacida cerca del 1765, fue comprada cuando era una adolescente por dos hermanos bordoleses, François y Pierre Testas, de los cuales adoptó su apellido como correspondía a su carácter de pertenencia a sus amos.
Según las biografías que se pueden consultar en internet, ella fue concubina y esclava sexual de su dueño, François, quien dirigía las propiedades familiares en la Isla de Santo Domingo dedicadas a los cultivos de azúcar y algodón. Antes de su muerte, el amo tomó la decisión de dejarla en libertad y le legó propiedades en Haití, en donde se dice que Modeste murió a la edad de 105 años.
Su nombre completo Marthe Adélaïde Modeste Testas, le fue asignada por sus compradores a su llegada al puerto bordolés, y su apellido fue transmitido a seis generaciones que llegan hasta el presente.
De su abundante descendencia, destaca uno de sus nietos, François Denys Légitime, quien fue presidente de la República de Haití durante un año (1888 a 1889).
Consulté su biografía en internet, en donde se dice que se trató de un militar y político haitiano. La línea por la que Modeste le heredó su linaje fue a través de uno de los últimos deseos de su amo. Este se había mudado a New York en 1975 con sus esclavos de confianza durante la ocupación británica a Santo Domingo. Entre ellos se contaban Testas y Joseph Lesperance. Antes de morir, entre las disposiciones que tomó François estaba el deseo de que Modeste se uniera como pareja a Lesperance. De esta unión nacieron nueve hijos, una de las cuales, Tinette Lespérance, dio a luz a François Denys.
Ella ha sido escogida por la ciudad de Bordeaux para representar un pasado no muy presente en la capital del departamento de Gironda, el de su participación en el tráfico internacional de esclavos que, aunque menor en magnitud al mayor puerto negrero de Francia, la ciudad de Nantes, tuvo igual una influencia significativa en la prosperidad de su economía.
Un pasado negado, incluso mediante la desaparición de copiosos archivos que daban cuenta de este fenómeno en la ciudad; seguramente debido a que la aristocracia bordolesa no ha estado muy interesada en relacionar su condición de prósperos comerciantes de vinos con la esclavitud y las repercusiones positivas que éste tráfico tuvo sobre las finanzas de sus familias tradicionales.
En el libro “Bordeaux, port négrier XVII-XIX siècles”, Éric Saugera hace un minucioso estudio sobre la cronología del tráfico de esclavos en la ciudad de Bordeaux. Identifica figuras centrales, como Jean Marchais, a quién señala como el precursor de este comercio en la región bordolesa: “De ce fait, il est à l’origine du commerce négrier bordelais en tant qu’activité régulière et non plus seulement épisodique”; relatando cómo a finales del año 1728, Marchais encargó su primer barco negrero, La Unión, que desembarcó en la costa africana el 1º de septiembre de 1729.
Este apogeo duró hasta tiempos de la Revolución Francesa y la Asamblea Nacional, en donde la preocupación por temas como los derechos del hombre y los ciudadanos empezaron a extenderse también a los pueblos negros. No obstante estas discusiones que dieron lugar a un cambio sustancial de mentalidad en relación con la estructura social, no se logró una limitación definitiva, puesto que el tráfico de esclavos fue una práctica relacionada con la reconstrucción económica de la nación en diferentes momentos, y el derecho al tráfico de esclavos regresó, muchas veces por la puerta de atrás, con la excusa de fortalecer el comercio.
Los años de 1821 y 1822 fueron los últimos en los que la trata de esclavos jugó un papel importante en este puerto, con once expediciones reportadas, y esto sucedía incluso tres años después de que la primera ley de abolicionismo fue decretada en Francia. Las últimas expediciones llevadas a cabo entre 1824 y 1825 no superaron el número de cinco, mientras que, en Nantes, en esa misma época, todavía se llevaron a cabo en un elevado número estimado en noventa y cinco expediciones.
El autor del libro concluye diciendo:
“La legitimidad de la trata deja de ser la unanimidad en Bordeaux a partir de mediados del siglo XVIII. Ciertos espíritus se indignan de las justificaciones económicas, religiosas o humanitarias. Se asiste, por tanto, a un debate en el que se afrontan término contra término, argumento contra argumento, posiciones diametralmente opuestas. Los partidarios del comercio de esclavos juzgan esta actividad lucrativa, y honesta. Los detractores, animados por la piedad y la filantropía la denuncian como “un negocio que viola la religión, la moral, las leyes naturales y todos los derechos de la naturaleza humana”. Desde entonces la mala conciencia va progresivamente a instalarse en los espíritus. Helvetius, uno de los amigos bordoleses de Montesquieu, expresa en 1758 en su obra De l’esprit sus sentimientos en estos términos: “Détournons nos regards d’un spectacle si funeste qui fait tant de honte et d’horreur à l’humanité”.”
“La trata es por tanto considerada, no sin ambigüedad, por los filósofos como un crimen “contra natura” que deshonra a quien la practica y a quien la vive. El abad Raynal la calificó como “el más atroz de todos los comercios” y lamentaba que “la mayor parte de las naciones de Europa se han manchado”. Que ella haya sido generalizada no es en ninguna manera excusa para los franceses: su responsabilidad es reprochable. A veces incluso se escuchan críticas que son como un deseo de castigo.”
Leyendo estas reflexiones y otras que corresponden a una bibliografía de hechos históricos meticulosamente recopiladas en este libro, recuerdo la escultura de Modeste Testas.
Parada enfrente de ella, en mis últimos días en Bordeaux (la escultura fue inaugurada el 10 de mayo de 2019), pasé mi mano por su rostro, mis dedos palparon la belleza capturada por el escultor en los perfiles de esa figura que se convirtió en el emblema de un pasado que muchos bordoleses quisieran omitir. Las facciones extrañas para una mujer africana, la mirada altiva proyectada a un horizonte incierto, grandes pendientes y un turbante amarrado de manera discreta.
Una figura inolvidable, aun en la fría representación de la escultura.
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