…en el Arquía ya no hay guerrilleros, todos saben que fue en el Atrato donde los cogieron, aunque la televisión volvió a decir que todo había ocurrido en el Arquía, porque los de la televisión sólo cuentan mentiras y a lo mejor nosotros éramos iguales, o a lo mejor no íbamos a decir nada de lo que veíamos ni de lo que él nos contaba y por eso yo, para cumplir con la promesa que le hice, lo transcribo acá.
Un helicóptero de la Organización de las Naciones Unidas aterriza en la mitad de la selva sobre una playa del río Arquía. El Arquía es un río hermoso que se rinde al Atrato después de bajar entre una montaña cerrada por la que, si uno caminara dos o tres días, llegaría a Urrao, en Antioquia. Pero no vamos a caminar tres días, ni siquiera vamos a caminar. Sólo canoa y palanca, sólo agua y canalete, sólo motor fuera de borda durante horas desde las bocas del Arquía, que se abren cristalinas pero muy rápido son tragadas por el oscuro Atrato, ese río del que cierto geógrafo y anarquista francés hace siglo y medio dijo que bajaba igual a un pantano que se mueve.
En las cabeceras del Arquía pegadas al pie de la montaña está Vegáez y en su casita de madera de Vegáez está Feliciano cosiendo una atarraya rota. “¿Son periodistas?” nos indaga. “Oiga, una pregunta ¿pero ustedes si informan la realidad del país cómo es?”. Le decimos que sí, que hemos venido a este río para conocer cómo viven ellos y también para saber qué fue de la Zona Veredal de Vidrí, donde se concentraron casi medio millar de guerrilleros de las FARC durante el proceso de paz, pero luego quedó abandonada y corroída entre la humedad mientras los ex combatientes desertaban poco a poco, decepcionados pues nunca llegaron los proyectos productivos con los que debían rehacer sus vidas.
Entonces Feliciano se queja de que a los negros del Arquía siempre los han señalado de ser terroristas porque la guerrilla controló este río durante la confrontación y no permitió que los paramilitares se lo tomaran, nos insiste en que el gobierno no se acuerda de ellos, que están olvidados, que el colegio está caído y al puesto de salud no llegan los medicamentos y tampoco tienen electricidad corriente, sólo unas pocas horas cada noche, y que cuando la televisión viene a grabar luego muestra nada más que mentiras, por ejemplo cuando aparecieron con sus cámaras y aparejos para decir que en el Arquía los del Ejército de Liberación Nacional habían secuestrado a unos policías que salían de recoger unos equipos en Vidrí, pero todos saben que no fue así, porque en el Arquía ya no hay guerrilleros, todos saben que fue en el Atrato donde los cogieron, aunque la televisión volvió a decir que todo había ocurrido en el Arquía, porque los de la televisión sólo cuentan mentiras y a lo mejor nosotros éramos iguales, o a lo mejor no íbamos a decir nada de lo que veíamos ni de lo que él nos contaba y por eso yo, para cumplir con la promesa que le hice, lo transcribo acá.
Un helicóptero de la ONU aterriza en la mitad del río Arquía. Sigue un desfile de chalecos y burócratas y funcionarios que vienen para una reunión con la comunidad y con los últimos treinta desmovilizados que no desertaron de la Zona Veredal. Los funcionarios tropiezan con las piedras y se resbalan en el barro rojo de las orillas y vuelven a tropezar con las preguntas de la gente y se resbalan explicando por qué no arrancó la implementación del acuerdo de paz ni llegó la plata para montar la iniciativa comunitaria de cría de cerdos. Los funcionarios se ven más exóticos que cualquiera de las ranas venenosas que brincan por estos montes. ¿Cuándo llegan los proyectos, los recursos, el progreso? Nadie lo sabe. El Estado es todopoderoso pero invisible a la vez.