Lamentablemente este deporte se ha convertido en un gusto peligroso, se volvió el arte de rodar y no morir en el intento. La razón fundamental de los accidentes son los malos hábitos de conducción, tanto de ciclistas como de conductores de otros vehículos.
Les compartimos algunos tips de protección para ambos.
Es fácil desde La Florida, El Shakiro, Combia, Vereda Tambores, y otras tierras más, domingo a domingo, ver personas con vestimenta particular, que mientras ejercitan su cuerpo se regalan paisajes hermosos.
En Balboa, del que se sabe es ese pueblo obstinado encaramado en las montañas risaraldenses, que se mofa de unos balconcitos especiales que ofrecen tonalidades verdosas, sacadas de caturros, arábigos, cañaduzales y mucho plátano hartón, hay un grupo consolidado de ciclistas amateurs.
Ellos han sabido darle sentido a su cotidianidad cuando disfrutan de su paraíso natural, que han interpretado entre cadenas, pedales y bielas.
El ritual parece casi calcado. Toda montada de bicicleta empieza de forma similar: mensajes de texto en el grupo de WhatsApp desde el día anterior para coordinar las rutas y horas de salida, en el caso de algunos deben cuadrar primero la disponibilidad con los suyos, porque alguien debe quedar al mando de la responsabilidad familiar.
Ya con la logística cuadrada, Dubier y los demás, se amarran las zapatillas para darle una vuelta a la emoción. Antes, un poco de agua de panela con pan, servido por mamá amorosa para que empiece el pedaleo. Entre ocio y disciplina se echan a la montaña con el riesgo de no verlos más.
Apenas empezado el recorrido el éxtasis se toma el momento. Chasquidos de piedras en las llantas, viento sobre sus mejillas y la vibración del manillar dan fe de que la aventura ya es realidad.
Atrás empiezan a quedar la situación del país y las preocupaciones económicas, para darle paso a la inmensidad, al estado de forma y a la compartición social.
Los recorridos en bicicleta están conformados, además de paisajes extasiantes; por chanzas, conversaciones y negocios en la mitad del olvido, en donde se consiguen jugos, cafés y tortas de frutas de este paisaje cultural.
Lamentablemente este deporte se ha convertido en un gusto peligroso, se volvió el arte de rodar y no morir en el intento.
La práctica del ciclismo se ha incrementado en el departamento y en general en el país de forma palpable. Esta situación ha traído consigo la generación de accidentes de tránsito donde se ven comprometida la vida de los ciclistas.
Solo en la ciudad de Pereira durante el 2017 el Instituto de Movilidad ya reporta dos muertos y numerosas colisiones.
La razón fundamental de los accidentes son los malos hábitos de conducción, tanto de ciclistas como de conductores de otros vehículos. Entre las causas más repetidas figuran: el inadecuado uso de elementos de seguridad, invasión del espacio de los ciclistas y alcohol al volante de los conductores de otros vehículos.
Aún no se sale del asombro del caso presentado en la Variante La Condina el pasado domingo 8 de octubre donde perdió la vida Robinson José Serna Betancur, a manos de un conductor ebrio.
A propósito recuerda Dubier: “En estos días estábamos en una travesía, yo iba rodando detrás de mis compañeros, cuando de un momento a otro un jeep que iba repleto de gente pasó muy cerca de nosotros y tumbó a un compañero con el repuesto del carro. El señor del jeep siguió y dejó al compañero tirado, y al parecer nadie de los que iba con él le dijo nada porque nunca se detuvo a ver qué había pasado. Por suerte solo fueron raspones”.
Es angustiante para las familias que quedan en casa, el periplo habitual de sus tercos aventureros, porque no solo es el riesgo natural del infortunio en las rutas por terrenos inestables, piedras sueltas o faldas empinadas, sino la indolencia que no da valor al otro, evidenciada en la escena común del irrespeto al espacio de vida de 1.5 metros, entre vehículo y bicicleta, y por el contrario se traduce en pitos y gritos de “no estorben”.
Es de perogrullo decir que todos tenemos la misma valía, no somos sólo abogados, médicos, verduleros, luleros, presidentes, zapateros. Cuando estamos en la bici, aunque se nos olvida momentáneamente el mundo y sus preocupaciones, nuestros perritos, gatas, mamás, papás y demás, nos esperan para el próximo momento familiar. Que a veces no llega.
Por eso encarecidamente sugerimos a conductores de motos y automóviles tener en cuenta que:
- El ciclista tiene, igual que cualquier ciudadano, el derecho y potestad de usar un carril de la vía.
- Cuando adelante una persona que va en bicicleta, hágalo mínimo a un metro y medio (1,5) de distancia.
- En calles de poca dimensión procure manejar con baja velocidad.
- Cuando vaya a descender del vehículo cerciórese que no venga una bicicleta, antes de abrir la puerta.
- Cuando conduzca detrás de un ciclista, maneje con una distancia de al menos 5 metros, para que pueda reaccionar en caso de ser necesario.
- En los cruces ceda el paso a los ciclistas.
- No conduzca en estado de embriaguez.
Conscientes de que la responsabilidad en las carreteras es compartida, es perentorio que los ciclistas se ocupen de los siguientes aspectos:
- Tener los elementos de protección básicos: casco, gafas, chaleco reflectivo e iluminación
- Evitar el uso de ropa oscura, dificulta la visibilidad de los demás vehículos
- Rodar a una distancia superior de un metro del borde de la carretera
- No se sujete de otros vehículos.
“Con paciencia y sobretodo mucho respeto, todos cabemos en la vía”, asevera expectante Dubier.
Hagamos un pacto social de respeto y compromiso alrededor de la otredad.
Será menos complicado mantener entre nosotros la experiencia del pedal, para que la bici no sea la incertidumbre de rodar y morir en el intento.