Por las arterias principales circula el tranvía, que se desplaza mayoritariamente por los sectores del Este, con escasas conexiones hacia el Oeste
Recorriendo las calles de esta ciudad, se encuentra el visitante con estímulos contradictorios. Por un lado, está la alusión recurrente a los días de la devastación: lo derruido, lo reconstruido: aquello por integrar, repoblar, o urbanizar.
Es una constante inevitable, debido a que un alto porcentaje de las obras edificadas antes de la Segunda Guerra Mundial no sobrevivieron a la política de tierra arrasada y cedieron, sobre todo, ante el acoso definitivo: la toma de Berlín, que fue la última gran batalla de la Segunda Guerra Mundial y en la cual el ejército soviético asaltó la ciudad hasta la rendición de los nazis.
No obstante este hecho dramático, del cual se cumplieron 73 años el pasado mayo, la ciudad se ha restaurado, superando en parte la separación forzosa que padeció a expensas del muro que la partió en dos durante veintiocho años.
Recorriéndola, se pueden hallar en esta nueva Berlín, si podemos denominarla así, gestos que van más allá de simples hechos físicos. Sus andenes, avenidas, y alamedas; sus calles y circulaciones, puentes y parques, aunque construidas de piedras y cemento, son ante todo símbolos de una forma de habitar el territorio, y de una ciudad que quiere proporcionar una buena calidad de vida a sus residentes.
En las calles del barrio Mitte (barrio central), por ejemplo, hoy es posible disfrutar de frondosas arboledas que dan sombra a amplios recorridos peatonales. No obstante, estos espacios también son aprovechados para estacionamientos, sin que los diversos usos parezcan alterarse. Por allí transcurren, igualmente, los recorridos reservados para aquellos que deciden desplazarse en bicicleta, una forma de movilidad ampliamente utilizada en la capital alemana.
La ciudad cuenta con holgadas avenidas vehiculares, cuyos senderos para peatones son generosos. En ocasiones, en ellos coinciden marchantes y ciclistas, lo cual tiende a ser problemático, y, sin embargo, parece que estos modos de desplazarse por el espacio urbano conviven, aunque se trate de lugares tan concurridos como la avenida comercial Ku’damm.
La bicicleta es un medio de transporte de uso masivo en esta urbe, y es posible encontrarlas en muchos sectores, tanto públicas como privadas o de alquiler, a través de diferentes plataformas como Deezer, Donkey o Nextbike. Para ellas, el urbanismo de Berlín ha contemplado ochaves más anchos en las intersecciones de las principales avenidas, de tal suerte que los andenes allí se amplían, formando espacio para el parqueo de estos vehículos que pueden ser rentados, desbloqueados, y retornados en muchos lugares similares a lo largo y ancho de la ciudad.
Cotidianamente, los berlineses usan la bicicleta como medio de transporte: en ellas van de la casa al trabajo y de allí a las compras o los lugares de diversión y esparcimiento como restaurantes o bares. En ello, Berlín funciona como una pequeña villa, sobre todo en los lugares más céntricos, en los que los distritos se desenvuelven de manera autónoma, de tal suerte que es posible afrontar los recorridos de estas distancias, por lo general no muy extensas, usando la propia fuerza, ya sea subidos a un biciclo o marchando por su red de aceras.
Adicionalmente, es frecuente observar a muchos que se desplazan en patines, monopatines, patinetas, y todo tipo de artefactos con ruedas.
Haciendo gala de ciertas dotes de malabarismo, estos “homus urbanus” parecen dominar las claves del territorio edificado.
Por las arterias principales circula el tranvía, que se desplaza mayoritariamente por los sectores del Este, con escasas conexiones hacia el Oeste: un rezago de los días de la ciudad dividida que aún no se integra completamente.
Berlín cuenta también con metro subterráneo, menos agradable de frecuentar que el tranvía, pero bien conectado a estaciones muy importantes como la Friedrichstraße, alrededor de la cual se despliega un gran centro comercial.
En general, las estaciones, como en muchas otras ciudades de Europa, son verdaderos ejes de comercio, y así, es posible absolver las necesidades cotidianas de alimentos, medicinas y comidas rápidas, a la vez que se realizan los desplazamientos hacia o desde el lugar de residencia.
Otro aspecto sobresaliente es cómo se ha incorporado el río Spree, que la atraviesa, para conjugarlo con diversos elementos del desarrollo urbano: muelles, senderos peatonales, puentes, edificios institucionales, parques, museos. Varias de las construcciones más emblemáticas de esta capital están ubicados sobre el Spree. Tal es el caso del Reichstag y la Catedral de Berlín.
Antes de la segunda guerra el río era un punto de reunión y vida social para los berlineses, que, con la construcción del muro, pasó a ser visto como otra frontera. Sin embargo, después de la reunificación se ha trabajado intensamente en la recuperación del significado histórico que el río ha tenido para los residentes de Berlín.
Un ejemplo de ello es el puente Oberbaum, que se considera un ejemplo de la arquitectura local y un símbolo de la nueva vinculación alemana.
Una atracción turística destacada es el recorrido en bote por el trayecto urbano del río Spree. Desde allí, es posible observar las nuevas construcciones que están destinadas a copar lo que la guerra arrasó.
También es posible toparse con esculturas en el espacio público, como el popular Oso Buddy (el oso azul), que fue una creación de los artistas Eva y Klaus Herlitz en el 2001, y de la cual se han reproducido y pintado singularmente más de 300 ejemplares dispuestos en calles y plazas principales en la zona central de la ciudad.
En el año 2002 esta iniciativa fue incorporada a una campaña de las Naciones Unidas por la tolerancia, la comprensión entre los pueblos y la paz entre las naciones del mundo.
Bajo el lema “Tenemos que llegar a conocernos mejor los unos a los otros, hacer que nos comprendamos mejor, confiar más el uno en el otro, y vivir juntos con más paz y armonía”, esta propuesta ha hecho de los osos azules el eje de los United Buddy Bears, considerados desde entonces como una muestra de la creatividad de artistas de diversas naciones del mundo, mensajeros de la paz y la armonía mundial.
Por todas estas razones es de resaltar que, a pesar de haber sufrido una ruina casi completa hace apenas siete décadas, la capital alemana se esté reinventando como un modelo de desarrollo urbano, ejemplo en diversos aspectos para las ciudades contemporáneas: más y mejor espacio público; zonas para el desarrollo del arte y para la recreación; rescate y predominio de las riberas de sus fuentes hídricas.
Y, ante todo, movilidad alternativa amigable con el medio ambiente, entre muchos otros aspectos que la consolidan como una potente urbe en pleno desarrollo que se ocupa con especial celo de ofrecer una gran calidad de vida a quienes la habitan y visitan.
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