Dibujos post-bestiales, Exposición individual de Fredy Galviz

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Texto curatorial

Dibujar siempre, ya que la práctica del dibujo sigue consistiendo en acercarse al mundo, si consideramos por mundo todo aquello que nos es familiar.

El dibujo crea lo familiar, nos familiariza con las cosas que desconocemos, nos permite comprender la materia y ¿por qué no? la esencia de las cosas, así la técnica contemporánea nos presente siempre estrategias nuevas de virtualización, donde no se dibuja lo que se ve, sino lo que se cree que se ve, por tanto, pensar el ver acerca lo extraño a lo conocido.

El dibujo no pertenece a ninguna moda ni a ningún tiempo. Cuando lo creemos muy asumido por el rigor simbólico simplemente desaparece en un contenedor opaco, inescrutable donde suele permanecer esperando tiempos de significancia diferentes. Nadie lo invoca y surge renovado con la fuerza emancipadora de saberse más allá del impulso humano. Ya no es una herramienta para visualizar el mundo, ahora deviene idea porque se niega el continuo irradiante de la línea.

Entiendo la línea como una especie de irradiación del órgano ocular que hace observable lo observado. Con las líneas de proyección visual, el dibujo opera desde dos perspectivas; la primera como una emisión desde afuera a través de la cual la idea del pensar dibujo construye lo objetual: dibujos concretos, matemáticos, análisis, geometría. La segunda perspectiva tiene que ver con permitir que la mirada, ahora irradiada como sistema de creación, se ocupe en descubrir el reino de las formas al crear una matriz delicada de cambios más bien antropológicos de rígido a suave, o de inamovible a entusiasta: dibujo de contraste conceptual, de lo elaborado ontológico a lo semejante reconocido, así me dibujo yo, de esta manera dibujo cosas que siento.

El problema continúa siendo la preocupación por la belleza, ahora donde lo bello se ocupa por resolver estéticas en esa carretera gigante que se ha abierto camino por efecto de la masificación en todo sentido. La intertextualidad del dibujo, que va de tensiones cientificistas a exploración en subjetividades comprometidas, expone, o mejor, inquieta el sentido crítico.

Dibujar ya es de por sí un ejercicio crítico porque al igual que la belleza, todo es crítico, exceptuando la crítica misma del arte. Cuando el artista Fredy Galviz insiste tanto en producir laboratorios antiguos para sus imágenes, comprendemos que intenta conectar la fascinación por lo híbrido, por intertextualizar formas extraídas de diferentes naturalezas.

Son seres cavernosos dispuestos como catervas de la imaginación rebuscada, incisiva y dolorosa de saberse presa de un gusto por lo grotesco. Vemos metamorfosis, pietismos de una nueva religión fundada en uno mismo, observando la fragua donde se funden los inconmensurables personajes de una extraña biblia que mal podríamos llamar bestiario, porque sus figuras post- bestializan estéticas de redoblante, ahora que el nerviosismo se ha convertido en el estado natural del artista.

Las obras de Galviz suelen ocuparse del aburrimiento por no encontrar la formula deseada para el crisol de su credo; por ello se esfuerza con cada dibujo en alcanzar los efectos de sublimidad, tristemente echados en el saco roto de la normalización. Pienso que producir monstruos no es tarea fácil porque habrá que estar en modo de ser buscador de lo feo constante, ese feísmo a ultranza conectado con el ícono, con el manierismo, con la fealdad del arte moderno y que ahora se nos presenta en formato pantalla inalienable de reconocimiento mutuo.

Oscar Salamanca (curador)

SOBRE EL ARTISTA Y SU OBRA

Artista plástico de la Universidad Tecnológica de Pereira, ha participado en diferentes exposiciones colectivas en la ciudad; es el gestor y creador del proyecto El Garaje Artes y Oficios, idea precursora de iniciativas actuales como la Jam de Dibujo en Pereira.

“Desde las ganas impetuosas para resistir y vivir por el arte a través del dibujo, Fredy Galviz ha emprendido un sueño necesario tanto para él, como para el entorno que lo circunda. Sus deseos por dibujar nacen de un impulso interno tanto corporal como psíquico que lo llevan a trazar incesantemente. Esta necesidad de crear por medio de su inquieta mano, es el anhelo de expresar lo que confluye en su dimensión anímica de la vida. Es por medio de finos, delicados y nutridos trazos que nos trasmite esa fuerza y poder que lo llevan en tránsito incesante por lugares oníricos, que rayan con lo irreal de lo real. Paisajes donde los cuerpos humanos, animales y de otros mundos son fragmentados para confluir en sinfonías y espacios de ensueño, en esta procreación de seres fantásticos nos relata aquellas historias íntimas que proceden desde lo profundo del alma, dibujos que nos hablan de mundos vivenciados y porque no, posibles vividos en otras superficies de la vida abriendo puertas hacia diversas dimensiones desconocidas del Ser”. Raúl Gutiérrez Caro, Investigador en Filosofía y memoria.

Relaciones en construcción

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