El síndrome de Pijao en los turistas

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Sin embargo, ya los originales Pijaos, dejaron hace tiempo de hablar el idioma original Panche, Yalcón, Yaparogue y Pijao, para comenzar a dialogar con otro idioma internacional, el del turismo.


 

Antes de llegar a Pijao, un pueblo a 32 kilómetros de Armenia, emplazado en la región andina (cordillera central) del Quindío, sabía tres cosas del lugar: que era la ciudad más lenta de Colombia, que la iglesia central parece un jabón y que la gente quiere irse a vivir o a morir allí.

Sobre lo último, la turista bogotana Diana Ospina, proveniente de Porland Oregon, arrobada ante los vientos, las calles tan limpias, y la amabilidad de la gente dijo: “Quiero que mis huesos descansen acá”.   Lo que nos llevó a comprobar una intuición básica: que la gente prefiere este lugar por su clima, su belleza intrínseca y porque este es uno de los municipios que más cuida su identidad, en comparación con Salento, otro municipio del Quindío, que aupado por el auge del turismo, y promocionado por el billete de 50.000 mil pesos, ya es otro Salento con otros dueños de tierras y con un turismo absorbente y extraño.

 

Foto: La Cebra que Habla.

 

Igualmente, alemanes, norteamericanos, suecos han comprado tierras para cultivar su propio café en Pijao y así hacer sus huertas caseras, con hierbas que producen infusiones tan ricas como las que usan los ingleses en su  Tea Time. Esta es la motivación inicial, porque en este pueblo no hay mega hoteles, ni,  lugares exóticos para pasar un fin de semana exhaustivo.  Hay varias tiendas que producen café sembrado, cosechado y procesado con esfuerzo y amor.

Como el café Bionativa cuyo slogan de “Futuro Natural” refrenda que las personas extranjeras se han enamorado de este lugar, cual  segundo paraíso sobre la tierra. Y no es exageración, porque si algo conserva Pijao es la fuerte influencia por el DIY (hágalo usted mismo) ecológico que ha llevado a que esta ciudad sea preferida por canadienses, chilenos, coreanos y personas de otras latitudes del mundo que quieren sentir este especial pedazo de mundo como una experiencia de vida.

 

Foto: La Cebra que Habla.

 

Ya que en efecto es una experiencia con mayúscula, y ante la expectativa de la gente que va al pueblo y se queda, o que lo visita y sale al mundo exterior a hablar de el, se puede comprobar que el lugar deja un síndrome peculiar en las personas: el de renacer de nuevo o el de pasar sus últimos días en paz y con salud.  El sentir que la altura de 1600 msnm de Pijao es tan saludable como otros parajes como por ejemplo el de Anapoima en Cundinamarca o Tinjacá en Boyacá. La gente ve algo más que un bello y tranquilo lugar, ven el futuro ahí, porque como reza una estrofa del himno del municipio: “Es la cuna de recias matronas. Que al futuro dijeron que sí”. Quien va a Pijao, cree encontrar un futuro y un propósito para su vida.

Sin embargo, ya los originales Pijaos, dejaron hace tiempo de hablar el idioma original Panche, Yalcón, Yaparogue y Pijao, para comenzar a dialogar con otro idioma internacional, el del turismo. Y no precisamente ese de fin de semana o de mochileros de todas partes del mundo que arriban a un lugar hasta absorberlo, sino todo lo contrario, el del turismo lento. Ese que pertenece a la red Citta Slow (Palabra italiana la primera, e inglesa la segunda) y que a su vez se deriva de otro movimiento que también está presente en Pijao: El Slow Food, o comida lenta y que en esencia tiene que ver con mejorar la calidad de vida de los lugares adscritos a este convenio, además de otra idea de fondo más especial: la de contrarrestar el fenómeno de que las ciudades cada vez más (y esto se comprueba en cualquier pueblo) se estén homogeneizando y que esto suponga un peligro para la identidad singular de cada lugar.

 

Foto: La Cebra que Habla.

 

Así entonces Mónica Flórez, activista, y representante del movimiento Citta Slow en Pijao, se refiere a este evento (pertenecer al convenio Citta Slow)  como lo mejor que le pudo pasar al pueblo, ya que eso implica rescatar la diversidad cultural, celebrar lo folclórico, consumir lo local, y en este caso puntual, que la imagen de Pijao sea resaltada exteriormente con lo que los habitantes pueden producir con tesón, sin caer, en la tentación de poner discotecas o franquicias, u otros lugares para atraer el turista.

El atractivo de Pijao sigue siendo el café, indudablemente, pero también la iglesia en el parque central, que los pueblerinos no dudan en decir con jocosidad,  que se parece a un jabón.   Sin embargo, la duda de esto último estaba ahí. ¿Por qué un jabón? Respuesta que vino después de visitar el Museo Casa de los Recuerdos, y de conocer que el primer diseño de la iglesia original era especial, pero lastimosamente se perdió a causa del terremoto de 1999 en el eje cafetero.

 

Foto: La Cebra que Habla.

 

Igual, la gente sigue yendo a misa, atendiendo sus negocios, viviendo, y recibiendo a los turistas, donde más que ofrecerles un comercio salvaje y desenfrenado, los invitan a que vean Pijao como una experiencia de vida, y si alguien quiere comprar una parcela o una casa allí, puede hacerlo para irse a vivir o morir allí, si lo desea. Porque Pijao es un síndrome que todo el que visita el lugar, jamás se cura.

Escritor, Editor, Anfitrión en el portal web La Cebra que Habla. Una vida, una frase: «Quién ya no tiene ninguna patria halla en el escribir su lugar de residencia».

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