Por algo a Quinchía lo apodan “La Villa de los Cerros”, “El pueblo más lindo de Risaralda”, “La Tierra del Capitán Venganza”
Quinchía es un pueblo de una calle larga y una historia ancha. Con la época de la violencia ya se pasó la página y ahora hay un nuevo Quinchía, o si se quiere decir de otra forma, un Quinchía renacido desde las cenizas. No solo por el reciente suceso del incendio de la Parroquia San Andrés Apóstol, que a propósito monseñor Nelson Giraldo aseguró que ya hay 500 millones de pesos para la reconstrucción de la casa de fe, sino porque ahora, este lugar apodado El pueblo más lindo de Risaralda, es un municipio que hace juego con su denominación.
Hay una variedad de parques y plazas emblemáticas como el de los Novios; el llamado “La Pola” que honra a la heroína “Policarpa” Salavarrieta y cuya escultura se fundió con parte del cobre extraído de miles de llaves que el pueblo reunió de puerta en puerta; y la plazoleta de la Paz, que, aunque los quinchieños esperaban, fuera más verde (con árboles) que gris (mucho cemento), lo tienen como un lugar fundamental que les recuerda que ya no hay guerra, sino que están en tiempos de paz.
De Quinchía, como es sabido, han surgido grandes personajes como el maestro Luis Hidelberth Morales Pérez, director de la Banda de Músicos de Quinchía, que ha obtenido ocho premios en diferentes concursos nacionales de bandas musicales; el escritor Jaiber Ladino Guapacha, cuyas obras están exhibidas en las vitrinas de la Casa de la Cultura del pueblo como parte del panteón de escritores quinchieños; y personalidades históricas como Medardo Trejos, mejor conocido como el “capitán Venganza”. Una especie de Robin Hood que vivió, dejó huella entre el pueblo y desapareció como una chispa. Bandolero (para algunos, ya que para otros fue un héroe) que dejó solo recuerdos como su silla estampada con el escudo de Colombia, su pistola y su ahuecada ruana, donde le pegaron los tiros a mansalva cuando lo mataron.
A más de eso, Quinchía es un pueblo de paz, de gente amable, lleno de cultura, con una rica geografía minera de donde extraen carbón, oro y plata. Porque el trato con el metal es clave para comprender algunas dinámicas artesanales representativas. Hablamos de la filigrana y la platería que ahora es un atractivo turístico en el pueblo. Un arte cultivado con tesón, fuego, y empuje, ya que los talleres donde se elaboraban las mejores piezas como aretes, collares y emblemas, se quemaron con el incendio de la iglesia central. Pero la gente sigue demostrando que resurge de la ceniza. Porque ahora el gremio es más fuerte y siguen produciendo y labrando sus metales, con la idea de que el turista se lleve un buen recuerdo del pueblo.
“Se envejeció este niño” recitó el poeta local Daniel Calamata. Un verso que se encuentra estampado en una placa del parque “La Pola”, donde los románticos van a leerlo al oreo del viento. Y la verdad si se envejeció, lo hizo con lujos y con una firmeza de carácter que hoy, incluso, tiene a este municipio consolidado como un potencial turístico importante dentro del país. La belleza está en su gente. No hay duda. Pero también en los cerros tan altivos, tan verdes, tan risaraldenses. Lugares que no dejan indiferente al extranjero, o al que visita a Quinchía por primera vez.
Ya que estos nada tienen que envidiar a las Torres del Paine en Chile, o los bosques de piedra en el Perú, en cuanto a belleza y adrenalina aventurera. Están a la misma altura en importancia e interés turístico, y eso demuestra la calidad geográfica con la que contamos en el departamento. Sitio que debe estar en un mapa de ruta viajera.
Por algo a Quinchía la apodan “La Villa de los Cerros”, “El pueblo más lindo de Risaralda”, “La Tierra del Capitán Venganza”. Por algo este pueblo renació de las cenizas, para volar con más fuerza y demostrar que hay vida después de la guerra, el fuego, y a 110 kilómetros de la capital: Pereira.