Entre las montañas de Silvia

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Mentes sin cuarentena, una nueva serie de publicaciones estudiantiles en La cebra. Son 4 crónicas hechas por los estudiantes del Taller de Expresión Escrita de la Universidad Tecnológica de Pereira, orientados por el profesor Franklin Molano. Les compartimos la segunda entrada.

“La Crónica Vive. Los estudiantes del Taller de Expresión Escrita de la Universidad Tecnológica de Pereira, se dieron a la tarea de buscar historias propias, auténticas y con un ángulo novedoso. Luego de lecturas de crónicas, debates en el aula, ajustes en los párrafos, de nuevo lecturas… y aquí el resultado para el disfrute de los lectores. Sigan.”

Franklin Molano 

El Cauca es uno de los departamentos más golpeados por la violencia en el país. Para épocas de noviembre de 2019 los atentados no cesaban, las muertes y los enfrentamientos continuaban. Pero allí donde se presenta tanta maldad, rencor y desequilibrio, también se encuentra la paz y la armonía. A aproximadamente 2 horas y media de Popayán está ubicado Silvia, a muy poco de este municipio se puede disfrutar de las maravillas que tiene la comunidad Misak.

Gran parte de las personas que viajaban se encontraban dormidas, otras preferían admirar los alrededores del sitio, desde el lado derecho del bus se vislumbraba a través de las ventanas opacas por el frío que emanaba del exterior cómo la neblina tocaba las puntas de las montañas que rodeaban el lugar, un lugar que acostumbraba tener sus calles llenas el día sábado: las personas reunidas que se quedaban mirando ese  bus grande y  lleno de extraños.

Hacia las 4:00 de la tarde, éste hizo una parada en el pueblo para que la profesora Maribel se pudiera bajar a recoger un mercado. Luego de esto el bus continuó con su camino empinado. La neblina y el frío hacían parte esencial de este lugar ubicado en el nororiente del departamento del Cauca y al suroccidente de Colombia donde sus caminos húmedos y un poco rocosos conforman un corregimiento lleno de magia y esplendor.

Unos 15 minutos después se logró parquear justo en la entrada de Sierra Morena, en medio de la lluvia. A cada uno de los viajeros le salía vaho al hablar; aunque contaban con guantes, gorros, y gruesas chaquetas sentían el frío del ambiente, definitivamente no estaban acostumbrados a estar en un lugar que tuviera una temperatura promedio entre los 5° y 16° grados centígrados, cada uno se disponía a tomar su maleta para poder ingresar a la casa, morada, habitada por una familia de indígenas Misak más conocidos como Guambianos, quienes ese sábado 2 de noviembre de 2019 abrieron sus brazos calurosos a un grupo de estudiantes de la Universidad Tecnológica de Pereira, que se encontraban a la expectativa de poder tener una experiencia inolvidable.

A las 5:00 de la tarde los estudiantes ya habían organizado sus carpas para dormir esa noche, otros estarían ubicados en los camarotes del primer piso de la casa. Al salir de ésta se lograba apreciar al fondo la casa Payán. Se trataba de una  vivienda de  tres pisos, blanca, pintsada con ojos, boca y orejas, en representación del cacique Payán, jefe de la comunidad antes de la llegada de los conquistadores. Allí dentro se encontraba el museo que da explicación a toda la visión cultural guambiana.

Ese mismo día esperaban a los estudiantes en la universidad Misak para enseñarles sobre su pedagogía y costumbres. En el recorrido hasta allí se podían contemplar sus cultivos de fresas, las vacas que a causa del frío tenían un pelaje bastante poblado, entre los pastizales se encontraba tendido un caballo albino, un poco flaco, que se quedaba mirando a todo el que le pasaba por el lado. También  se percibía el olor particular del eucalipto, del pasto húmedo, de pantano y las plantas aromáticas que conectan a las personas a medida que recorren el lugar.

A las 6:30 de la tarde, alrededor de una fogata los estudiantes y docentes se encontraban al lado de siete indígenas pertenecientes a la comunidad, los cuales hacían parte de la universidad. Uno de ellos era el rector de la misma, el hecho de que todos los allí presentes compartieran del mismo fuego hacía parte de su cosmología en espiral, transmitiendo una sensación de acogida calurosa y maternal, en medio del cual se logran compartir saberes fundamentales para la vida, por ello se trata de un elemento característico para que se den en sus espacios pedagógicos. Amarillos, naranjas, rojos, azules y violetas envolvían a todos los allí presentes bajo el fervor de una llama que comunicaba en cada chispa, cada vibración y cada crepitar la familiaridad de esta cultura tan armoniosa como acogedora, que, aunque en tiempos de dolor y sufrimiento vividos tras la muerte de muchos otros indígenas en diferentes municipios como Toribio y Corinto en su territorio no se alcanzaba a experimentar ningún tipo de inseguridad.

Al día siguiente, el clima se encontraba más cálido, eran aproximadamente las 2:00 de la tarde. Tras caminar durante 15 minutos por una carretera destapada y algo empolvada, los estudiantes continuaban admirando la majestuosidad que emanaba del paisaje, lleno de personas que con su amabilidad hacían este ambiente cada vez más placentero; ellos también se disponían a subir a la asamblea que se llevaría a cabo en la escuela, pues este día estaría presente la alcaldesa Mercedes Tunubalá Velasco, más conocida como “Mamá Mercedes”, siendo elegida como la primera mujer indígena en ocupar este cargo.

Desde lejos se lograba percibir esa composición tan atractiva de colores que combinaban perfectamente con el verde de sus alrededores, en donde cada color simboliza algo fundamental en la cultura. Se trata de su vestimenta, la cual está compuesta por el color rojo, azul, negro, blanco y el sombrero en espiral que simboliza una línea de vida que se desenrolla a medida que transcurre el tiempo para ellos.

Las nubes se fueron corriendo lentamente al mismo tiempo que sus melodías acompañaban a todos los que allí convergían. En una cocina grande se encontraban varias mujeres de la comunidad cocinando con leña, ofreciendo comida a todo aquel que allí se acercara. Los niños corrían, otras mujeres que se encontraban afuera, tejían.

Mientras que algunos de los hombres vigilaban el lugar otros se reunían a hablar, entre tanto algunos de los jóvenes visitantes tomaban fotos, otros hacían videos y algunos cuantos se sentaron a hablar y observar lo que ocurría en el lugar, hasta que una voz dijo: – Bueno muchachos es hora de volver a Sierra Morena –, se trataba de la profesora Maribel, con su acento paisa tan particular que se podía reconocer con facilidad desde cualquier parte.

El lunes 4 de noviembre entre risas y cuchareos se despedían del lugar comiendo una trucha crujiente acompañada por un delicioso arroz hecho por las mamás de la casa, mientras los perros rodeaban a la espera de un poco de comida. Al terminar cada uno debía lavar su plato, seguido de esto se alistaron maletas.

Cuando el bus empezó a desplazarse ya eran aproximadamente las 2:30 de la tarde; a través de la ventana del lado derecho  se vislumbraba el cielo claro, el clima ya se hacía más familiar que en la llegada; a través del vidrio se percibía la despedida del lugar y se pensaba en la forma como es asumida la vida para una persona perteneciente a la comunidad Misak, debido a que se trata de algo tan mágico que cuesta creer que realmente exista.

Por: Alejandra Ángel Cuartas

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Relaciones en construcción

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