La experiencia de educar a los hijos en el Liceo Francés

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Todos estos factores que menciono fueron considerados por nosotros a la hora de elegir el colegio para nuestros dos hijos


 

El momento de buscar colegio para que nuestros hijos estudien produce angustia en la familia, puesto que detrás de esta elección, los padres suponemos iniciar a lo que habrá de ser la vida propia de ellos, aquella que llevarán con independencia por un periodo de tiempo, y que a la postre los ayudará a consolidarse como seres individuales, con carácter, costumbres, y herramientas para enfrentar la existencia.

En el mundo contemporáneo, además, esta decisión está mediada por una serie de factores que incluyen el nivel académico de la institución a seleccionar, el tipo de educación que imparte (con énfasis que van desde lo científico hasta lo artístico), y la posibilidad de formarse en una segunda, o incluso, hasta una tercera lengua. Todos estos factores que menciono fueron considerados por nosotros a la hora de elegir el colegio para nuestros dos hijos.

Consultamos la experiencia de nuestros allegados, revisamos los rankings que suelen difundirse periódicamente en los medios de comunicación (en relación con el desempeño académico de los estudiantes de los diferentes colegios privados), y tuvimos en cuenta de manera muy especial un factor: la oportunidad que brinda el Liceo Francés de Pereira, como entidad adscrita y reconocida por el Ministerio de Educación Francés, de incluir a nuestros hijos en un sistema de pensamiento y formación con unos principios, que obedecen a una cultura que admiramos y que podría denominarse, aunque de manera seguramente limitada, como la cultura de la razón y los derechos del hombre.

 

Imagen extraída de: Pixabay.

 

En general, los franceses son herederos de la tradición de lo que se conoce como la ilustración. Este movimiento cultural, intelectual y filosófico, que dio origen entre otros acontecimientos a la Revolución Francesa, significa, en palabras de Immanuel Kant, en su libro “Qué es la Ilustración”:

“El abandono del hombre de una infancia mental de la que él mismo es culpable. Infancia es la incapacidad de usar la propia razón sin la guía de otra persona”.

Llegar a pensar por uno mismo, como propone el filósofo, es una tarea en la que puede empeñarse toda la vida sin llegar a lograrlo, puesto que exige una estructura de pensamiento documentado y crítico, es decir, requiere arriesgarse a pensar y a conocer.  Esta tentativa implica una manera de relacionarse con el mundo que asuma la responsabilidad de tomar las riendas del destino individual.

Ese libre albedrío del que todos disponemos, como criterio para actuar en las condiciones concretas de nuestra existencia –las cuales están determinadas por factores externos e incontrolados-, se instala en nosotros desde la primera infancia, y en ello tanto el lenguaje como el tipo de educación que recibamos determinan la posibilidad de irse formando un criterio propio, y el poder apelar a un discernimiento que privilegie los conceptos, excluyendo en lo posible los prejuicios y las supersticiones, desterrando –o por lo menos limitando- de nuestras decisiones las tutorías de toda índole (religiones, consumismo, éxito social o económico, academicismo, entre otras).

 

Imagen extraída de: Pixabay.

 

En este sentido, la experiencia de la formación de los hijos en un colegio como este, parte de la base misma del idioma. Suelo contar una anécdota para ilustrar la diferencia en las reconstrucciones de mundo de cada lengua, y sus implicaciones en relación a la formación del propio criterio y la responsabilidad.

En español los niños tienen por costumbre decir, al momento de verse demandados por sus superiores, en relación con sus deberes escolares: “el cuaderno se quedó”. En el idioma francés no es posible para ellos traducir esa frase tan usual entre nosotros, porque la narración del mismo hecho implica la conjugación del sujeto en primera persona, es decir, los obliga a decir (pues no puede hacerse en este idioma de otra manera): “J’ai oublié le cahier” (“Yo olvidé el cuaderno”) o cualquier otra variante que lo sustituya. El mismo idioma los obliga a tomar la responsabilidad por el acto realizado, sin que sea posible delegarla en un sujeto indefinido.

Además de los aspectos mencionados al  seleccionar esta institución, otro a resaltar dentro de las posibilidades que brinda el colegio es el contacto con profesores nativos franceses y con la cultura gala en diferentes aspectos: la música, la gastronomía, la literatura, etc.  Adicional, es posible para los estudiantes de estos colegios realizar intercambios, cursando sus estudios en instituciones públicas o privadas de Francia, y en otros lugares del mundo en colegios que estén inscritos a la AEFE –Agencia para la enseñanza del francés en el extranjero-.

En conclusión, por la mentalidad que ayuda a formar el colegio en sus estudiantes, crítica y basada en el conocimiento; por la posibilidad de llegar a hablar con solvencia el francés y graduarse con competencias suficientes en inglés; por el contacto con nativos franceses que los inicia en una cultura que, incluso con sus defectos, es admirada y seguida en todo el mundo occidental; y por la oportunidad de vincularse a un sistema de educación robusto y con fuerte presencia en muchos lugares del mundo, entre otras muchas razones, es que somos unos padres convencidos y satisfechos de pertenecer a través de nuestros hijos a esta institución. 

 

Imagen extraída de: Pixabay.
Directora del portal web La Cebra Que Habla

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