Desde 1978 empezó a “engallarla” con calcomanías, banderas, colores, monos y muñecos infantiles que se cuenta por decenas. Hoy en día pertenece al imaginario turístico del pueblo.
Fotografías: Diego Val
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Hace más de 50 años, recuerdan algunos de los habitantes, el parque Los Fundadores de La Virginia no era un parque sino un terreno despejado lleno de garrapateros y perros callejeros.
Un lugar que por esos tiempos no divisaba nada especial, hasta que a este pueblo cañero al borde del río Cauca comenzó a recibir importaciones en barcos para la industria azucarera.
Entre los enseres traídos por migrantes, un par de japoneses desembarcaron una bicicleta alemana marca Bauer para su desplazamiento personal por el pueblo, pero años después fue vendida y adquirida por el señor César Sampedro, que, desde su llegada a La Virginia, a mediados de los años 70, empezó a usarla como transporte para su trabajo.
Con el tiempo se volvió la bicicleta para sus aventuras personales, incluso desplazándose hasta Cartago en ella.
El velocípedo adquirió kilometraje, pero también ornato, ya que desde 1978, César Sampedro empezó a “engallarla” con calcomanías, banderas, colores, monos y muñecos infantiles que se cuenta por decenas.
El “nuevo objeto” deambulando por calles y caminos comenzó a ser admirado por los vecinos de La Virginia, como se bautizó el pueblo, según algunos, en homenaje a Virginia, la esclava del palenque Nigricia, que se destacó por su gran valor.
El viejo, como lo nombran, mientras escucha boleros mexicanos en la frecuencia AM, recuerda que día tras día iba al parque principal del pueblo, hasta que se aburrió y se desplazó hasta el llamado Parque de Los Fundadores, que hoy es un espacio de unos cuantos metros, sin ningún atractivo, salvo las estatuas doradas de bronce que el escultor Juan Esteban Álzate Ramírez elaboró de los esclavos cimarrones más representativos de Nigricia.
Y por supuesto, su bicicleta, que según él, es conocida en todo el mundo, especialmente por fotografías que mandan vía WhatsApp los turistas o habitantes que lo conocen.
El viejo lleva 17 años yendo y viniendo al parque con la rutina de un santo: de seis a ocho de la mañana. Se levanta, se baña y se va para el lugar. A la 11:30 va a almorzar a la casa, se queda hasta la 1:30 de la tarde, y de nuevo al parque hasta las 5:30 cuando ya se dirige hacia su casa a descansar.
Todos lo conocen en el lugar, pero él no conoce a nadie.
Con las justas, sabe que han emplazado, sin consultar con él, las estatuas de Virginia, la Pancha, La Canchelo, el neroniano Juanchito Marín y demás personajes de la historia de Nigricia, que el alcalde Nelson Palacio Vázquez mandó a hacer recién en el año 2015.
Porque antes de poner los monumentos de esos aguerridos héroes, era su bicicleta, como réplica, que iban a usar como símbolo del parque. Al final no sucedió.
Pero César Sampedro, es ahora el símbolo más representativo del lugar y porque no, de La Virginia. En su velocípedo ha montado Martín Emilio “Cochise” Rodríguez, El Caballero Gaucho y uno que otro alcalde de las administraciones del pueblo.
Al hablar con él, se jacta de no tener pensión, pero tiene un caballito de acero que le da sentido a su vida, y, es más, es su segunda esposa, pues desde que la tiene jamás la ha abandonado.
Tiene tres hijos y ahora piensa sobre quién será el próximo heredero de su preciada bicicleta, que ahora pertenece al imaginario turístico del pueblo, y del municipio de Risaralda.
El viejo, vive en el parque, ahí llega todos los días arreglado como para una boda, escuchando su música favorita, los tangos y los boleros, que lo transportan a La Virginia de mediados del siglo XX.