Mundo Agroecológico en el Corregimiento La Bella

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Mundo Agroecológico en el Corregimiento La Bella

En la institución Educativa La Bella, los docentes han incentivado en sus estudiantes un proceso agroecológico a través de la siembra y el cuidado de cultivos alimenticios y medicinales. El proyecto Mundo Agroecológico hace de la escuela una huerta y un espacio para aprender sembrando. #CruceLaCebra y conozca con nosotros estas iniciativas de ciudad.

Aprehender desde la tierra

Después de la Universidad Tecnológica, mucho después, hay un corregimiento llamado La Bella, ubicado en la parte sur del municipio de Pereira. Muy al fondo del camino se encuentra la vereda La Estrella, un territorio tranquilo, con hábitos urbanos en medio del campo. Sí, es campo, verde y azul. La Estrella tiene una escuela  pequeña,  la Institución educativa la Bella  sede Consotá Río, es humilde, y se encuentra entre dos huertas, los puntos que marcan la diferencia en su desarrollo educativo.

La escuela y sus procesos:

La escuela La Bella  dentro de su marco educativo desarrolla el  proyecto “Mundo Agroecológico”, una apuesta por la implementación de una ciencia que es relativamente nueva. La agroecología está  basada en la implementación de sistemas agrícolas sostenibles, un cultivo que cuida su suelo  y  su materia prima. La idea se basa en conservar el territorio, mantenerlo, pero también sacar provecho de él.  Este proyecto se encuentra inmerso en el plan de estudios, cada maestro en su dinámica de clases hace un subproyecto que se relaciona con la agroecología y eso se transversaliza con todas las demás áreas del conocimiento, como lo contó para La Cebra Que Habla, Patricia Ramírez García, una de las docentes encargadas del proyecto. “Las fracciones, en matemáticas, por ejemplo, las trabajan en la huerta,  o en la clase de español los niños narran sus experiencias sembrando, cosechando.”

 Otra faceta del proyecto es el Conuco de crianza, un custodio de semillas nativas que se han ido perdiendo en el tiempo. En esta parte se ha potenciado el área investigativa,  recurriendo a herramientas como el internet y a sus ancestros, aprendiendo de las familias campesinas tradicionales. Lo importante  es volver a utilizar las semillas y alimentos que a través del tiempo se han ido dejando, volverlos a incorporar a los hábitos alimenticios de la comunidad y que quede en las nuevas generaciones.

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La Huerta:

Los días jueves son los destinados al trabajo en la huerta, paralelo a la actividad académica de la escuela. Su primera huerta estuvo en la parte de atrás, era un campo abierto, amplio, cerca de los árboles, pero debido a que algunas personas del sector empezaron a arrancar las semillas y botarlas, tuvieron que cambiarla de lugar para que no se siguiera  dañando todo el sembrado realizado. La trasladaron enseguida de uno de los salones y frente a las canchas. Fue difícil, porque allí había una caseta, tuvieron que derrumbarla, cambiar el piso que era de cemento, romperlo, limpiar la tierra, abonarla y montar un espacio para el compost, que es uno de los elementos importantes de la agroecología que reemplaza a los desinfectantes químicos que se usan tradicionalmente. Este compost está constituido por residuos orgánicos (desechos de comida, hierbas, tierra limpia y cal) y funciona igual que el químico, pero es hecho en  casa con elementos que han sido desechados. Entre todos los niños lograron ajustar ese espacio para que quedara apto para el sembrado, igual que la huerta anterior.

“Sembramos en la mañana. Primero se empezó sembrando Sagú, una de las semillas tradicionales que se quiere volver a retomar, también yacó, papa, fríjol y maíz. Pero después de cambiar la huerta de lugar empezamos a sembrar plántulas. Una parte del sembrado es destinado a plantas medicinales  y la otra parte a plantas alimenticias. Se siembra también tomate cherry, repollo, brócoli, zanahoria, cebolla, soya, cúrcuma, habichuela y cilantro. Además se siembran plantas aromáticas  como apio, pronto alivio,  entre otras”, explica  Patricia.

Tener huerta en este territorio es como volver en el tiempo, a pesar de que están en territorio de campo, ninguna casa tenía una huerta, o alguna costumbre de estas, sus dinámicas eran muy similares a las de la urbe, comprar los alimentos en la tienda o en el supermercado  más cercano; pero después, poco a poco, han ido aprendiendo e implementando esta actividad “Al menos alrededor de 4 o 5 casas ya tienen huerta, los padres y habitantes del sector han ido adquiriendo conciencia de una buena alimentación a muy bajo costo”, afirma Patricia.

 

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El sembrado:

“Por ejemplo, con el fríjol es muy sencillo: a partir del compost se saca el compostaje, se hace un hoyo, se echa el compostaje y la semilla de fríjol demora en crecer 5 meses aproximadamente. Se fumiga con agua, o cebolla para que plagas como  las hormigas  no dañen todo el sembrado” dice  Cristian David, uno de los niños estudiantes de la escuela La Bella, él desde grado tercero de primaria  ha estado en todo el proceso de aprendizaje, ahora está en quinto y dice que todo esto les ha servido para tener una mejor relación con la naturaleza, aprender a vivir de ella y cuidarla, “Además,  por ejemplo en materias como español nos enseñan los significadas de las plantas, en geometría aprendemos las formas que debe llevar la tierra según lo que se va a sembrar, y así”.

En época de recolección integran a la comunidad para compartir todos los alimentos que sembraron “hace poco tuvimos  una cosecha de sagú, una planta que estamos tratando de introducir a las dinámicas alimentarias cotidianas permeándola en la comunidad de esta forma.” dice Patricia, y continúa “En el momento de recoger el sagú hicimos una colada, y así nos reunimos con todos los padres y familiares de los niños compartiendo el alimento sembrado y recolectado por los niños.”

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En la Escuela La Bella hay cierto aire de atemporalidad, su pasividad, el silencio que inunda la zona, los animales, las casas en esterilla, todo ese ambiente hace sentir que el tiempo no pasa, pero dentro de las huertas, un grupo de niños insiste en volver el tiempo, ellos, quizá sin ser muy conscientes de la situación, reinciden en esas épocas donde alimentarse era un asunto más íntimo e importante, donde cultivar era un encuentro y un aprendizaje.

Quizá, sembrar y dedicarse al campo en los niños logra un efecto de pasividad, una forma en que ellos pueden descubrir el mundo, adentrarse en él, creando dinámicas que los llena de paciencia, los vuelve detallistas, despiertos  y hace que perdure en ellos un deseo de aprehensión por su entorno.

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