Por, Elena Ritondale, Universidad Autónoma de Barcelona
Tomado del libro: DIMENSIONES. El espacio y sus significados en la literatura hispánica
Hablaré hoy de Estrella de la Calle Sexta (2000), de Luis Humberto Crosthwaite, escritor tijuanense, columnista, autor de adaptaciones para el teatro y la radio, y director del proyecto editorial independiente Yoremito. De entre sus obras más conocidas se encuentran, además de la antología que se presenta aquí: Idos de la mente (2001), Instrucciones para cruzar la frontera (2002), Aparta de mí este cáliz (2009), Tijuana crimen y olvido (2010).
A continuación se analizarán los tres cuentos presentes en Estrella de la Calle Sexta, titulados «Sabaditos en la noche», «Todos los barcos» y «El gran preténder» (ya publicado como novela corta en 1990).
La lectura que aquí se propone comparte la tesis propuesta por Diana Palaversich en «Ciudades invisibles. Tijuana en la obra de Federico Campbell, Luis Humberto Crosthwaite, Francisco Morales y Heriberto Yépez» (1) , según la cual la representación que Crosthwaite realiza de Tijuana se aleja del binomio algo maniqueo («ciudad maldita» o «no lugar») con que se ha narrado la ciudad hasta ahora. La Tijuana de Crosthwaite es un lugar bien concreto y, hasta, querido, por lo menos en una cierta medida y en la obra objeto del presente análisis.
Aquí se propone que dicha diferencia de mirada hacia la ciudad por parte de Crosthwaite —que de acuerdo con Palaversich cartografía la Tijuana de las clases populares de la cultura «chola» (la crítica aquí se refiere específicamente a «El gran preténder»)— se realiza a través de dos elementos en particular: el tiempo, tanto colectivo como individual, y la contraposición de dentro y afuera, que hace hincapié en la dimensión concreta de la ciudad como en la de sus barrios. Además, a continuación se hallarán los puntos de esta obra que ayudan a entender cómo, incluso un elemento como la violencia, que parecería confirmar los estereotipos con que se ha relatado Tijuana, cobra un sentido distinto y opuesto de acuerdo con Crosthwaite, porque contribuye a dibujar la imagen de un lugar familiar o comunitario, que tiene que ser defendido.
Antes, cabe explicar por qué en el presente estudio se ha elegido este texto, de entre los otros del autor que también están dedicados a Tijuana. Se describirá, además, el marco teórico en que el estudio se coloca.
Estrella de la calle Sexta es quizás la antología más comentada de Crosthwaite con respecto a su valor como exponente del carácter «híbrido» o «transnacional» de las culturas en las ciudades de la frontera. Refiriéndose a ella, Juan Villoro afirmó que Crosthwaite es «el gran mitógrafo de Tijuana» (2). Parece útil, entonces, enfrentar la obra a las teorías más debatidas sobre el contexto en que se ha realizado.
Desde el punto de vista teórico, los trabajos sobre la frontera han ido cobrando público tras el desarrollo de los estudios chicanos, y esto presenta algunos temas que merecerían más espacio y atención para debatirse. Antes que nada, de acuerdo con Pablo Vila, «la teoría de la frontera anglosajona y chicana se ha convertido en el único discurso legítimo» (3), sobre todo con respecto a la formulación de la idea de la frontera como tercer espacio. Vila opina que dicha teoría, que describe la frontera como un «tercer espacio» entre los dos estados vecinos, es «una iniciativa estadounidense»(4), que ignora otras versiones que surgen en el mismo espacio provenientes de diferentes maneras de apreciar los procesos sociales e históricos del territorio. En general, la perspectiva mexicana en los estudios sobre la frontera se muestra más descriptiva, mientras que la estadounidense resulta más teórica y ahonda en conceptos como la metaforización de la frontera, tema que se vuelve muy popular gracias al texto de Gloria Anzaldúa, Borderlands, la frontera, de Perla Ábrego, en su artículo «La frontera como sistema simbólico en la literatura contemporánea», opina que tanto la teoría poscolonial, a través de conceptos como tercer espacio e hibridación, como la teoría posmoderna, en manos de principalmente García Canclini, proponen la frontera como el paradigma de la posmodernidad. Sin embargo, la idea de espacio híbrido ha sido cuestionada por distintos críticos —entre los cuales Misha Kokotovic (5) y Gilberto Giménez (6)—, porque quitaría al sujeto y al espacio su pertenencia al territorio y convertirías estos en elementos imaginados.
Con respecto al caso específico de Tijuana, de acuerdo con García Canclini la ciudad representa «el mayor laboratorio social de la posmodernidad». Según Kokotovic dicha teoría subestimaría «la desigualdad creciente de las sociedades latinoamericanas» porque:
por más que García Canclini insista en la naturaleza conflictiva del concepto, la hibridez sugiere, por el contrario, una combinación armoniosa, casi natural, de diversos elementos culturales, y de esta manera se presta, por lo menos en la academia norteamericana, a un multiculturalismo oficialista cuidadosamente depurado de referencias a conflictos de intereses materiales (7).
El mismo Canclini volvió a hablar de su teoría y afirmó, en una entrevista con Fiamma Montezemolo de 2011: «Diría que ya para mí Tijuana no es, como escribí en Culturas híbridas, un laboratorio de la posmodernidad sino quizá un laboratorio de la desintegración social y política de México como consecuencia de una ingobernabilidad cultivada» (8).
La obra de Crosthwaite no encaja por completo en ninguna de estas teorías y su(s) frontera(s) son espacios concretos y definidos, lejos de utopías y metaforización. No obstante, puede resultar interesante la visión propuesta por Anzaldúa; no tanto por lo que se refiere a la idea de la existencia de una «nación» nueva nacida en la frontera entre EE. UU. y México, como por la aplicación del concepto de frontera a los aspectos más privados e íntimos de la existencia (el género, las raíces personales y familiares, etc). Crosthwaite también ofrece la posibilidad de reflexionar sobre aspectos personales relacionados con la idea de frontera, sobre todo en «Sabaditos por la noche» y en «Todos los barcos».
Diana Palaversich, investigadora y autora de, entre otros textos, De Macondo a McOndo. Senderos de la postmodernidad latinoamericana, sugiere en distintos artículos dedicados a Tijuana la existencia de un grupo de escritores contemporáneos (Federico Campbell, Luis Humberto Crosthwaite, Francisco Morales y Heriberto Yépez) que narran la frontera como un espacio en el cual es posible arraigarse y se refieren a Tijuana como a un lugar concreto, lleno de historia y de memorias.
Lo que permite a Crosthwaite salir de los maniqueísmos en Estrella de la calle Sexta —comienzo de su reconocimiento fuera del ámbito local e incluso nacional— es una narración subjetiva, donde la ciudad está vinculada a episodios biográficos de los personajes —directamente o indirectamente— y a su horizonte emotivo. Los puntos de vista, múltiples y heterogéneos, nunca llegan a coincidir y a crear una perspectiva global o estereotipada.
Crosthwaite cuestiona el carácter exclusivamente nómada y utópico de las identidades de la frontera. Su Tijuana es más bien un lugar donde permanecen líneas de división entre clases sociales, géneros y sujetos con vidas a veces profundamente distintas. Sus personajes representan un ejemplo de lo que, de acuerdo con Tabuenca Córdoba en «Aproximaciones críticas sobre las literaturas de la frontera» (9), sería un sujeto fronterizo con profundas raíces familiares y culturales en la región. El énfasis en lo cotidiano, en las distintas rutinas, pero también la capacidad de otorgar a la ciudad una profundidad histórica gracias a la superposición de los cuentos de personajes de generaciones distintas, son algunos de los elementos que permiten una narración menos convencional de las que se han dado durante muchos años.
La narración de Crosthwaite en el texto que aquí se presenta hace hincapié en los elementos locales, justamente los que han quedado algo afuera de la discusión sobre la ciudad como modelo cosmopolita de la posmodernidad.
Vuelvo a hacer referencia al trabajo de Diana Palaversich, porque de acuerdo con ella los narradores de las obras de Federico Campbell y del grupo de autores antes mencionados son caminantes que hacen recorridos seguros por los pasillos de su memoria, a través de la cual reconstruyen los episodios símbolos de la historia colectiva y personal.
En el caso de «Sabaditos en la noche» esto resulta evidente, porque el protagonista apenas recorre unos cien metros desde la esquina donde pasa su tiempo a mirar la gente andando, corriendo y conduciendo, hasta el bar donde se emborracha. En su caso se puede hablar justamente de un paseo por las memorias y, al mismo tiempo, de un contrapunto entre la imagen de Tijuana en movimiento constante, la Tijuana del cruce y de los tráficos por un lado, y la Tijuana de los que se quedan y miran al movimiento de los demás como algo ajeno pero al mismo tiempo «natural», aceptado.
Mi propuesta de lectura de Estrella de la Calle Sexta quiere destacar este otro enfoque posible con respecto al espacio fronterizo, una lectura menos «metafórica» y más concreta aunque lírica, cotidiana, atenta a temas y conflictos del territorio.
Un elemento central, que permite otorgar lo concreto a la ciudad es el tiempo. Las referencias al pasado son constantes tanto en el primer cuento, «Sabaditos en la noche», donde la reflexión tiene un carácter individual, como en el tercero, «El gran preténder», donde se refiere a la dimensión colectiva del barrio y a su transformación. En este segundo caso la narración se lleva a cabo a través de la sucesión de dos momentos distintos, gracias a un montaje alternado: por un lado se encuentra el presente del narrador, quien sin embargo es una voz interna al barrio, y por el otro el presente de los acontecimientos narrados por él. De esta forma su visión personal se vincula a la vida de sus compañeros de barrio y desemplea el papel de un comentario nostálgico, alternando presente y pasado.
Paradójicamente, incluso el segundo cuento, «Todos los barcos», en parte distinto de los demás, confirma esta centralidad del tiempo y de la memoria. En este caso el protagonista, un chico estadounidense que acaba de cumplir dieciocho años, está obligado por el hermano a celebrar su cumpleaños en Tijuana. Mientras sus amigos buscan los atractivos de la ciudad (alcohol, mujeres y droga), el protagonista aparece atrapado en su memoria y en el recuerdo de la chica que ama al otro lado de la frontera. Aunque sin quererlo, Tijuana resultará vinculada con su vida y con una fecha tan importante como la en que llega a ser adulto.
La frontera ya no es solo un elemento espacial sino temporal.
En «Sabaditos en la noche» el tiempo es un elemento que lleva a la formación de una identidad. El protagonista afirma:
Bueno, la verdad es que en la historia del ser humano hay delantes y patrases, y si pudiera hacerte un dibujo pensarías que es una carretera, simón, pensarías que es un mapa porque eso es la vida, rectas, curvas, vados, puentes, accidentes… Mira esta raya: el punto de origen es cuando naces, luego le sigues y pasa tu infancia y adolescencia y por allí el camino empieza a convertirse en dos. En esa época tomas decisiones elementales que bien podrían cambiar el rumbo de la carretera (10).
Lejos de ceder a metáforas teóricas, el protagonista está hablando aquí de su propia existencia y de los acontecimientos que lo han llevado a elegir una esquina de una calle de Tijuana como lugar donde quedarse: «Yo escogí los caminos y escogí también que mis sábados pasen en esta esquina» (11). El protagonista reivindica su elección y muestra una relación particular con aquel pedazo de mundo, al punto que quería defenderlo de la tristeza.
[E]so sí que sería extraordinariamente mala onda, un bato llorando por una morra, y luego en mi esquina […] Espera espera —le digo— no me digas que vas a chillar porque eso sería extraordinariamente mala onda, no se hace en público, compa, aliviánase o márchese que en esta esquina solo hay lugar para un corazón flagelado (12).
El espacio y el tiempo coinciden en este cuento, en el sentido de que cambian en el mismo momento para el protagonista.
Soy papá de nadie; fui papa de alguien, pero ya no. Se me acabó la paternidad justo en este punto de la carretera, mira, aquí donde la curva se vuelve muy pronunciada, donde es peligroso, donde uno debe bajar la velocidad porque si no… A partir de ese instante el camino volvió a cambiar, dio una vuelta en u, se desgradó, se acabó el asfalto, se volvió terracería… Así fue cómo volví a nacer (13).
El pasado y el presente en cierta medida no dejan de dialogar y el tiempo se vuelve circular, tanto que la mujer amada por el hombre tiene la misma edad que tendría la hija de este.
Volviendo a referirnos a las teorías de Canclini y al debate sobre el reconocimiento del elemento conflictivo por parte de las teorías sobre Tijuana, en Estrella de la Calle Sexta Crosthwaite ahonda también en las contradicciones, que son parte del territorio. El conflicto está presente en las distintas «fronteras» (e insisto, no teóricas sino muy concretas) que se hallan a lo largo de la narración: fronteras que separan los personajes por clases, por género, por experiencias de vida. En «El gran preténder» se lee: «Si se muere un cholo nadie hace de tos. Si se muere otro bato, un yúnior, un influyente entonces sí, ¿de verdad? Entonces chínguense a los cholos» (14).
Junto con el tiempo, también la representación de la violencia contribuye a construir una imagen concreta y cotidiana de Tijuana porque ayuda a entender que, lejos de ser una «tierra de nadie», está percibida por los protagonistas como un lugar para defender, con confines precisos, un dentro y un afuera. Mejor dicho, cada barrio de la ciudad tiene su frontera, que lo separa de los otros barrios y donde se desarrolla la vida de comunidades territoriales. Esta se caracteriza, en el relato de Crosthwaite, por códigos de conducta cuyo respecto está garantizado —en «El gran preténder»— por el protagonista, el Saico, personaje carismático del barrio; y por la violencia «interna». Sin embargo estas comunidades se perciben amenazadas por la violencia que llega de afuera.
Lo que se acaba de afirmar resulta muy evidente cuando una de las chicas del barrio es violada por un chico de una familia importante de San Diego. Sin que tenga la menor importancia la pertenencia a otro Estado o la dimensión transfronteriza, la comunidad responde a la violencia con la venganza, de acuerdo con un código de conducta común a miles de barrios de otras ciudades en el mundo. En ese caso la decisión sobre qué acción llevar a cabo para recordar a «los de afuera» que «el barrio se respecta», está tomada por el Saico con el apoyo de los otros hombres del barrio: «En el barrio no hay jefes. En el barrio somos carnales, home boys, raza de acá. Pero el Saico es el más felón y esto se sabe. […]
Ahí estamos con el Saico y esta vez somos más, está la clica completa. Hasta los rucos están ahí» (15).
Sin embargo, resulta interesante notar cómo se representa de forma distinta la violencia «cotidiana» —en muchos casos contra las mujeres por parte de sus parejas o de sus padres, que está más o menos tolerada— y la que llega desde afuera.
La representación de la violencia como algo muy cotidiano recuerda las palabras de Rossana Reguillo con respecto a las consecuencias del neoliberalismo y de la globalización en el contexto latinoamericano en «Formas del saber. Narrativas y poderes diferenciales en el paisaje neoliberal» (16). Reguillo analiza la búsqueda de sentidos de pertenencia dentro del contexto neoliberal; búsqueda que en muchos casos lleva a la vuelta a formas de organización jerárquicas, encabezadas
por líderes carismáticos o autoritarios según el contexto, que ofrecen respuestas a la falta de certidumbre sufrida por los sujetos en la «sociedad líquida», tomando las palabras de Bauman. Eso resulta muy evidente el «El gran preténder»: «La única neta es que el Saico era el bato más felón del barrio, o no? Tú ibas al taller donde jalaba, y si tenías algún problema (que si buscabas un toque, que si querías chingarte a un bato, que si te urgía una feria…) el mero Saico era quien te hacía el paro»17. En «El gran preténder» el destino del líder del barrio parece coincidir con la decadencia de este último. El sentido de pertenencia, la violencia y el papel central del tiempo encuentran en las palabras del narrador de «El gran preténder» su síntetis: «ya se acabó, comentan los morros. El Saico no está, el Mueras no está, el Chemo no está» (18).
Desde el punto de vista estructural la antología juega con la imagen de la frontera. El volumen se compone de tres textos. El primero y el tercero, largos, relatan las historias de personajes que, como se ha visto, tienen o han desarrollado a lo largo del tiempo una relación de pertenencia con Tijuana. El cuento más corto, «Todos los barcos», se encuentra en el centro y muestra ciertas diferencias interesantes de los otros. En este caso sus personajes no tienen vínculos con Tijuana; como se ha visto, solo quieren celebrar un sábado por la noche. Son los turistas del fin de semana, el estereotipo del ciudadano estadounidense en búsqueda de diversión. Propongo que este cuento y sus personajes se encuentran en el medio del volumen porque representa el cruce, la relación con el vecino del norte: representa la Frontera con F mayúscula y por esto se sugiere que tiene que encontrarse en el medio.
El estilo de Crosthwaite logra respetar las diferencias entre los personajes: el protagonista de «Sabaditos en la noche», un gringo desplazado hace mucho tiempo a Tijuana, en su monólogo alcohólico da fé de su procedencia, mezclando palabras de los dos idiomas pero eligiendo ya la forma escrita del castellano, transcribiendo así los sonidos del inglés. El narrador en tercera persona de «El gran preténder» demuestra su procedencia del barrio del Saico, su mirada de adentro, a través de un habla fiel a la jerga y al lenguaje verbal utilizado por los personajes del cuento, confirmando su cercanía con ellos. El narrador de «Todos los barcos», al relatar las hazañas del chico estadounidense de paso a Tijuana, muestra su distancia del contexto en el que se encuentra, a través de un lenguaje correcto y de frases cortas, fragmentadas, que nos muestran la dimensión mental en el que el protagonista busca refugio, en el intento de huir de la realidad Tijuanense, que no le inspira ninguna empatía.
(1) D. Palaversich, «Ciudades invisibles. Tijuana en la obra de Federico Campbell, Luis Humberto Crosthwaite, Francisco Morales y Heriberto Yépez», Iberoamericana, XII, núm. 46, 2012.
(2) J. Villoro, «Estrella de la calle, de Luis Humberto Crosthwaite», Letras Libres, México D.F., 2000.
(3) Citado por P. Ábrego, «La frontera como sistema simbólico en la literatura mexicana contemporánea», Revista Surco Sur, vol. 2, University of South Florida, 2011, pág. 47.
(4) Citado por P. Ábrego, ob. cit., pág. 49.
(5) M. Kokotovich, «Hibridez y desigualdad: García Canclini ante el neoliberalismo», Revista de crítica literaria latinoamericana, núm. 52, Lima-Berkeley, 2000.
(6) G. Giménez, «La frontera norte como representación y referente cultural en México», Culturas y representaciones sociales, México D.F., Universidad Nacional Autónoma de México, 2007.
(7) M. Kokotovich, ob. cit., pág. 290.
(8) F. Montezemolo, «Cómo dejó de ser Tijuana laboratorio de la posmodernidad. Diálogo con Néstor García Canclini», Alteridades, vol. 19, Universidad Autónoma Metropolitana, México D.F., 2009.
(9) M. S. Tabuenca Córdoba, «Aproximaciones críticas sobre las literaturas de las fronteras», Frontera Norte, vol. 9, Tijuana, Colegio de la Frontera Norte, 1997.
(10) L. H. Crosthwaite, Estrella de la calle sexta, México D.F., Tusquets Editores, 2000, pág.32.
(11) Ibíd., pág.13.
(12) Ibíd., pág.18.
(13) Ibíd., págs. 34-35.
(14) Ibíd., pág.110.
(15) Ibíd., pág. 106.
(16) R. Reguillo, «Formas del saber. Narrativas y poderes diferenciales en el paisaje neoliberal», Cultura y neoliberalismo, Buenos Aires, CLACSO, 2007.
(17) L. H. Crosthwaite, ob. cit., pág. 82.
(18) Ibíd., pág. 82.
Bibliografía
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Anzaldúa, G., Borderlands/La Frontera: The New Mestiza, San Francisco, Aunt Lute Books, 1987.
Crosthwaite, L. H., Estrella de la calle sexta, México D.F., Tusquets Editores, 2000.
—Instrucciones para cruzar la frontera, México D.F., Tusquets Editores, 2011.
Giménez, G., «La frontera norte como representación y referente cultural en México», Culturas y representaciones sociales, México D.F., Universidad Nacional Autónoma de México, 2007, http://www.culturayrs.org.mx/revista/num3/Gimenez.pdf.
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Palaversich, D., «La vuelta a Tijuana en seis escritores», Aztlán, vol. 28:1, Los Angeles, UCLA Chicano Studies Research Center, 2003, págs. 97-125.
— De Macondo a McOndo. Senderos de la postmodernidad latinoamericana, México D.F., Plaza y Valdés, 2005.
— «Ciudades invisibles. Tijuana en la obra de Federico Campbell, Luis Humberto Crosthwaite, Francisco Morales y Heriberto Yépez», en Iberoamericana, XII, núm. 46, Berlín, 2012.
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