“Buena parte de la vida interior se deja ver en la ropa”: Liza Catalina Trujillo.

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Para esta profesora de  diseño de modas en la Universidad del Área Andina, sede Pereira, los objetos son portadores de  muchas historias. No son material inerte, en ellos están materializadas las fantasías de los seres humanos.


Fotos por: Jess Ar


El viejo legado y una garota

De mis abuelos paternos heredé el gusto por los zapatos bonitos, por sus formas, su colorido, su elegancia y comodidad. Ellos fueron los fundadores de Calzado  Trujillo, toda una institución   durante los años de bonanza de esa industria en  Pereira y Dosquebradas. Y los abuelos maternos y paternos me inocularon una especie de virus: una pasión por la música colombiana que sigo cultivando. Tanto, que cuando alguien me escucha tararear un bambuco y me pregunta  dónde me aprendí esa canción, no dudo   en responderle: esa música me la dieron en el biberón.

La profesora  Liza Catalina  Trujillo  se ve bastante atareada por estos días. Es martes 4 de julio, y a pesar de que la mayoría de los estudiantes anda de vacaciones, los suyos trabajan más que nunca: se preparan para participar en Colombia Moda, un evento con sede en Medellín, que año tras año se consolida como uno de los de mayor prestigio en su género en el ámbito hispanoamericano.

 

 

Blanca, espigada, con un mechón de pelo rosa que sobresale  en un fondo entre dorado y castaño, Liza recuerda que, aparte de su temprano gusto por el calzado, desde muy niña sintió una inclinación por el dibujo que ya en la edad adulta le sirve para plasmar en el papel y en la tela las ideas que le surgen observando las tendencias del mundo, no solo el de la moda, sino del entorno social que alimenta sus propias ideas y las de sus jóvenes estudiantes de  diseño de modas en la Universidad del Área Andina en Pereira.

 

Esto del diseño es algo que palpita dentro de uno todo el tiempo. Está muy relacionado con la creatividad personal y con la capacidad para conectar con las señales del entorno, porque el vestido es un lenguaje a través de cual el mundo nos lee y en el que al mismo tiempo leemos a los otros.

Las inquietudes, las expectativas, los prejuicios, los anhelos y los temores se hacen visibles en una costura, en un corte, en una combinación de colores.Buena parte de la vida interior se deja ver en un traje ceñido o en uno holgado, en una falda corta o larga.

Por lo tanto, el diseñador debe estar siempre atento a esas señales y tendencias para  interpretarlas y traducirlas en prendas y accesorios que satisfagan las expectativas de los consumidores.


Un día ellos regresaron  de unas vacaciones en Brasil y me trajeron un regalo bien particular. Se trataba de una falda larga, ceñida y muy alta. Tanto, que la pretina llegaba hasta el pecho. Los colores eran los tradicionales en la bandera de ese país: verde y amarillo. Además, la prenda venía complementada con una de esas diademas altas y coloridas que caracterizan a  las garotas.

Fue tanta la curiosidad, que mantengo viva esa imagen. Una de las razones debe tener relación con las claves del diseño de ropa: la prenda debe desencadenar siempre, de manera consciente o inconsciente, una serie de reacciones físicas y mentales en el portador.

 

 

El misterio de los objetos

Uno de los libros de cabecera de Liza, graduada en Diseño Industrial en la Universidad Católica de Pereira es el ya clásico Cómo nacen los objetos, del artista y diseñador italiano Bruno Munari.

Al contrario de lo que algunos creen, los objetos no son material inerte. En ellos están materializadas las fantasías y en ellos anida la respuesta a las necesidades humanas. Por eso todo objeto es portador de  muchas historias. Las de quienes los crearon y las de quienes se apropian de ellos  y los transforman para insertarlos en la vida cotidiana.

 

 

De ahí que  tanto el diseño industrial como el de modas sean en principio el resultado de un acto creador. Y en este último tienen tanta importancia los factores prácticos como los estéticos. Utilidad y belleza se tornan aquí indisolubles.

A contrapelo del escepticismo inicial de mis padres, ingresé a estudiar Diseño Industrial en la Universidad Católica de Pereira. Lo aprendido en la academia pude ponerlo en práctica en mis primeros trabajos para la empresa privada. Primero para una fábrica de calzado infantil y luego como diseñadora de interiores. Eso fue muy importante, porque de entrada lo aterrizan a uno en el mundo.


En la universidad a todos se les ocurren ideas muy voladas, pero el mercado y  los empresarios plantean otro tipo de exigencias. Por ejemplo,  diseñar empaques implica  tanto pensar en éstos últimos como el vestido  físico del producto, pero también en los conceptos  que lo rodean. A partir de sus mensajes el consumidor  debe imaginar cosas que lo lleven a la compra del objeto o del servicio. No por casualidad en el medio se dice que el empaque es un vendedor silencioso.

Por eso en el  programa de Diseño de Modas  cobran igual importancia las ideas más geniales y los preceptos básicos de cualquier  sastre o modista. El manejo de la máquina plana, la fileteadora, la plancha, las tijeras constituyen parte fundamental de la profesión, pues son los que permiten traer las ideas de la  mente al mundo.

 

Amante de todos los géneros musicales, Liza Trujillo es una  virtuosa bailarina. Tanto, que formó parte de la compañía de ballet de Ana María, de larga y reconocida tradición en Pereira.  Puesta a escoger, dice que no tiene problema en pasar de  El viejo farol, de El Caballero Gaucho, a Master of Puppets, de Metallica o algún clásico del grunge de los noventas.


Así como soy abierta para la música lo soy para la comida: no le hago ascos a nada. Esa actitud ante las cosas también me viene de la familia. Es lo que quisiera transmitirle desde ahora a mi pequeño hijo Pascual. Apenas cuenta con dos añitos, pero como todos los niños del mundo es una  esponja que lo absorbe todo. Como  madre quiere que ese todo sea, en la medida de lo posible, bueno.

 

De vuelta a las raíces


Para la edición 2017 de Colombia Moda, la Universidad del Área Andina, sede Pereira,  se fijó el propósito de explorar con los estudiantes seleccionados el diverso y fértil territorio del acervo cultural latinoamericano para expresarlo en las prendas diseñadas.  Fue así como fluyeron tanto el mundo de la magia y las leyendas, como los infortunios sin cuenta que han marcado la historia de este lado del mundo.

El complejo sistema de símbolos  tejido alrededor del pájaro Alicanto de Chile o ese tributo a la diversidad que es el Carnaval de Barranquilla se hicieron prenda, color, accesorio. La ropa  devino así parte de un patrimonio cultural  que se expresa tanto a través de lo clásico como en los objetos de uso cotidiano.


Desde mi ingreso al programa de Diseño de Modas en 2010 he intentado siempre equilibrar mis convicciones con la filosofía y la misión de la universidad. En esa medida queremos formar diseñadores con sensibilidad y  sentido de observación, capaces de proponer un diseño  con capacidad para dialogar con lo universal  desde  lo local.

Que conozcan, desde luego, a grandes del mundo como  Dior, Saint Laurent o Yamamoto, pero que también vuelvan los ojos a nuestras tradiciones, al profundo simbolismo de los trajes indígenas y a las expresiones de autonomía de las tribus urbanas

Es muy bello lo que   ha venido sucediendo con el cuerpo humano  a partir de los cambios vividos en los años sesenta. El cuerpo dejó de ser instrumento para el trabajo y la reproducción para convertirse en hecho estético. Aún estamos en mora de reconocer todo lo que el movimiento  jipi aportó en esa materia. Baste un ejemplo: hoy es corriente ver profesores en el aula con partes de su cuerpo tatuadas o con piercings   y otro tipo de intervenciones.

 Eso es posible porque el cuerpo se liberó de la mera condición funcional. En ese punto, el diseño de modas se convierte  en intérprete y narrador a la vez de todas esas tendencias que subyacen en las transformaciones económicas y culturales de la sociedad.

Aguijoneada por esa convicción, Liza no dudó en sumarse  al proyecto de la profesora Patricia Martínez, quien se planteó un trabajo de investigación  basado en las transformaciones de los uniformes escolares femeninos en Risaralda entre 1926 y 1970.

Como tiene una relación directa con algunas de mis reflexiones, me integré a ese equipo de trabajo. Muy pronto, pudimos constatar lo que ya intuíamos: que los uniformes son una forma de control del cuerpo femenino y, por lo tanto, portan un mensaje de censura moral, bastante fuerte en el período investigado.

Los cortes, la altura de la falda, el largo de las mangas, el cuello, todo está enfocado en la misma dirección: preservar a  la mujer  de la mirada masculina. Allí aparece otra vez  la noción del diseño de modas como lenguaje, que es una de mis grandes inquietudes.

exposición del proyecto de los uniformes escolares.

 

 

 

Las entrañas del taller

 

 

Máquinas de coser Juki,  Zoje o  Yamata. Maniquíes desnudos o vestidos. Planchas. Tijeras. Reglas. Retazos. Son los elementos imprescindibles  de las viejas modistas, solo que trasplantados al aula, al taller donde los estudiantes  de diseño de modas en la Universidad del Área Andina libran su propio diálogo con los materiales.

Aquí se convierten  en prenda muchas fantasías atrapadas al vuelo.


Es  aquí donde la profesora Liza- zapatos rojos, uñas pintadas de violeta- enhebra su diálogo diario con un puñado de muchachos decididos a confeccionar  un traje a la medida de los anhelos de quienes van por las calles  utilizando la ropa como lenguaje cifrado.

 

Y  son  tantas las cosas que se dicen a través de ese lenguaje.

Contamos historias desde otras formas de mirarnos.

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