Fragmentos del libro: Primer Manifiesto Nadaista, Gonzalo Arango

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Sílaba Editores comparte con nuestros lectores fragmentos del libro: Primer Manifiesto Nadaista de Gonzalo Arango. El manifiesto fue publicado originalmente en 1958 en Medellín y la primera edición del libro en septiembre de 2018, una edición conmemorativa de los 60 años del movimiento nadaísta.

I

Definición del Nadaismo

El Nadaismo, es un concepto muy limitado, es una revolución en la forma y en el contenido del orden espiritual imperante en Colombia. Para la juventud es un estado esquizofrénico-consciente contra los estados pasivos del espíritu y la cultura.

Ustedes me preguntarán por una definición más exacta. Yo no sabría decir lo que es, pues toda definición implica un límite. Su contenido es muy vasto, es un estado del espíritu revolucionario, y excede toda clase de previsiones y posibilidades.

Podrían decirme ustedes que es el Catolicismo?; ó, qué es el Marxismo?

_Que es la elección del alma sobre sus fines superiores.

_Y que es la política para fundar una sociedad universal sobre las bases de la felicidad humana y de idénticas oportunidades económicas y espirituales para todos.

Esas respuestas son parciales, incompletas, pues el Catolicismo y el Marxismo son eso, y todo lo demás: un quehacer histórico del hombre que vierte su existencia sobre fines ultraterrenos o terrestres, según recaiga su elección en la tierra o en el cielo : una lucha de valores por conquistar una preeminencia en el más acá, o en el más allá.

Nosotros no queremos trabajar sobre lo definitivo. El Nadaismo nace sin sistemas fijos y sin dogmas. Es una libertad abierta a las posibilidades de la cultura colombiana, con un mínimo de presupuestos de lucha que evolucionarán con el tiempo hacia una estimación valorativa del hombre, una forma de belleza nueva, y una aspiración sin idealismos románticos ni metafísicos hacia una sociedad evolucionada en el orden cultural y artístico.

V

Principio de Duda y de Verdad Nueva

Partimos de la base de que la sociedad colombiana está urgida de una impostergable transformación en todos sus órdenes espirituales.

Este concepto no es una premisa ni una afirmación a-priorística, sino un corolario derivado de la experiencia concreta que vivimos.

En estos tiempos en que las relaciones humanas son simuladas y acomodaticias a intereses jerárquicos y subalternos; en que la vida del hombre colombiano es una mentira que se repite para sí y con relación a los otros; en que la carta del ciudadano es un pacto de conformismos y vergonzosas resignaciones, Descartes sigue vivo en nosotros aportando sobre nuestro tiempo su luz magnífica.

Su gran principio de la Duda constituye la mejor conquista del espíritu moderno contra los despojos de la fe y de las consolaciones propuestas por los antiguos idealismos filosóficos y la religiones.

Formidable su imagen del mundo que no acepta como verdadero sino aquello que previamente se comprueba con la experiencia. Apelamos a este principio de la Duda cartesiana, pues todo conocimiento, toda verdad, o toda dirección del hombre sobre sus fines empieza con la duda.

En nuestro caso colombiano, una imagen, una representación verdadera de nuestra situación espiritual, sólo es posible si ponemos en duda y entre paréntesis esa imagen heredada que nos legaron las anteriores generaciones, y que nosotros, nueva generación, no nos hemos preocupado de preguntarnos si es legítima, o bastarda, indestructible o vulnerable…

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