Un pensamiento obstruido

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Por, Héctor H. Quintero |

Después de escuchar la alocuciones presidenciales de las últimas dos semanas, las de su ministro de salud, leer apartes de los decretos presidenciales producidos después del 437 y ser protagonista indirecto de la dinámica social y mediática asociada a la pandemia, es inevitable pensar en el prototipo de ser humano que está administrando a Colombia:

¿Cuál es su estructura de pensamiento? ¿por qué filtran la información de manera sesgada? ¿Por qué usan permanentemente las generalizaciones como soporte para tomar decisiones? ¿Por qué son cínicos? ¿Por qué mienten sin ningún tipo de resquemor? ¿Por qué presentan los argumentos antagónicos como producto de la ignorancia o de la ideologización extrema? ¿Por qué acuden a las estéticas planas para ocultar sus acciones? ¿Por qué les encanta el silenciamiento, el engaño, la trama y la apariencia? ¿Por qué restan valor a los componentes socioculturales de la realidad? 

 

imagen: presidencia de la república

 

Seguramente para un cientista social estas son preguntas tontas, con explicaciones ya construidas en un sinnúmero de investigaciones.

Sin embargo estas preguntas están planteadas en un escenario particular (la pandemia del COVID 19), que pone de manifiesto el riesgo y la vulnerabilidad del conjunto de la sociedad colombiana.

Se podría decir que desde la conquista y la colonia, la inequidad, la desconfianza, la injusticia, la ignominia y la inoperancia de los gobernantes de turno ha sido una constante en la vida del país del Sagrado Corazón de Jesús. Sin embargo sí ha cambiado drásticamente el prototipo de estadista y de administrador de lo público. Hoy es claro que la sensibilidad por el otro es mínima, interesa en tanto genere beneficios, protecciones o ventajas. En su conjunto plantean el mismo libreto, con un lenguaje extremadamente parecido en términos, giros, acentos y formas de decir las cosas. Su mirada de la realidad es estrecha, se ubican en la dimensión econométrica dejando de lado el resto de la realidad. Y no la ven, efectivamente su limitación es tal que no la ven. Por eso es entendible que sean asesorados por personas muy parecidas a ellos, con los mismos sustratos, convicciones y supuestos sobre la realidad.

Dicho de otra forma son incapaces, no idóneos para esos cargos; sin embargo su limitada inteligencia es potente, desarrollándose en el campo de unas cifras sin seres humanos y sin contextos. Eso los hace proclives a tomar partido con facilidad por aquellas corrientes, caudillos y procesos que les brinden beneficios en términos de riqueza económica y prestigio. Y claro, estos otros los aprovechan al máximo, usufructuando las arcas públicas, la información privilegiada y el tráfico de influencias.

 

imagen: libero.pe

 

De esta relación parte un tipo de administración de lo público que privilegia las grandes fortunas y apellidos, con una evidente suma de actos que demuestran que el interés individual juega mas que el interés común. ¡Claro! en su accionar son apoyados por millones de personas con la misma tendencia, solo que sin los recursos o la habilidad para ingresar a los escenarios que los harían bebedores del mismo vino. Ese apoyo se hace mas potente cuando la escuela, la ciencia y el conocimiento son remplazados por expertos pagos, periodistas incompetentes, demagogos y una valoración desmedida por un pensamiento facilista, espontáneo, moralizado, ideologizado, trivial y fatuo.

En nuestro caso es sobresaliente Iván Duque, un cantante y futbolista en ciernes, que utiliza dichas habilidades para mostrarse como parte de las mayorías, para declarar una humildad, un don de gentes y una entrega humana que está lejos de poseer. Buscando verse valioso, sabedor de lo que hace y competente, usa un lenguaje que suena bien, y se arma bien, sin embargo en general es un discurso vacío, sin visos de compenetración, valoración, exposición y dimensionamiento de lo que significa este momento histórico. Cada una de sus acciones y propuestas quedan contradichas por la realidad. En un afán de ocultar cifras, de maquillar la situación, de negar su incompetencia y la de su grupo de trabajo, plantea un modelo de intervención a la crisis, que se desdibuja en las distintas acciones, alocuciones y propuestas adicionales.

 

 

 

Se ha planteado un aislamiento del conjunto de la población colombiana, ello presionado por algunos alcaldes y gobernadores que decidieron con mayor rapidez pensando en los ciudadanos. Luego se han encontrado situaciones que desdibujan la probable convicción de Duque con respecto a dicho modelo de intervención. Claro, al oído le hablan los dueños y dirigentes de los sectores económicos, quienes solo piensan en la reducción de ganancias.

No ha sido seria la aplicación de tamizajes en Colombia, no se han testado las cadenas de contagio, no hay una campaña masiva de pruebas, no se están calculando los cambios de funcionamiento y ocupación de las unidades de cuidados intensivos y cuidados intermedios, no se han activado planes de mitigación con respecto al segundo desastre (hambruna, carencia social de recursos económicos, delincuencia, violencia urbana incrementada) y por último no se ha planteado un plan masivo de comunicación – educación para generar un lenguaje común de acuerdo, acción y preparación de la población colombiana.

¿Qué hay en la cabeza de Iván Duque? Ni idea, sin embargo sus acciones y silencios permiten afirmar que es el típico funcionario que obedece y acata los intereses de sus patrocinadores. Nada distinto puede explicar el no cierre oportuno del aeropuerto El Dorado. De aquí en adelante nos espera un accionar errático, carente de sentido sociocultural, con un fuerte énfasis en el “salvamento” de la economía.

Usarán toda la desinformación, el cinismo, el engaño y la gran distancia que el colombiano tiene ante el poder, para agenciar un modelo a la colombiana que favorezca de manera unilateral a la banca y a los grandes empresarios colombianos. Una especie de pensamiento obstruido permitirá que de nuevo la aceptación plana de las acciones del poder central, ratifique el estado de somnolencia del pueblo colombiano, su incapacidad para entender que las formas de hacer y construir país son erráticas, productoras de iniquidad, injusticia y violencia.

Difícilmente sabremos el real impacto del COVID 19 en nuestro territorio: igual que en la guerra con las FARC, estaremos en un espacio social reducido, donde la discusión estará centrada entre los defensores del desarrollo económico de Colombia y aquellos que serán catalogados como sus detractores. La típica fórmula del uribismo, polarizar y crear enemigos. Con respecto a la pandemia se hará lo que se vea bien, lo que nos ubique como un país que  responde al reto, así gran parte de las acciones no estén apoyadas en información fidedigna y confiable.

Para los administradores de Colombia lo importante es aparentar, mostrar que se actúa, así no importe la ciudadanía.

*Médico y docente universitario

 


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