El uso de la bicicleta como una variante de la ruleta rusa

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Iván es un ciclista juicioso y responsable, pero para llegar ileso a su destino debe contar con la falta de juicio  y la irresponsabilidad de muchos conductores de buses, busetas, taxis,  motos, carros  particulares… y bicicletas. Cada recorrido es un juego de supervivencia.


 

De lunes a viernes, a  las cinco en punto de la mañana, Iván Palacios toma su bicicleta color naranja y emprende  el recorrido hacia su trabajo como  vigilante en  una empresa ubicada en Pereira.

Si hace buen clima, se enfunda en un uniforme  estampado con el logotipo de Movistar, la  marca donde corre su ídolo Nairo Quintana.

 

Foto tomada del portal Zee News

 

Si llueve, se mete de pies a cabeza  en un traje impermeable que le da aspecto de criatura mutante.

Llueva o haga sol  María Eugenia, su mujer, lo  despide en el umbral de la puerta con un sartal de bendiciones en las que invoca a  Dios, a la virgen, a todos los santos… y a las benditas almas del purgatorio, por si acaso.

Viven en el barrio La  Hermosa, un sector populoso de Santa Rosa de Cabal.

 

Tomada del portal Risaralda Hoy

 

Una vez ha salido de casa, la ruta se convierte para Iván en un juego de supervivencia.

Es un ciclista juicioso y responsable, pero para llegar ileso a su destino debe contar con la falta de juicio  y la irresponsabilidad de muchos conductores de buses, busetas, taxis,  motos, carros  particulares… y bicicletas.

Que también los hay juiciosos y responsables.

El alerón de una tractomula por este lado, el resoplar de un bus intermunicipal por el otro, el zigzag de un motociclista por allí, un rechinar de frenos unos metros más adelante.

Esas cosas lo han convertido en un hombre de nervios templados.

Cuando  alcanza el Alto de Boquerón y ve la panorámica de Dosquebradas y Pereira  allá bajo no puede eludir un pensamiento que cruza por su mente como una ráfaga: cuántas probabilidades tiene de llegar sano y salvo a su trabajo en el centro de Pereira.

Soy consciente de todas esas cosas pero puede  más mi amor por la bicicleta, que para mi viene a ser como la burra para los costeños: la mimo, la cuido, le doy brillo, la engraso y sobre todo: no permito que nadie más se monte en ella” dice, y un destello de picardía cruza  por su rostro indígena curtido por el sol.

 

 

Muchas personas en mi trabajo y en mi vecindario quieren seguir mi ejemplo y moverse en bicicleta para todas partes, pero algo las detiene: el miedo. En parte tienen razón, porque entre nosotros falta mucha educación. Digo nosotros y empiezo por  mi gremio, el de los ciclistas. Son cantidades los que no respetan las normas mínimas de seguridad. No llevan casco ni chaleco y mucho menos atienden los semáforos o la dirección de la vía. Lo único que les importa es ir para adelante, sin pensar en los propios huesos, mucho menos en los de los demás. Y en el otro frente están los  choferes de buses, automóviles y camiones que se le echan  a uno  encima con tal de seguir su camino

Para Iván está claro que  los guardas de tránsito y los patrulleros de carreteras no  lo pueden solucionar todo. Se necesita una conciencia respetuosa y una voluntad de convivir en paz por parte de quienes usan la vía.

Por eso, ya compré un triciclo para mi primer hijo que, con la ayuda de Dios y de mí mujer, nacerá en un par de meses. Se llamará Nairo José y lo primero que voy a enseñarle cuando camine solo es a montar en bicicleta y  a respetar las reglas, porque  quien no lo hace se mete en un juego peligroso.

Cuando cruza el viaducto que conecta a Pereira y Dosquebradas, Iván se siente a salvo. Piensa que, a pesar de que existen muchas cosas a resolver, en Pereira empieza a tomar fuerza un movimiento que ve el uso de la bicicleta como una alternativa  a la movilidad en calles tan congestionadas.

 

Viaducto – Foto por Jess Ar

 

“Muchos critican la falta de orientación, pero por algo se empieza. Los parqueaderos para bicicletas, los carriles exclusivos para ciclistas, que por ahora pocos respetan. Yo al menos transito solo por ellos y hasta ahora no he tenido inconvenientes. Además,  entiendo que en las nuevas obras ya incluyeron la construcción de rutas exclusivas  para los ciclistas. Eso es bueno  ¿No le parece?”

 Por lo pronto, Iván trabajará hasta las dos de la tarde en su oficio de vigilante. Luego de  comer un refrigerio compra una fruta para su mujer  y emprende el camino de regreso a casa. Antes de dar el primer pedalazo se santigua y se encomienda a Dios, a la virgen, a todos los santos… Y a las benditas ánimas del purgatorio, por si acaso.

Mientras cruza el viaducto se dice que su mujer y el pequeño Nairo son dos buenas razones para andarse con cuidado.

Contador de historias. Escritor y docente universitario.

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