Después el aire… y un autor del fin del milenio.

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La producción novelística en nuestra región  continúa creciendo de la mano de los concursos literarios. Esta vez, una historia ubicada en la época actual y en múltiples ciudades del mundo, incluyendo Pereira, fue la ganadora en 2016 de la Convocatoria Estímulos en literatura.  


 


Después el aire
Diego Alexander Vélez Quiroz
Instituto Municipal de Cultura y Fomento al Turismo
Pereira, 2016


El  Premio Nacional de Novela Aniversario Ciudad Pereira 2016,  del  ya cesante Instituto Municipal de Cultura y Fomento al Turismo, fue ganado por el joven escritor  y poeta payanés Diego Alexander Vélez Quiroz con la obra Después el Aire, con acertado diseño de cubierta de la artista Karina Varcárcel.

Se trata de una novela sólida en lenguaje y construcción. No existe en ella, en contra del “reparo” del crítico Alejandro Gómez Cáceres, el menor apego a la prosa garciamarqueana, en la que de acuerdo al señalamiento de Germán Espinosa se capta la realidad a través de un filtro supersticioso en el que abundan personajes seguidos por mariposas amarillas, mujeres que parten en cuerpo y alma al cielo, veleros abandonados en la selva y curas que realizan curiosas prácticas de levitación casera.

García Márquez en el mismo escalafón de Kafka, Proust o Joyce, instaura una escuela literaria de la que Vélez Quiroz –por fortuna- no hace parte. Cierto es que sobre la década de los setenta y mediados de los ochenta proliferaron imitadores y prosélitos, pero ya la pandemia ha remitido.

Para tratar de ubicar a Diego Alexander dentro de una tendencia o, mejor sería decir, tradición narrativa en ciernes, podríamos seguir una línea de dirección que iría de Moreno Durán, Miguel Torres, Luis Fayad a Jorge Franco y Juan Gabriel Vásquez, entre otros, cuyo trajín en los espacios urbanos elabora un imaginario de lo contingente.

Nacido en 1987, Vélez Quiroz es todavía posterior a autores como Juan Cárdenas, Luis Noriega, Juan David Ferreira o Margarita García Robayo, quiénes, obviando las lecturas universales, constituyen su más cercano referente.

El tiempo en el que se desenvuelven las acciones de los personajes es el actual. Los últimos acontecimientos de la novela se cierran en el 2016 en la ciudad de Pereira. Asombra, dada la inmediatez, el distanciamiento que consigue el autor en relación con los hechos narrados; asimismo el acierto con que logra insertar los personajes dentro de una trama novedosa de hackers dotados de conciencia social.

aire

Héroes del internet, contemporáneos al escándalo de WikiLeaks que fluyen y conspiran en los sistemas informáticos de gobiernos y multinacionales como príncipes medioevales en bosques umbríos a la caza de dragones.

Denunciar la corrupción, identificar los resortes de oscuras negociaciones con los círculos del poder gubernamental son algunos de los aspectos relevantes en la obra, además del flagelo de la inmigración y los abusos del trabajo infantil.

La novela transcurre con idéntica fluidez en escenarios tan disímiles como  el municipio guajiro de Manaure, Barcelona, Cartagena de Indias, Centroamérica y Pereira, entre otros.

Para un lector comprometido, los intereses de carácter social podrían convertirse en el mar de fondo de la narración. Pero sería, sin duda, alejarse del atractivo principal que son los personajes entrañables y vivos: Gloria, el eje de la historia transformada y redimida en el exilio;  Edmundo, la figura protectora sobre quién recae el peso del desastre; Jozef Korzeniowski, con su magnetismo indescifrable de héroe y mártir de la revolución agobiado de interpretaciones que no consiguen fijarlo en un orden ético y moral; Magdalena, la amiga incondicional, la amante y enamorada reprimida, cuya inocencia desencadenó la catástrofe; Raúl Gómez, el anfitrión de las últimas páginas, quien con una inocencia proverbial y absoluta, fue el encargado de ordenar los elementos de la tragedia. Todos ellos, satélites girando en torno a un planeta único: Gloria.

Intrigas, malos entendidos, acciones equívocas de alcance indeterminado, desenlaces paradójicos y lamentables, ligan inteligencia a una notable urdimbre imaginativa.

Nos referimos a una novela en la que no quedan cabos por atar. Y con final inesperado. Toda una constelación, en fin, de razones para sumergirse en ella y recomendar enfáticamente su lectura.  

La palabra compartida por buenos lectores

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