Entre la corraleja y la lluvia

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“Siempre el toro ha matado al hombre, pero nunca el hombre ha matado al toro, en la corraleja es así. El toro arranca, embiste y quien cayó, cayó. Uno siempre pone la papaya. Pendejo que es uno. Pero ya parece que tanta pendejada se va a acabar. Ahora la cosa será a otro precio. Si hay muertos, que sean de parte y parte. Esa es la justicia, ¿no cree usted?” El Pescao, mantero popular


 

 

Las corralejas son las fiestas populares de toros en el caribe colombiano, eran muy conocidas las de Sincelejo, y hablamos en pasado porque desde el 2014 la capital del departamento de Sucre en vez de toros tiene carruajes, comparsas y otro tipo de actividades y no corridas de toros, debido al último accidente en una de las faenas: más de una treintena de heridos en el 2013.

El alcalde de entonces, Jairo Fernández, las eliminó porque es animalista, según indicó en el 2015 a la Revista Semana en una entrevista:

“Yo creo que se debe reflexionar sobre una tradición que ya debe ser reemplazada. Creo que en la costa caribe se deben encontrar otros mecanismos para reemplazar estas fiestas y no exponer a los animales al maltrato, ni a los seres humanos al peligro. Porque esa es la realidad. En una corraleja ninguna persona pobre de la ciudad puede subir a un palco, a los pobres les toca es ingresar al ruedo y exponer sus vidas.” Entrevista completa, clic aquí

Para La cebra que habla el tema de las corralejas está en la agenda por su significación, como dijo Gustavo Colorado en una reciente nota sobre el tema:

“Como el ser humano requiere de mitos, ritos y leyendas para mantenerse en pie, algunos pueblos quisieron ver en la tauromaquia la síntesis del encuentro primordial entre el hombre y la muerte.” Nota de Gustavo Colorado, clic aquí

Pero las corralejas aunque salieron de las fiestas de la capital de Sucre, en el resto del caribe se siguen realizando, y no faltan sus defensores. Edgar de la Ossa hizo un video sobre esta tradición:

 

La antropóloga Nina S. de Friedemann describió en su momento lo que pasa entre corrales y corralejas en su libro:

 

Corrales, corralejas y circo

¡Cacho en la manga! es el grito que como rayo fulminante entra en el cuerpo del coleador y de su fiero caballo, que arrancan del lado izquierdo del corral. Van a aparear al toro o novillo que acaba de saltar en la pista o manga de coleo de trescientos metros de largo por quince de ancho.

El coleador se agacha, coge la chacua, que son las crines de la cola del toro, las enrolla en su mano y velozmente separa el caballo del toro para colearlo, halándolo y tratando de tumbarlo. Si el toro da dos vueltas sobre sí mismo, el coleador es campeón de una de esas tardes llaneras de fiesta en que los hombres apuestan coraje y fortaleza física.

En los Llanos Orientales de Colombia el coleo ha sido parte de las faenas de trabajo en las vaquerías cuando los animales se desvían del rodeo. Y de unos años para acá, esta práctica se ha convertido en centro de festivales que concitan la poética popular:

Vienen desde el Llano adentro
con aroma de sabana
con la pata en el estribo
y soga cagaleriada
para lucir en sus brazos
la cinta roja y rosada.

El 11 de noviembre en la fiesta de San Martín y de sus cuadrillas, los caballos se apoderan del escenario y miden el poder de su velocidad en el desafío. Con la música de arpa criolla y joropo sellan la identidad de esa enorme llanura en el oriente colombiano.

 

Tomada de corraleja-sdc.blogspot.com. Clic en la imagen para ir al texto Solo Dios es culpable

 

El juego con los toros es distinto en Sincelejo, Sincé y numerosos pueblos de la llanura caribe en donde las corralejas son fiestas que se celebran a partir del 20 de enero y por espacio de varias semanas. No son sólo un hombre y un toro encorralados. Son muchos hombres y varios toros en la arena, celebrando una justa entre los dueños de ganaderías.

En las fiestas hay manteros que viajan de corraleja en corraleja enfrentándose a los toros; también los hay voluntarios, por lo general trabajadores de las ganaderías, que saltan a la arena. Frente al toro, pueden perder no sólo su improvisada manta de toreo sino la vida misma. Pero una corraleja es buena –dicen– siempre que haya algún muerto.

En los palcos se comparte la fiesta con licor y música de gaitas. Por fuera las hornillas de las mujeres exhalan humos y aromas de comida frita. Al pie de la corraleja, colman el estremecimiento ambiguo de vida y muerte que emana de la fiesta.

En Cali, Manizales y Bogotá el toreo es una fiesta de circo con luces de audacia y saber de capotes, espadas y estoques en donde, según el decir de algunos, se da una batalla entre la fuerza física del animal y la inteligencia del torero. Pero donde, conforme a un cronista taurino, el toro tiene tanta responsabilidad como el torero, porque “…el torero propone, Dios dispone y el toro lo descompone…”.

De todos modos, tanto el toreo como la pelea de gallos, dondequiera que se celebren en Colombia, en corrales, corralejas o circos, encuentran manifestaciones simbólicas que aluden a diferenciaciones culturales de género: En este trance particular son los hombres quienes interactúan con los animales.

No hay fiesta en corraleja

Lo cierto es, que en Sincelejo, lugar que dio origen a la canción Fiesta en Corraleja de Rubén Darío Salcedo, ya no tiene su 20 de enero la fiesta en corraleja.

 

 

Y son las corralejas una representación cultural del caribe colombiano, que genera muchos debates, desde los argumentos animalistas hasta la tradición de las haciendas ganaderas y el Patrimonio Cultural de la Nación.

Estas fiestas son populares y es el pueblo quien expone su vida al enfrentarse a los animales y aún así este encuentro parece ser necesario para el hombre, según deja ver el testimonio de El Pescao, un popular mantero que le dijo al escritor José Luis Garcés González:

 “¿Usted qué quiere, qué uno siempre salga perdiendo con el toro? Siempre el toro ha matado al hombre, pero nunca el hombre ha matado al toro, en la corraleja es así. El toro arranca, embiste y quien cayó, cayó. Uno siempre pone la papaya. Pendejo que es uno. Pero ya parece que tanta pendejada se va a acabar. Ahora la cosa será a otro precio. Si hay muertos, que sean de parte y parte. Esa es la justicia, ¿no cree usted?”.

La cebra que lee

La literatura del caribe ha dejado en la memoria escrita lo que ocurre en las fiestas en corraleja, sobre todo desde un momento muy particular en la historia de estas corridas, el 20 de enero de 1980, hoy 40 años después, destacamos para finalizar este especial dos textos que permiten al lector sensible identificar rasgos de esta sociedad caribeña que acuña tradiciones que para unos u otros pueden ser absurdas.

 

Había un viejo rencor entre la corraleja y la lluvia

Éste es el título de una crónica de José Luis Garcés González, un escritor caribeño nacido en Montería, un referente importante para la tradición literaria y cultural de esta zona del país, quien le da mucha importancia a las tradiciones regionales y se dedicó a estudiar su región, hasta creó el concepto sinuanología, que él define como el estudio integral y organizado de lo sinuano:

“Mantener nuestras esencias, conocer nuestros ancestros, pero abrirnos al mundo. Si nuestro árbol cultural tiene fuertes las raíces, ningún huracán de cultura consumista va a arrancarnos de nuestra tierra y de nuestros valores más preciados. Que se inserte en nosotros el mundo, decía Martí, pero que el tronco sea nuestro. Si conocemos lo propio, si valoramos lo propio, no le tendremos miedo a lo extraño. Asimilar el universo, pero conservar nuestras raíces.” José Luis Garcés González, Cultura y sinuanología, 2002.

Su texto Había un viejo rencor entre la corraleja y la lluvia es una bella crónica que narra lo ocurrido hace cuatro décadas.

Dejamos el texto completo para que ustedes lo disfruten. No sin antes darle los créditos al grupo literario El Túnel, del cual es miembro fundado por José L. Garcés quien comparte este texto y otros, en un trabajo que se llama La palabra compacta de donde extrajimos la crónica en mención, que pueden descargar haciendo clic aquí.

Terminamos con las décimas populares de José Inocencio Pacheco, decimero popular oriundo de Colosó, Sucre, quien también narró lo ocurrido aquel 20 de enero de 1980:

 

La tragedia

 

I

La víspera de la fiesta/ Hubo algo que presagiaba

el peligro que acechaba/ Con una agresión funesta

apareció la tormenta/ Anotó violentamente

Sobre el tumulto de gente/ Que a duras penas se mueve

lo que anunció el diecinueve / Fué confirmado el día veinte.

II

Trágico veinte de Enero/ Triste recuerdo nos deja

Los toros, la corraleja / Y los gritos lastimeros

De aquellos que perecieron / En la tragedia fatal

Que invadió a la Capital / De angustia y resentimiento

De dolor y sentimiento / Que no se olvidan jamás.

III

Locución y periodismo / Incógnitos se quedaron

Cuando los palcos rodaron / Lentamente al abismo

Resultó de cataclismo / Un gran número de muertos

Que en aquel terruño… envuelto / Bajo el asombro quedaron

Donde los hombres lloraron / En el lugar del siniestro.

IV

Es lamentable la forma / De la masacre ocurrida

En la cual pierden la vida / Más de trescientas personas

La misericordia dona / Para los damnificados

Recursos para el traslado /  Ya que aquí no bastó el cupo

Sincelejo guarda luto / por lo que se han preocupado.

Después de tanta aflicción / El pueblo pidió demanda

junto con las condolencias / Vino la resignación

Y en el primer avión / Enviado de Bogotá

Con drogas y personal / Para atender  los heridos

Que ya estaban recluidos / Todos en el hospital

VI

A los poquitos instantes / De hacer el levantamiento

Fueron recluido los muertos / En los carros ambulantes

Heridos fueron bastantes / y de mucha gravedad

De afuera y de la ciudad / muchos no identificados

pero fueron sepultados / con justicia y caridad.

VII 

La tragedia en realidad / Es bastante dolorosa

Por lo que deja la fosa / Parte de la humanidad

Este recuerdo será / Hasta que tengamos vida

Si el paciente se fastidia / Agobiado por el suelo

Llora sin tener consuelo / Porque quedó sin familia.

VIII

Hubo necesidad / De pedir auxilio urgente

Ya que el peso de la muerte / agobiaba la ciudad

Aquella fatalidad / Hallada bajo los escombros

Al rescatar los cadáveres /  Y dizque hallaron imágenes

Unidas hombro en hombro.

IX

Ya de la fiesta ni hablar / De la corraleja menos

Porque la herida que tenemos / Es de profundo pesar

De continuo lamentar / En todo lo sucedido

Y por los seres queridos / Muertos en este lugar

Yo los invito a rogar / Por los desaparecidos.

X

Los hospitales móviles / Traidos desde Bogotá

Dispuestos a colaborar / Hasta donde sea posible

Con este equipo le sirve / A Sucre y a la Nación

El pueblo con emoción / Por el favor recibido

Les esta muy agradecido / Por toda la colaboración.

XI 

Del personal trasladado / A las distintas regiones

Continúan las defunciones / De los hospitalizados

Acaso no ha terminado / esa tragedia del veinte

Es por eso que se siente / El dolor desesperado

Del que se ha paralizado / Entre la vida y la muerte.

XII

¡Oh¡ qué veinte miserable / Quiero decir que tirano

Que dejas en los humanos / Páginas inapreciables

Por la trágica y sombría / Que da a la ciudadanía

La impresión de una desgracia / Porque dejaste en la plaza

Eterna melancolía.


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