Compartimos la crónica El Pasaje “Pulgarín” publicada en 1963 en el periódico El Imparcial y recuperada por Ciudad Cultural en la edición de noviembre de 2016, en la sección Pedacitos de Historia que realiza Adriana Carrillo.
Con motivo del Centenario de la Ciudad los periódicos de 1963 publicaron varios escritos de carácter histórico, con sorpresa encuentro esta crónica sobre el Pasaje Pulgarín en el periódico El Imparcial (competencia del Diario) escrita por EMEZETA. Un sitio que para algunos es remembranza de dientes extraídos con urgencia y dolor, para otros las composturas de los huesos o bramaderos que llamaban, y quizá para los más jóvenes no hay ni siquiera ya una placa o seña de lo que fue. El autor además de recordar la historia de un lugar, habla de esa Pereira perdida. Un llamado insistente del cronista por recuperarla. Adriana Carrillo
Por Emezeta
(Fragmentos: Tomada del periódico El Imparcial, 30 de Agosto de 1963, Pereira) edición dedicada a los 100 años de la fundación de Pereira.
El dos de Enero de 1946, hace justamente dos años, se iniciaron los trabajos de construcción del “Pasaje Pulgarín” situado entre las calles 14 y 15 de esta ciudad y las carreras 8 y 9 en uno de los lugares más comerciales de Pereira. El pasaje “Pulgarín” es el primero de su género que se levanta en esta ciudad y esta sola circunstancia sería suficiente para nuestra obligación de informantes permanentes, nos indicara que había necesidad de publicar una crónica muy completa y exacta sobre ese empeño progresista, en el que su propietario don José D Pulgarín, entregó a la ciudad y a su adelanto una obra de gran trascendencia e importancia.
El señor Pulgarín adquirió por compra hecha al caballero don Rubén Restrepo una propiedad situada sobre la carrera 9ª. Y la cual media 14 varas de frente por 50 de centro. Más tarde en la carrera 8ª. Adquirió otra propiedad, que lo era antes de la señora Librada Albarán y la que medía 16 varas de frente por 50 de centro. El hecho de coincidir las dos propiedades en las 50 varas de centro, fue suficiente para que el señor Pulgarín pensara en construir allí un pasaje que atravesara la manzana y que uniera las dos carreras. Y como lo pensó, así lo realizó. Ya dueño de una faja de 16 varas que iba de la carrera 8 hasta la 9, su obsesión estaba indicada para hacer el pasaje. Y el 2 enero de 1946 empezó trabajos, anotándose el dato muy simpático de que del dueño, señor Pulgarín no consultó con ingenieros para desarrollar sus propósitos y el mismo fue el director de la construcción.
La obra del “Pasaje Pulgarín” se concluyó definitivamente el 2 de Enero de 1948, es decir, dos años exactos después de que se empezó. Los solares adquiridos por Pulgarín y la obra concluida habían tenido un costo de cien mil pesos, valiendo 20.000 el terreno comprado al señor Restrepo y 11.000 lo que se compró a la señora Albarán. En el pasaje “Pulgarín” hay cuatro casas y 21 locales. Y allí funcionan droguerías, almacenes de cacharros, carpinterías, pastelerías, agencias de discos: tiene sus oficinas el “Centro de Higiene”, hay zapaterías, talabarterías y hasta un sindicato –el de instaladores del servicio de energía eléctrica dándose también el caso de que allí tenga sus oficinas el centro juvenil conservador, como para que haya representación de todas las actividades. Además hay una agencia de muebles y varias peluquerías. Todo produce hoy una renta de mil pesos mensuales, siendo quizá esta construcción la que hace parte de una renta más crecida para su propietario.
El “Pasaje Pulgarín” es objeto de la admiración y del comentario favorable de cuantas personas visitan a Pereira. Es sabido que esta clase de construcciones solamente se ve en aquellas grandes ciudades en donde el continuo crecimiento de las urbes obliga a los propietarios de locales centrales a buscar que estos tengan mayor expansión para que se abran nuevas casas de comercio y para que diferentes establecimientos tengan en donde funcionar. Tal lo que aconteció con el “Pasaje Pulgarín” que vino a descongestionar un sector comercializado en últimos años en forma tal que aquello parece increíble. Los locales que antes se conseguían por allí a diez y quince pesos, para establecer “tienditas” de bananos y de pandequeso, ahora hay que pagarlos a cien y a ciento cincuenta pesos y quienes los necesitan se ven obligados a cubrir gruesas primas para que sus arrendatarios los larguen… Es el progreso de la ciudad que cada día va siendo mayor. Es Pereira, que desde cuando dio el primer paso hacia la conquista magnifica del futuro, contrajo con ella misma el ineludible compromiso de no retroceder ni de estancarse, que es también un retroceso disimulado.
Ahora tracemos un ligero boceto sobre el propietario de esta obra, que es obligación de la prensa realzar los mérito de los hombres que se elevan mediante su propio esfuerzo y que sirven al progreso de los pueblos, al cual contribuyen en una o en otra forma: José D Pulgarín el dueño del “Pasaje” es un hombre de unos 51 años, nació en Medellín y reside en Pereira, desde hace treinta y dos. Con entusiasmo y con justo orgullo nos habla de sus primeros pasos en el comercio y de sus tropiezos para lograr un pequeño capital con el cual puso los cimientos del que hoy posee, que es bastante respetable, por lo demás…
-Yo en mis primeros años trabajé como jardinero del ilustrísimo señor Manuel José Caicedo arzobispo de Medellín y cuidando sus flores en el Palacio de la Playa, me ganaba tres pesos mensuales. Pero aburrido de estas labores un día cualquiera partí con mi madre el valor de un mes de sueldo y con una maletera a la espalda me vine “a buscar la vida” atraído por la fama que tenía Pereira, de pueblo empujoso y donde se conseguía dinero. Aquí llegué con 15 centavos en el bolsillo. Esto era entonces un pueblo todavía muy en sus comienzos. Recuerdo con todo gusto que mi primer oficio fue el de “desmontador” de una manga de Don Lorenzo Cortes, situada en “El Jardín”. Me pagó a 15 centavos el día, y me dio la alimentación. Con el producto de “esta tarea” y con una factura por 70 pesos que me fio don Nepomuceno Vallejo, quien sin conocerme tuvo ese gesto generoso, empecé a trabajar.
-Ud. es casado? Le pregunte a nuestro amigo el señor Pulgarín.
-Sí señor. Es mi esposa la señora Ernestina Sánchez de Ibáñez y tenemos cuatro hijos: Soledad, Ligia, Aseneth y Hernando.
No quiero que usted concluya su apunte del Pasaje Pulgarín y sobre mi vida sin que anotemos un dato que es muy interesante, por lo que significa para un hombre que trabaja el crédito. Yo cuando estuve dedicado al comercio, del cual me retiré hace unos meses pues no tengo mayor afán, fui siempre un cliente cumplidisimo con todas aquellas casas que me facilitaron mercancías, apenas sobre la base de algunas buenas recomendaciones. Desde la factura de los 70 pesos me fío don Nepomuceno Vallejo, hasta las que por miles y miles de pesos me entregaron J Gómez y Cía. de Manizales, Guillermo Gómez Arrubla, Edmond Zacour, Camilo Dacah y muchas más todas ellas fueron religiosamente cubiertas dentro de los plazos fijados de hora y minuto. Quizá a eso y a un poco de buena suerte, debo yo el capital que logré y el que me permitió servirle a Pereira con esta edificación que dígase lo que se quiera siempre es que se le hacen honor.