El campo está envejeciendo.
¿Quién va a sembrar y recoger lo que emane la tierra para la supervivencia de la humanidad?
Por: Harol Molina
“Enhorabuena”, la declaratoria de la UNESCO en el año 2006 al Paisaje Cultural Cafetero Colombiano, como patrimonio inmaterial de la humanidad, debió haber sido un aliciente para por lo menos intentar fortalecer el turismo rural de los municipios que hacen parte de ese paisaje, y así poder explotar económicamente las familias populares de la sociedad cafetera, es decir, inflar de “billeticos” el bolsillo de los productores de los alimentos que usted se está comiendo o tomando mientras pasa sus ojos por estas letras.
Pues son estas familias las que están inmersas y han estado presentes por muchos años en los procesos de producción agrícola en las fincas colombianas. Una sana manera de mantener vida la economía rotativa de los municipios.
Sin embargo, seis años después de la declaratoria, no se ha evidenciado un gran desarrollo ni del turismo, y mucho menos de la economía campesina.
El relevo generacional se ha estancado, a tal punto, de que los mismos abuelos son y seguirán siendo los recolectores del café como proceso económico y de supervivencia por mucho tiempo, mientras que en el pensamiento de las nuevas generaciones no pasa ni por sospecha continuar con el arado de las tierras y la administración de sus propias fincas como legado familiar.
La juventud piensa en el WhatsApp como herramienta de comunicación, y en Google como solución a los inconvenientes que se les atraviesa en la vida.
Más allá, el preocupante pensamiento del joven campesino radica en el deseo de abandonar lo que sus padres con tanto esfuerzo han labrado y mantenido de generación en generación.
Las nuevas facilidades de estudio claramente son una puerta que se abre al desarrollo de la población de la provincia, pero a su paso han borrado del casete de la juventud el deseo de trabajar en la vereda, el deseo de coger café, y estar al sol y al agua produciendo de lo que la tierra brinda.
Al parecer en algunos años, no habrá quien quiera sembrar, arar y recoger café, mientras se les acaban las fuerzas a los abuelos campesinos de estas tierras, “el campo sigue envejeciendo” y lo peor de todo, no se ve por ningún lado el bordón de su vejez.
Es hora de generar conciencia en la juventud, no solo hablar en los colegios y en las bibliotecas de prevención en el consumo de sustancias psicoactivas, y de la preparación para acceder a la educación superior.
Es hora de promover el amor por lo propio, por lo que produce el alimento de las personas de la urbe, es hora de recuperar las tradiciones ancestrales de la cultura cafetera, ¡es hora de volver al campo!… antes de que sea demasiado tarde.
Se prevé la posibilidad de perder la declaratoria como patrimonio de la humanidad, pero pues llegado el caso ¡que se pierda!
Lo que no se puede dejar perder es el amor por el campo.
¿Quién va a sembrar y recoger lo que emane la tierra para la supervivencia de la humanidad?
El campo sigue envejeciendo, serán necesarias fuerzas jóvenes para la producción, fuerzas que no aparecen por ninguna parte, ojala y aparezcan pronto.
¡Jóvenes… al campo!