El pasado mes de octubre se realizó en las instalaciones del Club Campestre de Pereira la edición 25 del torneo de tenis infantil Chiquitines que ha reunido a niños desde los 4 hasta los doce años de diferentes regiones de Colombia.
Un sueño vuelto semillero donde más que la competencia lo importante es el encuentro, la alegría del juego, promover valores y compartir en familia los primeros pasos de un deporte que tantas ilusiones le ha dado a Pereira.
En La Cebra Que Habla encontramos algunas de esas historias y sonrisas, las voces de algunos de los protagonistas que en este cuarto de siglo han sido pieza fundamental en el desarrollo y prestigio de esta práctica en la región a partir de la realización y consolidación de este torneo, que, indiscutiblemente ha contribuido impulsar el tenis nacional.
Bienvenidos a este especial multimedia que hemos preparado para ustedes entre raquetas, pelotas e ilusiones de cientos de niños, instructores y padres de familia, muchos de ellos, desde los rincones más alejados de nuestro país.
Fotografías: Jhon Edgar Linares
Venticinco años hace que Eduardo Giraldo, el padre de Santiago, el tenista mejor posicionado en la historia del tenis colombiano, ideó este torneo para dar la oportunidad a los niños y niñas más pequeños a tener un inicio en este deporte de la manera más armónica posible.
Y es que el torneo nacional Chiquitines es, sobre todo, una manera de abordar la práctica del tenis de forma que se conciba desde sus inicios como el compartir de una gran familia.
A él están invitados los niños de toda Colombia, menores de 12 años.
Ellos vienen siempre desde muchos rincones de nuestro país, acompañados de sus padres y familiares cercanos, para convivir con otros chiquitines como ellos, y saber que lo más importante en este deporte es aprender a ser buenas personas, por encima de llegar a ser grandes deportistas.
En el torneo que lleva veinticinco años realizándose, en el Club Campestre de Pereira, los padres de niños de todo el país encuentran además charlas educativas sobre sicología deportiva, nutrición y técnicas de entrenamiento.
Este año, por ejemplo, se realizaron varias conferencias y clínicas a cargo de un reputado hombre del tenis, Gabriel Jaramillo, quien en su escuela ubicada en los Estados Unidos ha formado personalidades tenísticas como André Agassi.
Adicionalmente, Eduardo Giraldo siempre ha dado al torneo su particular visión del mundo deportivo. Para él, respetar a los más pequeños, sus elecciones y su integridad como seres sensibles, ha sido una prioridad.
Por ello, trata insistentemente de transmitir a los padres un mensaje de tolerancia y fraternidad, lo que constituye su particular manera de ver este deporte: una manera efectiva de formar buenos seres humanos y mejores ciudadanos.
El Club Campestre de Pereira es, sin dudas, la mejor sede para este tipo de certámenes.
Sus amplias y dotadas instalaciones hacen que los visitantes concurran no solo por el interés del evento deportivo, también porque es una alternativa para pasar un agradable puente festivo (el del 12 de octubre).
Las instalaciones hoteleras de la ciudad se llenan a tal punto que en muchas ocasiones los visitantes han tenido que recurrir a buscar hospedajes en la vecina ciudad de Cartago.
El torneo mueve, por tanto, no solo las finanzas del Club, que recibe muy buenos ingresos producto de las ventas de alimentos y bebidas, sino los de la ciudad, y el entorno cercano.
En promedio son 360 niños participantes en cada versión. En esta última, eran 60 locales y 300 procedentes de muchas ciudades de Colombia. Si a cada niño lo acompañan mínimo dos adultos, estamos hablando de 900 personas que requieren alojarse en un solo fin de semana, y que consumen en los establecimientos de comercio y restaurantes de la ciudad.
Por lo tanto, Chiquitines es, no solo una manera muy propositiva de iniciarse en el mundo del tenis competitivo. Es, también, un evento que mueve la economía y colabora con el posicionamiento turístico de nuestra región, pues muchas familias regresan después a visitar nuestros atractivos producto de esta primera visita.
Incluso, en el mismo torneo, se presenta una feria comercial en donde las empresas locales pueden mostrar sus productos a personas de todo el país, a muy bajos costos. Es una verdadera vitrina para los productores y empresarios de nuestra región, que les permite entrar en contacto con clientes diferentes a los de su mercado natural, con los cuales seguramente podrán entablar relaciones comerciales que concluyan en nuevas ventas.
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Este tipo de actividades deportivas son muy importantes para nuestra ciudad y región. No solo tienen un propósito en cuanto a la práctica del deporte se refiere. Cumplen un cometido social, con impactos significativos desde el punto de vista económico.
Por estas y muchas más razones, larga vida a Chiquitines y a quienes, como Eduardo Giraldo, han hecho de este torneo el más especial de los certámenes infantiles del tenis en Colombia.
Reportaje gráfico
Los mejores momentos de Chiquitines en sus 25 años de existencia.
Los niños y sus familias, de un lugar a otro, siendo felices, jugando, creando lazos de amistad. Tres días que han cambiado la vida personal, deportiva y en sociedad de muchos.
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Es mediodía de sábado y llegan de varias partes del país, padres, que traen a sus hijos al torneo Chiquitines, que este año cumple un cuarto de siglo de celebrarse en El Club Campestre de Pereira.
Es un lugar bello, grande y acogedor, con 26 canchas de tenis en total, 24 de polvo de ladrillo, que las asemeja a campos de tejo, pero más anchas, y 2 de material sólido preparadas para eventos especiales.
A esta hora del día ya hay un mar de auténticas gafas de sol, gorras y caras embadurnadas de bloqueador solar, que se mueve a todo lado por el campus, intentando ubicarse en los palcos azules, para ver a sus hijos jugar, porque ellos ahora son las estrellas.
Esas que brillan, y que son motivadas por la necesidad de ejercitarse y hacer amigos, pero también por el sueño de llegar a ser un Felipe Escobar Convers o una Sofía Munera Sánchez, por no mencionar a una estrella que brilla desde hace tiempo como Santiago Giraldo.
Mientras ubican su lugar en el torneo, caminando de un lado a otro con maletines marca Wilson, Babolat y raquetas originales Head, los niños están en su mundo. Unos hacen fila en el remolque de Frisby, esperando alitas fritas con salsa BBQ, otros prefieren hamburguesa al carbón con lonjas de tocineta y los más animosos, comen algodón de azúcar color azul que se les queda pegado en sus cachetes rosados.
Por los pasillos de Club Campestre, pasean Caddies sonrientes que portan carteles verdes con mensajes como “Escucha y aprende”, “ganes o pierdas, disfruta el juego”, “respeta el juego, al contenedor y a los jueces”.
Todo está preparado para el torneo más esperado del año, tan esperado, que pudieron escribirse casi 400 niños y otros tantos quedaron por fuera por sobrecupo y por retrasos en sus vuelos.
Ya en las respectivas canchas, los niños entran como los grandes, escoltados, oyendo las recomendaciones del árbitro, y entrenando para dar una dura pelea no a su contrincante, sino a su amigo, o quizá compañero de estudio. Sienten que están jugando encima de una gran rayuela y eso les da confianza.
Los Caddies toman posiciones, y comienza el partido, o mejor, comienza los momentos Federer, que estos pequeños talentos llevan a sentir a sus padres, amigos y familiares quienes dedican su día a ellos, los futuros tenistas profesionales del país.
Mientras hay un intercambio mediano de lanzamientos, con esa forma de mariposa, clásica en el juego de tenis, los adultos quedan a boca abierta, los ojos se abren como platos y empiezan a lanzar motivaciones a los niños: “¡activo!, ¡activo!”, “No pasa nada, animo”, “bola por bola. Ahora lo hiciste, vamos”. Y hasta “Si gana hay plata y chicharrón. ¡Tú puedes!”.
Al fondo de cada cancha los tableros anuncian a los jugadores: “Pardo vs González”, “Velázquez vs Covaleda”, “Caicedo vs Rodríguez” entre otros, y también se cuelan marcas como Chevrolet, Asul, Frisby y un gran anuncio de la escuela de tenis de Gabe Jaramillo, cuyo sistema de enseñanza se ha implantado exitosamente entre los niños que practican este deporte en el Club Campestre de Pereira.
El día ha favorecido el torneo, y aunque no se termina, decenas de personas llegan al evento por la calzada principal que está adornada diplomáticamente con todas las banderas de los municipios del departamento de Risaralda.
El momento más esperado, aparte de los momentos Federer que han sentido los cientos de espectadores desde el inicio, es el arribo del famoso Santiago Giraldo, que llega vestido como uno de ellos, con gorra, pantaloneta y una gran sonrisa que atrae y motiva a los niños a tomarse fotos con la estrella que siempre han visto brillar, y que más que un profesional, es un amigo y un hermano en el deporte.
[Perfil] Creciendo juntos
El uruguayo Víctor González es el director técnico de los equipos de tenis del Club Campestre de Pereira. Llegó a Colombia a cumplir un contrato de seis meses con Coldeportes, y ya lleva siete años en el país.
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[Crónica.] Entre pequeños gigantes.
En el campus del Club Campestre de Pereira un niño llora porque según él, su amigo Pardo, está perdiendo contra González, su otro amigo de escuela. Tres adultos tratan de consolarlo, y lo logran. Le aseguran que la idea de participar del Torneo de tenis Chiquitines es ejercitarse, hacer amigos y si se gana o se pierde, la victoria está en el esfuerzo.
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“Chiquitines”: tenis para la vida.