El periodista y docente Franklin Molano Gaona ofreció durante el primer semestre de 2017 una clase a estudiantes de Optometría de la Fundación Universitaria del Área Andina. Los invitó a escribir un cuento de manera colectiva y esto fue lo que salió.
El coleccionista
Por: Camilo Andrés Madroñero Córdoba, Mariana Gasca Sánchez y Nataly Guevara Ocampo.
Algunas veces me pregunto por qué odio tanto a las mujeres. Cada mes voy a algún típico lupanar de la ciudad y siempre hay una diferente que se acerca a mí, ofreciéndome compañía. Su voz atormentada, su olor a trago barato y sus méndigas palabras, atraen mi interés.
— Cariño, siéntate a mi lado – le digo luego de acariciar su mano
— ¿Qué deseas tomar?
— Un Jack en las rocas – responde
— A veces me aburren los brindis con aguardiente
— Espero no ser como el aguardiente – le digo, intentando romper el hielo
— Espero no aburrirte.
Así pasa con todas las mujeres que encuentro en esos sitios, luego de entrar en confianza con algunas preguntas rutinarias acerca de su vida, están listas a entregar un poco más de ellas.
Después de beber unos 5 vasos de whisky, tomamos un taxi hacia mi residencia en busca de privacidad.
Al llegar, busco en la nevera un poco de vino y después de ofrecerle una copa siempre pregunto lo mismo.
— ¿De qué color son tus ojos?
— Creo que son café– contesta la mayoría
— ¿Y qué sabor tienen? – vuelvo a preguntar
— Café claro, café oscuro, café aventura, café delicia, café travesura, café erótico – responde sutilmente luego de acercarse a mi boca.
Ilustración tomada de Tumblr
Meto la mano al bolsillo trasero de mi pantalón y entre algunos billetes revueltos, saco unos cuantos y los coloco entre sus senos. De inmediato comienza el rito carnal que los dos esperábamos.
Después de quitar su ropa desesperadamente, me encanta conocer su cuerpo, siempre me tomo mi tiempo deslizando mis manos sobre toda su anatomía.
Es mi manera de conocerlas pues todas tienen diferentes dimensiones.
Unos minutos más tarde, varios gemidos salen de su boca expresando total placer. Al llegar al clímax inmensurable del orgasmo, siempre pronuncian algunas palabras que llaman mi atención.
— ¡Eres maravilloso, lo más hermoso que han visto mis ojos!
Esas palabras avivan mi fijación y mi curiosidad por saber si lo que ellas dicen es real.
Con esa frase en mi mente y la libido en total éxtasis, estallo de placer dejando deslizar sobre ella parte de mí.
Lo extraño de todo esto es que aquellas palabras siguen resonando en mi cabeza. Deseo conocer la verdad.
Ilustración extraída de Tumblr
Discretamente busco el viejo frasco de cristal guardado en el cajón y con mucha sutileza remojo en sedante, un pañuelo sucio.
Luego paso mi brazo izquierdo por el cuello de la mujer y con mi mano derecha acerco el pañuelo a su nariz y boca. Algunas son más fuertes que otras, algunas muerden, otras patalean, pero luego de un tiempo, cansadas del forcejeo, se rinden a mi voluntad.
Después de caer anestesiada, palpo su cara hasta llegar a los parpados. Con mucho cuidado los abro y de las orbitas saco las esferas con gran destreza.
Del bolsillo de mi camisa tomo una navaja oxidada y corto el cordón que las une a su cara.
Me gusta sentir en mis manos la forma que tienen, algunas redondas y otras ovaladas.
Desgarro con cuidado la primera capa para llegar hasta el interior. Absorbo con fuerza aquellas partes liquidas y gelatinosas, luego las trago sin ninguna dificultad.
Foto tomada de Tumblr
Continuo hasta la última capa y saco las retinas. Las coloco cuidadosamente sobre mis ojos y lo que queda lo pongo en una botella de vino junto a las demás esferas que colecciono, y tomo una copa de ello.
A pesar de todo ese gran esfuerzo ha sido imposible contemplar aquella hermosura que alborota mi curiosidad. Siempre quedo solo, triste y frustrado.
Creo que por eso odio a las mujeres. Porque me ilusionan al decir que sus ojos ven en mí lo más hermoso que existe, aunque yo no veo nada.
Muchos dirían que estoy loco, pero creo que los locos son aquellos que ven la realidad. Yo por mi parte solo veo oscuridad. Nunca he visto mi rostro, ni el rostro de aquellas mujeres.
Solo soy un coleccionista en busca de realidad, un ciego clamando ver la luz del día.
Visión de cazador
Por: Nathaly Riascos, Natalia Montoya, Nayibe Valencia, Leonardo Perlaza y Simeón Culma.
En lo más lejano y profundo de la cordillera de los Andes, me encontraba observando mis siguientes platos exquisitos, todos ellos aparentan ser jugosos. Yo el Águila Real con mis grandes ojos y un gran apetito vi un pez en el río, sin embargo, era tan pequeño que pensé que quedaría con hambre a no ser que pescara varios.
Seguí buscando y de repente pasó una liebre, pero era demasiado tierna para mi gusto.
Elevé el vuelo y continué la búsqueda de mi aperitivo. Con mi visión contemplé una familia de zarigüeyas y al ser tantas me provocaron, así que no dude en descender y tomar con mis fuertes garras las que más se pudieran. Serán muy fáciles de atrapar.
Foto Anipedia
Tan pronto arribé dispuesta a iniciar la caza, noté que esta vez no fue tan fácil como siempre. Ellas ese día estaban más unidas y fuertes que en cualquier otra ocasión, preparadas para el siguiente encuentro con el Águila Real.
Tan pronto me tuvieron cerca, iniciaron con la hazaña para derrotarme. Primero, al aprovechar la cercanía actuaron demostrando temor y miedo al verme. Representación que no tardó en tomar otro rumbo.
De repente vinieron todas hacia mí, salían una tras otra de su guarida, de tal manera que mi tamaño de casi tres metros, no era competencia ante ese ejército.
Al trepar sobre mi cuerpo se apoderaron de mi plumaje. Mientras tanto observé lentamente en todas esas patas las que fueron mis hermosas plumas.
Foto tomada del portal DeAnimalia
Lastimándome, demostraban su satisfacción. Finalmente mis garras no triunfaron, su seguridad, valentía y fuerza acabaron con mi grandeza, y sí, me atraparon, protagonizaron su plan de venganza contra mí.