jueves, abril 24, 2025
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El cartel del mes por Quimbaya Studio: Alucinaciones y fantasías de cuarentena desde la Perla

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De nuevo y con mucho agrado compartimos algo de nuestro trabajo artístico. Alucinaciones y fantasías de cuarentena desde La Perla.

Hoy es una ilustración de futuro postapocalíptico, la idea que nos asaltó es la visión de esos escenarios, esos momentos y actividades que antes parecían tan cotidianos y que ahora pensamos, que tal vez, pueden dejar de existir así como los conocemos. Un arte a cargo de nuestro ilustrador @hectorbetancug para Quimbaya Studio y La Cebra que Habla.

Los invitamos a seguirnos en Instagram, búscanos como @quimbayastudio

Alex Grijelmo: frases de su libro La seducción de las palabras

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-Seducción parte de un intelecto, sí, pero no se dirige a la zona racional de quien recibe el enunciado sino a sus emociones. …no se basa tanto la seducción en los argumentos como en las propias palabras, una a una. No aplica tanto a la construcción razonada como a los elementos con, gloria…cretas que se emplean en ella.

-El lenguaje del amor busca los sonidos suaves y las palabras que se arraigan en la historia de la humanidad, los conceptos profundos y universales, aquellos que recibieron su principal brillo en las obras de los poetas.

-Mario Benedetti es heredero de esas palabras de seducción como tantos otros poetas, esas voces que llegan desde los ancestros: muerte, claridad, luz, gloria…

                                        INVENTARIO II

                            “Una mujer desnuda y en lo oscuro

                             Tiene una claridad que nos alumbra

                              De modo que si ocurre un desconsuelo

                              Un apagón o una noche sin luna

                             Es conveniente y hasta imprescindible

                              Tener a mano a una mujer desnuda.

                              Una mujer desnuda y en lo oscuro

                              Genera un resplandor que da confianza

                              Entonces dominguera el almanaque,

                              Vibran en su rincón las telarañas,

                               Y los ojos felices y felinos

                              Miran y de mirar nunca se cansan.

                              Una mujer desnuda y en lo oscuro

                              Es una vocación para las manos,

                              Para los labios es casi un destino

                              Y para el corazón un despilfarro.

                              Una mujer desnuda es un enigma

                              Y siempre es una fiesta descifrarlo.

                               Una mujer desnuda y en lo oscuro

                               Genera una luz propia y nos enciende,

                               El cielo raso se convierte en cielo

                               Y es una gloria no ser inocente.

                               Una mujer querida o vislumbrada

                               Desbarata por una vez la muerte.”

  • “Hacer el amor” termina con una palabra elevada, “amor”, pero empieza con una palabra muy mecánica, “hacer”.
  • La metáfora es seductora por naturaleza, porque produce sorpresa y ayuda a salir de la realidad visual para pasar a la realidad imaginada.
  • Las metáforas de la seducción responden a una cierta técnica natural de los hablantes, y se basa generalmente en elegir una parte de lo que se propone, de modo que la situación completa quede englobada en ella. “¿quieres que nos despertemos juntos mañana?” ¿Te apetece una copa”?
  • “¿quieres que salgamos juntos”? es otro caso. Si, la propuesta invita a acudir al cine, a cenar…pero en el lenguaje de la seducción esa idea de “salir” a la calle también implica una regularidad en las salidas, para luego “entrar” en la casa.
  • El amante certero preguntara entonces, por ejemplo: “Quieres que entre en ti”? frente a “meter”, frente a “penetrar”, el verbo “entrar” se connota en cambio con la naturalidad: entra el año, entran las estaciones, todo sucede con “entrar” como si formase parte de un designio sencillo, “entra” el tren en la estación, entra un instrumento en una sinfonía, nos entra un traje, nos entran los zapatos, entramos en una empresa…y todo ello es natural. Que diferencia con “tengo que meterme los zapatos”, hay que “meter ahí un instrumento”, meter implica forzar, entrar sugiere pasar (la suavidad de estas).
  • “Me gustaría estar dentro de ti”, propondrá el hombre. “Me gustaría que estuvieras dentro de mí”, ofrecerá la mujer. Y dentro adquiere un valor inmenso en la seducción y ese verbo va ligado a la cereza de otra acción seductora, que se percibirá tal vez inconscientemente: “adentrarse”, verbo que se contagia del anterior y da idea de suavidad progresiva, de sigilo, como el espía que se adentra en las filas enemigas, despacio…
  • El amor reside en el cerebro como todos los demás sentimientos del ser humano, y hace muchos años que eso se sabe; pero el lenguaje ha trasladado la sede del amor a otro lugar: el corazón. No podía concebirse que los razonamientos y las pasiones anduvieran revueltas en un mismo lugar. El cerebro ha sido reservado por el lenguaje para las decisiones racionales; el corazón, para las pasionales. Por eso se pueden comprender los impulsos del enamorado, por que salen (impulso) con la fuerza de la sangre y de los latidos, el poder de la naturaleza, y forman el pulso que nos anima. El coraje, y por eso se disculpa todo aquello que se hace con el corazón…
  • En el lenguaje del amor constituyen elementos de primer orden la historia de las palabras, las compañías que tuvieron, las metáforas en general y las trampas en particular…

Revoluciones tecnológicas

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No quisiera generalizar, pero cuando los medios de comunicación hablan de avances tecnológicos, tienden a utilizar de forma indiscriminada la palabra revolución. Por ejemplo, el periódico El Tiempo reportó que, durante el Black Friday, programado para los días 24, 25 y 26 de noviembre de este año, los compradores contarán con la asistencia de inteligencia artificial (IA) que les hará recomendaciones personalizadas de acuerdo con su historial de búsqueda.[1] El titular fue: Black Friday 2023: la revolución de la inteligencia digital en las compras. De igual manera, el portal ECD Confidencial Digital calificó el aumento en el número de transacciones electrónicas de compra de medicamentos como la revolución del comercio electrónico en el sector farmacéutico.[2] Y así, podríamos seguir con los ejemplos.

Ahora bien, dentro de las acepciones del término revolución que se encuentran en la RAE hemos de destacar tres: la primera, es cambio profundo, generalmente violento, en las estructuras políticas y socioeconómicas de una comunidad nacional; la segunda, levantamiento o sublevación popular; y la tercera, cambio rápido y profundo en cualquier cosa. Por razones obvias, dejamos de lado las definiciones que hacen alusión al movimiento de los cuerpos, ya sea giro o rotación. Podemos convenir entonces, que la palabra debería utilizarse para designar cambios profundos, no coyunturales, y preguntarnos si su uso es adecuado para “simples” procesos de innovación incremental, como fabricar celulares más livianos, integrar su teclado a la pantalla o a la popularización de las aplicaciones digitales de domicilios.

No se trata de un simple problema del lenguaje, pues la pregunta que nos atañe es relevante: ¿el desarrollo tecnológico, en concreto, de la economía digital y de sus alternativas, podría considerarse un cambio estructural en la sociedad o, por el contrario, estamos ante nuevas expresiones de viejos asuntos? En lo que respecta a las aplicaciones, muchos académicos se depuran por la segunda opción. Algunos señalan que estas dividieron trabajos otrora formales, en actividades cada vez más pequeñas y baratas, por lo que se expandió la precariedad.[3] Tal es el caso de Mechanical Turk de Amazon[4] en el que se le paga a alguien una pequeña suma por trascribir un audio, etiquetar fotografías u otras micro tareas.

La llamada revolución digital, de las aplicaciones o de las compras, a pesar de lo amigable e intuitiva que pueda resultar nuestra interacción con la pantalla del celular o del ordenador, está sustentada en jornaleros digitales que, seducidos por la promesa de una falsa independencia, u obligados por la necesidad, asumen trabajos de una precariedad inaceptable. Muchos de estos trabajadores se relacionan con algoritmos que, mediante técnicas sutiles de presión, imponen ritmos de trabajo y cantidad de horas. Por ejemplo, los repartidores de Rappi (rappitenderos) en nuestro país, trabajan en promedio entre 8 y 12 horas, y si son venezolanos, 14. Dicha empresa, además, se niega a reconocer a sus trabajadores como tales, y los llama usuarios, cuando no, emprendedores de sí mismos, recurso perverso para negar derechos laborales.

Oportuna resulta la comparación, en un libro de reciente aparición, del neoliberalismo con un gato, dada “…su flexibilidad y agilidad para salir airoso de los problemas que él mismo provocó.”[5] Este sistema de ideas goza de mejor salud que nunca, a pesar de que ciertos sectores de izquierda, caracterizados por su bajo nivel académico, decreten cada tanto su muerte. Cuando toca, el neoliberalismo oculta su rostro tras la máscara del ecologismo, de las discusiones de género y en el caso que aquí hemos señalado, de los desarrollos digitales. Si el pilar de las revoluciones tecnológicas es la mano de obra barata, estas no son ninguna revolución, sino viejas caras de lo mismo.


[1] Black Friday Colombia 2023: La Revolución de la Inteligencia Artificial en las Compras – Contenido Patrocinado – ELTIEMPO.COM.

[2] La revolución del comercio electrónico en el sector farmacéutico (elconfidencialdigital.com)

[3] Athreya, B. (2020). Slaves to technology: Worker control in the surveillance economy. Anti-Trafficking Review, 2020(15), 82–101. https://doi.org/10.14197/atr.201220155.

[4] https://www.mturk.com/.

[5] Tomado del libro Las siete vidas del neoliberalismo. Mirowski, Philip; Plehwe, Dieter; Slobodian, Quinn (editores) Fondo de Cultura Económica. 2023.

El barrio La Candelaria.

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Si vas a la Candelaria -luz que guía el camino-

Apresúrate con calma, expectante todo tu ser.

Sus históricas calles, génesis de la ciudad,

Te irá envolviendo en su encanto multidimensional:

Historia, arquitectura, cultura, saberes, estaderos,

paisaje urbano custodiado por cerros tutelares.

Bellos templos: herencia española como el idioma

incitan mirada y reflexión del visitante.

Los museos te esperan para que disfrutes sus riquezas,

el teatro Colón asoma por acá,

bibliotecas y universidades acechan allá,

centros de investigación descifran saberes sempiternos.

El escenario cultural Gabo asoma acullá,

el capitolio neoclásico a un costado de la plaza prima,

plazoletas incitando al descanso, hostales, restaurantes,

tomaderos de café asaltándote con su aroma. Entre ellos

El Automático, aposento de intelectuales.

¡Que gama de ofertas pletóricas de sorpresas!!

¡tantos aposentos mágicos alertando los sentidos!

Para embriagarte con el arte puro… ven asciende

a los altos estrados artísticos y en la cima ríete y llora

de todas las vivencias: las que enriquecen escenarios

y las que padecemos al discurrir la vida.

Es la historia en múltiples facetas, en esas calles

que evocan en sus nombres leyendas, creencias,

 gestas libertadoras, saberes ancestrales…

Callecitas coloniales de románticas evocaciones

coronadas por el chorro de Quevedo y los cerros orientales.

Por esas mismas calles transitan viajeros de toda condición,

perviven orfebres, artesanos, pintores, escultores.

Apúrate a cruzar calles, antepuertas, puertas, pasillos,

Jardines interiores y, detente en las salas inspiradoras de emociones

y evocaciones, transpirando arte y cultura.

Veo cruzar la calle rumbo al museo Botero

a un ser gastado por los años, guiado y acompañado

por una y lucida joven bella e inteligente.

 El viejo de cansados ojos anhelantes

y su tierna compañía, observan y comentan los cuadros del maestro.

En él, redivivo el gusto sensual, en ella la placidez de tanta genialidad.

el viejo recordó una frase del pintor: “el arte es espiritual, es un respiro

inmaterial de las dificultades de la vida”.

Dos meses después, el maestro entrego su cuerpo

pero dejo su colosal inspiración. Su obra es copia mejorada

de la naturaleza, es concentración, exploración, suma de

concepciones vivenciales, en cuya almendra yace lo bello.

Botero exploró técnicas en todas las manifestaciones de la pintura.

Lo hizo inspirado en la cultura popular: en su obra los obispos muertos,

critica al clero, en la familia presidencial es inconforme con la unión

de iglesia, Estado burgués y la milicia.

Exalta la grandeza de lo existente, en su amplitud de volumen.

En su creación el espíritu no conoce la muerte.

Su legado es vitalmente humano, recóndito…

Su pedrito a caballo es el sumun del amor filial, sus vigorosas mujeres,

hombres y objetos saludables, enjundiosos, vitales.

Saliendo de tan mágico museo, caía la lluvia, sobre

El mar tranquilo de aquella mañana de domingo.

ODA AL ALMA Y CORAZÓN

El cielo lloró por mí.
Tras de si hubo una pataleta
casi incontrolable.
Sus lágrimas agitaron la ciudad,
retumbaron techos

cual baterías en estado de euforia pura.

Si que me comprende el cielo.
Ante tan diluvio, limpió las calles
al igual que mi alma y corazón.
Era necesario desahogarse.

Ahora, el cielo está en calma.
Alrededor nuestro hay un mar de granizo.

hojas regadas, gigante
como un desierto verde, sano y virgen.

No hay pataleta, solo truenos gritando.
Tan esporádico, tan de adentro.
Recuerda que el alma sigue con penas
Cada sonido atómico dice ¡Ya no más!

Melodías

Por audífonos llegan melodías hacia el alma.

Ruido de la ciudad, salvaje e imprudente,

irrumpe la conexión con veneno, sevicia y maldad.

¡Calma! Grito moribundo, ¡auxilio!.

Grita el alma perturbada.

La vibra enemiga no cesa, persiste,

tortura, y goza de su maldad.

¿Hay esperanza ante el infierno incesante?

El simio Xochipilli, en su divinidad,

observa desdichado que mi alma, como él mismo,

ha sido socavada sin permiso ni respeto alguno.

Los guardianes de las plantas medicinales tropicales.

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Profesor Hernán Giraldo en los huertos de la UNISARC.

¿Qué tienen en común, un ciudadano comiendo un sancocho, un campesino bebiendo aguardiente, y una madre aplicando Vaporub a su hijo? La respuesta está en las plantas, en específico en los terpenos, metabolitos secundarios de los que se extraen aceites esenciales, muchos, con propiedades medicinales. Y es difícil hallar en la naturaleza moléculas con tan múltiples propósitos.

El sancocho, suele ir acompañado de un picadillo de cilantro (Coriandrum sativum), un monoterpeno encargado del aroma y sabor especial en este plato típico.  Similar ocurre con el anetol, la esencia del anís (Pimpinella anisum) que da el sabor particular al popular aguardiente. Por su parte el pineno, cineol, mentol y eucaliptol, están presentes en el vaporrub y mentholatum, útiles para tratar secreciones en las vías respiratorias. Valga advertir, en la naturaleza actúan como mecanismos de defensa ante agentes externos, de allí la sabia recomendación de “no abusar de los aliños”.

Hasta aquí, un abrebocas del maravilloso mundo de las plantas transmitido por el ingeniero y biólogo experto en áreas afines, profesor emérito de la Universidad Nacional de Colombia, Hernando Patiño Cruz. 

Y en este mundo propio de la botánica, echa raíz en la región andina, en territorios de flora neotropical en zona céntrica del país, el trabajo del ingeniero agrónomo Hernán Giraldo, docente en la universidad agropecuaria UNISARC, ubicada en Santa Rosa de Cabal, Risaralda. Por lo general, su área de trabajo está ocupada por plántulas, semillas, aceites y compuestos; variedades vegetales que suelen surtir su escritorio, destinadas a congresos, clases y proyectos. Es del tipo de maestros que con dificultad deja de atender interrogantes acerca de los nombres, características y propiedades de las plantas, extendidas por cuanto interesado o necio lo consulta. 

El tema no es de menor cuantía, el uso medicinal y alimenticio de las plantas es estructural, y ha recobrado vigencia en el panorama nacional con la oportuna incorporación en el Plan Nacional de Desarrollo, en contraste con el flojo soporte otorgado en la reforma a la salud.

El concepto de plantas medicinales, explica el profesor Hernán, está ligado al uso que da el hombre a estos recursos para el tratamiento de afecciones. Por ende, es importante abordarlo en paralelo a la aparición y desarrollo del ser humano, considerando las etapas previas a la domesticación de la agricultura. Sin olvidar que el reino vegetal surgió en el planeta mucho antes que el ser humano.

De ahí que el trabajo de campo que él y un equipo de docentes realizan en comunidades y colegios de Pueblo Rico y Mistrató, poblados olvidados por el Estado a los que aún se llega en ‘flota’ y no en bus, a los que desde el proscenio político insisten en llamar “la Colombia profunda”; es la materialización la cultura, el saber y el conocimiento científico acumulado entorno a las relaciones sociales y productivas. 

Dicha zona hace parte del Chocó biogeográfico, región neotropical que ocupa el 2% de la superficie terrestre, considerada entre las más ricas del mundo. Y no solo es noticia por las tragedias que afronta, también es epicentro de investigaciones universitarias que trabajan de la mano de proyectos comunitarios.

Justo allí, en el corazón del territorio de San Antonio del Chamí en Mistrató, límites con Chocó, un colegio Emberá es cuna comunitaria de la etnobotánica orientada por el también profesor Henry Rincón, quien fuera en su momento alumno de Hernán. Él habita en una casa dominada por la entropía natural; borracheros, heliconias y más de veinticinco especies de plantas configuran los pórticos. Entre varias, describe de manera particular una mata de ají pajarito, “mantiene así, azotada por las aves y los Emberá que pasan por aquí y se los llevan a la boca, ¡y para eso es!”.

Cuenta, su ejercicio en el Chamí le recuerda un poco “al del curita de un libro de plantas que decía: ‘me hace el favor un padrenuestro y tráigame tres plantas medicinales, (risas). En realidad, construimos un tambo para semillas, más las huertas, y a partir de especies que suelen aportar los estudiantes trabajamos en la conservación de saberes, caracterización y protección.”

Una muestra significativa es el estudio, propagación y conservación del maíz “Chamí o Choconcito”, de condiciones únicas de adaptación a los sistemas de producción en selvas tropicales, variedad que los indígenas siembran al voleo, luego socolan, la maleza cae encima, y así cosechan. La fécula que extraen del maíz, hace parte de los hábitos de consumo en su dieta alimenticia. Un patrimonio Chamí heredado de pueblos indígenas y afros. Cultivado en el cañón del Río San Juan entre Mistrató, Pueblo Rico y Tadó. Ellos documentaron el trabajo en la cartilla “Maíz Chamí o Choconcito. El maíz ancestral del Pueblo Emberá.” (Semillas de Identidad, 2017). 

Estos desarrollos en el territorio, desde una mirada antropocéntrica, son el fruto de beneficios biológicos que las plantas pueden prestar al hombre, en funciones básicas como alimento y medicina. Así lo explica el profesor Hernán Giraldo mientras siembra semillas en el banco genético de especies vegetales promisorias de la universidad, terrenos desde los que harán el recibimiento previo al XI Congreso Latinoamericano de Plantas Medicinales COLAPLAMED, que tendrá lugar del 13 al 16 de septiembre en Armenia, organizado por la universidad del Quindío, con apoyo de la UNISARC, la Asociación Colombiana de Ciencias Biológicas y la Sociedad Latinoamericana de Plantas Medicinales.

Al respecto Carolina López, profesora de Química, integrante del comité organizador del Congreso, “resalta que reviste especial encanto porque reunirá experiencias internacionales con las de comunidades rurales provenientes del Chocó biogeográfico”. De gran calado, dado que la estimación botánica para esta región “ha registrado 4548 especies de plantas vasculares, incluidas en 270 familias y 1211 géneros. Todas presentes en localidades de los departamentos de Chocó, Cauca, Antioquia, Nariño, Risaralda y Valle del Cauca de Colombia. (Valoyes, D C, & Palacios Palacios, L. 2020). 

La relación histórica con las plantas.

En el desarrollo histórico del manejo y uso de las plantas, afloran relaciones acordes a diferentes sistemas de organización humana, como los que condujeron a los europeos a incluir las plantas entre los recursos a saquear. Como está descrito, al inicio el árbol de las brillantes filigranas doradas impidió a los colonizadores observar el bosque de los recursos vegetales que después verían con el mismo apetito foráneo. En consecuencia, en tiempos actuales, en Instituciones Educativas como la de San Antonio del Chamí, los chicos aprenden y discuten acerca de la versión completa de la historia, orientada a valorar riquezas como la flora de sus territorios. 

Saben ahora que, en épocas coloniales, las plantas hicieron parte de la carga de regreso. A espaldas de indios y negros, lomos de caballos y canoas, sacarían miles de especies. Durante los latrocinios del pasado los aromas impregnaban los acanalados caminos y surcados ríos, para luego terminar mezclados con el sudor de los esclavos en las bodegas de las carabelas que regresaban con el botín a los reinos de Eurasia. 

Profesor Henry Rincón en su casa de Mistrató.

Muy bien ha tejido el escritor William Ospina estos acontecimientos. En el 2018 escribiera para la Revista Diners, una semblanza del sabio Mutis a los 210 años de su muerte, inicia así: “Uno de los hechos más inadvertidos para Europa del llamado descubrimiento de América fue el hallazgo de una flora desconocida. No se trataba de que en el nuevo continente se hubieran encontrado algunas especies nuevas para los sabios europeos; se trataba del hallazgo de un cosmos, como si un nuevo planeta se hubiera ofrecido a la curiosidad de los hombres.” 

Desde las aulas de la universidad, el profesor Hernán suele referir un ejemplo: al llegar los colonizadores al trópico americano chocan con enfermedades como la malaria, sin una cura disponible, se percataron que éstas eran tratadas por los nativos con ciertas plantas. Así supieron que la quina y la ipecacuana, plantas de uso común en zonas selváticas de la Amazonía y parte de los Andes, tenían efecto sobre esa enfermedad. Y empezaron a ensayar, a tal punto, que quizás uno de los mercados de mayor exportación de plantas en este periodo fue de estas especies.

Cabe al cierre otro relato literario de Ospina en El País de la Canela: “…Encontraría Gonzalo Pizarro, en el reino aún viviente de los Incas, a hombres con grandes joyas en las orejas cultivando en terrazas escalonadas cientos de variedades de maíz, manzanas de tierra de todos los tamaños y colores, quinua más nutritiva que el arroz gris de las praderas de Asia.”

Medicina y alimentación.

Primero alimento y después medicina. “Fue observando plantas con el interés de alimento, como los primeros pobladores encontraron que algunas especies de animales, evitaban ciertos vegetales o padecían distintos episodios al consumirlas.” En adelante, transcurrieron desarrollos medicinales, gastronómicos y espirituales entre las tribus pobladoras del continente. Aunque valga aquí una precisión del profesor: “el concepto de gastronomía en comunidades étnicas, reúne los aspectos del cultivo, medicina y espíritu”.

En épocas presentes hay discusión de si en la antigüedad el hombre hizo mejor uso medicinal y alimenticio de las plantas que en el presente. En esta senda, el médico estadounidense Michael Greger y el periodista Gene Stone, autores del libro “Comer para no morir”, resaltan que unos pequeños cambios en la dieta básica y estilo de vida, que impliquen el consumo elevado de vegetales, podrían prevenir la mayoría de enfermedades y muertes prematuras. 

Insisten, la importancia de la nutrición en la salud humana se ha tornado superflua, padece menguas en las facultades de medicina, los tratamientos médicos y la investigación. Crece la especialización en la gestión del dolor, pero no la prevención. Al respecto, el prólogo de su obra contiene una frase que da para comedia negra: “el único profesional de la medicina que me ha preguntado alguna vez acerca de la dieta de algún familiar ha sido nuestro veterinario”. Tampoco omiten la corruptora influencia del dinero sobre la medicina, incluida la nutrición: “Parece que todos y cada uno venden su propio aceite de serpiente o chisme milagroso”.

El doctor Greger sacude a los lectores para recordarles que la vejez misma no es una enfermedad, y cita un ejemplo: “las células del cuerpo contienen cuarenta y seis hebras de cromosoma, y al final de la vida, cada una tiene pequeños topes llamados telómeros, su función es impedir que estas se desgasten o se deshilachen, algo así como los tubitos de plástico al final de los cordones para zapatos. La división de las células, implica su desgaste gradual, y cuando un telómero se desgasta por completo, la célula puede morir. Son la mecha de la vida.” ¿Es posible ralentizar este tictac del envejecimiento? Sí, “mediante una dieta alimenticia abundante en verduras, frutas y alimentos ricos en antioxidantes que ralentizan la velocidad del desgaste de los telómeros”. Y referencian investigaciones de una enzima encontrada en las raíces del pino (Pinus Longae), conocido como el Matusalén, considerado el más longevo del mundo, presente en las montañas blancas de California, “a la mayor edad del árbol, la enzima alcanza la capacidad de reconstruir los telómeros”. 

Conocida como telomerasa, también fue descubierta en las células humanas. Su hallazgo valió un premio Nóbel de Medicina en el 2009 a los doctores Elizabeth Blackburn, Carol W. Greider y Jack W. Szostak. Al respecto, estudios del cambio de vida hallaron que la nutrición basada en alimentos integrales de origen vegetal, sumado a otros cambios saludables, podía aumentar significativamente la actividad de esta enzima. (Ornish, D. Lin, J, ‘ Daubenmier, J, et al., 2008). 

Las enseñanzas de los guardianes:

El rico reino de las plantas ha desaparecido de los comedores. Las personas se alimentan a diario como si se tratara de la última cena. Parece preocupar más morir con el óbolo en el bolsillo para pagar el viaje mortuorio a Caronte, el barquero de Hades. Hasta allí también son empujados por la globalización y los moldeados “impuestos saludables”. 

Valga decir, las experiencias en estos territorios, no pretenden ser usadas como bunker contra la medicina comercial, pues existen evidencias suficientes para cotejar. Tampoco es una oda vegana o práctica productiva primitiva como mal refutan algunos opinadores. Sin obviar que, en los últimos doscientos años la óptica mercantil y financiera puso el foco en moléculas determinadas para el tratamiento de afecciones específicas, con probabilidades de efectos secundarios. 

Entorno a estos trabajos tal vez cabría a modo de síntesis una reflexión externa, planteada por Friedrich Engels en Dialéctica de la Naturaleza: “…el hombre no domina la naturaleza a la manera como un conquistador domina un pueblo extranjero, es decir, como alguien ajeno a ella, sino entendiendo que formamos parte orgánica, y la ventaja que llevamos como especie consiste en la posibilidad de llegar a conocer sus leyes y saber aplicarlas de manera acertada. Y no cabe duda que cada día las conocemos mejor y estamos en condiciones de prever las repercusiones próximas y remotas de nuestra injerencia en su marcha normal”. 

Así que, dada la demanda concentrada que conlleva al uso excesivo de las especies, a tal punto que muchas desaparecen o quedan amenazadas, eclosionan como alternativas el uso y manejo ecológico de las plantas medicinales en manos de guardianes y custodios, con enfoque de prevención y solución a los deterioros ambientales. No son pocos y variados los ejemplos universales que otorgan un rol relevante a la medicina tradicional, mientras Colombia tiene todo un potencial pendiente de aprovechar.

Abuelo ¿Eres tú?

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Foto: Rodrigo Grajales.

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El abuelo pasó la mitad de su vida en Rusia. Llegó allá en tiempos soviéticos. Se fue a estudiar matemáticas puras, aprovechando una beca extendida por el gobierno de Jrushchov a los estudiantes colombianos más promisorios.

Se sabe que desde que llegó allá, adquirió sin dificultad los hábitos rusos, incluido el gusto por el vodka. Tanto así, que aprendió sin problemas los secretos de la fabricación de licor casero y sus jornadas de estudio las completó en medio de borracheras memorables.

Nunca dejó de maravillarse con su nuevo país. Que la plaza roja, que la belleza de las estaciones del metro, que el río Nevá bañando San Petersburgo de punta a punta.

Con respecto a Colombia, decidió que se trataba de un platanal caluroso y lleno de mosquitos, en el que sus habitantes actuaban como salvajes matándose los unos a los otros por una cadena o un reloj. Por eso sus visitas eran muy poco frecuentes y en las navidades todos sus hijos le preguntaban a la abuela de manera burlona por “el ruso”.

La abuela se fue con él a probar suerte, pero dijo no aguantar el trote de esos inviernos tan prolongados que, sumados a las borracheras del abuelo, la hicieron retornar a Colombia.

Dijo que prefería estar pendiente de sus gallinas y de sus maticas y que además el ruso era un lenguaje muy complicado de aprender cuando ella a duras penas hablaba español.

Con motivo de mi compromiso con Claudia, el abuelo había decidido pasar la navidad con nosotros. Lo recibimos en el aeropuerto. Cuando descendió del avión, lo vimos bastante viejo. Caminaba con dificultad y al vernos, alzó la mano que tenía libre para saludarnos. Eso pasa con las personas que uno ve por intervalos de tiempo tan separados. Envejecen de golpe.

El abuelo tenía un bigote pronunciado, ahora blanco por los años. Lucía una camisa leñadora desabrochada y jeans. Nunca había dejado de vestirse como el estudiante que alguna vez fue. El saludo con la abuela fue frío mientras que con los nietos fue efusivo. A todos, incluidos a los mayores de cuarenta, les pellizcó el cachete.

– ¿Cuándo voy a conocer a la prometida? Me preguntó.

– Ella está en la finca abuelo, acabando de hacer el almuerzo con la tía Leonor.

-Camine pues, que traigo mucha hambre. Por cierto, no les traje regalos, pero tengo tres botellitas de vodka para que celebremos este reencuentro y su compromiso, dijo con vitalidad.

Llegamos a la finca en cuatro carros. Esperábamos quedarnos quince días. El abuelo se sentó a mi lado en el puesto de atrás y me obligó a tomarme un par de tragos a pico de botella para que “la empezáramos”.

Por la ventana, mientras veía el paisaje veredal que antecedía a la finca exclamó:

– ¡Este país es un cagadero!

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Claudia Manrique era una muchacha muy tímida. Había nacido en un pueblo a cuatro horas de la ciudad y todo le daba miedo. Los grandes edificios y el ruido de los carros a los que nunca se acostumbró. Por eso disfrutaba tanto de los paseos a la finca.

A menos que fuera estrictamente necesario, no utilizaba las escaleras eléctricas de los centros comerciales o los ascensores. Le tenía pavor a todo aquello que transportara personas y dijo alguna vez que nunca se montaría a un avión por lo que rechazó una invitación a Miami.

-Colombia tiene muchos lugares bonitos para conocer que pueden visitarse por tierra, sentenciaba.

Claudia tenía el pelo largo hasta la cintura, y siempre lucía faldas largas, pues ese era el atuendo que su religión le imponía. Había decidido desde muy pequeña llegar virgen al matrimonio, cosa que nadie entendía ya. A la pregunta de los primos, de cómo le hacía para aguantar tanto tiempo sin nada de nada, les respondía que todo se basaba en un amor que superaba lo corpóreo. Que el sexo solo era un aspecto de las relaciones.

La verdad, y esto nunca lo comenté con nadie, lo que hacía para soportar tan dura prueba era salir con Camilo Ríos, un amigo de la universidad que me presentaba amigas con convicciones distintas a las de Claudia. A eso me acostumbré y la calma posterior al sexo con otras mujeres hacía que mi ansiedad disminuyera, quedando a los ojos de Claudia y de mi suegra como el hombre más paciente y comprensivo del mundo. Mi mamá nunca me creyó, pero tampoco les comentó nada.

Claudia me amaba, pero también la atemorizaba la idea de vivir juntos. Desde ya, la mortificaba pensar que llegaría el momento en que tendría que verla desnuda. Alguna vez trató sin éxito de involucrarme en su religión, pero al final comprendió que iba a ser inútil insistir, por lo que llegamos a un acuerdo amigable de respetar lo que el otro pensara.

Tal vez eso era lo que me había hecho enamorar de Claudia. Su espíritu elemental, que contrastaba con la personalidad fría y calculadora de mis exnovias de universidad.

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Por fin llegamos a la finca. Cuando me bajé del carro, estaba medio borracho y creo que el abuelo también, pues hablaba más duro que cuando lo recogimos.

La verdad, me tensionaba un poco pensar en el primer contacto entre Claudia y el abuelo. Claudia piadosa y creyente y el abuelo boquisucio y ateo. Sin embargo, se la llevaron muy bien. Él como hacía con todo el mundo le pellizcó el cachete a Claudia y me dijo delante de ella:

– ¡Con razón te vas a casar Alfredo! ¡Yo también lo haría con esta mujer tan hermosa!

Claudia se sonrojó. Acto seguido el abuelo sacó dos vasos con hielo de la cocina, mientras que la música decembrina retumbaba por toda la finca.

Tres tías cocinaban. La primera pelaba los plátanos; la segunda, revolvía algo dentro de una olla y la tercera solo hablaba. Cuchicheaban, mientras miraban con disimulo al abuelo para luego reírse tapándose la boca.

-Mi papá tan chiflado, dijo la tía Leonor. Quién le habrá metido en la cabeza que es ruso, si ese pobre es más colombiano que este sancocho. ¡Cómo está de viejito! Debe ser por esa bebedera. Mientras tanto, la abuela bordaba sentada en su mecedora. Le dijo a mi mamá que el hecho de que el abuelo fuera a pasar navidad en la finca no le daba ni frío ni calor.

Conforme pasaron las horas los niños se cansaron de jugar, a los primos se les terminó el tema de conversación y fueron congregándose alrededor del abuelo y yo. Como era de esperarse, todas las anécdotas del viejo giraban en torno a Rusia.

Uno de los primos, Julián, de 16 años, le preguntó:

-Abuelo, ¿verdad que las rusas son muy bonitas?

– ¿Bonitas? Ay mijito, todas son unas chimbas. Un día me lo llevo para allá para que contente el ojo, dijo el abuelo sabiendo que esa promesa jamás se cumpliría. Claro que las colombianas también son hermosas. Antecitos de llegar había una piernona por ahí caminando al lado de la carretera.

Claudia me miró como reprochándome y yo me reí con timidez.

El abuelo habló de los paisajes rusos, de cómo era la vida en la universidad y todos, incluso sus hijas que antes se estaban burlando de él en la cocina, terminaron sentadas escuchándolo y preguntándole cosas.

Claudia, que ya no soportaba más estar ahí, pues los relatos del abuelo tenían tres groserías por frase, terminó sentada cociendo al lado de la abuela. Más tarde me dijo:

-Alfredo, su abuelo es muy querido, pero dice muchas palabrotas.

4

Ya estábamos muy borrachos. Nos comimos el sancocho en el mismo corrillo que escuchaba con interés y se reía con los cuentos del abuelo. Las hijas que intentaron no reírse al principio, por el efecto del licor terminaron carcajeándose. Claudia, que sentada aún al lado de la abuela alcanzaba a escuchar algunas cosas no pudo evitar sonreír.

Pero hubo un momento, cuando ya nos habíamos acabado el vodka, en el que el abuelo tocó un tema más serio: su muerte.

-Yo sé que dentro de poquito me voy. Si soy realista, ya con estos años, no sé cuánto me quede aquí en este mundo. Y les digo, que después de la muerte no hay ni cielo, ni infierno.

– ¿Entonces que hay abuelo?, preguntó uno de los primitos intrigado.

-No hay un culo. Uno se muere y listo. Vi a Claudia, a lo lejos, darse la bendición varias veces.

-Pero Alfredito, yo sí tengo una última voluntad. Y prométame delante de todos que me la va a cumplir. Como me encontraba borracho, le dije que contara con eso.

-Alfredito, uno de los sueños de mi vida, fue conocer el mar. Como aquí en Colombia fuimos tan pobres, nunca pude ir a la costa, y vea cómo es la vida de hijueputa. Trabajando en Sochi el primer mar al que me metí fue al mar negro. Usted no sabe lo que a mí me dio. Casi me meo. Recuerdo que me metí al principio hasta los tobillos y terminé nadando y dejándome llevar por las olas, con una sensación de paz la hijueputa. Si usted me pregunta, ese fue el momento más feliz de mi vida. Pero Alfredito, la biología es implacable y si me muero, quiero ser cremado y que las cenizas las tiren al mar Negro. ¡Prométamelo güevón!

-Pero abuelo, eso queda muy lejos, le respondí.

-Tranquilo, que antes de irme, le voy a dejar un teléfono, de un amigo que vive en Moscú, que sabe mi voluntad.

Una tía rompió la conversación y dijo:

-Papá, deje de hablar bobadas que a usted le quedan muchos años por delante. Puede que más que a cualquiera de nosotros. ¿No ve que mala hierba no muere? Todos rieron. El abuelo también.

5

Claudia me contaba que casi todas las noches soñaba con aquel momento en el que le dije que nos casáramos. Se le podía ver con una leve sonrisa mientras metía los brazos debajo de la almohada. Dormía boca abajo. Había sido en Villa de Leiva mientras caminábamos cuando asenté la rodilla sobre un camino empedrado, saqué una pequeña caja negra del bolsillo de la camisa y mientras la abría pude ver que los ojos de Claudia estaban llenos de lágrimas.

-Entonces Claudia, ¿Qué dices?

-Sí, respondió ella emocionada mientras se lanzaba entre sollozos a mis brazos.

6

Pasaron quince días en la finca, en los que el abuelo estuvo a mediacaña. Le había cogido el gusto al aguardiente que era lo que se había mercado. Dijo que, aunque no era superior al vodka también sabía bueno.

Una tarde en la que se encontraba completamente ebrio, intentó patear un balón para impresionar a los primitos, pero una punzada en el pecho lo detuvo, seguida de un hormigueo en el brazo. Y ahí, al lado de una pelota de plástico naranja y los gritos de terror de los pequeños mi abuelo murió.

La ambulancia que subió con dificultad por la trocha que llevaba a la finca no fue más que un formalismo. No soy médico, pero tenía conocimientos suficientes para saber que el abuelo estaba al otro lado. A los niños los entraron a la casa, las tías lloraban y la abuela con su calma habitual sentenció:

-Le llegó la hora y ya. Además, estaba borracho como siempre le gustó estar.

La mayoría de los asistentes al paseo empezaron a recoger las colchonetas, los juguetes de los niños y a devolverse para la ciudad. La tía Leonor que lloraba sin parar empacó de nuevo el mercado en bolsas y lo metió todo en las gavetas de la cocina, pues definimos que volveríamos el otro fin de semana.

A la cremación del abuelo solo fueron los del paseo pues ya no conocía a nadie aquí. Las cenizas las metieron en una cajita que la abuela recibió de mala gana y dejó al lado del altar de la virgen que tenía en la sala de su casa.

Volvimos a la finca a pasar lo que quedaba de las vacaciones, pero el hueco que el abuelo había dejado se sentía mucho. Extrañábamos su alegría, sus anécdotas y hasta sus groserías. Fue una navidad muy apagada, tanto así, que el 31 de diciembre todos nos acostamos como a las nueve de la noche.

El dos de enero, retomamos la rutina de la vida en la ciudad. Después de dejar a la abuela en su casa, Claudia dijo algo que me mortificaría durante el resto del año:

– ¿Se acuerda Alfredo, el día que el abuelo llegó a la finca?

-Claro.

– ¿Recuerda la promesa que le hizo?

– ¿La de las cenizas al Mar Negro? Eso no es posible Claudia.

– Pero usted se lo prometió Alfredo. La última voluntad de una persona es

muy importante. Yo soy de las que creen en un más allá y no cumplirle a los que se van, deja a sus espíritus vagando en esta tierra.

– ¿Nos vamos a poner en esa empresa loca? Le pregunté a Claudia mientras parábamos en un semáforo.

7

Al otro día, y siguiendo las recomendaciones de Claudia, telefoneé al amigo de mi abuelo. Este, hablándome en un inglés defectuoso, no le dio mucha importancia al asunto. Dijo que esas eran supersticiones sin sentido y que él se encontraba lejos del Mar Negro por lo que tanto el envío de las cenizas como su transporte a ese sitio, serían muy costosos. Sin más, me colgó.

Viajar a Rusia tampoco era una opción. Los pocos ahorros que tenía guardados estaban destinados para la fiesta de matrimonio, la luna de miel y los primeros gastos relacionados con la vida en pareja. Se lo comenté a Claudia que tampoco fue capaz de darme una solución.

-Entonces recemos para que el alma del abuelo no nos vaya a asustar. La miré con cara de burla, pero el asunto me estaba inquietando.

Con el paso de los días, lo de las cenizas se fue convirtiendo en una preocupación constante. Le pedí a la abuela que me dejara llevar las cenizas al apartamento para mirar qué podía hacer con ellas. Ella me las dio gustosa.

-Llévese eso mejor. Que pereza tener un cadáver en esta casa, así sea pulverizado. Yo enviudé hace muchos años, cuando me devolví para Colombia.

Esa noche llegué con el cofrecito, lo que no le gustó a Claudia ni cinco. Le expliqué que tan solo estaba mirando cómo llevar a cabo la última voluntad del viejo y si tenía las cenizas a la mano todo se facilitaría. Por la noche puse las cenizas en uno de los estantes de la biblioteca, el más alto.

Me casé con Claudia y nos fuimos de luna de miel a Cartagena. Durante aquellos días me olvidé por completo de las cenizas, pero el día que volvimos al apartamento, fue aquel cofrecito lo primero que llamó mi atención.

Los afanes propios de una pareja que está comenzando me mantuvieron entretenido. Todo el año se fue así y en noviembre, la tía Leonor tuvo una idea que me contó por teléfono.

-Alfredito, ¿qué tal si este año variamos el lugar de reunión de la familia?

– ¿Y a dónde tía?

-Qué tal si pasamos las fiestas en Coveñas. Una amiga del costurero nos prestó la cabaña que tiene al lado del mar y nos vamos todos en varios carros. Además, usted sabe que con lo de la muerte del abuelo, los niños le han cogido miedo a quedarse a dormir en la finca.

Como todo lo que dijo la tía me pareció razonable, acepté.

8

Llegó el 15 de diciembre. Nos fuimos por tierra para Coveñas. Los primitos distribuidos en varios vehículos se sacaban la lengua unos a otros. Yo iba manejando junto a la tía Leonor, Claudia y Gustavo, uno de los pequeños.

El trancón de la temporada alta nos retrasó. El calor era insoportable y a todos los niños que cantaron la misma canción durante horas, tocó bañarlos en repelente. Sin decírselo a Claudia, empaqué el cofre con las cenizas en el bolsillo lateral de un maletín.

Llegamos, nos instalamos, los niños salieron corriendo hacia las olas mientras que las madres les gritaban desde la orilla que no se metieran tan al fondo. Todas estaban sentadas sobre una toalla y se untaban bronceador entre ellas. Claudia se metió al mar a jugar y a cuidar a los niños.

Yo me quedé junto a Fabián que era el único primo de mi edad y nos pusimos a tomar sentados en un muro. Durante la botella, los vendedores ambulantes nos ofrecieron con insistencia gafas, artesanías, bronceadores y mil cosas más. A ninguno le compramos.

Los ocho días que nos quedamos fueron exactamente iguales. Las mujeres se iban a broncear, los niños se metían al mar mientras que Claudia intentaba cuidarlos y Fabián y yo nos tomábamos una botella. Por las noches, las tías, la abuela y Claudia, rezaban el rosario y jugaban dominó mientras los niños correteaban en pantaloneta alrededor de la cabaña.

La última noche, en las vísperas de nuestro retorno, le dije a Claudia en la cama:

-Claudia, quiero hacer algo necesito su apoyo.

– ¿Qué? preguntó ella.

-Quiero cumplirle la promesa al abuelo.

-Pero a qué horas nos vamos a ir al Mar Negro, Alfredo. No hay plata para eso.

-Aquí en Coveñas hay mar y el abuelo al final lo que quería es que sus restos fueran a parar al mar.

-Sí, pero usted sabe, Alfredo, que este no es el mar que él quería.

– ¡Y que importa! Técnicamente todos los mares del mundo son un solo mar. Los nombres son artificios humanos. Así, le cumplimos la promesa y no tenemos más ese cofre en la casa. A mí eso me está amargando la vida.

– ¡Ay Alfredo! Yo no sé.

-Hagámoslo de una vez. El abuelo mal que bien ya está al otro lado y este es el mar al que nuestras posibilidades nos permiten llegar.

Claudia me dio la espalda bajo la cobija que compartíamos, esperó que la abrazara y se quedó dormida. Era obvio que no quería seguir pensando en el asunto.

9

 Al otro día, mientras desayunábamos en la cabaña, Claudia se sentó a mi lado.

– ¡Hagámoslo! Cumplimos la voluntad del abuelo y salimos de esas cenizas que ni siquiera la abuela quiere tener en la casa. Pero antes, regáleme un aguardientico.

Claudia que rara vez tomaba, se tomó dos aguardientes dobles con avidez.

Al ver la inminencia de la decisión, me sentí un poco estresado e hice lo mismo.

-El último trago y las botamos, dijo Claudia apurándose otro aguardiente.

Al final, ella se terminó lo que quedaba de la botella. Luego, caminamos mar adentro hasta que las olas comenzaron a mojarnos los tobillos. Claudia sostenía el cofre envuelto en una camiseta vieja para que nadie de la familia lo viera. Nos adentramos hasta tener el agua en la cintura y nos miramos a los ojos. Había llegado el momento. Tomé el cofre, lo saqué de su envoltura, lo destapé, le di la vuelta y vertí las cenizas del abuelo sobre el agua en la que se diluyeron con rapidez.

Ahí terminaron los restos del abuelo, no en las playas del mar Negro de la infranqueable y misteriosa Rusia, bajo cuyos inviernos sucumbieron las tropas napoleónicas y las nazis, no en la tierra de Tchaikovsky y de Gógol, no en aquel país de catedrales coloridas y llanuras inconmensurables. No. Los restos del abuelo terminaron flotando en las playas de Coveñas, en dónde a pocos metros estaban los vendedores ambulantes que ofrecían Supercoco, bronceadores y gafas de dudosa calidad, donde la abuela recogía agua del mar con una totuma para echarla sobre su cabeza, mientras sonaban al fondo canciones de Pastor López y Diomedes Díaz que provenían de los equipos musicales instalados a las afueras de cada una de las cabañas, logrando un ruido amorfo e insoportable.

Salimos del mar en silencio. El cofre también quise tirarlo lejos, para no volverlo a ver. Nos tomamos el caldo de pescado del almuerzo pues nos esperaban varias horas de camino. Durante el retorno a la casa, Claudia y yo casi no hablamos. De vez en cuando respondíamos las preguntas de alguno de los pequeños. A partir de ese momento, nada volvió a ser igual.

10

Los días que siguieron Claudia estuvo muy callada. Calixto, el perrito que le había comprado hace poco, comenzó a ladrarle a una de las sillas de la sala.

-Es como si alguien estuviera parado ahí, dijo Claudia con preocupación.

-No estarás pensando nada ¿Cierto?, le respondí.

– ¿Será que nos equivocamos con lo que hicimos en Coveñas? Dijo Claudia que, desde ese momento, comenzó a rezar varios rosarios al día. Tres por la mañana y tres por la tarde, como queriendo expiar su culpa.

Con el paso de los días, noté que a mi esposa se le estaban poniendo los ojos rojos. Le pregunté a qué se debía y me confesó con vergüenza, mientras Calixto le gruñía a la silla de siempre, que en las mañanas cuando se duchaba y se aplicaba champú, le daba temor cerrar los ojos pues la última vez que lo hizo, sintió que alguien estaba parado detrás de ella e incluso pudo sentir su aliento en la nuca. Que al abrirlos ojos no había nadie, pero que se sentía una presencia muy maluca dentro del baño. La primera vez no quiso darle crédito al asunto, pero al otro día, en la ducha, cuando volvió a cerrar los ojos para lavarse el pelo, sintió la misma respiración tras ella y no solo eso, sino que también recibió una palmada fuerte en una nalga.

– ¡Ese debe ser el abuelo, que era como mujeriego y morbosito! ¡Qué miedo Alfredo!

-Claudia, deje de pensar bobadas. El abuelo está feliz. Está en el mar como quería.

-Alfredo, usted sabe muy bien que no es ahí donde quería estar.

– ¿Entonces qué hacemos Claudia? Respondí con enfado. ¿Volvemos a Coveñas a buscar las cenizas? ¡Ya están en el mar! ¡No hay nada que hacer!

Claudia guardó silencio, mientras tanto, yo fingía una actitud racional pero en el fondo, estaba aterrado.

Pararse por las noches por un vaso de agua a la cocina se convirtió en un padecimiento. Había que atravesar un corredor para llegar a la nevera. Aquel en el que por descuido no había cambiado un bombillo fundido por lo que tenía que caminar en la penumbra. Lo pasaba corriendo hasta la cocina, en donde me servía el agua tratando de demorarme lo menos, para luego volver a pasar como campeón de los cien metros planos hacia el cuarto, eso sí, antes de llegar a la puerta, disminuía el paso para aparentar que ingresaba con tranquilidad.

Cualquier gota de un grifo mal cerrado, el crujir de la madera, los ladridos desorientados de Calixto, los asociábamos con la presencia del abuelo. Incluso, llegamos al punto en el que me tocaba acompañar a Claudia a que orinara. Ella se sentaba en la tasa, y sacaba la mano por la puerta entreabierta, para tomármela. Desde adentro me hacía jurarle al menos tres veces que no me iba a asomar.

Sabiendo del estrés del que éramos víctimas, un día le dije a Claudia que nos fuéramos a dormir un par de noches a la finca cafetera que un amigo mío nos había prestado. A ella le gustó mucho la propuesta, así que el fin de semana salimos hacia allá. La casa quedaba encañonada, entre dos montañas altísimas cubiertas de cafetales, guamos y plátanos. Una portada roja, oxidada y de baja altura, era lo que supuestamente impedía el paso de un extraño, pero hasta un niño de seis años hubiera podido sortearla con facilidad. Hacía frío y desde la casa, no podía verse la carretera central.

Al llegar no encontramos a nadie. Mi amigo me telefoneó para explicarme que el mayordomo estaba haciendo unas vueltas del colegio de su hijo en el pueblo y que llegaría al otro día muy temprano. Calixto desde que llegamos estuvo muy inquieto y se dedicó a gruñirle a uno de los tantos helechos que colgados, adornaban el corredor. Eso nos desconcertó.

Nos sentamos en un par de sillas que miraban hacia la espesura de la noche. Claudia me contó mil cosas de su niñez y de toda su familia. Yo solo la miraba tomar vino y parlotear. Era obvio que estaba evitando irse a la cama, al menos en sano juicio.

Los extraños gruñidos de Calixto la impresionaron.

– ¿Y si el abuelo de verdad quedó vagando por ahí Alfredo? ¿Si está ofendido con nosotros, por haber tirado sus cenizas en otro lado?

-Deje de pensar bobadas Claudia, le respondí. Más bien sírvase otro vinito, que está lo más de bueno, le contesté, tratando de que no se me notara el temblor producido por los nervios.

Pasaron al menos tres horas. Ya era media noche y decidimos irnos a la cama. Claudia estaba borracha. Cuando apagamos las luces se veía muy poco. El voltaje en la casa era muy bajo por lo que los bombillos alumbraban con debilidad. Solo una luz muy tenue que provenía del bombillo que continuaba encendido, dejaba ver algunos rasgos del rostro de Claudia.

A sus pies estaba Calixto. Lo sabía por sus gruñidos que se activaban con cualquier cosa. Un bicho, el viento moviendo las cortinas, el aullido de un perro a lo lejos, lo que fuera.

Claudia comenzó a roncar y yo miraba el techo. Me pareció ver la silueta de un hombre a través de las cortinas. Sentí que la cama a mi lado se hundió un poco. Sin duda alguien, fuera de nosotros, habitaba el cuarto oscuro. Traté de convencerme de que la silueta proyectada en la ventana era la de la ropa que el mayordomo había dejado secando y que colgaba de una cuerda frente al corredor. Calixto me miraba fijamente y con las orejas paradas. Me tapé del todo con la sábana y tratando de no

despertar a Claudia, pero comencé a sofocarme. Me destapé la cabeza para respirar un poco. Calixto seguía mirándome petrificado. Mentalmente pregunté:

-Abuelo ¿Eres tú? De repente vi a Claudia que dormida se volteó hacia mí, me tomó del brazo y respondió:

-Sí.

No recuerdo nada más. Solo que hui despavorido del cuarto, tumbando la puerta como alma que lleva el diablo en medio de la maraña oscura. Vi mi cuerpo atascado en una zanja de la que no me percaté. Presencié toda mi vida resumida en un segundo, incluida la última imagen, la de Claudia soñando con aquel día en el que le pregunté si quería casarse conmigo a lo que ella siempre respondía en voz alta que sí.

Carta abierta a ÁLVARO RAMÍREZ GONZÁLEZ

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De Guillermo Mejía.

Apreciado Álvaro: Leo en EL DIARIO DE HOY tu columna ¡UN ERROR QUE NO SE PUEDE REPETIR!

Debo confesar que soy tu asiduo lector. Encuentro que tus frecuentes escritos son amenos, instructivos y muy populares. Sin duda, te has convertido en uno de los más destacados “influencers” de la región (como tu mismo te encargas de destacar y publicitar permanentemente, de manera innecesaria y narcisista). Por lo anterior, te ofrezco mi afectuoso reconocimiento. Siempre me he preciado de ser tu amigo.

Sin embargo, me gustaría opinar, muy respetuosamente, para decirte que la mencionada columna dista mucho de ser una de tus mejores. La encuentro llena de apasionamiento, recargada de ideología, sobrada de insultos y grosería y, lo mas grave y deplorable, repleta de falsedades y/o verdades a medias, que son peores que las mentiras.

En este caso pienso que has cruzado los límites de lo jocoso. Eso amerita una respuesta:

Tu columna se ocupa de manera desordenada y apasionada de varios temas: la concesión vial Cerritos-La Paila; la concesión vial Autopistas del Café; la crísis que existe desde hace varios años en la Cámara de Comercio de Pereira y, de ñapa, la concesión Aeropuerto Matecaña.

Sin duda, todos estos temas son importantes y, en mi opinión, no han sido suficientemente debatidos y/o resueltos. Pienso que revolverlos en una sola columna apasionada constituye un error que desdice de tus capacidades periodísticas y comunicativas.

Por tanto, me quiero referir, exclusivamente, a lo que me atañe: tu comentario soez, impertinente y malintencionado que dice: “Ahora un grupo de ciudadanos de Pereira, la cogieron contra Autopistas del Café (Grupo Argos) que opera en Caldas, Quindío y Risaralda. Con argumentos parecidos a los de Tamayo, andan mandando cartas, buscando sacar de la concesión a su vencimiento (2027) a ese concesionario. La miopía y el torpe civismo no nos pueden llevar de nuevo a ese grado de estupidez.”. … Veo mucha más bronca de estos ciudadanos despistados, contra el gerente del Concesionario, Mauricio Vega Lemus…”

Frente a este comentario, en el que indudablemente demuestras que desconoces el fondo y el transfondo de la carta que, CIUDADANOS RESPONSABLES E INCONFORMES DE CALDAS, QUINDIO Y RISARALDA, enviamos a la Presidencia de la República, vale la pena opinar: Te hago unas primeras observaciones para, a renglón seguido, invitarte a debatir en serio sobre este tema, y quizás muchos otros, con el objeto de que analicemos a profundidad los mismos como se debe.

Te estoy invitando a que te bajes de tu pedestal y, con ese criterio cívico que nos reprochas, pero que sigue siendo la esencia de la PEREIRANEIDAD, nos sentemos a mirar los temas ciudadanos que nos afectan.

1.- La historia de la concesión Autopistas del Café amerita ese debate. Lo digo con claridad. Con respecto a este tema, en mi caso, no podrías tildarme de “despistado”. En el Gobierno del presidente Gaviria se dieron los primeros pasos tendientes a desarrollar el proyecto. Al comenzar el Gobierno Samper, el Dr. Bernardo Moreno, director del CORPES de OCCIDENTE me invitó a que me pusiera al frente del mismo. Asumí esa investidura sin cobrar un centavo: me dediqué a hacerle minería a la información que sobre el tema existía en MINTRANSPORTE, INVIAS y otras entidades en la languidez del Gobierno Gaviria. Con el Dr. Moreno, tuvimos múltiples reuniones a nivel gubernamental, destinadas a mirar la viabilidad del proyecto y a facilitar una estructuración del mismo. El estado del arte no alcanzaba, siquiera, los niveles de prefactibilidad. Me tocó cumplir un papel importante: socializar con la clase dirigente de Caldas, Quindío y Risaralda las bondades del proyecto. Por una razón: como sucede a menudo, el mismo resultaba altísimamente rentable desde el punto de vista social pero solamente resultaba ligeramente rentable desde el punto de vista privado.

Luego el Gobierno Samper nos sorprendió con la adjudicación. Lo que no era viable privadamente, el Gobierno lo viabilizó políticamente, con regalitos. En ese momento no existían estudios técnicos adecuados ni valoraciones económicas y sociales para pensar en dar ese paso. Se adjudicó la concesión a la carrera y a lo loco.

Estoy convencido de que la adjudicación inicial del contrato, así como sus múltiples prórrogas y otrosí, fueron fruto de favoritismos políticos inmerecidos, donde los concesionarios han resultado ganadores de rentas extraordinarias. ¿Como se llamaría este acto de suerte? ¡Felices ellos!

2.- El problema con esta concesión (y yo diría, con todas las concesiones de vías) es que el mecanismo para remunerar al concesionario por los servicios prestados es perverso. Me explico, en la medida en que los ingresos son fijos (peajes), el concesionario maximiza sus utilidades bajando costos. Claro: como llevar la maximización al extremo sería contractual y políticamente imposible, el concesionario “rebaja” costos donde no se nota: en el mantenimiento. ERGO: se les caen los puentes.

3.- Nuestra carta estaba orientada a proponerle al gobierno que se revisara la perversidad de esos mecanismos. En mi caso particular, no tengo preocupaciones ni opiniones sobre el concesionario (ARGOS), aunque tu lambonería con quien nada le ha dejado a la región no me sorprende. Ni sobre su gerente, a quien a duras penas distingo; con el Dr. Vega no tengo pleito personal ni moral.

4.- Pero como todo este tema amerita un debate, te invito (la palabra correcta es “TE RETO”) para que lo demos en serio. Quedas citado para que el MIERCOLES 28 DE JUNIO DE 2023, a las 11:00 AM, en el auditorio de la cámara de Comercio, vamos y confrontemos las ideas sobre este tema. Puedes ir acompañado de quien consideres conveniente. Allí te esperaremos (somos cientos), los DESPISTADOS, TORPES Y MIOPES que pensamos que el civismo todavía tiene algo que aportarle a este amado terruño. En vivo y en directo.

5.- En lo que respecta a la crisis que se ha vivido en la Cámara de Comercio de Pereira, no tengo información y prefiero no opinar en este escrito. Solamente te hago un comentario preliminar: se critica públicamente la manera frívola y generosa con que los miembros de esta junta (y otras juntas locales que son botín político), se auto-remuneran de manera inmerecida y abusiva. Tú mismo has comentado en tus columnas sobre este desafuero.

6.- Mientras tanto te invito, cordialmente, a que hagas un acto de nobleza y le ofrezcas disculpas públicas a VICTOR MANUEL TAMAYO, un formidable gobernador, que tuvo la entereza de “quitarle” la concesión Cerritos-La Paila a unos parásitos, captadores de renta, que durante 30 años usufructuaron inmerecidamente ese regalito.

Y sigo pensando como JUAN GUILLERMO ANGEL, que el peaje de Cerritos es uno de los tremendos cuellos de botella para la consolidación nuestra raíz histórica con el Valle del Cauca. Con el respeto que me mereces y con la admiración que te he tenido desde que eras un brillante estudiante que vivía con mis amigos, en Laureles, considero que, en el mejor de los casos, tus comentarios han sido innecesariamente desobligantes. A todo señor, todo honor. Espero tu respuesta sobre mi invitación a debatir. Te mando un abrazote.

Cordialmente:

 GUILLERMO BOTERO MEJIA


Reformas que deforman.

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En Colombia se han planteado reformas colmadas de anuncios de transformación con principios de igualdad. Sin embargo, el alcance de estas políticas, medido a través de indicadores, da cuenta de resultados contrarios en materia de desarrollo económico: renta per cápita baja asociada a una elevada desigualdad, y el producto Interno bruto (PIB), al término del 2022, comprometido en un 53,4% en relación a la deuda externa. Por consiguiente, el índice de desarrollo humano ubica a Colombia en el puesto 88 de 191 países que hacen parte de este indicador para el mismo año. En este sentido, el país está por debajo de Brasil, dos puntos; de México, seis; y de Perú, diez (Infobae, 2022).

¿Quién es el responsable de esta situación? La respuesta es sencilla: una clase política que actúa en favor de los intereses de los EE.UU como apuesta a la nueva colonización, por además ligada al sector de la población más rico del país que siendo el 10% del total, ostenta el 70% de la riqueza (Piketty, 2022) y son estos quienes finalmente han aplicado el recetario que termina definiendo nuestro presente y futuro.

Por lo tanto, es fácil comprender que la situación por la que atraviesa el país no es obra y gracia divina, ¡por supuesto que no!

A causa de lo anterior, el bienestar del que han gozado países desarrollados, está cimentado en buena parte en la desgracia de los nuestros.  Ahora bien, un pilar fundamental para dar un viraje a esta historia, consiste en tener amplio acceso a educación pública de alta calidad, que, a pesar del sistema imperante, disponga de docentes con la capacidad de comprensión requerida para educar jóvenes que alcancen una visión de vanguardia mundial, que puedan enfrentar los desafíos a la altura del desarrollo de las fuerzas productivas y las necesidades de la sociedad.

Cabe mencionar, el país viene presentando brechas cada vez más amplias entre los estudiantes de zonas urbanas y rurales. Según columna de la Revista Semana de Eduardo Echeverri (11/2022), en las pruebas Saber 11 del año 2021, los alumnos rurales sacaron en promedio 26 puntos menos que los de las zonas urbanas”, en lo que también tuvo que ver la pandemia.

A modo de repaso, sobre la historia del sector educativo, caben los planteamientos de José Fernando Ocampo en su libro: “La Educación – De la Colonia al siglo XX”, en él explica que, entre los factores determinantes para la educación pública en Colombia, estuvo en primer lugar, la injerencia de los organismos controlados por EE.UU desde 1950 en adelante, los cuales invirtieron millones de dólares en la educación para materializar sus propios intereses, política de Kennedy, denominada “revolución preventiva”, con la que cooptaron a la élite intelectual del país y América Latina; y en un segundo nivel, la resistencia civil librada por el movimiento magisterial, los estudiantes, la comunidad educativa y la sociedad misma.

Explica este experto que, entre el Estatuto Docente en 1979 y la Ley General de Educación de 1994, el magisterio consiguió mejorar la calidad de la educación y la liberó de la supervisión de la iglesia, la politiquería y el clientelismo en el que incluso se negociaba la dignidad de los docentes; además, le quitó el poder al Estado sobre los contenidos orientados (autonomía escolar para las instituciones) y le dejó solo la obligación de financiarla, convirtiéndose en el logro más importante de la historia moderna de la educación en Colombia, lo que representó una derrota histórica para la política neoliberal.

No obstante, en épocas recientes sorprendió que, durante las marchas del 1 de mayo en Colombia, casi treinta años después, se viera a líderes sindicales, principalmente de la otrora luchadora Federación Colombiana de Educadores – FECODE – defendiendo las reformas del actual gobierno, aprobadas por el Fondo Monetario internacional y el Banco Mundial, mientras coreaban “¡abajo las reformas neoliberales!”.

¿Por qué FECODE parece haber olvidado toda esa historia y ahora agita las citadas reformas? ¿Consideran pueden llegar a ser distintas cuando tienen la génesis de las anteriores?

Así pues, el llamado cordial es a que se estudie a fondo el contenido y los detalles de las reformas, y que los profesores del magisterio reaccionen frente al hecho regresivo que altera los criterios elementales de la educación básica y media, propuesta que permite a practicantes sin título profesional, reemplazar a los docentes. Tienen en la mira logros que ya había adquirido el magisterio con el Estatuto Docente y que no pueden ser entregados a Petro, ni a ningún otro gobierno.

La lengua traviesa del dalái lama.

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En un evento organizado por la fundación M3M en la India, Tenzin Gyatso, el decimocuarto dalái lama y premio Nóbel de paz en 1989, besó a un niño en la boca y acto seguido, le pidió que le chupara la lengua. El niño se había aproximado al líder religioso solo para pedirle un abrazo. En el recinto, antes que reprochar la actuación, hubo risas y aplausos[1].

Posterior al incidente, el dalái lama se disculpó por las redes sociales. “Su santidad desea pedir disculpas al niño y a su familia, así como a sus muchos amigos de todo el mundo, por el daño que sus palabras han causado” Agregó: “Su santidad a menudo toma el pelo a las personas que conoce de forma inocente y traviesa, incluso en público y ante las cámaras. Lamenta el incidente”.

A pesar de que el Tíbet (y la India) se encuentran en la mismísima porra, en Colombia muchos líderes de opinión y ciudadanos de a pie, se pronunciaron acerca del suceso. Como era de esperarse, la mayoría de las voces fueron de condena, pues pocas cosas hay menos aceptadas que propasarse con un niño. Tanto es así, que en un país con mayorías católicas como Colombia, las iglesias han visto disminuir, en buena medida por escándalos de abusos a infantes, su número de fieles y de seminaristas que pasaron de 6.000 en la década del 90 a 1.700 en el 2021.[2]

No obstante, algunos usuarios de redes sociales, creo que, pensando con el deseo o rehuyendo de la “orfandad espiritual” que producen este tipo de noticias, señalaron que todo se trató de un desliz de un líder budista sin tacha, que quizás por los “despistes” derivados de su edad avanzada, actuó de manera inadecuada.

En los años 60 y 70, la causa tibetana se popularizó en Estados Unidos, así como la figura del dalái lama que hoy forma parte de la cultura pop. Celebridades como los actores Harrison Ford, Richard Gere, el compositor Philip Glass y el escritor Allen Ginsberg, ilustre representante de la cultura beat[3] se convirtieron al budismo.[4] Por su parte, la Voz de América, emisora financiada por el gobierno de los Estados Unidos, que transmite en 47 idiomas y es un eslabón más del aparato propagandístico norteamericano, le ha dedicado un lugar privilegiado en su programación a las reivindicaciones políticas del dalái lama, quien por cierto, se ha reunido, con cada uno de los presidentes de Estados Unidos desde 1991.

A lo anterior, se suma el modo en que Hollywood ha magnificado la figura del líder espiritual. Las películas Siete años en el Tibet de 1997, protagonizada por Brad Pitt y Kundun dirigida por Martin Scorsese y estrenada siete meses después de la primera, le valieron tanto al célebre director como a Melissa Mathison, autora del guion, el veto del gobierno chino[5] que vio en los filmes citados propaganda política en contra de sus intereses y para el cual los movimientos independentistas del Tíbet y Taiwán, son delicados en extremo.

Antes de la llegada del ejército popular chino al Tibet en 1950, había allí una teocracia brutal en la que el 95% de la población eran esclavos o siervos y solo 5% pertenecían a una élite formada por monjes, terratenientes o aristócratas. Cortar las piernas y los brazos era un castigo común para los esclavos que en muchos casos permanecían encadenados[6] y ser mujer era considerado un castigo, por comportamientos pecaminosos en vidas pasadas.[7]

Para colmo, el dalái lama era propietario de 27 fincas, 36 prados, 6.170 siervos, 102 esclavos y el palacio de Lhasa con más de mil habitaciones.[8] Después de la rebelión tibetana de 1959, la CIA, durante los 10 años siguientes, proporcionó al gobierno tibetano en el exilio 1,7 millones de dólares para operaciones de guerrilla y 180 mil para centros culturales y de presión internacional.[9]

Desde esos años, la causa tibetana y el mismo dalái lama son un bastión de la propaganda en contra de China impulsada por el gobierno de Estados Unidos y, por ende, la lengua traviesa del líder budista, más allá del escándalo de acoso, representa un revés geopolítico, inoportuno como el que más para la Casa Blanca y sus aliados en occidente.

*Juan Antonio Escobar es Miembro de la Unidad Nacional de Artistas UNA.


[1] “Chúpame la lengua”: el repudiable video por el que el Dalai Lama se disculpa | EL UNIVERSAL – Cartagena

[2] No hay cura para tanta gente: escasez vocacional en la iglesia católica colombiana – CaracolTV.

[3] Precursores del movimiento hippie. Su influencia sobre los movimientos ecológicos actuales es evidente.

[4] The Snow Lion and the Dragon China, Tibet, and the Dalai Lama Melvyn C. Goldstein. Pagina 120.

[5] EL DALAI LAMA EN HOLLYWOOD – Archivo Digital de Noticias de Colombia y el Mundo desde 1.990 – eltiempo.com.

[6] LogKa (@LogKa11) / Twitter

[7] El Dalai Lama y la oscura verdad del lamaismo. – AlgoEstáCambiando (wordpress.com).

[8] Íbid.

[9] Protestas y levantamientos en el Tíbet desde 1950 – Wikipedia, la enciclopedia libre