jueves, abril 24, 2025
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Marx, el exorcista

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A mediados de los noventa uno de mis planes predilectos de los viernes en la noche era mirar películas de terror. Por aquel entonces, era un muchacho. Junto a mis primos y hermanos nos congregábamos frente al televisor a disfrutar de la cinta en formato VHS que, por cierto, tocaba alquilar con anterioridad. Por aquella época abundaban los largometrajes de vampiros, zombis, fantasmas y demás seres sobrenaturales que, dados los efectos especiales disponibles, no lucían muy creíbles. A pesar de la baja calidad de aquellos filmes y de que casi nunca lograran asustarme, el ritual se repitió semana tras semana.

Sin embargo, había un filme distinto a los demás: El exorcista de 1973. Recuerdo que el tráiler nos parecía espantoso, pero a la vez queríamos reafirmar nuestra valentía, así que decidimos seguir alquilando los mismos bodrios que encontrábamos disponibles en la sección de terror y suspenso del video club, evadiendo, claro está, la película en cuestión, aquella en cuya portada se advertía la silueta (hoy mítica) del valiente sacerdote con abrigo y sombrero[1] que se dispone a entra a la casa de la niña poseída. 

Un buen día nos llenamos de valor y fuimos por la dichosa película. El que atendía el video club nos miró con algo de preocupación antes de meter el video-casete en una bolsa de plástico. Mis padres la calificaban con el criterio nada técnico, pero preocupante de “muy miedosa”. Recuerdo que aquella noche de viernes miramos el filme en silencio. Las imágenes de la pequeña Regan levitando sobre su cama y la de los dos curas realizando el tétrico y en un primer momento, infructuoso ritual, corroboraban lo que nos habían dicho acerca de la cinta. 

Con el cambio de siglo, mis planes de viernes en la noche se modificaron. Cuando no había fiestas o una reunión del movimiento estudiantil, me ponía a leer lo que encontrara. Por esos días las obras de autores materialistas como Marx, llamaron poderosamente mi atención, no por adoctrinamiento de mis profesores, pues, aunque muchos no los crean, en pocas partes se sataniza más a este pensador alemán que en las universidades estatales colombianas, sino porque siempre sentí atracción por los libros de los que muchos hablaban (incluso citaban), pero al parecer, pocos leían.

Monumento en El Marx-Engels-Forum en 1986. Mitte, Berlín.

Contrario a lo que me habían dicho, las obras de Marx (las que cayeron en mis manos, en ese entonces muy pocas) no eran un manual de instrucciones para organizar disturbios. Se trataba de elaboraciones muy rigurosas en las que se evidenciaba un manejo magistral de la lógica, una cultura universal, especialmente literaria difícil de igualar y un sentido del humor demoledor (que lo diga Proudhon).

Por otro lado, pocos conceptos teóricos me han generado la sensación de estar ante una verdadera epifanía como el de fetichismo de la mercancía. Una vez me topé con este, después de leer las primeras páginas del tomo 1 de El Capital, obra voluminosa en la que aún trabajo, me quedé pasmado mirando la tasa de café que reposaba sobre la mesa de mi escritorio. En un objeto cotidiano, vi el valor de cambio el valor de uso y comprendí la relación casi supersticiosa, que construimos con los objetos cuando les asignamos, erróneamente, una suerte de valor esencial.

Pero el aporte de Marx a mi vida no se limitó a ayudarme a comprender de mejor manera las relaciones económicas y sociales que posibilitaban la existencia de la tasa de café sobre mi mesa. También le perdí el miedo a la película que de niño me atemorizó. No porque con los años me haya vuelto más valiente, pues la adultez al final es el arte de coleccionar miedos que antes no teníamos, sino porque desde una perspectiva materialista, el filme de William Friedkin se me volvió inentendible.

Lo anterior, porque la película exige del espectador una lectura, digamos otra vez, esencialista de la realidad. Dicho de otra manera, nos toca comprar la idea de que la bondad y la maldad flotan por ahí como “energías” en estado puro, ahistóricas, o mejor, eternas. De lo contrario, no se puede explicar que el cuerpo de la pequeña Regan, sea ocupado por una esencia maligna, igual a quien se sube a un coche que otro, quizás el espíritu original y bondadoso de la niña, desocupó.

Me cuesta pensar que tengamos agazapadas dosis de cosas “bonitas” o “feas” en alguna parte del cuerpo, esperando su oportunidad de salir a flote. Lo que somos, virtuosos o ruines, dependerá de nuestros actos y de cómo estos sean calificados por la sociedad de nuestro tiempo. En la medida en la que dejemos atrás varias ideas de corte idealista, muy arraigadas, por cierto, seremos mucho más felices, entenderemos que los demonios realmente pavorosos son los del más acá y que las lecturas esencialistas de la realidad han dado al traste con más vidas que el mismo demonio Pazuzu.  


[1] Por cierto, la portada está inspirada en la pintura Empire of Light (L’Empire des lumières ) de de 1954  del pintor surrealista René Magritte.

Las ciudades que queremos.

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Terminó en Colombia el debate electoral para la elección de congreso y presidente de La República, y comenzó a animarse la contienda por los poderes locales, alcaldías y gobernaciones. Así es la vida nacional, vivimos en estado permanente de festejos y elecciones.

Ahora bien, es importante que más allá de las cábalas políticas y los cálculos de unos y otros, se comience a reflexionar sobre el territorio y en lo que será el programa de los próximos alcaldes para las ciudades post pandemia.

Es posible que muchos de nosotros pensemos que la vida después de la emergencia pandémica siguió como antes, pero hay muchísimos factores que confirman que la continuidad de la especie humana en la tierra depende de que nos apliquemos a realizar fuertes transformaciones.  De la cabal comprensión de esa necesidad de cambio, y de la velocidad que se aplique a la implementación de las medidas correspondientes, dependerá nuestra estabilidad futura y, tal vez, la supervivencia de la especie.

Es importante recordar que el aporte de las ciudades a este fenómeno es determinante. Según UN-Hábitat, las ciudades generan el 70% de las emisiones de gases efecto invernadero. Adicionalmente, son las ciudades las que consumen la mayor cantidad de energía en el mundo, y, no podemos olvidar que los máximos responsables de las emisiones que causan el aumento de la temperatura global son los gases que se generan al producir energía quemando combustibles fósiles.

Entonces, si vivimos un momento de quiebre en la historia reciente de la humanidad, y si el objetivo es actuar sobre las ciudades, por supuesto que el tipo de ciudades en las que necesitamos vivir no es irrelevante. Por el contrario, es vital para la existencia de la humanidad.

F:El Diario. Tráfico por el viaducto de Pereira.

Y en este orden de ideas, los gobernantes que vayamos a elegir deberían ser aquellos que presenten a la ciudadanía las mejores alternativas para lograr el objetivo requerido: ciudades que generen menos emisiones, es decir, que usen para funcionar una menor cantidad de energía, y que la energía que utilicen provenga cada vez menos de la quema de combustibles fósiles.

Pero el objetivo a trabajar es en doble vía, porque no solo son las ciudades las que mayores aportes hacen al calentamiento global, los centros urbanos son los más afectados por el aumento gradual de la temperatura.

Se necesitan, no solo acciones para un uso más eficiente de la energía que mueve nuestras urbes (transporte, hogares -calentamiento de agua, calefacción o aires acondicionados, cocina-, industria, iluminación, entre otros), sino comenzar a realizar actividades tendientes a bajar la temperatura al interior de las ciudades.

Para afrontar el próximo debate electoral, se debe exigir la inclusión en los programas de gobierno y en las propuestas de campaña, para las ciudades: más transporte colectivo de calidad. Más arborización y espacios públicos. Uso de fuentes de energía alternativa en donde sea posible. Sistemas de reciclaje de aguas lluvias. Una reorganización del ordenamiento urbano, de tal forma que se generen varias ciudades dentro de las ciudades, sobre todo en aquellas que, desafortunadamente, se han desarrollado en suburbios o de manera extensa.

Así que, ciudadanos, vamos por ciudades con:

  1. Un transporte público eficiente, sostenible y amigable con el usuario, tipo tranvía eléctrico. En las ciudades de Colombia que tienen sistemas de transporte masivo de buses articulados, se puede usar el carril dedicado para la instalación del tranvía. Es necesario que este sistema vaya acompañado de la construcción de parqueaderos en zonas estratégicas (para vehículos y bicicletas) y que se articule con otros medios de transporte ecoamigables como las redes de cable aéreo y las pistas ciclables.
  2. Aumento de las pistas ciclables por vías principales, creando una red cuya concepción tenga como punto de partida estudios de origen-destino.
  3. Semi-peatonalización de vías en barrios, reduciendo a un solo carril las vías transitables al interior de la trama urbana barrial, y dejando la circulación plena de vehículos solo por vías principales o avenidas. Esta medida contribuiría a desestimular el uso del vehículo para recorridos cortos, disminuirá las lesiones y muertes por accidentes de tránsito, y bajará el ruido, otro gran contaminante en las ciudades.
  4. Un plan realmente agresivo de arborización, ya que está demostrado que es la acción más eficaz para disminuir la temperatura en las ciudades.
  5.  Aumento significativo de parques, desarrollando un plan ambicioso de espacios públicos, tomando como referente una distancia de acceso, por ejemplo, que cada ciudadano tenga un parque con extensa arborización y espacios de práctica deportiva a un máximo de 20 minutos de recorrido a pie desde su vivienda.
  6. Provisión de un número de equipamientos estratégicos (institucionales, salud, educación, seguridad, diversión y esparcimiento, cultura, etc.) que estén, para cada ciudadano, a la misma distancia de su vivienda que los parques, 20 minutos de recorrido a pie.
  7. Instalación de paneles solares y sistemas de reciclaje de agua en donde sea posible, iniciando por las viviendas individuales.

Por supuesto que cada uno puede tomar medidas adicionales para bajar su huella de carbono. Pero no nos digamos mentiras, un conjunto de buenas acciones individuales jamás tendrán el alcance y la contundencia de aquellas que se implementen colectivamente, en varias o muchas ciudades al mismo tiempo.

Hasta aquí el programa para los nuevos tiempos. Fundamental e irrenunciable, será el que cada ciudadano deberá exigir a sus futuros gobernantes.

Contraste de temperaturas, cálculos aproximados.

Un nuevo-viejo país.

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La ceremonia de transmisión de mando presidencial transcurrió sin grandes sobresaltos. Salvo el episodio de la espada de Bolívar, en el cual quedó en evidencia la dificultad que tiene el exmandatario Iván Duque para leer la simbología y los ritmos sobre los cuales gravitan la opinión pública y la política, todo lo que se oyó y se vio tuvo una cierta unidad, una guardada armonía.

Ojalá esta sensación, que lejos de ser improvisada debe haber tenido un gran trabajo de cálculo y preparación previos, sea el presagio de lo que viene, es decir, un gobierno que se mantendrá en un cauce, el de sus referentes simbólicos, sus objetivos de transformación, y un viraje que, como la ceremonia en mención, sería mejor para el país si se da en un tránsito suave y armonioso, sin actos grandilocuentes o innecesarias demostraciones de fuerza.

En la escena que se desarrolló el pasado siete de agosto, hubo para todos los gustos. Para los que analizaron sesudamente el discurso del presidente del Congreso, el camaleónico Roy Barreras, de quién alguien con agudo sentido dijo que “estaría igual de feliz posesionando al ingeniero Rodolfo”.

También tuvieron tema de conversación los que se dedican a seguir la simbología en la moda, trajes con mensajes, mucho énfasis en lo étnico, y apasionadas expresiones del amor patrio como los aretes con el mapa de Colombia que usó la vicepresidenta Francia Márquez.

Y hablando de la vestimenta, no pasó inadvertido el contraste entre los colores y, por qué no, la actitud de las primeras damas. La entrante de blanco, sonriente, imponente toda ella; la saliente de negro, como si llevara un reciente luto y estuviera cada día más encogida en sí misma.

También se comentaron las fotografías de Mauricio Vélez sobre la historia del conflicto colombiano, que acompañaron al acto de posesión, algunas de las más polémicas fueron aquellas que mostraron a exguerrilleros como Jacobo Arenas o Tirofijo.  Y hablando de fotos, la imagen oficial del presidente, una superposición, montaje o sobre edición, posiblemente real de Gustavo Petro en Caño Cristales, dio pie para todo tipo de bromas y memes: la compararon con el álbum de chocolatinas Jet, con el regreso del Atalaya, y algunos comentaron que habría bastado con ir a cualquier Foto Japón para haberse hecho una foto semejante.

Se escuchó con reverencia el piano interpretado por Teresita Gómez, un símbolo más, pues habrá que recordar que ella fue detenida en épocas del Estatuto de Seguridad del ex presidente Turbay, por haber sido relacionada con el movimiento M19 y participar de un concierto en Cuba.

De hecho, no pareciera exagerado decir que en este acto de posesión todos los símbolos remitían, de manera directa o indirecta, a la relación fundante del nuevo mandatario con este grupo revolucionario.

Incluso, en su discurso, la frase “Quiero decirles a todos los colombianos y todas las colombianas que me están escuchando en esta Plaza Bolívar, en los alrededores, en toda Colombia y en el exterior que hoy empieza nuestra segunda oportunidad”, aunque muchos la relacionaron con la inmediatamente anterior, aquella en alusión al cierre de la novela de Gabo “Cien Años de Soledad”, ésta también podría interpretarse como la segunda oportunidad de los militantes del grupo M19, aquellos que no sucumbieron a la violencia y lograron ver  florecer el día en que les fuera dado  ejercer el poder por las vías democráticas.

Sin duda, Colombia ha venido integrando la modernidad, y esta circunstancia quedó en evidencia ayer de manera importante al presenciar el ascenso al poder de un gobierno de izquierda, que llegó a él acompañado de la clase política tradicional – gobiernista al mejor estilo del parlamento inglés-, y que echó mano de una batería de referentes simbólicos, mariposas de por medio, para marcar el inicio de lo que se pretende sea una nueva era en nuestra historia republicana.

Como han dicho comentaristas de todas las orillas, esperemos que, por el bien del país, al nuevo gobierno le vaya bien. Que no se frustren de manera irreversible aquellos que tantas expectativas han puesto en esta alternativa de poder político, y que a la otra mitad del país se le den razones objetivas para conjurar la gran incertidumbre que ronda este nuevo mandato. Como dijo el presidente del Congreso, Roy Barreras: “El cambio, es lo contrario a la estabilidad, pero medio país exige el cambio y lo merece, y otro medio país quiere estabilidad, garantías y equilibrio”.  

Por último, pero no menos importante, resaltar que nada de esto hubiera sido posible sin la firma del proceso de paz, y afirmar que nos gusta este país del post-conflicto, al que le deseamos los mejores vientos, pocos excesos revanchistas, menos retórica y más acción justa y eficaz; y, por qué no, un ataque frontal contra esa otra guerra que libramos hace tanto los colombianos, la de la corrupción.

La industria editorial en Colombia y la Economía Naranja.

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La siguiente ponencia fue presentada por nuestro columnista Juan Antonio Escobar en el Congreso de la República “, en la audiencia pública denominada: Por un nuevo plan nacional de Cultura.

Se analiza la situación de la industria editorial con respecto a la política de la “economía naranja” del presidente Iván Duque.

Sensación de fin de mundo.

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Europa se incendia, las altas temperaturas, antaño fenómenos extraordinarios, se han convertido en la constante que arrasa este continente desde comienzos de la primavera, convirtiendo esta estación en un verano alargado. La primavera y el otoño, tal y como se presentaban, han empezado a extinguirse.

Mientras en Colombia el cielo nos cae encima, llevamos ya dos años continuos en los que no para de llover, y esta circunstancia extraordinaria tiene amplias y complejas consecuencias: los cultivos se pudren, las carreteras se derriten, el país se anega.

En lo social, los fenómenos globales parecen seguir los pasos a la naturaleza con sus altas temperaturas y tormentosas lluvias.

Vivimos tiempos de borrascosas relaciones sociales.

El continente europeo está inmerso en una guerra que no se supo cómo comenzó, y mucho menos se sabe cuándo o cómo va a terminar.

Hay escasez de todo, por la pandemia, por la guerra, por el calor sofocante o por las lluvias incesantes. La logística de la era globalizada se complica hasta el punto del desabastecimiento generalizado. Los precios aumentan, la economía se recalienta al tiempo que el poder adquisitivo se ahoga en las aguas de la inflación mundial.

La recesión está a la vuelta de la esquina, y se dice que en algunos países ya está instalada en el comedor principal. Las penurias se multiplican, el mundo retrocede en sus precarios avances en términos de igualdad y ascenso social, la pobreza acecha como un fantasma que recorre, no sólo a Europa, sino al mundo entero.

Los países de América viven un momento turbulento. Estados Unidos está sumido en una profunda crisis política y social, es un país dividido y radicalizado, con la economía comprometida, características todas de las potencias en declive.

Centro América vive un éxodo sin precedentes.

Los países suramericanos no levantan cabeza, hay crisis en Argentina, Brasil, Chile, Venezuela, Ecuador, y Perú.

Colombia vive un momento de gran incertidumbre.

Después de las elecciones del pasado junio, y en virtud del resultado electoral que marca un giro a la izquierda en las políticas públicas, nuestro país padece del síndrome del aplazamiento, del compás de espera que, como dijo algún intelectual, sólo sirve para hacer círculos vacíos.

En la calle, en los restaurantes, en las inmobiliarias, en el comercio, todo parece detenido, el servicio es a desgano y las posibles inversiones están a la espera de mayores certitudes que, parece, no vendrán.

Como ha dicho otro intelectual, Hernando Gómez Buendía, “vamos hacia un despelote de buenas intenciones, diagnósticos erróneos, metas imposibles, ministros competentes y nuevas frustraciones”.

El nerviosismo es generalizado, es mundial.

Tal vez se trata de que asistimos a los límites del modelo capitalista en su fase de globalización. Nos preparamos para ingresar a otra etapa, el problema es que nadie dice con claridad a cuál, ni se han puesto sobre la mesa las claves de este nuevo período.

Mientras tanto, vivimos bajo una espesa nube, y como en esas tormentas de polvo del Sahara que han cubierto recientemente a España con sus sofocantes partículas naranjas, nos orientamos difícilmente y, por ratos, ni siquiera alcanzamos a respirar.

Nocaut a la megaminería en Belén y Mistrató.

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El lunes se conoció la solicitud de terminación de título por renuncia o mutuo acuerdo, que representantes de la compañía Royald Road Minerals, enviaron a la Agencia Nacional de Minería (ANM). Esta declinación se dio a efectos de la columna de Aurelio Suárez en la revista Semana: “¡Dios salve a Belén de Umbría y Mistrató!”.

La noticia ha sido recibida con júbilo por la ciudadanía y los movimientos sociales, que marchan para pedir la revocatoria de la resolución 233 del 17 de diciembre del 2021 de la ANM, que abrió la puerta a la llegada de la gran minería a estas poblaciones cafeteras que gozan de una amplia oferta hídrica y otros componentes ambientales que han protegido con la labor agrícola y programas ambientales, los cuales resultarían afectados por la minería a gran escala.

Como menciona Deisy Soto, líder ambiental y estudiosa de los impactos de la gran minería, es un triunfo enorme para la defensa del territorio. Nos queda por tumbar la pretensión de otras compañías, y de seguro vendrán más si la resolución sigue vigente.

De modo que las alarmas de la megaminería, como bien lo advirtiera Oscar Osorio en informe del Diario del Otún, siguen encendidas. Luego constituye un impulso para atender la emergencia, el hecho que representantes de la transnacional hayan manifestado al columnista Aurelio Suárez que desisten de la solicitud de título para no competir con intereses locales.

De seguirse consolidando el movimiento cívico, estos municipios al occidente de Risaralda lograrán impedir el pretendido saqueo. Han sabido encontrar en los líderes de opinión, gremios, las alcaldías, instituciones académicas, la asamblea departamental, los tres nuevos representantes a la cámara elegidos por Risaralda e incluso en la Carder; una voz de apoyo clave para este propósito.

Resta entonces, que el Congreso de la Republica y las instancias respectivas, atiendan el llamado para exigir a la ANM, derogar la resolución 233 de noviembre del 2021. Pues resulta antagónica la depredación de la megaminería y el capital financiero global, sobre actividades productivas de estas regiones que incluyen unidades familiares, pequeñas y medianas empresas de la región, además de una riqueza hídrica al servicio de los cultivos y pobladores.

Razón ha tenido el Papa Francisco al condenar en días recientes el extractivismo mineral y forestal en Latinoamérica. Por ende, mientras los tiburones mineros sigan al acecho, continuaremos protestando. La briega por el Paisaje Cultural Cafetero, con cafeteros, que en Belén de Umbría incluye la vista de los guayacanes que arropan con flores amarillas los cultivos de café, es más que razonable. Por ahora, se atendió el llamado: ¡Dios salve a Belén de Umbría y Mistrató!, antes que a la reina y su Corona. 

El día después.

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Ha llegado el día después de las elecciones presidenciales con un resultado, indeseable para una buena parte de la población, anhelado de vieja data para otro tanto levemente mayoritario al anterior, inesperado para varios, indiferente para algunos pocos.

La verdad es que las pasadas justas electorales generaron un estado de ansiedad nacional no visto en épocas recientes, y despertaron el interés de poblaciones hasta el momento ajenas a estos procesos, lo cual se vio reflejado en una sensible disminución de la abstención.

La hora temida, o el momento largamente deseado, llegó, y lo que van arrojando la seguidilla de acontecimientos, anuncios, reuniones, acuerdos, nombramientos y gestiones, es que la realidad no será “ni muy, muy; ni tan, tan”.

Al parecer el giro a la izquierda no será ni mucho menos radical, y la agenda empieza a mostrarse como una suma de continuismos de viejas prácticas políticas, detestables para muchos, tranquilizadoras para otros.

Los hechos destacados de tanto movimiento, porque lo ha habido, incluso intenso en pocos días, consisten en:

La genuflexión colectiva hacia el nuevo mandatario, sobre todo de la clase política que no concibe quedarse viuda de poder, lo cual va a garantizar la gobernabilidad del nuevo presidente.

Un acto de moderación generalizado (de la tonalidad, del contenido del discurso, de las propuestas, etc.), que busca generar calma, a la economía principalmente.

El acercamiento de polos opuestos, que de tan antagónicos terminan pareciéndose. Se ha producido lo que hasta ahora parecía un imposible, esto es una reunión Petro-Uribe. Después de presenciar este hecho, que claramente es de singular importancia para la realidad actual, podemos decir que hemos, no sólo comenzado a pasar la página, sino que hemos cambiado de libro y de libreto. Tanto mejor para nuestro país.

El telón de fondo de todos estos acontecimientos es el único que de entre todos ellos puede denominarse como histórico, y es la presentación del informe final de la Comisión de la Verdad.

Si se juntan todos estos sucesos, se puede empezar a vislumbrar claramente el horizonte de un nuevo país. Esperemos que así sea, y que la voluntad de cambio vaya más allá de promesas electoreras, que los ciudadanos y sus gestas se sobrepongan a las maquinaciones de la politiquería, iguales en todas las vertientes. Desde estas líneas de opinión deseamos fervientemente que el futuro sea construido y apropiado por quienes son hoy los verdaderos protagonistas de la historia, los colombianos.

Una forma de motivar la lectura: La Caverna de José Saramago. (II Parte)

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Como aparición al acecho, me esperaba en el celular la página de SER Podcast, un libro de una hora que ofrecía la lectura del texto arriba descrito, como respuesta a una inquietud nacida para realizar una serie de entregas a La Cebra Que Habla. Decidí adentrarme en ese lugar que inició con la introducción de Antonio Martínez Asencio presentando la obra: “José Saramago es un autor esencial que ha explicado como pocos el mundo que nos ha tocado vivir. No solo ha construido una obra de una grandísima calidad literaria, innovadora, profunda, sino que además ha sido la conciencia del fin del siglo veinte, haciendo la labor que todos esperan de los auténticos intelectuales, removiéndonos, inquietándonos y haciéndonos reflexionar. La Caverna es una novela profunda que nos invita a plantearnos quiénes somos, y sobre todo qué sabemos de nuestro mundo. Más que nunca hay que leer a Saramago”.

Entre la magnífica lectura de una voz natural incitadora a escucharla, a la vez que en esa hora lee en forma condensada la obra, pero con sentido completo de ella, se escucha a Pilar del Rio, compañera del escritor, referenciando aspectos de la existencia del autor y cómo surgió la idea de escribir esta novela. Aquí aparece únicamente lo que ella expresa. Quizá en otra entrega leerán fragmentos de una entrevista a Pilar del Rio y un poema de Saramago.

Imagen de La Silla Rota.

“Un día en un congreso literario celebrado en la Universidad de Alberta en Canadá, José Saramago visitó un centro comercial y se quedó asombrado: el mundo estaba adentro, tenía playas y árboles, selva tropical y pistas de hielo, calles, terrazas, parques para niños y, obviamente todas las tiendas y todas las marcas de oriente y occidente. Era un lugar limpio, seguro, amable, construido para que los consumidores fueran felices. Más tarde, en conversación con amigos, José Saramago comentó que las antiguas catedrales y las universidades habían dado paso a los centros comerciales, y que esos centros del consumo son los que convocan, estimulan y de alguna manera forman a los hombres y a las mujeres de este tiempo. Aquella visita prendió a José Saramago; por otro lado, otra visita a un museo de artes populares en Brasil, y la confirmación de la pérdida de algunos oficios como el de alfarero y los avisos de la construcción de un gran centro comercial a la entrada de Lisboa, se convirtieron en piezas que iban encajando y construyéndose como la base de un libro al que por nada del mundo quería renunciar”.

Después del Nobel aparecieron en la vida de Saramago personas que antes no estaban, le llegaron invitaciones tentadoras para que pasara a la otra orilla del sistema; algunos cortejos que hasta entonces no habían sido verosímiles se produjeron, hubo puertas que se abrieron como tocadas por la magia, y todo eso le hizo pensar en la alegoría de La caverna de Platón, en si realmente se ve la realidad o es la proyección de la realidad sutil planificada lo que impera en el mundo y, en las distintas circunstancias de los seres humanos. Cuando llegó a Lanzarote, donde murió, se puso a escribir La Caverna, una novela en la que se narra la perplejidad de un ser humano que ha trabajado con sus manos y con su sensibilidad y, de repente, se da cuenta de que ya no hay lugar para él en la sociedad tecnificada donde lo que produce y es él, carece de utilidad.

El alfarero y su perro Encontrado, vivirán una serie de peripecias en torno a un centro comercial, es una novela de respuesta a quienes se preguntaban quién será José Saramago tras el Nobel; pues miren, un ser humano capaz de escribir sobre un humilde alfarero.

Pepe, Greta y Comoes podrían ser nombre de huracanes, pero son los perros que llegaron a la casa de José Saramago y se quedaron. Pepe conversaba con Saramago, sabían que decirse y hasta que pensaban, es el perro de las lágrimas del Ensayo sobre la Ceguera; Comoes fue el último en llegar, era alto, desgarbado, de pelo negro y rizado con una especie de corbata blanca que rompía la monotonía del color, Comoes no tenía características humanas, era un perro consciente de serlo sin aires de grandeza: comía, guardaba la casa, se peleaba con los pájaros y con el jardinero, se acercaba a los dueños con pasión animal, regalaba lagartijas que depositaba en las alfombras, jugaba con el viento y saltaba las escaleras sin acertar nunca en los peldaños, es el perro de La caverna, el simpático Encontrado que acompaña al alfarero y le da su calor.

Cuando José Saramago murió, Comoes se dio cuenta y lloró una noche entera, eran aullidos tremendos que nadie podía consolar, iba por los lugares de su dueño olfateando en vano, aullando, gritando desesperado.

En muchos lugares, muchas personas entendieron que este libro se podía leer, también como un pacto, un abrazo; el autor de Levantado del Suelo, estaba ahí y seguía escribiendo. La Caverna fue leída y contada en numerosos países, pero, en América Latina fue recibida de modo especial; talvez haya que leerla y releerla para comprender ciertas soledades de los lectores y, como algunos libros, siendo ficción, siendo literatura, acompañan y se detienen.

José Saramago escribió La caverna mirando las figuras de barro creadas por Dorotea, alfarera de Lanzarote: un hombre y una mujer desnudos capaces de la fertilidad y la vida y, tal vez deseando esa misma fertilidad creativa para la humanidad de la que formaba parte. En su casa se celebró el final de ese libro con emoción y muchos abrazos; ¡he terminado el libro! dijo. Era ya noche cerrada, pero hasta el cielo se iluminó.

José Saramago en la Conferencia de la estatua de piedra en 1.967, señala que La Caverna está publicada en la página de la Fundación que lleva su nombre. La Caverna es la visión de un mundo posible, donde los seres humanos querrán vivir dentro de los mismos espacios comerciales que les venden lo que necesitan o creen necesitar; es una metáfora de la vida en países desarrollados o en otros que no lo están, que se engañan a sí mismos, en virtud de una prosperidad meramente aparente, y es también una alegoría. La Caverna revive el mito platónico y así dice el epígrafe que abre el libro: Qué extraña escena describes y que extraños prisioneros, son iguales a nosotros (Platón, La República, Libro VII). La caverna le pregunta al lector ¿somos como los prisioneros de la caverna de Platón que creían que las sombras que se movían en la pared eran la realidad? ¿vivimos en un mundo de ilusiones? ¿qué hemos hecho con nuestro sentido crítico, con nuestras exigencias éticas, con nuestra facultad de seres pensantes? Que cada uno de su respuesta y vaya contrastando los valores de la llamada civilización occidental.

Del discurso de Saramago que dio lugar a la Declaración Universal de los Deberes Humanos: Nos fue propuesta una Declaración de Derechos Humanos y con eso creíamos que lo teníamos todo, sin darnos cuenta que ningún derecho podrá subsistir sin la simetría de los deberes que le corresponden. El primer deber será exigir que esos derechos no solo sean reconocidos, sino también respetados y satisfechos; no es de esperar que los gobiernos realicen en los próximos 50 años lo que no han hecho en estos que conmemoramos, tomemos entonces nosotros ciudadanos comunes, la palabra y la iniciativa con la misma vehemencia y la misma fuerza conque reivindicamos nuestros derechos, reivindiquemos también el deber de nuestros deberes; tal vez así, el mundo comience a ser un poco mejor”.

En la contraportada de la obra referida: Una pequeña alfarería, regentada por una familia que comprende que ha dejado de serle necesaria al mundo, frente a un centro comercial gigantesco. Un mundo en rápido proceso de extinción, otro que crece y se multiplica como un juego de espejos donde no parece haber límites para la ilusión engañosa.

La caverna habla de un modo de vivir que cada vez va siendo menos el nuestro. Todos los días se extinguen especies, todos los días hay profesiones que se tornan inútiles, idiomas que dejan de tener personas que los hablen, tradiciones que pierden sentido, sentimientos que se convierten en sus contrarios. El autor despliega su visión del mundo actual a la vez que nos alerta: no cambiaremos de vida si no cambiamos la vida.

Lo que viene.

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El pasado domingo los colombianos elegimos al que será nuestro presidente durante los próximos cuatro años. Independientemente de cómo hayan votado cada uno de los colombianos, si por Gustavo Petro o no, es correcto decir “elegimos”, porque justamente como ciudadanos de esta nación nos obligamos a acatar los resultados del ejercicio democrático.

Gustavo Petro será, entonces, el presidente de todos los colombianos, a partir de su posesión el próximo siete de agosto.

Asumir esta realidad, dejando de lado teorías forzadas sobre un supuesto fraude que proceden tal vez del significativo aumento de la votación por Petro entre la primera y la segunda vuelta (dos millones setecientos mil votos), es vital en este momento para la estabilidad del país.

En el discurso que dio el candidato ganador, desde el centro de eventos Movistar Arena de Bogotá, se notó su intención de convocar a toda la nación para lograr la unificación del país, que tras los comicios queda dividido en dos realidades tangibles y antagónicas: entre regiones (el centro vs. la periferia del país), o entre condiciones socio económicas (el país de un mayor poder adquisitivo vs. el país más pobre).

Más allá de las referencias más bien retóricas a un hipotético liderazgo de Colombia para lograr un frente unido latinoamericano, que dialogue en condición de igualdad con Estados Unidos sobre el tema del medio ambiente; de sus repetidos llamados a la justicia social, de las referencias dudosas a su deseo de alcanzar una implementación plena del capitalismo (ha dicho Petro que va a llevar a Colombia al capitalismo aunque no le gusta ese sistema); persiste el miedo, la incertidumbre, el desánimo, la desconfianza, de al menos la mitad del país que votó el domingo pasado; una votación históricamente muy alta, por lo demás.

Amaneceremos este martes, después del puente festivo, con la expectativa de palpar las repercusiones de este giro a la izquierda sobre los indicadores económicos: el precio de las divisas, el comportamiento de la bolsa, las calificaciones del riesgo país, entre otros.

El reto es sin duda enorme. Petro ha despertado la ilusión de miles de compatriotas que sienten que a su lado ganaron por primera vez en muchas generaciones. Esperan muchísimas cosas de su gobierno, y el problema podría ser la frustración generalizada y profunda que pueda producirse al haber despertado tantas expectativas en un escenario de poco o nulo margen fiscal, con una inflación disparada y una recesión mundial a la vuelta de la esquina.

Por otro lado, la primera tarea que podría contribuir a mejorar la eficacia de las inversiones del Estado y la redistribución del ingreso sería una lucha frontal y decidida contra la corrupción, pero cuando se recuerda el sinnúmero de aliados de todo tipo y calaña que tuvo que aceptar Petro para lograr este triunfo, esas esperanzas se desvanecen rápidamente.

Le quedan las maniobras tributarias. Pero la presión fiscal es ya alta sobre las clases medias, y los grandes contribuyentes sacarán sus capitales del país si la presión se vuelca sobre ellos, si es que ya no lo han hecho.

El panorama parece oscuro, no tanto por el hecho político de un gobierno de izquierda, sino por la dificultad de llevar a cabo una agenda reformista ambiciosa con la caja semi vacía.

Además, una cosa serán Petro y su gabinete (ministros y colaboradores), y otra los seguidores del petrismo. Estos dos aspectos no son iguales, y asalta fuertemente la duda de la capacidad de dirección y control que pueda tener el presidente y su gobierno sobre estas bases, alentadas por ellos mismos en el pasado a realizar acciones de fuerza para hacer oír sus reclamos. Una cosa era espolonear estas “barras bravas” desde la oposición, y otra muy distinta será tenerlos como interlocutores permanentes de las ejecuciones de su mandato.

Como se lee por estos días en Twitter, esperemos estar equivocados, y que por el bien de Colombia el gobierno de Gustavo Petro logre medianamente lo que se ha propuesto sin debilitar instituciones, sin alterar el orden democrático, y sin desdecirse inevitablemente de su ambigua ambición capitalista. Desde este espacio de opinión hacemos votos porque así sea.

El Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible. Una mirada a partir de las propuestas de Rodolfo Hernández y Gustavo Petro

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El candidato Rodolfo Hernández propuso la fusión del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible (La W, 2022) (1). Los detractores de la propuesta señalaron que esto sería un retroceso institucional y trajeron a colación las fusiones hechas por el gobierno de Álvaro Uribe en 2003. El entonces presidente, mediante 18 decretos fusionó 6 ministerios, entre ellos el del Ambiente que pasó a estar conformado por 2 viceministerios: el de Medio Ambiente, responsable de ecosistemas, desarrollo sectorial sostenible, agua potable y saneamiento básico y el de Vivienda y Desarrollo Territorial, a cargo, claro está, del desarrollo territorial y del sistema habitacional (El Tiempo, 2003) (2).  

            La justificación de dicha iniciativa, se enmarcó en la concepción de un Estado austero, una de las banderas del Uribismo, que incluso hoy mantienen. Sin embargo, los resultados no fueron los esperados dado que no se logró ni el ahorro ni la eficiencia que se buscaba. Así lo reconoció Germán Vargas Lleras en entrevista a Semana, 2010 (3) quien en ese entonces era Ministro del Interior del nuevo presidente Juan Manuel Santos y que antes, como congresista, había defendido la propuesta de fusión de carteras impulsada por el gobierno de Álvaro Uribe.

            De acuerdo con un informe de la Dirección General de Presupuesto Público Nacional del Ministerio de Hacienda, los ahorros fiscales nunca se lograron. Los ministerios fusionados de Trabajo y Salud, Interior y Justicia y Medio Ambiente junto al Viceministerio de Vivienda, tuvieron gastos de 82.574 millones de pesos en el 2010 contra 76.128 millones en el 2002. Algo similar ocurrió con el número de funcionarios que para el año 2010 equivalían a 2.569 mientras que para el 2002 eran 2.790 (o sea, una disminución de tan solo el 7,9%) (Revista Semana, 2010) (3).

            En el gráfico 1 y 2, se muestran los resultados de la fusión del Ministerio de Ambiente con respecto a los costos y al tamaño de la nómina. Como puede verse en ambos gráficos, los gastos de funcionamiento entre los años 2002 y 2010, solo disminuyeron 7,8% mientras que la planta de personal lo hizo en 7.9%. Además, debido a la salida de varios funcionarios reconocidos por su labor, la calidad técnica en cuanto a la formulación de políticas y regulaciones coherentes, disminuyó. Esto causó que se priorizaran los temas de vivienda, suministro de agua y saneamiento básico, por encima de la gestión ambiental. (Salinas J, 2010) (4)

Con lo anterior, podría concluirse que la experiencia más reciente de fusión del Ministerio de Ambiente, además de haber supuesto un retroceso institucional, no logró su cometido fiscal. No obstante, la cuestión no es tan sencilla por dos razones fundamentales: la primera, porque fusionar o no una cartera, no es un asunto únicamente técnico y la segunda, la existencia de contraejemplos, muy representativos, por cierto, que cuestionan la idea muy arraigada entre ambientalistas, de que aumentar el tamaño de las instituciones garantizaría mayor eficacia.

            Con respecto al primer punto, Colombia y varios países latinoamericanos a fin de compensar sus déficits de ahorro interno y sus desequilibrios externos, han tenido que recurrir a préstamos con organismos multilaterales. En la medida en que no han podido cumplir con sus compromisos de deuda, no les ha quedado más remedio que ingresar al Fondo Monetario Internacional (FMI) y ceñirse a planes de ajuste que incluyen, entre otras medidas, la disminución del gasto público que suele traducirse en fusiones ministeriales, recortes al número de funcionarios públicos e incluso, de programas sociales. (Feito J, 1983) Así las cosas, fusionar o no, más que una discusión técnica, en el contexto latinoamericano, es por lo general, una imposición desde afuera.    

            El gobierno de Iván Duque, una vez fracasó la reforma tributaria del ministro de hacienda Alberto Carrasquilla y al no poder recurrir a impuestos, tuvo que endeudar al país. La deuda externa que recibió en 20% del PIB, hoy, si se le suma el endeudamiento interno con emisión de títulos de pesos (TES), asciende al 68% del PIB. (Kalmanovitz S, 2022) (5). La paradoja, de acuerdo con Salomón Kalmanovitz, en columna titulada Se dispara la deuda externa (5) es que los efectos fiscales no han sido mayores por cuenta del conflicto ruso ucraniano, gracias al cual el precio del barril de petróleo en New York Mercantile Exchange (NYMEX) se disparó incluso por encima de los 100 dólares el barril. (Recordemos que el 2021 el precio era US$73 el barril). Con lo anterior, quiero significar que la estructura estatal por la que se opte estará condicionada por las realidades presupuestales que hoy, como nunca, son adversas para Colombia.

            En dicho contexto, la propuesta de Gustavo Petro preocupa, pues en reciente entrevista habló de su compromiso con el FMI de reducir el déficit (6), o sea, someterse a medidas de ajuste que, con una deuda pública del 68%, serán muy severas. Esto deja al candidato con un margen de maniobra muy reducido para tomar decisiones en cuanto a la ampliación o modificación de la estructura del Ministerio de Ambiente, teniendo en cuenta que el costo de sus propuestas, de acuerdo con declaraciones en primera vuelta del entonces aspirante a la presidencia Sergio Fajardo (7), hoy excede por mucho la capacidad fiscal del país. Solo 6 de sus programas cuestan 130 billones de pesos. Suponiendo que la reforma tributaria que plantea y cuyo objetivo es recoger 65 billones de pesos fuera exitosa, le quedarían faltando otros 65 billones.   

Hay que advertir que en la propuesta de Gustavo Petro no se habla por ningún lado de fusionar el Ministerio de Ambiente y esto podría considerarse un punto positivo dado lo negativo de la experiencia de fusión de carteras que explicamos más arriba. No obstante, aceptar el plan de ajuste deja al candidato en una encrucijada, ya que además de conservar la estructura de un Ministerio como el de Ambiente, deberá cumplir con su propuesta de dos nuevos ministerios: el de Industria (pág. 23 del programa) (8) cuya función será primordialmente, dice el documento: “…diseñar e implementar políticas para mantener, incrementar y mejorar la productividad en la economía” y el de la Igualdad, cuyo fin sería “…articular todas las políticas para el empoderamiento integral de las mujeres, las diversidades de género y orientación sexual, generacionales, étnicas y regionales en Colombia,…” (pág. 10 del programa) (8)  Hay que decir que no se sabe de dónde saldrían los recursos para llevar a cabo estas propuestas y en el programa tampoco se aclara.  

            Por otro lado, hay que advertir que en muchos casos aumentar la estructura institucional que, para efectos del presente escrito, entendemos contrario a las fusiones, no mejora su eficacia. Un caso representativo son las Entidades Promotoras de Salud (EPSs) creadas a partir de la ley 100 de 1993. Estas, a pesar de   ser un nuevo eslabón en la estructura de la salud en Colombia, o ósea, de significar crecimiento institucional, no han logran garantizar el derecho de los ciudadanos y en cambio, sí han tenido que enfrentar casos de corrupción en su seno. Lo mismo sucede con las Corporaciones Autónomas Regionales que si bien cuentan con algunos funcionarios competentes, se han politizado (en el sentido peyorativo de la palabra) a tal punto, que su imagen ante la ciudadanía se ha deteriorado, (9) y además, parecen haber sido rebasadas por las demandas ciudadanas en el tema ambiental, cuyo número y complejidad se ha incrementado. Así las cosas, podríamos decir que tenemos una corrupción e ineficiencia administrativa que se sobrepone a cualquier estructura institucional.

            Con respecto al programa del candidato Rodolfo Hernández (10) se aspira a lograr la descentralización de las instituciones, lo que implicaría fortalecer a los entes ambientales en regiones y municipios. No obstante, además de la propuesta de fusionar el Ministerio de Ambiente con el de Cultura, dicha descentralización se condicionaría a criterios verificables de eficiencia y eficacia. Se habla de modernizar el Estado desde una mirada netamente empresarial. Sin embargo, la idea, muy aceptada, por cierto, de que lo que requieren las ciudades y los países son miradas empresariales (gerentes no mandatarios, porque el país, según algunos se asemeja a una empresa), es magistralmente cuestionada por Jorge Maifud, 2017, (11) en su columna Externalidades: la crítica diferencia entre un estadista y un hombre de negocio. Me permito citar un par de párrafos:

            “Por supuesto que un exitoso hombre de negocios puede ser un gran estadista, como puede serlo un sindicalista, un militar o un profesor. Pero ninguno de ellos sería un buen estadista, ni siquiera un buen presidente, si creyera que aplicando sus exitosos métodos sindicalistas, militares o pedagógicos sería la clave para gobernar un país. Eso es miopía y tarde o temprano la realidad nos pasa por encima.”

Más o menos por aquella época, Noam Chomsky me envió varios artículos y comentarios esclarecedores sobre la realidad clave de las externalidades. En pocas palabras: las externalidades son todos aquellos efectos que no entran en la ecuación de un buen negocio. Dos partes pueden hacer un excelente negocio, pero eso no significa que los resultados a largo plazo y en un contexto mayor vayan a beneficiar al resto ni a ellos mismos, como indica la base del liberalismo económico: perseguir el interés individual necesariamente conduce al beneficio del resto de la sociedad.”

Tomada del libro Los fantasmas del páramo.

            En aras de una mirada equilibrada, el escritor William Ospina, quien desde la primera vuelta decidió apoyar a Hernández, ha dicho que la fusión del Ministerio de Ambiente no implicaría necesariamente disminución del presupuesto (lo que no coincide con lo planteado en el programa de Hernández) y que, en cambio, la fusión permitiría actuar conjuntamente en problemas como el del calentamiento global que, desde su óptica, también es un problema cultural. En últimas, Ospina propone una mirada sistémica por fuera de la rigidez institucional colombiana. (1)  

            En conclusión, ninguna de las miradas, ni la enteramente empresarial de Rodolfo Hernández, que no tiene en cuenta las externalidades presentes en toda cuestión ambiental y que implican sacrificar algo de eficiencia, (la eficiencia no siempre garantiza sustentabilidad, ni siquiera la eficiencia de Pareto) ni la mirada fantasiosa de Petro, que propone asuntos con los que podríamos estar todos de acuerdo, sin aclarar cómo y obviando coyunturas como el crecimiento de la deuda pública o la casi segura caída del precio del barril de petróleo que generará un déficit fiscal sin precedentes. A lo anterior se suma que Petro, al haberse comprometido, sin chistar, al pago de la deuda con el FMI, no tendrá más remedio que achiquitar la estructura del Estado e incumplir varios de los programas sociales que hay en su programa de gobierno.  

Referencias

https://www.eltiempo.com/elecciones-2022/presidencia/elecciones-2022-gustavo-petro-habla-de-su-plan-si-gana-la-presidencia-672404.